«El infiltrado en la mesa familiar»
El escritor Miguel Molfino había relatado en Página/12 que Marturet había sido novio de su hermana Marcela, que está desaparecida, y habitué de su casa durante los años ’70.
Por Laura Vales
La destitución del funcionario era exigida por organismos de derechos humanos y sectores políticos de la provincia desde que la revista Superficie descubrió que Marturet figuraba en la nómina de los espías civiles que entre 1976 y 1983 reportaron al Batallón 601. En los papeles, su función era la de “agente de reunión”, un eufemismo que habitualmente designaba a quienes se infiltraban en universidades y sindicatos para marcar gente. Marturet había pasado la dictadura como estudiante universitario en la ciudad de Resistencia, Chaco, y en el ’82 se había mudado a Misiones, donde recuperada la democracia se vinculó con el radicalismo. Hasta que se desclasificaron los archivos de los servicios de inteligencia del 601, ninguna sospecha lo rozaba.
El jueves, Miguel Molfino, periodista y escritor, quien fue preso político de la dictadura y tiene a una hermana –Marcela– desaparecida y a su madre –Noemí Esther Gianetti de Molfino– asesinada por grupos de tareas, publicó en la contratapa de Página/12 un artículo contando que el Marturet denunciado había sido novio de su hermana y habitué de su casa (“se pasaba el día entre nosotros, como un hermano más”), en Resistencia, durante los ’70.
“Fuimos infiltrados en nuestro propio hogar”, señaló en la contratapa Molfino. Y relató que a la sorpresa de descubrir que había tenido al enemigo en casa, siguió el desconcierto de encontrar que el denunciado seguía en su cargo, sin que la gobernación se decidiera a cesantearlo.
Tras la difusión de la contratapa, la situación se definió. Pocas horas después se anunciaba la renuncia del funcionario. El paso al costado de Marturet fue confirmado ayer por el decreto 433 y publicado en el boletín oficial de la provincia.
El gobernador no salió a hacer declaraciones públicas. La encargada de fijar la posición oficial fue la subsecretaria de Derechos Humanos, Amelia Báez: “El que colaboró para desaparecer tiene que dar un paso al costado y que la Justicia le caiga con todo el peso de la ley”, definió.
Los Molfino vivieron años muy duros en la dictadura. De los siete integrantes de la familia, Noemí y sus seis hijos, cuatro sufrieron en forma directa la represión. En 1976 detuvieron a Alejandra, que estaba estudiando ingeniería y tenía militancia gremial en el sindicato docente. Después de un año presa en Devoto, le dieron la opción de salir del país y se exilió en Francia. En febrero de 1979 secuestraron a Miguel, que había pasado por el PRT y se había vuelto muy visible trabajado como periodista para el diario El Mundo; legalizado, de la Brigada de Investigaciones de Chaco lo llevaron a la cárcel.