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Ángeles fieramente humanos

Ángeles fieramente humanos

 

Oscar Taffetani (APE)

La remake del derribo del Muro de Berlín efectuada en la Puerta de Brandeburgo, este lunes, tuvo toda la inmoralidad que requiere el espectáculo político en nuestros días: un Sarkozy exultante, invitado a hablar entre los primeros, dijo que «los hombres y las mujeres que lucharon contra el Muro tenían un sueño para Europa, que hoy se ve plasmado en países como Francia y Alemania”. “Su desaparición (la del Muro) llevó al reencuentro de familias”, dijo muy creativo el ruso Medvedeb. “Los berlineses cambiaron el mundo con su valor”, deslizó demagógico el primer ministro inglés. Y la Merkel, ah, la Merkel, cumplió el sueño de todo pibe (o piba) alemana: “Está en nuestras manos derribar todos los muros del siglo XXI -dijo- igual que lo hicimos aquí en la ciudad dividida”.

 

A dos indiscutibles protagonistas de la debacle del socialismo real -el ruso Mihail Gorbachov y el polaco Lech Walesa- les tocó arrancar con el show de las fichas de dominó: debían tirar símil partes de un símil Muro para que el mundo televisado y televisivo terminara de comprar el fraude. Así volvió a caer el Muro de Berlín, veinte años después. Más detalles, en Wikipedia.
Pocos días antes de la remake, movido por las denuncias públicas, el alcalde porteño Mauricio Macri decidió neutralizar la UCEP (una patota antihomeless que había creado junto al ministro Piccardo) y poner a los agentes involucrados en la órbita del Ministerio de Desarrollo Social. Ahora, los muchachos de negro vestirán de gris y practicarán otra clase de violencia contra los pobres.
Semillas pasadas de horrores presentes
La organización internacional Human Rights Watch viene insistiendo desde 2004 en que la fábrica internacional de tractores Caterpillar debería abstenerse de vender sus bulldozers al ejército israelí, ya que éste los usa para demoler las escuelas, los hospitales y las casas de la población civil palestina, en tiempos de paz (porque en tiempos de guerra, los bombardea desde sus aviones). Sin embargo, Caterpillar aún no ha tomado una decisión (la Responsabilidad Social Empresaria, se sabe, no da para tanto).
Estudios recientes de una historia muy vieja ocurrida en Irlanda (1649-1653) nos revelan que la ocupación británica de la isla, ordenada por el Parlamento tory al sanguinario Oliver Cromwell, costó a los irlandeses la muerte de 618 mil personas. Casi la mitad de su población. Los que no morían en combate, morían ejecutados según la regla del diezmo, o la regla del pentium (uno de cada diez, uno de cada cinco). Las tierras cultivables se esterilizaban con sal (cientos de miles de irlandeses muertos por hambre). Del resto, se ocupaban la peste bubónica y el exilio.
La autonomía de los vascos, en tiempos de la breve República Española, duró nueve meses. Para acabar con ella, Francisco Franco buscó la ayuda de los nazis alemanes y de los fascistas italianos. Guernica fue el primer ensayo de bombardeo aéreo sobre población civil. Niños, mujeres, viejos, sin distinción, todos cayeron bajo las bombas. Después de la rendición de Santoña, en 1937, el mandamás de España dispuso que Vizcaya y Guipúzcoa eran “provincias traidoras” y “no merecían tener fueros”. Ni la lengua materna podía hablarse en las escuelas de esas provincias (y aún hay gente que se pregunta dónde nació la violencia en el País Vasco).
¿América? Qué podemos decir de América que no hayamos escrito o repetido con tristeza, todos estos años. A José Gabriel Condorcanqui, llamado Túpac Amaru, luego de cortársele la lengua, lo descuartizaron a la vista de su esposa y sus hijos. Cada una de las partes del Inca rebelde fue enviada a los cuatro puntos cardinales del Imperio, para escarmiento de los hijos del Sol. Así fue la dulzura española en América.
Néstor Segovia: intimidación a un obrero
Las Abuelas de Plaza de Mayo han recuperado no hace mucho al nieto número 98. Pero quedan cerca de 300 -dicen ellas- a los que falta restituir su identidad. Son las secuelas y la herencia del último genocidio. Aún la sociedad argentina (pese a sus grandes avances, que la destacan en toda América latina) no ha podido recuperarse de las heridas que le infligieron. Ni reencontrarse con la Justicia. Ni aprender de esa gran maestra que es la Historia.
En esas condiciones la encuentra la represión salvaje, artera, inhumana, descargada sobre un delegado de los trabajadores del Subterráneo. Para las mismas horas en que el sindicato obrero en donde revista Segovia (sugestivamente, no reconocido por el Estado) se hallaba impulsando el paro activo y otras medidas gremiales en reclamo de su derecho, una patota policial bonaerense, con la venia del poder político y el aval de un magistrado, cargó contra la humilde casita de Segovia, en Moreno.
Los atacantes arrancaron con violencia a Noemí -ex pareja de Segovia y madre de sus hijos-, que desde hacía una década sostenía en ese lugar un comedor infantil, como parte del Movimiento Teresa Vive; lastimaron a los pequeños hijos de Segovia (que quisieron oponer resistencia) y por último echaron abajo, a mazazos, la precaria casita, enviándole al delegado de subterráneos un mensaje mafioso difícil de desoír: “lo que hagas, le costará la salud o la vida a los tuyos”.
Fue inteligente la respuesta que los trabajadores del Subte, algunas agrupaciones de izquierda y la misma CTA dieron a esa agresión: conferencia de prensa, exigencia de garantías y paro activo del Subte, este martes 10 de noviembre, en denuncia y protesta por la intimidación.
A principios del año hubo un ensayo de copamiento y militarización de un pueblo en Corcovado, provincia de Chubut. Meses después, hubo un ensayo de militarización en la fábrica Kraft-Terrabusi. Ahora, prueban los efectos de demoler una casa ante los ojos impotentes de sus moradores.
Dijimos en una nota anterior que sería suicida pensar que la lucha de los trabajadores de Kraft no es nuestra lucha. Decimos ahora, sin temor a equivocarnos, que sería suicida pensar que la lucha de los trabajadores del Subte, y de ese delegado Segovia, no es nuestra lucha.
Vienen por más. Y no hay llanto ni suspiro ni derecho que los conmueva. Demostrémosles que de este lado de la frontera -así lo habría escrito Blas de Otero- hay ángeles fieramente humanos.

 

Argenpress 11/11/09