¿Por quién doblan las campanas?
Haití y la hora de los zombies que miran televisión
Para los niños «informatizados» que juegan a las muñecas con los SMS, para las multitudes que lloran y se conmueven con los ídolos televisivos, para los jóvenes transculturizados con música fashion y cultura tecnotrónica, para las mayorías planetarias «p«programadas» a diario con individualismo y sociedad de consumo, Haití es solo un punto indiferente en la pantalla del TV.
Por Manuel Freytas (*)
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Si alguien creía haberlo visto todo con las masacres israelíes en Libano y Gaza, o con los exterminios estadounidenses de civiles en masa en Afganistán, Irak o África, estaba equivocado. Haití superó todo lo que una mente puede imaginar.
Ya no se trata de bombardeos selectivos o de masacres militares masivas, se trata de algo peor: La indiferencia masiva (nivelada a escala planetaria) ante la muerte y el sufrimiento de seres humanos.
En solo minutos, un Apocalipsis natural se abatió sobre Haití y enterró entre los escombros a más 50.000 personas (que pueden ser cien mil) convirtiendo a ese país en un cementerio a cielo abierto.
Decenas de miles de cuerpos humanos, de niños, ancianos, mujeres y adultos, permanecen desmembrados, ensangrentados, muertos o agonizando sin atención médica, con dolores, con sufrimiento extremo, mientras los que quedaron vivos y lo perdieron todo deambulan como zombies entre los cadáveres y las ruinas de un país devastado.
Los testimonios de los corresponsales son escalofriantes: «El suelo está lleno de muertos… y a la gente no le importa». En el Haití fantasma (donde Hollywood y la ciencia ficción se quedaron sin argumento), mientras los vivos duermen entre los muertos, o mientras la víctimas arman barricadas con cadáveres para protestar por la falta de ayuda, el mundo no se detiene. Niños, mujeres, hombres, de la misma especie, con el mismo cuerpo, con las mismas vísceras, con la misma capacidad de sentir y de pensar, continúan indiferentes con su rutina.
Para los niños «informatizados» que juegan a las muñecas con los SMS, para las multitudes que lloran y se conmueven con los ídolos televisivos, para los jóvenes transculturizados con música fashion y cultura tecnotrónica, para las mayorías planetarias «programadas» a diario con individualismo y sociedad de consumo, Haití es solo un punto indiferente en la pantalla del TV.
¿Por quién doblan las campanas?
Doblan por una humanidad que se ha quedado (masivamente) sin sentimientos ante la muerte y el martirio de un semejante.
Doblan por la «población sobrante» de Haití, y por las muchas que vendrán detrás de Haití.
Doblan por el discurso decadente y vacío de los políticos mundiales
y de los banqueros que han convertido al planeta en un gran cajero automático.
Doblan por un sistema (el capitalismo) que ha convertido (y nivelado) a los seres humanos en una manada electrónica solo destinada a dos funciones básicas: Consumir y elegir presidentes.
Doblan por la decadencia (de un sistema que agoniza sin morirse del todo), y por el fin de las utopías y de las causas revolucionarias transformadoras.
Doblan por los zombies: Por los de Haití, y por los del resto del mundo, que también caminan, sin rumbo, entre la muerte de las rutinas cotidianas y de las vacaciones.
Doblan por los que creen (de buena fe) que van a cambiar el mundo (criminal y depredador del sistema capitalista) sentados frente a la computadora.
Las campanas de Haití doblan, en fin, por todos nosotros.
IAR Noticias 17/01/10