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Derechos Humanos Internacional

Hay 63 muros más que en 1989, tras la caída del Muro de Berlín: ¿por qué?

Desde la caída del Muro de Berlín, en vez de reducirse han aumentado los muros que despojan de su territorio y su agua a pueblos o que tratan de evitar el paso de migrantes o el regreso de un pueblo, como el saharaui a su tierra. Por Fernando Guzmán Aguilar.

“Solo acciones solidarias podrán derribar los muros y hacer que todo lo vivo renazca sobre esta tierra liberada”, dice la presentación de Heterópoli, un juego de mesa creado por los miembros del proyecto PAPIIT-UNAM Heteronomías de la justicia: territorialidades nómadas.

Producto también de este proyecto, a cargo de Silvana Rabinovich, es la exposición “Mexicanos, palestinos y saharauis: del mismo lado de muros diferentes”, que será inaugurada el 18 de mayo, Día Internacional de los Museos, en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, del INAH.

La exposición se centra en tres muros que separan a México de Estados Unidos, a Palestina de Israel y a la República Árabe Saharaui Democrática del Reino de Marruecos.

No son, sin embargo —apunta la doctora Rabinovich, del Instituto de Investigaciones Filológicas—, los únicos muros que, “monstruosos y ridículos”, a la vez son negocio de una minoría que hace pasar sus intereses privados por un interés público y de seguridad nacional.

El 9 de noviembre de 1989, con la caída del Muro de Berlín quedaron catorce en vez de quince muros en el mundo. Al final de la Segunda Guerra Mundial había siete. Hoy hay más de 77 muros que no son fronterizos, aunque así los caractericen.

En general, agrega Rabinovich, son muros que se construyen sobre el territorio que se anexa. El construido en los años ochenta por Marruecos, es para impedir la independencia del pueblo saharaui y el retorno de sus habitantes a su tierra.

Muy parecidos son también los que Israel construyó a partir de 2002 dentro del territorio de Palestina, alrededor de Gaza y Cisjordania (este último mide el doble del perímetro que cubre porque rodea poblaciones, aislándolas y separándolas de sus pozos de agua).

El muro que separa a México está sobre territorio mexicano que Estados Unidos se anexó en la guerra de 1846-1848 y que se empezó a construir durante la presidencia de Clinton para impedir (no siempre lo logra por la “rexistencia”) el paso de migrantes: primero mexicanos, luego de otros países latinoamericanos y ahora de diversas partes del mundo.

En torno de éstos y de otros muros, apunta Rabinovich, hay “una gran farsa” que causa un daño enorme. Son contra natura y “no defienden a nadie ni fortalecen a nadie” que no sean “los bolsillos de unos pocos”.

“La expulsión y el despojo tienen su emblema en los muros”, subraya la investigadora del IIFL.

En la exposición se abordan esas barreras como una geopolítica, “el Muro con mayúsculas”. Porque además de enormes paredes de concreto, están compuestos por un sistema de vigilancia integrado por radares y cámaras para impedir el paso a grandes poblaciones de refugiados en distintos lugares. También hay muros virtuales compuestos sólo con sistemas electrónicos.

Marruecos, por ejemplo, entre 1980 y 1987 construyó un muro de 2720 km de largo con arena, piedra, alambre de púas, zanjas antitanques y con más de siete millones de minas y un aparato de seguridad (torres de vigilancia, radares y soldados).

“Mexicanos, palestinos, saharauis: del mismo lado de muros diferentes” incluye fotografías, videos, conversatorios, poesía e infografías, todo bajo la guía de las voces alternativas de dos niñas y un niño.

Citlali, especie de Dora la exploradora, al cruzar la frontera es atrapada por la guardia fronteriza en Estados Unidos. Hándala, niño palestino cuya aldea fue destruida por el ejército de Israel, vive en un campo de refugiados y decidió no cumplir años hasta que pueda regresar a su tierra. Y Salkita, quien nació en un campo de refugiados, no tiene una pierna porque le estalló una mina cerca de un muro que construyó Marruecos.

Son niños con una mirada fresca, irreverente y no contaminada. Niños que preguntan: ¿por qué la globalización produce muros? ¿Para qué sirve un muro fronterizo? ¿A quién sirven los muros? ¿A quiénes dañan los muros?… Niños que se atreven a cuestionar, por ejemplo, por qué un pueblo acepta vivir tras un muro y cree que ese muro lo protege cuando en realidad, apunta Rabinovich, “los muros multiplican la muerte y los peligros”.

La ‘voz del agua’ acompaña todo el tiempo a la muestra. Es el río Bravo en la frontera con Estados Unidos. Son los pozos en Gaza. El agua que derrumba muros. Copiosas lluvias tiraron en Jerusalén una “tremenda mole de concreto de ocho metros de alto”.

Es también el agua que tiene memoria y toma la palabra en la poesía. Habrá lectura de poemas saharauis, palestinos y de la frontera norte de México. También poesía de pueblos originarios de Sonora, cuya gente “todo el tiempo necesita cruzar la frontera”.

Se presenta también una asamblea de animales y vegetales afectados por los muros. El gobierno de Israel, por ejemplo, arrancó una cantidad de olivos que “llena varias veces el bosque de Chapultepec”.

Se proyectará un ciclo de cine con la presencia de Juan Manuel Sepúlveda, egresado del entonces CUEC y director de La sombra del desierto y de otros largometrajes. Entre las fotos, una –de Eduardo Soteras Jalil– muestra a un migrante que pasa debajo un muro, como un acto de rexistencia. Otra, de Miguel Tovar, muestra desde el cielo el muro a la altura de Tijuana. Se ve como una herida en la tierra y el mar.

Con “Mexicanos, palestinos y saharauis: del mismo lado de muros diferentes” se espera que el público salga no con una sensación de impotencia sino consciente de lo que llamamos “rexistencias”, que no son solo resistencias o choques contra el muro, sino re-existencia como afirmación de la vida”.

Esta exposición, que contó con el apoyo de la UNAM, el INAH, ONGs, La Jornada, la Embajada de la República Árabe Saharaui Democrática en México y la Embajada del Estado de Palestina en la República de Argentina, será itinerante. Ya ha sido solicitada por Francia y Argentina.

“Heterópoli”, contrario a Monopoly, es un juego colaborativo. Aquí no se compite, sino que los personajes colaboran para tirar un muro y liberar un territorio que ha sido anexado o del que se ha despojado a un pueblo, como el saharaui y también al palestino.

El juego se puede descargar en el siguiente link: https://www.iifl.unam.mx/justiciadelotro/seccs.php?idSec=11&pos=11

Publicado originalmente en Gaceta UNAM

https://www.anred.org/2022/05/15/hay-63-muros-mas-que-en-1989-tras-la-caida-del-muro-de-berlin-por-que/