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Cuba: nuestro problema es el futuro – II

Cuba: nuestro problema es el futuro – II

cuba Marti monumentoHacer que la Asamblea Nacional del Poder Popular acoja a debate y se pronuncie sobre las PROPUESTAS PROGRAMÁTICAS por el socialismo participativo y democrático.

II
Árbol que nace torcido

A falta de presupuestos teórico/prácticos debatidos sobre las exigencias de la remodelación sistémica necesaria, el pensamiento reformista oficial y el intelectual orgánico al mismo que abogan por los cambios en Cuba, tienden a ver en una transformación económica como la china, si no un modelo a seguir, sí una buena dosis de elementos útiles para la transformación cubana (C.Alzugaray, O.Everlyne, L.Cañizares, R.Castañeda, O.Espinosa Chepe, entre tantos otros).

Sin embargo, para que tales posiciones adquieran verosimilitud es necesario no escarbar en torno a los cambios conceptuales que re-definan el problema de la transición socialista en Cuba. Más aún, será necesario despojar el discurso político de posibles referencias a la conceptuación de la transición socialista. El Partido permanecerá induciendo la falsedad ideológica que habla de socialismo en Cuba o del mimetismo sobre su “construcción”, y no de la necesidad del tránsito estructural hacia el socialismo. Desde el pragmatismo reformista, en consecuencia, los cambios no han de conceptualizarse políticamente, puesto que, nunca mejor dicho, en resumidas cuentas lo que prima en la economía es que “el gato cace ratones”, bajo esa buena dosis de elementos útiles a toda transformación capitalista.

Entre la mano invisible de la economía neoclásica burguesa y la visión neoliberal sobre la teoría del derrame (la “teoría del bolo”), aunque no se sepa incluso conceptualizarse[4], se estará moviendo el fiel del supuesto “equilibrio dinámico entre el nivel de las demandas societales y la capacidad del sistema político para responder a ellas”[5]. La praxis que corrobora el desequilibrio estructural de las relaciones socioeconómicas que necesariamente habrán de acompañar dicho empeño está, sin excepción, en todo el mundo capitalista del que ha intentado desprenderse Cuba.

Para entender el posicionamiento es importante no dejar cabos sueltos en el razonamiento. Al decir en “la economía” a secas, se asume por defecto la economía capitalista. Sabemos que en el socialismo irreal fenecido y en el que fenece en Cuba el gato pierde su instinto felino. Evitando las definiciones conceptuales de la transformación que podría sufrir el gato (modo de producción), inducimos la aceptación de su instinto depredador como solución extrapolable a toda otra posible configuración política de la economía. Dado que el modo de producción capitalista demuestra ser el medio natural que conserva el reflejo cazador, fuera de las prerrogativas de la economía capitalista no existe por definición la eficiencia socio(y)económica. ¿A qué vendría arriesgar la creación heroica del socialismo nuestro-americano?.

Para la economía política del capitalismo, es decir, la economía política burguesa, el problema filosófico ha sido resuelto. El ejercicio es sencillo por lo desembarazado del “fin”: justo la economía. El reduccionismo se soporta, con conocimiento de intenciones, en la explotación de la naturaleza animal del ser social. No somos seres socialmente racionales hasta que se demuestre lo contrario. Pero la transformación del homo-sapiens en homo-economicus, siendo el resultado de la imposición de la condición animal sobre su ser social, sirve en el sistema capitalista de relaciones de producción e intercambio de manera distinta a unos y a otros. Para la corriente de pensamiento que simpatiza y opta por “soluciones chinas” en Cuba, dichas relaciones no llegan a ser, por lo tanto, el objeto de la racionalidad moral y social de la economía. La falsedad ideológica se expone como imperativo de racionalidad.

De igual manera sucedía con las transformaciones capitalistas en los países del socialismo eurosoviético. Como principio, esos países abrieron las puertas a un zafarrancho por el poder económico de signo contrario al anterior. No se ha tratado de transformaciones democráticas, tal como nos lo han querido hacer ver. Por cuanto el debilitamiento del sujeto revolucionario, que bien identifica A.Chaguaceda (2009)[6], en tanto factor determinante de la cualidad política de los cambios, no lo ha permitido. Lo he explicado detenidamente en el caso de la transformación capitalista en Polonia[7]. La alquimia ha consistido en devolverle al nuevo gato su medio natural: el liberalismo económico. Para ello, que no se olvide ni se oculte, es conditio sine qua non el reino de la propiedad privada sobre los factores de producción, humanos, materiales y económicos.

El hecho de que China restaure ese medio natural desde el control del poder estado-centrista que ejerce el Partido, le permite a las corrientes del reformismo económico cubano filo-chino hablar de transformación socioeconómica sui generis, según la cual el socialismo se renueva y fortalece como sistema político (Granma, Juventud Rebelde, ver: “¿El Partido toma partido por las reformas en Cuba?” -RCA, 2008)[8]. Por su parte Fidel Castro lo expresa así: «El socialismo, la única esperanza real de paz y supervivencia. Esto es precisamente lo que han demostrado de forma irrebatible el Partido Comunista y el pueblo de la República Popular China”[9] (subrayado propio).

Para la doctrina cubana, el régimen político ha dejado de ser la expresión de un género de relaciones socioeconómicas y levita como categoría metafísica inmutable. Préstese atención al hecho de que, dejando de aoscultar la cosa como es en sí misma, se evita incluso el análisis comparativo de la transformación capitalista china con el propio acervo del desarrollo capitalista. Es decir, la transición capitalista china no tiene real alternativa capitalista.

La mistificación de la transformación capitalista china puede apreciarse con nitidez en la hipérbole de L.Cañizares­/ R.Castañeda: “A nuestro juicio ignorar o rechazar el paradigma chino en su totalidad es desconocer la mayor transformación económica de la historia moderna mundial, lo que consideramos similar a rechazar muchas ideas y legados institucionales de la Revolución francesa y de la Revolución estadounidense”[10]. En la apreciación apologista, no se repara que ha sido el propio devenir histórico de la revolución francesa y de la estadounidense el que ha puesto las cosas en su lugar. De la primera la democracia liberal no dejaría en pie ni egalité ni fraternité ni liberté, como sagazmente nos advierte Marx    en el Dieciocho Brumario. De la segunda, por igual concepto de democracia, ha desaparecido el pueblo como fuente y depositario de todo poder, a despecho de como lo había declamado voz en pecho el padre fundador A.Lincoln. Ni el imperativo de la moralidad kantiana  ni la razón marxiana de la igualdad social han tenido de dónde asirse, más allá incluso del “fin de la historia” fukuyamista. La pre-historia, como evaluó Fidel Castro sigue, sólo que sin excepción, su marcha incólume sobre la tierra.

En consecuencia, lo que estaría por demostrar la transformación capitalista china, si la asumiéramos como nuevo paradigma, sería precisamente la negación de la democracia liberal capitalista, de manera tal que pudiera incorporar algunas de esas ideas y legados institucionales que perdieron por el camino aquellas revoluciones burguesas. ¿Pero puede enderezar su crecimiento árbol que nace torcido? En tal caso, China estaría ante la perspectiva más bien de retomar legados válidos de su propia revolución social. La visión filosófica del desarrollo presente en el giro actual del discurso político del partido chino coquetea con esa posibilidad. Sin embargo, en oposición creciente al espíritu confucionista con que se intenta impregnar la visión política de la transformación, no es precisamente la modelación estructural capitalista china la que apunta hacia la armonía ying-yang[11] del desarrollo.

Al asignarle categoría de paradigma a la transformación capitalista china todo estará dicho. Esa interpretación del proceso de transformación capitalista chino, sin embargo, constituye un desiderátum más que una objetivación de la posibilidad. La transformación económica china no hace más que reproducir el proceso de acumulación originaria privada de capital que ha caracterizado el despegue de todas las economías capitalistas industriales. Si ese proceso se da en China hoy sobre matrices tecnológicas avanzadas, que no existían obviamente en aquella extorsión primaria decimonónica, tampoco incorpora con la misma intensidad -ante índices de educación y salud de la fuerza de trabajo notoriamente bajos- el factor que le permite a Japón saltarse el proceso de acumulación de conocimiento e innovación primaria que asumieron como pioneras las revoluciones industriales precedentes. Lo que caracteriza el patrón chino de acumulación de capital es la intensiva explotación privada de su abundante y extraordinariamente barata mano de obra. Ese proceso de explotación del trabajo seguirá acentuándose según lo exige la propia lógica de acumulación e industrialización asumida. Liberar las llamadas fuerzas del mercado bajo la hegemonía de la propiedad privada y dejar que la mano invisible haga y deshaga. Para ello, consecuentemente, se ha logrado que la propiedad privada alcance no menos del 65% de toda la propiedad en apenas 15 años (sic). Es decir, las relaciones sociales de producción e intercambio obedecen de facto a la lógica capitalista de la reproducción económica.

El control estatal sobre el patrón de acumulación, característica en la que, a la luz de la actual crisis económica, cree verse una nueva cualidad del desarrollo social de las fuerzas productivas en el tránsito capitalista chino, es el mismo que ha caracterizado las expansiones industriales en Japón y Corea del Sur. En contraste, no pasa de ser nada nuevo tomando el proceso de industrialización intensiva de la economía no-capitalista soviética, impulsada por los primeros planes quinquenales.Referencia ésta que, si bien trunca en la dialéctica de su desarrollo, permite en sí misma el cuestionamientode la tesis sobre la transformación capitalista china como la alternativa inexorable. Si el control estatal sobre el patrón de acumulación es el factor que convierte a China en el polo receptor de capitales de los últimos 20 años, como otrora lo fueron sus pares asiáticos; esa presencia masiva de capital foráneo privado (en gran parte del otro sistema capitalista de los dos que componen el país) aleja, sin embargo, el modelo de acumulación de capital de la posibilidad de consolidar la economía china como exportadora de capital y tecnología propios. Factor que, según un consenso analítico casi generalizado, estará cuestionando el salto de China a la función de nuevo hegemon mundial a la que su crecimiento apunta.

Sin ubicar a China en el lugar que ha pasado a ocupar dentro de los procesos globales de reproducción del capital, no se entenderá el retroceso histórico -probablemente inevitable- que significa la transformación capitalista emprendida. China se incorpora con un proceso de capitalismo tardío a una trayectoria de desarrollo cejada por la imposibilidad del crecimiento exponencial como supuesto de viabilidad socioeconómica. Ello no permite asumir estos primeros 20 años de “milagrosa” expansión como el sello de un modelo sostenible de relaciones sociales de producción e intercambio. Hoy ya constituye un problema la dinámica de la desigualdad social a que inevitablemente conlleva su modelo de crecimiento.

Visto lo anterior, cuando se afirma que Cuba está ante la necesidad imperiosa de emprender cambios conceptuales y estructurales de su sistema socioeconómico, no es posible adelantar la visión de desarrollo sin definir el fin de la transformación. Si el objetivo ha de ser la transición socialista, el fin de la transformación no es la economía en sí misma, es el bienestar socio-material y cultural de la población. Los medios, por lo tanto, deben ser congruentes con un fin que se nos presenta en dos componentes indisociables: un bienestar humano siempre universal (Kant), sí y sólo si social y materialmente sostenible (Marx).

En ese sentido, el referente geoeconómico natural de Cuba es definitorio. Por cuanto el entorno latinoamericano no presenta el modelo cultural de relaciones socioeconómicas exitoso que pueda enseñarle a Cuba cómo hacer mejor las cosas. Deslindemos del entorno a los EEUU, puesto que si desde el imperativo de la misma moralidad kantiana (pongamos a Marx de observador) Cuba les enseña cómo no pocas cosas deberían de ser, es la rica y equilibrada socialmente Canadá quien les demuestra la decadencia del ordenamiento en que los consume como sociedad y estado la democracia liberal asumida como religión.

Es inevitable entender que precisamente es en Cuba donde se da la posibilidad de establecer un paradigma de desarrollo bajo un sistema de relaciones socioeconómicas no-capitalistas. Y si se asume como válida tal posibilidad, se tendrá que admitir que hasta ese umbral ha llevado la transformación sociocultural desencadenada por la revolución de 1959.

Quedando la transformación capitalista china en las antípodas de un paradigma semejante, el modelo de desarrollo capitalista a desafiar es el que nos muestran los países conocidos genéricamente como escandinavos. Y llama la atención que, de cara a la transformación socioeconómica en Cuba, no sean esos modelos los que se asuman como objeto de estudio y se discutan, cual referencias a superar desde relaciones de producción e intercambio genuinamente socialistas.

El pensamiento reformista cubano se afana en descubrir en el capitalismo chino variables del desarrollo potenciales para Cuba que se dan no en China, sino en dichos países. Cuatro macro variables bastan para empezar a popularizar en Cuba, bajo el rigor del pensamiento político crítico marxiano (rescatando la disciplina científica de los estudios complejos comparativos), las modelaciones de desarrollo escandinavas. A saber: (a)tamaño poblacional, (b)absoluta universalidad y destacada cualidad del sistema de educación y de salud, (c)un sistema de redes de seguridad social eminentemente inclusivo así como, (d)un alto sentido de comunidad sociocultural; constituyen factores que emparentan el desarrollo de la sociedad cubana con las escandinavas, no con la china actual.

Como objeto de análisis antropológico-cultural, sociológico y económico queda el hecho de que en dichos países y en Cuba emulan altos Índices de Desarrollo Humano (IDH). Sin embargo, sucede así a pesar de tener Cuba un PIB per capita muy inferior a los de dichos países. Todo lo cual se da en escenarios de crecimiento económico donde Cuba conserva (aún) una Huella Ecológica (impacto del crecimiento en el equilibrio socio-ecológico) que la sitúa a la cabeza de todos los países del mundo. Para entender la potencialidad del contraste, obsérvese que un país como Burundi posee una Huella Ecológica ínfima, pero un IDH de los más bajos en el mundo.

¿Cómo a partir de ahí, han logrado los países escandinavos lo que Cuba no ha podido?. A saber, un alto desarrollo técnico, tecnológico y estructural-funcional de las fuerzas productivas. Si el bloqueo financiero y técnico-tecnológico de los EEUU no le ha impedido a Cuba el desarrollo de un polo tecnológico de alto valor agregado económico como el de la biotecnología médica, ello pone de relieve que la potencialidad de “soluciones cubanas” permanece deprimida no de manera determinante por el bloqueo yanqui, sino en principio por la ineficiencia estructural de la modelación socioeconómica en la que permanecen las fuerzas productivas del país.

Insistir en que la capacidad endógena del sistema socioeconómico depende de los factores externos, seguirá siendo una manera de encubrir la incapacidad política para el planteo de la reformulación estructural con que se ha de superar la ineficiencia sistémica. Sin ese cambio cualitativo, no puede esperarse que la entrada de grandes flujos económico financieros al sistema -como los que el Gobierno cubano sugiere llegarán con la eventual suspensión del bloqueo yanqui- provocarán el salto en desarrollo de las fuerzas productivas que se necesita. No sucedió así con el aprovechamiento de losgrandes flujos financieros y económicos de la ex URSS a Cuba. No lo demuestra tampoco similar realidad capitalista. El profundo subdesarrollo que hereda un sistema socioeconómico como el de Venezuela se ha producido a pesar de los inmensos recursos económicos provenientes del petróleo. Es un país como Noruega el que, con similares recursos financieros de sus grandes reservas petrolíferas, demuestra un alto desarrollo cultural (entiéndase: estructural, funcional y tecnológico) de sus fuerzas productivas.

Más allá de la idealización que muchos querrán ver en lo expuesto sobre las modelaciones de desarrollo escandinavas, el reto de las mismas consiste en haber planteado tres apotegmas para la propia idea del desarrollo: (1)que la única forma de hacer sostenibles las relaciones socioeconómicas es minimizando el antagonismo entre el capital y el trabajo; (2)que el egalitarismo social (que no igualitarismo) basado en un sistema de redistribución fuertemente solidario, quedando en oposición con el crecimiento económico exponencial, no se riñe con un alto nivel de bienestar material general; (3)que el confort sico-social de la igualdad eleva la capacidad competitiva de la sociedad en su proyección económica exógena[12]. En principio, nada de ello se da en ese “primer paso del largo camino” chino al que remite Confucio. ¿Podrá un árbol que nace torcido enderezar su tronco?

Dicho lo anterior, es importante entender que modelos de desarrollo como los escandinavos -habiéndose despegado de la idea de democracia liberal que sofocalos modelos capitalistas hegemónicos (atenidos a la práctica de la economía política neoclásica y a su degeneración neoliberal)-, comportan contradicciones internas que sólo pueden ser superadas rompiendo con las exigencias burguesas de la reproducción del capital; es decir, transgrediendo la naturaleza misma del modo de producción capitalista. No sólo hacia el seno del mismo, sino in extenso en las relaciones socioeconómicas intercapitalistas. Dichos países se pelean entre sí y obtienen sustanciosas rentas extraordinarias de tipo predatorio. El fenómeno de la constante transferencia (sangría) de renta desde el Sur subdesarrollado al Norte industrializado, debido a la magistral aspiradora (L.Sandoval, 2004) siempre expectante del capital industrial-financiero transnacional, implica directamente a los países escandinavos. Sin dejar fuera de sus variables del desarrollo los grandes beneficios en el mercado mundial de armamentos, uno de los mayores (si no el mayor) del comercio internacional, en el que los países industrializados, como la Suecia “escandinava” (poniendo por caso notorio)[13], ocupan las posiciones dominantes.

La transición socialista abre un horizonte inagotable de respuestas positivas al problema de los límites capitalistas de la reproducción social del capital.

La perspectiva de un modo de producción donde desaparece el antagonismo entre trabajo y capital ofrece una ilimitada fuente axiológica a la idea de la sustentabilidad de la reproducción socio-humana. Puesto que el confort sico-social de la igualdad se presenta como una derivada de relaciones socioeconómicas de carácter cooperativo, (subrayado: carácter). ¿Es acaso diferente el fondo humanista del socialismo que nos recuerda Félix Sautié?: <“el socialismo que tuvo sus antecedentes en la vida de los primeros cristianos que narra Lucas en el libro Los Hechos de los Apóstoles y que tiene su expresión sintética en el Capítulo 2, versículo 44 que expresa: “Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común, vendían sus posesiones y sus bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno”>[14].

Al abogar por una clara declaración de principios hacia la transición socialista, abogamos por definiciones políticas coherentes que impidan que el tronco de la República socialista nos siga creciendo torcido.

Si la visión política de la transición socialista no puede dejarse atascar por el reformismo económico, los campos de definiciones conceptuales deben ser debidamente diferenciados en la práctica. Por lo cual, el debate nacional debe asimilar críticamente lo que el acervo del conocimiento haya superado. En ese registro se sitúan: 1) la dicotomía entre estado y mercado, 2) la negación ideológica del mercado como un espacio insustituible en la asignación racional de recursos, 3) la mediatización ideológica de las relaciones monetario-mercantiles inherentes a toda economía con mercado, 4) la afirmación de la propiedad estatal como sinónimo de propiedad social, 5) la negación de la producción mercantil simple y de la producción mercantil socialista como conceptos definitorios del carácter de la propiedad social, 6) la negación de la asociación libre de los trabajadores para producir e intercambiar, 7) la negación de la plena autogestión de los entes productivos como atributo de la eficiencia socioeconómica, 8) la negación de la autonomía del movimiento de la microeconomía, 9) la negación del trabajo asalariado como factor de alienación del trabajo, 10) la negación de la democratización de la acumulación de capital como atributo de relaciones socioeconómicas cooperativas.

(cont. en III y IV)
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[4] A la supuesta propiedad de los equilibrios dinámicos de la gobernabilidad política en sistemas económicos con pretendida capacidad de autorregulación, se une la teoría del derrame de la riqueza por goteo a la mayoría de la sociedad, una vez que la copa se desborda El bolo, pastel, puede irse repartiendo una vez que haya crecido, y se hará en las proporciones que defina el poder económico-político. La idea de la democracia a partir de la centralidad de la distribución (el sistema sociopolítico resuelve necesidades societales) justifica el paradigma de la desigualdad social, económica y política en que se soporta. La gobernabilidad nunca será un resultado de la capacidad de la sociedad para autogobernarse. Todo lo cual estará apuntando siempre a la necesidad de relaciones socioeconómicas de dominio en la sociedad.

[5] Referencia a la cita no. 2 en el texto, y a la nota 2 de pie de página.

[6] Ibídem

[7] RCA, “Polonia: cubanos, “por nuestra y vuestra libertad”, en: www.kaosenlared.net/noticia/polonia-cubanos-nuestra-vuestra-libertad

[8] RCA, “¿El Partido toma partido por las reformas?, en: www.kaosenlared.net/noticia/partido-toma-partido-reformas-cuba-pais-dos-sistemas

[9] Fidel Castro Ruz, en: “Bush, los millonarios, el consumismo y el subconsumo”; http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/ref-fidel/art020.html

[10] L.Cañizares, R.Castañeda, “Reflexiones adicionales sobre los cambios en Cuba, el grupo de Pedro Campos y el paradigma chino”, en: www.kaosenlared.net/noticia/reflexiones-adicionales-sobre-cambios-cuba-grupo-pedro-campos-paradigm

[11]La mística oriental sobre el posible equilibrio entre el espíritu del bien ying y el espíritu del mal yang.

[12]RCA, Intervención en el debate del seminario “¿Qué piensan los economistas sobre el futuro?”, en la Sociedad de Economistas Polacos, Varsovia, 2009, ver:http://www.kaosenlared.net/noticia/quo-vadis-capitalismo, y en polaco:http://www.pte.pl/243_konferencje_cd.html

[13]René Vázquez, “Cuba y la indecencia de los políticos suecos”,

Le Monde Diplomatique/Rebelión, en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=103634

[14]Félix Sautié Mederos, “Reiterar nuestras convicciones” , Revista Por Esto, ver: http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&

idTitulo=15151

Roberto Cobas Avivar Para Kaos en la Red   7-5-2010