Los despidos por discriminación sindical no han dejado de ser moneda corriente. Con mayor o menos visibilidad, estos hechos que violan no sólo las normas constitucionales sino también tratados internacionales vigentes en nuestro país, están a la orden del día.
Los recientes fallos de la Corte Suprema, sumado a otros menos conocidos dictaminados por distintas cámaras, son interesantes antecedentes para que estas violaciones a los derechos de los trabajadores dejen de gozar de impunidad. Sin embargo, esto todavía sigue sucediendo, y Rodolfo Giardino es una de las recientes víctimas.
De 60 años de edad y con una historia de militancia sindical y defensa de los derechos humanos, este hombre de andar tranquilo y hablar pausado dice, no sólo con sus palabras, sino con su actitud ante la vida, que no dejará pasar semejante atropello.
Durante 7 años, hasta el pasado lunes 14 de diciembre, 5 veces por semana, entregó 9 de sus horas diarias a su trabajo como tornero a la metalúrgica Fundición San Cayetano, ubicada en el Parque Industrial Burzaco. Si bien en 2008, según cuenta, la compañía dedicada a producir cilindros para laminación, contrapeso y manivelas para la industria petrolera y placas para la minería, entre otras cosas, tuvo una facturación de 50 millones de dólares, en 2009 con la excusa de la crisis dejó en la calle a 120 trabajadores. El caso de Rodolfo es el último, aunque se diferencia de los anteriores.
Cuando ingresó a la fábrica, en 2002, si bien pertenecía al sindicato metalúrgico, no habían delegados en planta. “Según me cuentan los compañeros, en la historia hubo un delegado y lo echaron. Después hubo otro que no cortaba ni pinchaba. Pero desde el momento que yo estoy en la empresa no existía ninguno”, responde cuando se le pregunta sobre los motivos de la inexistencia de representación gremial.
A mitad de 2003, cuando la empresa quiso imponer un turno llamado 6 x 2, se produjo el primer conflicto que recuerda. A partir de entonces, relata, surgieron 4 delegados. Rodolfo cuenta que había mucho miedo para que la gente se postulara porque ya había algún antecedente de discriminación sindical. Meses más tarde, a fines de 2003 se produce una nueva postulación de delegados y la empresa echa a 7 compañeros. “Se hizo la postulación a través del sindicato, pero la empresa se aviva antes de la notificación legal y los despide. Hasta llegó a despedir a postulantes de 20 años de antigüedad”. Si bien hicieron presentaciones judiciales y ante el ministerio de Trabajo, las reincorporaciones no se lograron.
Surgió entonces otra camada de delegados, entre los que ya se encontraba Rodolfo. Habiendo aprendido del error anterior, se manejaron con mayor cautela para hacerse de la cobertura legal necesaria para evitar el despido.
Según cuenta, se postuló como delegado a partir del pedido de los propios compañeros. Si bien los otros trabajadores desconocían su historia de militancia anterior, “sin ser delegado yo hacía reclamos con notas. Esta empresa es una empresa muy accidentosa. En ese momento teníamos un accidente grave por semana”. Presentaba notas por el tema de seguridad, hacía estudios, estadísticas sobre los accidentes. Si bien su superior directo se enojó con él, en alguna oportunidad obtuvo hasta la felicitación de los dueños de la empresa, aunque quedó solo en el saludo.
A partir de mayo de 2004 constituye, junto a otros compañeros, el cuerpo de delegados.
Pero las trabas entonces no sólo partían de la empresa, sino también del propio sindicato. “Si bien yo nunca fui delegado, pero por militancia y un montón de cosas y por la edad que tengo, de haber trabajado desde los 17 años en fábrica, tengo algo de experiencia, entonces cuando surjo como delegado me voy al gremio y le pido asesoramiento, les pido el convenio. No me dan ni asesoramiento, ni me dan el convenio. Si yo no tengo el convenio, ¿cómo voy a luchar dentro de mi fábrica? Entonces, como yo tengo conocimiento de que los compañeros de Villa Constitución me conocen, entonces lo que hice fue volcarme a Paulón y lo llamé y ahí me dieron el convenio, fui a los seminarios… me volqué a la CTA, a quien me podía asesorar y cobijar para no estar solo como un perro. Entonces eso a mí me brindó mucha capacidad para poder defenderme y discutir ante la patronal”.
“Comenzamos a ver -relata- que la empresa no cumplía casi el 90 % del Convenio de Trabajo metalúrgico. Entonces, comenzamos a estudiar todo el panorama, recorrer los sectores tanto en las condiciones de trabajo en las que se desempeñaban los compañeros como en las cuestiones de que se cumplan sobre todo las categorías, etcétera. Entonces empezamos a trabajar en eso. La empresa nos puso muchos obstáculos al principio porque no estaba acostumbrada a manejarse con delegados”.
“Con mucho esfuerzo vamos tratando de ir instalando la representación gremial en el conjunto de los compañeros porque también tenían miedo. El trato hacia el personal de parte de los gerentes y supervisores era muy agresivo y discriminatorio. Hasta llegaron a patearles los tobillos a los compañeros. Los llamaban faltándole el respeto, tratándolos de boludos, chiflándolos, apurándolos para el trabajo así se asustaban también”, cuenta.
“Ante esas situaciones empezamos a plantarnos, a hacerles denuncias ante la empresa. Hasta llegó a ser echado un supervisor. Respecto a la maquinaria y equipos que no funcionaban bien, sobre todo los puentes grúa y todo ese tipo de cosas que afectaban la seguridad de los compañeros, nosotros directamente se los parábamos. Les parábamos la producción en una palabra», explica. Y amplia orgulloso: Entonces así, a través de los años hemos instalado el convenio colectivo de trabajo casi en un 100 %, por un lado. Y por otro lado, el turno que la empresa impuso a fuego, nos costó 3 años para sacarlo. Logramos sacarlo con lucha pero sobre todo lucha del conjunto de los compañeros, no de los delegados solos. La metodología es siempre con la participación de los compañeros. También hemos impuesto la realización de asambleas generales. Porque nosotros teníamos por juez la realización de asambleas informativas por sector, de 15 o 20 minutos. Nosotros a veces necesitábamos hacer asambleas generales. Entonces nos costó… la primera vez la tuvimos que hacer de prepo y tuvimos algunos problemas pero la impusimos”.
En relación al sindicato, cuenta que si bien al principio la empresa lo desconocía, terminó no sólo por aceptarlo sino que con el tiempo comenzó a negociar con ellos. “El sindicato, como todos sabemos, es un sindicato patronal. Es una burocracia sindical traidora que no defiende los derechos de los trabajadores sino que arregla con la empresa para sus intereses. Entonces apoyados en errores nuestros de honestidad e ingenuidad en algunos casos, porque hemos promovido compañeros para delegados que después nos clavaron los cuchillos por la espalda», dice.
«Pero en concreto, la empresa, el sindicato y estos compañeros que se prestaron nos hicieron toda una jugada para que nosotros en el 2008 perdiéramos la elección. La perdimos por 10 votos, pero la perdimos. Nos jugaron por izquierda, como que nosotros éramos quedados, y al año siguiente nos juegan por derecha, o sea que nosotros éramos tira bombas y también perdemos apoyados en lo peor de la gente: el egoísmo, el amiguismo, el miedo también. Yo te estoy hablando fundamentalmente en el sector mecanizado, de donde soy yo, porque fundición permanecieron los compañeros nuestros como delegados hasta el día de hoy”, concluye.
En mayo de 2008 Rodolfo, a pesar de su entrega, dejó de ser delegado. Si bien no tuvo una reacción inmediata por parte de los empresarios y supervisores al perder los fueros, comenzó a notar que le escondían cosas detrás del armario como si él quisiera luego robarlas. Más tarde sufrió un grave accidente que lo dejó fuera de la fábrica 8 meses. Al regresar a la empresa, al servicio médico, un personal de seguridad lo acompañaba a sol y a sombra, sin permitirle hablar libremente con sus compañeros. Y cuenta, que “lo último de lo último, hace un mes y medio, yo me equivoco en un trabajo, en una medida. Me llama el gerente arriba, me pide explicaciones de por qué había sido la equivocación, yo le digo que me equivoqué. Me hace un apercibimiento verbal y listo. A la otra semana me llama de nuevo y me dice que se tiene que desdecir y que me tiene que hacer un apercibimiento escrito. Le vino la orden de arriba. Apercibimiento escrito, vos lo tenes que firmar y va a tu legajo. Entonces yo ahí le dije que yo era respetuoso de todo, de él y de todos y que para mí esto era una falta de respeto. Que si se me hizo un apercibimiento verbal ya no correspondía otra cosa por tanto no lo iba a firmar. Entonces me enviaron un telegrama”.
Cuando por primera vez Rodolfo dejó de ser delegado, contó con un año de cobertura legal. Luego de las elecciones de 2009, su protección se prorrogó seis meses. En octubre terminó y, sin perder mucho tiempo, la empresa encontró la oportunidad para despedirlo en diciembre, días antes de las fiestas.
Rodolfo sostiene que la equivocación no es motivo de despido. Y enumera: “Todos los días hay equivocaciones ahí. En el sector somos 60 y pico. Siempre hay equivocaciones de los obreros y ellos se equivocan mal también. El real motivo es la discriminación. A mí me conocen en esa fábrica hasta los perros. Yo, en 4 años me volqué de cuerpo y alma a lo que siempre he hecho en mi vida, a la responsabilidad. A mí me pagan un salario para trabajar y ese salario me lo tengo que ganar y soy delegado para defender a los compañeros. Por lo tanto, me dediqué en cuerpo y alma a la militancia sindical dentro de la fábrica y por ese motivo a mí me conocen todos, hasta el último orejón del tarro porque yo me preocupaba por la salud del compañero, por la familia, por la categoría, por la seguridad, por todo. Incluso hacíamos estadísticas, estudios de las situaciones y yo aparecía como el cabecilla. Yo tengo trabajos hechos, de estudios de estructura industrial, de maquinaria, de procedimientos de trabajo, todo eso para poder mejorar la situación y yo se los iba presentando. Entonces, la única razón por la que a mí me echan, es porque yo era un grano que tenían ahí adentro”.