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1890: Revolución del Parque y huelgas obreras.

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1890: Revolución del Parque y huelgas obreras.

Rebeldes en una barricada durante los combates contra las tropas leales al presidente Juárez Celman, 1890.

En la última década del siglo XIX el país estaba en banca rota, gracias a la política corrupta y entreguista del régimen que pasaría a la historia como el «unicato». Los sectores burgueses agrupados en la Unión Cívica Nacional, desplazados de los negociados por el gobierno, preparan un levantamiento cívico-militar para deponer al presidente Juárez Celman que fracasa. A su vez, el movimiento obrero argentino comienza a organizarse y empiezan las primeras huelgas obreras.

Escribe: Gabriel Catalano

Para las elecciones de 1886, el presidente Julio A. Roca logró imponer la candidatura de su concuñado, Miguel Juárez Celman, ex gobernador de la provincia de Córdoba, quien mediante elecciones fraudulentas asumió la presidencia. (ver recuadro ¿Quiénes votaban?)

El nuevo presidente asumió también la conducción del Partido Autonomista Nacional (PAN), transformándose así en el jefe único. A este régimen se lo conoció como “el Unicato”. A través de él, Juárez Celman y sus socios controlaban todos los resortes del poder.

En 1887, el gobierno de Juárez Celman promulgó la ley 2.216, de “Bancos Nacionales Garantidos”, que permitía a los bancos privados emitir billetes de curso legal con el respaldo de las reservas en oro del Estado. La misma ley autorizaba a fundar un banco a cualquier persona que pudiera demostrar un capital mínimo de 25.000 pesos moneda nacional. Así es como se le permitió a la floreciente burguesía financiera criolla hacerse de un negocio colosal. Los bancos crecieron como hongos y en menos de dos años comenzaron a enviar sus capitales al exterior y el Estado debió limitar el retiro de los ahorros depositados en los bancos.

Pero el gran negocio de época para los terratenientes-especuladores era la inflación. La devaluación permanente de la moneda era práctica común en esos años, haciendo grandes dividendos por quiénes cobraban las exportaciones en oro y pagaban a sus empleados en pesos devaluados.

Además, Juárez Celman llevó adelante una política privatista a ultranza de todos los servicios públicos, en beneficio de capitales ingleses. Esto dio lugar a grandes negociados y generalizó la corrupción en la administración estatal. Detrás de cada funcionario beneficiado con la generosidad de las empresas favorecidas. Tal es así, que una revista de negocios inglesa de la época denunciaba: “para obtener el contrato de Obras de Salubridad, Baring le pagó coimas a Juárez Celman de 100.000 libras y a Wilde, Ministro del Interior, de 80.000 libras”*

Toda esta euforia especulativa comenzó a desvanecerse a mediados de 1889 cuando bajaron los precios internacionales de las exportaciones y fue necesario hacer frente a una deuda externa que comprometió el 60% de la producción nacional. Para financiar esta política corrupta de entrega, el gobierno siguió con la tradición de aumentar el endeudamiento para pagar la deuda externa.

El año 90 arrancó con una escalada inflacionaria sin precedentes, afectando duramente a los trabajadores. Los salarios quedaron destrozados y se multiplicaron las protestas obreras que exigían que se les pague en oro. En junio de ese año, el gobierno se declaró en cesación de pagos y anunció oficialmente que no podía pagar la deuda externa. En la Bolsa y en las compañías especuladoras comenzó el pánico.

Se viene el levantamiento

El afán de lucro del grupo juarista, hizo privilegiar casi exclusivamente a su entorno. La elite tradicional, representada por el roquismo y el mitrismo, excluida del manejo de los negocios, optó por retirarle el apoyo a Juárez y su banda. Así surgió la primera oposición seria, con la creación de la Unión Cívica, un grupo político muy heterogéneo que expresaba a los distintos sectores burgueses disconformes con el régimen. Quedó constituida en abril de 1890 y sus dos máximos referentes fueron Leandro N. Alem y Bartolomé Mitre. Hablaban de “revolución” para recuperar la decencia y derribar al régimen ilegítimo; denunciaban los negociados y las emisiones clandestinas de billetes. Pero los objetivos de Alem y de Mitre eran diferentes. Sólo coincidían en expulsar a Juárez Celman del gobierno. Mientras Alem, que reflejaba los intereses de la floreciente clase media, quería el voto masculino libre y transparencia gubernativa, Mitre, aliado con el roquismo, pretendía recuperar el poder para colocarlo en manos confiables que aseguraran que nada cambiaría.

El 26 de julio se puso en marcha el levantamiento. El primer objetivo era tomar el Parque de Artillería ubicado en la actual Plaza Lavalle, para dejar sin armas a las tropas gubernamentales. Desde allí los rebeldes marcharían hacia la casa de Gobierno y la Aduana. Durante las primeras horas del 26 de julio el primer objetivo había sido alcanzado. El Parque estaba tomado y se había formado un gobierno provisorio con Alem como presidente. Pero el general Mitre decidió, sospechosamente, ausentarse del país y toda la responsabilidad recayó sobre Alem. Este encabezó una Junta revolucionaria que trató de encauzar la lucha que se prolongó por tres días.

El fin del unicato

El gobierno pudo controlar la situación y las fuerzas leales lograron la rendición de los rebeldes. Un factor decisivo para el fracaso del levantamiento fue la actitud del general Campos, quién alterando el plan original que comprendía el avance de los revolucionarios sobre las posiciones oficiales, permaneció a la defensiva, permitiendo que las tropas del gobierno tomaran la iniciativa.

La revolución fue derrotada, pero Juárez Celman, sin apoyo, debió renunciar, y con él, el régimen del unicato llegó a su fin. El sector conservador de la Unión Cívica, encabezado por Mitre, traicionó el levantamiento y negoció con Roca la asunción del vicepresidente Carlos Pellegrini. Por su parte el sector más duro encabezado por Alem, formaría la UCR. El nuevo presidente aplicó un riguroso plan de ajuste que, como siempre, sólo atacó a los sectores populares. Recortó violentamente los gastos administrativos y echó a 1500 empleados públicos. Quedaron postergadas decenas de obras públicas y se rebajaron sueldos estatales y jubilaciones.

Así, el país seguiría dominado por los mismos sectores patronales que, con sus diferencias y traiciones, siempre defraudaron las expectativas populares.

* Weekly Bulletin, Londres, 20 de junio de 1891, en Milcíades Peña, Alberdi, Sarmiento, el 90. Buenos Aires, Fichas, 1971.

¿quiénes votaban?

A poco de asumir, Juárez Celman declaraba: “No creo en el sufragio universal. Consultar al pueblo siempre es errar pues éste únicamente tiene opiniones turbias”*. Liberales autonomistas, antiguos federales reconvertidos, partidos provinciales, prácticamente todas las expresiones políticas patronales de entonces, coincidían en utilizar mecanismos fraudulentos. No había registros cívicos ni padrones, cada elector daba su nombre, por lo que era común que una misma persona votara diez o doce veces. Además participaba una mínima porción de la población, que era llevada a votar por los caudillos. En la década de 1860 las elecciones porteñas no convocaban a más de un millar de personas. En 1874, los votantes efectivos representaban el 2% de la población total, y, en 1880, no llegaban al 3%.

* Diego Abad de Santillán, El movimiento anarquista en Argentina, Buenos Aires Argonauta, 1930

El Socialista 14/07/10