Cuba: nuestro problema es el futuro – III y IV
Hacer que la Asamblea Nacional del Poder Popular acoja a debate y se pronuncie sobre las PROPUESTAS PROGRAMÁTICAS por el socialismo participativo y democrático.
III
Ante la Asamblea Nacional del Poder Popular
El Partido Comunista no asume el diálogo abierto con la sociedad cubana acerca de la naturaleza política de la transformación socioeconómica en Cuba. El debate sobre los principios de la transición socialista no adquiere derecho de ciudadanía.
La masiva marcha del pueblo en todo el país este Primero de Mayo (2010) constituye una expresión de su identificación con el carácter social y antiimperialista de la Revolución cubana y su soberanía nacional. El planteamiento político de fondo es: ¿acaso puede interpretarse la manifestación de apoyo a la Revolución como renuncia a la voluntad de los trabajadores y el pueblo en general para convertirse en sujeto revolucionario de los cambios conceptuales y estructurales del sistema socioeconómico y político que se declaran desde la Dirección del Partido/Estado cubano?.
Desde la Tribuna de la Plaza de la Revolución, la Dirección del país expone, sin embargo, que la: “La batalla económica, lo sabemos los trabajadores, es como nunca antes tarea vital para preservar nuestro sistema social, y librarla con éxito implica que cada cual se disponga a cumplir la parte que le corresponde, y esté consciente de que el reordenamiento institucional y laboral ya en marcha nos involucra a todos” (E.Lazo, 1 mayo 2010)[1] –subrayados propios. Las contradicciones del discurso político reflejan las contradicciones políticas irresueltas en que continúa debatiéndose la sociedad cubana.
La batalla económica es una vez más como nunca antes una tarea vital para el sistema social. Pero librarla con éxito tampoco ahora depende de la subjetivación de los trabajadores y del pueblo, en la identificación y abordaje de los problemas conceptuales y estructurales que lo aquejan. Como hasta ayer, la llamada de atención y el llamado es a cumplir la parte que le corresponde a cada cual allí donde cada quien funcione (E.Lazo, 1 mayo 2010)[2]. Donde funcione, siempre hemos sabido, según las determinaciones del poder político central. Se habla de un reordenamiento institucional y laboral que está en marcha e implica a todos, sin que el “todo” haya tenido ni tenga voz en la definición del reordenamiento.
La importancia que se le atribuye en el discurso a la “batalla económica” se reduce a la “actualización de nuestro modelo económico”. Así se sigue exponiendo (E.Lazo, 1 mayo 2010)[3], recordando las palabras del Jefe de Estado cubano. Los problemas socioeconómicos que antes se abordaban como un “proceso de rectificación de errores y perfeccionamiento empresarial”, se trasmutan como “proceso de actualización” del modelo económico. Un modelo sobre el cual el Partido no ofrece la evaluación conceptual de su disfunción estructural. “Desde el pragmatismo reformista, en consecuencia, los cambios no han de conceptualizarse políticamente”[4].Ante el vacío de contenidos al que conlleva la ausencia de debate social, la idea del reformismo económico como solución a problemas estructurales se impone acríticamente desde el discurso político central.
Un aporte ciudadano de indudable valor político teórico/práctico que viene a superar el coyunturalismo del abordaje reformista en la transformación del sistema socioeconómico cubano, es sin duda el documento Las Propuestas Programáticas (PP)[5] por el socialismo participativo y democrático. Dicha plataforma política fue puesta a debate en agosto del 2008 por un grupo de cubanos residentes (representados por el cro. Pedro Campos como firmante directo).
La vigencia de las PP sigue siendo la misma, puesto que los problemas conceptuales y estructurales de la modelación socioeconómica cubana siguen siendo los mimos que antes y después. “Cuba vive una continuada crisis económica, política y social a consecuencia del estancamiento en la socialización, generado por el pleno control burocrático estatal sobre la sociedad, los medios de producción y el plustrabajo” – se afirma en las PP. Puede considerarse que en esencia las PP constituyen un fundamento que da contenido al vacío de la declaratoria del Jefe de Estado cubano sobre la necesidad de apropiados cambios sistémicos.
Romper dogmas, ha sido la idea fuerza del discurso del Jefe de Estado cubano en el Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba – UJC (2010). Es importante advertir la vigencia que cobra la evaluación de las PP cuando expresa que: “El gobierno del compañero Raúl abrió un capítulo de esperanzas que no podemos perder, pero la resistencia natural del tejido burocrático sólo le ha permitido presentar medidas aisladas, algunas contraproducentes, para perfeccionar el estatismo asalariado, unidas al tradicional discurso de más trabajo, sacrificio y disciplina, bordeando pero sin confrontar los problemas de fondo”.
Sin debate popular, intelectual y político ni institucional resulta imposible coser un traje complejo de múltiples piezas sueltas. Es decir, habiendo manifestado la necesidad de cambios conceptuales y estructurales, el Partido no presenta a la sociedad visión programática alguna en la que las reformas puntuales desarticuladas pudiesen estar estructuradas. Se hacen visibles ciertos árboles, cuyos troncos torcidos impiden ver el bosque.
A pesar de haber sido expuesta en sus orígenes como contribución al VI Congreso del PCC, suspendido ahora indefinidamente, la práctica política de la democracia controlada ha hecho caso omiso a la iniciativa ciudadana valedora de las PP. Ello no cambia el hecho de que el escenario político constatado por las PP continúa: “La dirección (del país) no ha presentado al pueblo ningún plan concreto integral para sacar el país de la crisis; ignora olímpicamente muchos análisis y propuestas de académicos, politólogos y cientistas sociales socialistas cubanos y extranjeros; sigue negando el acceso del pensamiento revolucionario no oficial a la prensa, continúa usando el cerco imperialista como justificación para contener el avance de la socialización (que no es más desarrollo en la tecnología, sino en la forma de su explotación) y sigue recargándose todo el peso y la responsabilidad por la crisis en los trabajadores y el pueblo”.
No obstante, a pesar del interés despertado en parte de la ciudadanía, la sociedad cubana sigue sin conocer las PP con toda la amplitud que amerita un esfuerzo ciudadano revolucionario como el que encarna su concepción. Las barreras del Partido y el Estado a la interacción horizontal del pensamiento político y las ideas revolucionariaslo obstaculizan.
Mientras tanto, el escenario político cubano interno se torna en extremo confuso. ¿Se encarrila la “actualización del modelo económico” inequívocamente en la trayectoria de la transición socialista? La indefinición del rumbo que emana de esa interrogante no discutida alto y con transparencia en sus contenidos principistas, priva a la sociedad de tomar partido político conciente acerca de su propio futuro, inmediato y mediato. Por cuanto el carácter de la incertidumbre rebasa el problema de las “demandas societales” corrientes, y se inserta en el ámbito de las relaciones de dependencia clasista que define la democratización o no del poder económico y sociopolítico en Cuba, de cara a la ineludible transformación del modo de producción y sus relaciones socioeconómicas.
Es imposible no retomar la reflexión de que: “La transición hacia el Socialismo estará bajo el peligro perenne de reversión capitalista (estafa política) si el pueblo no toma bajo sus riendas el debate abierto sobre los problemas de fondo que ha de enfrentar la renovación conceptual y estructural de la formación socioeconómica cubana”. Es lo que se analiza en la “Contribución crítica para una Plataforma Programática sobre la transición al Socialismo” (RCA, 2008)[6]. Puesta a debate en setiembre del 2008, dicha Contribución se suma a la búsqueda del consenso necesario alrededor de esa plataforma política sobre la transformación del sistema socioeconómico cubano a la que apuntan las PP.
“Si el socialismo lo concebimos como un sistema de poder político basado en la emancipación del ser social, no podemos afirmar que con la Revolución cubana se haya operado una revolución cultural en el conciente de la nación. No, si esa revolución cultural se interpreta como la acción de la conciencia sociopolítica del pueblo sobre esas otras formas de estructurar la realidad” (RCA, 2009)[7].
Coincidiendo, en efecto, en que “queda un largo camino de construcción cultural e ideológica socialista” (H.Dilla, 2009)[8],no se trata, sin embargo, de que en Cuba la izquierda -a reserva de toda esa amalgama izquierdista propia o foránea, “incapaz, como inequívocamente evalúa R.G.Guerra (2008)[9], de violentar las fronteras del capital”- deba saber librarse de alguna supuesta túnica de penitente, para entender que encarnarse en el sujeto revolucionario de la transición socialista (puntualización insoslayable), es sólo posible “a partir de la crítica total de la Revolución como fenómeno histórico”[10]. La crítica que interesa por ser la única inductora de cualidades superiores es la dialéctica-materialista.
“En tal sentido, amerita señalar la marcada pérdida de credibilidad en que incurren aquellas corrientes de pensamiento renovadoras propias y ajenas, dadas a desconocer que el éxito de toda transformación de la realidad cubana será posible, en primera instancia, gracias al desarrollo sociocultural alcanzado por la Revolución cubana hasta el presente. Ello significa que no existe la menor perspectiva para cualquier transición eficiente hacia el Socialismo que se plantee desde ideas y posiciones nihilistas. Toda creencia en la terapia de un “nuevo comienzo” es, tratándose del Socialismo en Cuba, profundamente reaccionaria” (RCA, 2008)[11].
El proceso de transformación estructural que exige la transición socialista no necesita de espectadores, sino de sujetos revolucionarios, pero sujetos conciensados (como G.R.Rivera nos ha recordado en “Aquella Ofensiva”)[12]. La sociedad no puede darse el lujo del inmovilismo de la iniciativa política, a la que da derecho la Constitución de la República cubana. Si de la transición socialista se trata, los espacios de legitimación política en la batalla de ideas y la acción política no pueden cedérseles ni a la oposición interna derechista, ni a las corrientes antirrevolucionarias dentro de la burocracia estado-partidista, ni a la creciente agresión política y económica externa de los Estados Unidos de Norteamérica (secundados por la borrachera neocolonial que en la Unión Europea se impulsa contra Cuba desde el Estado de la Monarquía Parlamentaria de España).
La actitud de compromiso revolucionario con el proyecto socialista cubano es hacer que las cosas tengan lugar.
Mientras tanto, sigue sin haber “indicios de que el VI Congreso del PCC (indefinidamente suspendido) se planteará el debate sobre el cambio estructural de la formación socioeconómica cubana actual. Que el sistema de participación socioeconómica y política será objeto del debate determinante. Que el planteamiento de un nuevo sistema popular de hegemonía sociopolítica se inscribirá en la agenda de discusiones ni en la eventual plataforma programática que de ellas emane. Que, en consecuencia, el sistema de propiedad estatal, el modo de producción y el modelo de democracia actuales se pondrán en tela de juicio. Estamos hablando de una revolución cultural dentro de la Revolución. De una revolución del pensamiento social y popular” [13].
IV
CON EL PARLAMENTO DEL PUEBLO
Cuba acaba de realizar las elecciones a las Asambleas Municipales del Poder Popular (abril 2010). Proceso que pauta las elecciones a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), y ésta a la conformación del nuevo Consejo de Estado. Con un alto nivel de participación ciudadana se han constituido los poderes populares para la próxima legislación. El escenario político es de especial importancia para Cuba.
La articulación del debate institucional de las Propuestas Programáticas se inserta en el momento actual como una necesidad política de orden estratégico para el socialismo en Cuba.
Las PP “no es un programa acabado, ni se intenta un nuevo esquema u otra camisa de fuerza, se busca el consenso que necesitan la República Martiana y la armonía en el funcionamiento de la sociedad” (Introducción a las Propuestas Programáticas)[14].
Justo como expresa en su preámbulo, el documento de las PP, “se pone a la consideración de los trabajadores, del pueblo y de todos los revolucionarios cubanos y del mundo, para que, valorado y enriquecido por todos, sea tenido en cuenta por todos y sea considerado como parte de las soluciones a la crisis”.
“En consonancia con lo anterior, – según expresa el documento Contribución crítica para una Plataforma Programática sobre la transición al Socialismo (2008) – para que el empeño de las transformaciones socialistas en Cuba sea valorado y correspondido por la sociedad y aspire al consenso sobre sus propuestas, el ejercicio de la participación debe trascender el ámbito de los gestos declaratorios y materializarse en actividad política revolucionaria. Ese es el llamado que dentro de la sociedad puede definir la batalla de ideas a favor de las fuerzas renovadoras e identificadas con la lucha por la viabilidad del Proyecto Socialista” [15].
La forma legítima y revolucionaria de aportar con la responsabilidad política requerida un contenido SOCIALISTA INEQUÍVOCO a la declaración del Partido cubano, expresada en la voz del Jefe de Estado, Raúl Castro R., sobre la imperiosa necesidad de cambios conceptuales y estructurales en el sistema socioeconómico y político de Cuba, es:
Presentar
Las Propuestas Programáticas
a la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba,
como un Proyecto de Iniciativa Socialista (PIS)[16].
La presentación del PIS a la ANPP habría de ir acompañado con el anexo de las contribuciones y opiniones recogidas por el grupo redactor, buscando el enriquecimiento de diagnósticos, ideas, conceptos y proyecciones.
Para hacer valer la legalidad de la iniciativa y responsabilizar constitucionalmente a la ANPP con su atención, el PIS debe conseguir el respaldo de no menos de 10 mil firmas acompañadas de los correspondientes números del carné de identidad y direcciones de ciudadanos cubanos residentes, mayores de edad y habilitados legalmente en el registro de votantes. Esa es la prerrogativa democrática que le ofrece a la sociedad La Constitución de la República[17].
El proceso de consecución de apoyo ciudadano y recogida de firmas en todo el país habría de asumirse como un movimiento de voluntad política y cívica, una experiencia revolucionaria de participación protagónica que sirva para discutir directamente en el seno del pueblo las ideas concebidas por las PP (con las contribuciones hechas y por hacerles). “Los derechos de reunión, manifestación y asociación son ejercidos por los trabajadores, manuales e intelectuales, los campesinos, las mujeres, los estudiantes y demás sectores del pueblo trabajador (…)” – así reconoce la participación política directa la Constitución de la República (Cap.VII, Art. 54). Para lo cual pueden crearse grupos de voluntarios para la discusión y recogida de apoyos y presentación del PIS a la ANPP y a todas las Asambleas de los Poderes Municipales recién elegidas.
Con la presentación de las PP no se trata de lograr la recepción frívola legalista por la ANPP del Proyecto de Iniciativa Socialista, sino de la comunicación popular y el interés social que legitime la puesta del mismo en el orden del día de la Asamblea (y no su “archivo”, haciéndose uso de la prerrogativa parlamentaria que así lo permita).
El compromiso político, si verdaderamente revolucionario, no se mide por el convencimiento de las ideas justas, sino por la decisión de proyectar desde abajo las iniciativas sociales que profundicen, refuercen y viabilicen la fundamentación práctica del sistema socialista que refrenda la Constitución de la República de Cuba.
No puede caber duda que con la discusión pública ciudadana de las Propuestas Programáticas, el pueblo tendrá la oportunidad de discutir sobre los problemas de fondo que hacen disfuncional el sistema socioeconómico, de conocer ideas genuinamente socialistas que le permitirán identificarse con sus propias opiniones así como aportar visiones e iniciativas. Se tomará conciencia de que la transición socialista no se inscribe en el campo del utopismo desechable, como se pretende hacer creer en la guerra sin cuartel que desde adentro y afuera se libra contra la Revolución cubana. La continuidad de la revolución sociopolítica se define única y exclusivamente dentro de la conceptuación de los principios y las ideas de la transición socialista.
Ideas políticas que no salen del fondo de la cueva en busca del contraste con el eco de la realidad social, aunque valgan, no pueden convertirse en verdades revolucionarias.
¿Debatirán los compañeros que le han propuesto las Propuestas Programáticas al pueblo -y a los revolucionarios del mundo-, la iniciativa protagónica de su articulación institucional? ¿Asumirán los muchos cubanos que han manifestado interés en que las PP puedan ser conocidas y discutidas democráticamente, la responsabilidad política de conformar el movimiento por el socialismo participativo y democrático que las presente abiertamente a la sociedad y a su máximo Órgano de Poder?
La importancia incuestionable de la discusión popular de las PP y su articulación en el debate institucional, está en que induce la nueva cualidad de la participación política que necesitan para hacerse irreversibles la Revolución y el Socialismo que de ella ha de emanar.
Al pueblo no es posible imponerle el credo revolucionario. Lo que se educa en la interación democrática es la capacidad de pensamiento crítico. Un pueblo que trabaja asalariadamente y no se cuestiona la naturaleza política del trabajo, es un pueblo incapaz de plantearse las ideas de su propia emancipación. Es J.Martí, a quién tantos “marxistas” y “revolucionarios” le presuponen un pensamiento político anti-marxista, el que en comunión de pensamiento con Marx nos convence de que en las relaciones socioeconómicas, el que compra, manda. A esa revolucionaria observación martiana no escapa el trabajo asalariado por el estado. En la relación de subordinación que implica el contrato de trabajo asalariado anida el origen de la alienación del trabajo y del trabajador. La naturaleza política del salario le impide al mismo ser una categoría social aprehendible en términos de democracia. La falsedad ideológica de interpretar que “el trabajo asalariado es la forma marxista de distribución en la fase socialista” (Malime, 2010)[18], salta a la vista cuando, al mismo tiempo, se expone la necesidad del “poder de los trabajadores organizados como clase dominante de abajo arriba ejerciendo y controlando el poder político-productivo”[19]. Dejar de ver la objetivación del poder en la naturaleza política de las relaciones de producción, convierte esa supuesta “forma marxista de la distribución socialista” justo en el apotegma del modo de producción capitalista. La asociacion productiva entre iguales como trabajadores libres y la consecuente autodeterminación socioeconómica[20] del sujeto revolucionario, fundamentos inequívocos marxianos del socialismo, se conjuran como maleficios de la transición socialista.
Romper dogmas, leer, conocer, debatir y aportar con plena libertad política al proyecto de emancipación socialista salva el país de todo camino hacia la servidumbre como nación.
La reversión capitalista en Cuba avanza, y será una Espada de Damocles mientras el pueblo cubano no haga suyo, como el júbilo por el deporte nacional, el debate abierto sobre los contenidos y los desafíos inmediatos, mediatos y a largo plazo de la transición socialista.
¿Asumirá el Partido el Proyecto de Iniciativa Socialista de las Propuestas Programáticas como una expresión de participación revolucionaria dialéctica, emanada del pueblo “con el propósito de sentar las bases de la irreversibilidad y el desarrollo del socialismo cubano, que sabemos constituye la garantía de la independencia y soberanía nacional”? – según el convencimiento del propio Jefe de Estado cubano, Raúl Castro R (Congreso de la UJC, 2010). O se impondrán las razones que adversan la transición socialista.
Que la Revolución, bebiendo en sus fuentes martianas y marxianas, abra el espacio a los genuinos contenidos de la democracia hacia el socialismo.
[1] Esteban Lazo, Miembro del Buró Político del PCC, discurso pronunciado el 1 de mayo del 2010, ver: Cubadebate
[2] Ibídem.
[3] Ibídem
[4] RCA, “Cuba: nuestro problema es e futuro”, I y II parte
[5] Pedro Campos y Cros., “Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas Programáticas”, en: www.kaosenlared.net/noticia/cuba-necesita-socialismo-participativo-democratico-propuestas-programa
[6] RCA, “Cuba: hacia el consenso sobre la transformación socialista.