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¿Desaparece la lucha política en el socialismo?

¿Desaparece la lucha política en el socialismo?

Desde luego, ¡NO!

Desde luego, ¡NO!  Es, evidentemente, la respuesta correcta.

  La lucha política -interna y externa-   la resistencia, oposición y ofensiva del capitalismo, de la burguesía internacional, expresa y nos informa, sobre todo, acerca de las contradicciones antagónicas, y no antagónicas, entre clases sociales, o, en general, entre los grupos sociales en pugna de intereses e ideas, de mentalidades.

La lucha política se manifiesta en todos sus colores y matices: desde la crítica de la izquierda más constructiva y socialista (a veces,   la menos apreciada por los que analizan y toman las decisiones políticas, económicas, o de otra índole), hasta los ataques de los contrarrevolucionarios y anti socialistas más solapados, adversos y destructivos. Y todo ello, a mi modo de ver y hacer, sí forma parte del proceso de desarrollo político e ideológico del sistema socialista y   de su maduración natural ya sea en Cuba, o en cualquier parte del mundo donde el ejercicio del socialismo se concrete en   alguna de sus variantes nacionales.

Sé que este criterio mío es muy discutible; aún en la actualidad, cuando ya se hace la historia y valoración crítica del período “postcomunista” de los ex países socialistas del Este de Europa, y   sobre ello se han publicado estudios académicos serios.   Las experiencias y las teorías acerca de lo que originó y ocurrió en la caída del llamado “socialismo real” en Europa oriental, no pueden desecharse, ni ser rechazadas,   por sostener  contra ellas criterios ortodoxos a todo trance, inclusive cuando algunos de estos – verdaderos dogmas- han sido negados por la Historia definitivamente.

La “homogeneidad” (o, el “unitarismo”) de las ideas políticas y su práctica social, por muy racional que parezca -desde la “lógica pragmática” y reduccionista  de ciertos hacedores de política y de acomodados burócratas  “racionalizadores”, o, distribuidores de recursos-,   en el plano de la  ideología,   equivale al “igualitarismo” en lo económico y social: es una falacia, un verdadero engaño idealista, que nada tiene que ver con los legítimos ideales comunistas y su realización creativa en la etapa de transición socialista, en la vida real.

La lucha por la “libertad, igualdad y fraternidad”, ideales que nacieron y fueron defendidos   en 1789 por la Revolución Francesa  – bajo las banderas de la burguesía, en su lucha contra el feudalismo, y el esclavismo-,   y   otros conceptos humanos,  y racionales, del liberalismo (desde el moderado hasta el más radical), todavía continúan vigente en la agenda del género humano -que no podemos olvidar, en su mayor parte vive en países capitalistas con muy diversos niveles de desarrollo.  Aunque también se incluyen en el logro de estas metas humanas, de lucha contra rezagos de antiguos sistemas económicos- sociales, de la sobrevivencia de ideas y modos de actuar heredados del coloniaje, etc.,   a los ciudadanos de los países socialistas.  En su consecución se utilizan las más heterogéneas modalidades y vías de actuación.

Constituyen deudas antihumanas de la prehistoria de la sociedad mundial, del pensamiento y la cultura creada, que tienen que ser liquidadas antes de poder afirmar que el Socialismo, como fase transicional hacia el Comunismo, el inicio de la verdadera Historia de la Humanidad,  se ha construido en algún país de la Tierra.

Por otra parte, desde el ángulo filosófico, la lucha entre contrarios es uno de los pilares del pensamiento dialéctico, y en la aplicación de este principio no se excluye al socialismo, ni siquiera al comunismo; nadie lo planteó de tal modo jamás. El final de la Historia no lo suscribirá la fase de construcción del socialismo como antesala del Comunismo, tal vez , ni este último cuando llegue a emerger y se materialice, algún día, en alguna parte del planeta. Puede que sí lo decrete la lucha irracional entre el capitalismo, en crisis general y total, absolutamente autodestructivo, ante todo en los momentos actuales,   debido a su contradicción irremediablemente feroz, sin solución alguna de continuidad, contra la Naturaleza, por tanto, eliminando la supervivencia del género humano sobre la Tierra.  

Ahora bien, particularizando en nuestro caso.

Una cosa es que en Cuba la mayor parte de la población esté de acuerdo – que exista unidad ideológica- frente a problemas  fundamentales como son: defender hasta la última gota de sangre nuestros legítimos derechos a la independencia nacional, a la soberanía de nuestro Gobierno y Estado; estar en contra de cualquier manifestación de neo anexionismo con los Estados Unidos de América, de forma consciente o inconsciente -en el caso de esta última, debido a la ignorancia histórica, el desenfoque teórico, o, la confusión ideológica; la lucha contra el imperio capitalista y sus agresiones de todo tipo contra de nuestro país, como es el caso del bloqueo económico (castigo permanentemente impuesto al pueblo cubano por  apoyar la causa del socialismo), o,   la permanencia ilegal y contraria a la voluntad de los cubanos de la base militar de Guantánamo; o, la agresión individual, contra sus ciudadanos, como es el caso de los cinco presos políticos en cárceles de los EUA; apoyar y trabajar infatigablemente y con la mayor eficiencia, y la aplicación más realista y fructífera de la ciencia y la tecnología, por el desarrollo del proyecto socialista, con beneficios en lo económico, político, social y cultural para todos los habitantes del país -sin exclusión alguna, por cualquier motivo, de sexo, raza, étnico, religioso, e inclusive político. (La Revolución cubana ha sido, es, y tiene que seguir siendo, un proceso inclusivo, debido a la raíz e índole liberadora misma de su proyección humana: se fundamenta en el pensamiento martiano referido a la dignidad plena del hombre como el primer derecho constitucional establecido por y vigente en la República revolucionaria).  

Y, otra cosa muy distinta es, que todos los cubanos y cubanas pensemos, necesitemos, aspiremos, deseemos, y etc., todo por igual, (unitariamente) negando la realidad de nuestras diversidades básicas, biológicas: sexos, razas y culturales, procedencias históricas étnicas, de clases y/o grupos sociales, etc., y de las actuales, económicas, sociales, y,   reitero, culturales. Por supuesto, todas ellas se reflejaran en disimiles opiniones, incluyendo las políticas,   acerca de la realidad en que vivimos inmersos. Tal cosa ocurre, aun,   dentro del único partido político que existe en Cuba, y los cubanos y cubanas militantes con carné o no, lo sabemos.

No hay que crear “mitos” políticos e históricos: ni a favor ni en contra de la Revolución ¡no los necesitamos! No los aceptamos tampoco, porque no facilitan ninguna solución de las que necesitamos con urgencia.  Solamente el estudio científico, el análisis, la reflexión, y el constante intercambio de opinión entre nuestro pueblo y la dirección del Estado socialista y del Partido Comunista de Cuba, que ha sido y es la regla de oro, la máxima inviolable, que asegura la existencia y persistencia del proceso revolucionario, largo y profundo, que se lleva a cabo en Cuba desde el 1º de enero de 1959.

Quien haya visitado Cuba, como turista o resida en ella como extranjero, y no haya escuchado lo que opinan los cubanos y cubanas públicamente -en la parada de una guagua (ómnibus), dentro de esta, o en cualquier otro lugar de acceso público-, y en los dos últimos años transcurridos,   no se haya leído en la prensa oficial (“Granma” de los viernes, órgano del Partido Comunista de Cuba); o, en la de posiciones de centro y derecha que circula por el ciberespacio (por ejemplo, “Espacio Laical” del Arzobispado de La Habana, y   pido disculpas de antemano por clasificarlos sin su consentimiento); quien no conozca que también existen en las redes digitales un flujo constante de opiniones (económicas, políticas y culturales) de alto nivel académico, y no aprecie sobre qué   y cómo se expresan las críticas de mis connacionales, pues,   que ponga oído y vista atenta de inmediato, para que verdaderamente pueda tener y dar   en sus conversaciones, informes o publicaciones, una opinión certera (y esperamos que sincera) acerca de la vida política cubana.

En más de una ocasión he aclarado, en artículos históricos, publicados con anterioridad, que junto al proyecto nacional del siglo XIX (liberal revolucionario y democrático) que estaba a favor de la fundación de la nación independiente, de su fomento económico, político, social y cultural, de su consolidación y defensa -desde fines del siglo XVIII, cuando comenzó la independencia de América Latina con la revolución de los esclavos en Saint Domingue el 22 de agosto de 1791,   y posteriormente, en 1804 con la proclamación de la República de Haití, la primera de nuestras repúblicas, por demás la primera de ascendencia africana de piel negra del mundo-,   hubo una mayoría de nacidos en la Isla de Cuba, que abjuraron de cualquier posición que se acercara a la abolición de la esclavitud, al racismo y a la independencia de la monarquía española. Ellos fueron encabezados por el pensamiento más brillante de la oligarquía esclavista criolla. Ellos fueron los reformistas, convertidos a poco en autonomistas flojos, y, más tarde, en anexionistas, a favor de un vínculo político permanente con los Estados Unidos de América. Muy poco estudiado aún tenemos este pensamiento reaccionario y conservador, pero liberal en el campo económico, y que proveyó el “desarrollo” de la colonia, desde luego, para la clase oligarca.

Las Guerras de independencia de Cuba, como es sabido, duraron 30 años (1868-1898) – con períodos relativamente largos de “paz”; porque entonces,   durante las treguas “pacíficas”, ocurría la actividad de lucha política-ideológica entre cubanos dentro y fuera de la   Colonia, se tornaba muy intenso el debate; esto lo supo aprovechar José Martí, pero todavía no se estudia como es necesario, como parte de nuestra formación histórico política. 

No fue por el gusto, por la “vocación militarista” (esto se ha expresado así en alguna historiografía foránea) de los cubanos insurrectos, la dilación en la expulsión final de los colonialistas españoles del Archipiélago cubano.[i] La demora se debió, entre otras causas, objetivas, a la desunión ideológica que existía entre las diversas tendencias de la política liberal, existente en las filas de los combatientes de la alta jerarquía revolucionaria y de mayor cultura política (recordemos que hubo disputas por diversas causas, caudillismo,   regionalismo, etc., por inercia de la mentalidad y cultura heredadas del propio sistema colonialista). También existió poca o ninguna formación política en parte de la masa de combatientes; muchos de ellos ex esclavos, o campesinos pobres,   aún iletrados. Las ideas anarquistas fueron más difundidas, en un círculo reducido siempre, que las comunistas. Es que nada es perfecto en este mundo humano, y,   mucho menos lo son, los complejos procesos del desarrollo humano, en cualquiera de sus dimensiones, pero, especialmente en las revolucionarias, en las cuales se movilizan una gran cantidad de población generalmente de muy heterogénea procedencia, necesidades, aspiraciones, etc.

Finalmente,  a pesar de que la intervención militar estadounidense le robó el triunfo contra España al Ejército Libertador (Tratado de París, 1899),   de la ocupación militar del país por los propios militares estadounidenses (1899-1902),   y de la imposición de la ilegal Enmienda Platt con la que nació la primera constitución de la república (1901) mediatizada o neocolonial-, los cubanos y cubanas celebraron la inauguración oficial del Estado y la República de Cuba el 20 de mayo de 1902.

  A partir de ese momento, en que supuestamente se asumía la soberanía del estado y gobierno, hubo cubanos que cedieron a las presiones de la política neocolonial de los gobiernos de los EUA, que se plegaron a sus intervenciones, que vendieron las riquezas del país, la soberanía, y hasta la vergüenza y la dignidad de sus connacionales.   Todo a cambio del más egoísta y desatinado enriquecimiento propio. Entre ellos se contaron antiguos insurrectos de alta jerarquía militar, que lucharon contra España.

Esos “vende patria” fueron más “americanos” que los propios estadounidenses; negaron la identidad nacional: quisieron copiar al calco el american way of life , y le dieron la espalda a nuestra cultura, y a cuanto bien colectivo o individual ajeno,   que con enormes sacrificios se había alcanzado por los mambises, los verdaderos héroes y libertadores, desde el grado de general hasta el de simple soldado: negros, blancos, mulatos, amarillos (con orgullo se inscribe en bronce:¡Ningún chino-cubano fue DESERTOR!), y descendientes mestizos de todos los pueblos, desde los aborígenes, que poblaron a Cuba.

  Ante la corrupción y los desmanes ocurridos durante la primera república, al estilo liberal y falsamente democrático, fue que surgieron las generaciones de continuadores de aquella larga batalla por la independencia, la soberanía, la identidad nacional y cultural, y por los valores éticos y morales más elementales: la vergüenza, la decencia,   la dignidad, la solidaridad.   Entre este nuevo Ejército Libertador, se hallaban los de militancia política liberal de múltiples matices,   los comunistas y socialistas, anarquistas,   etc. Todos estos patriotas (mencionar a unos y no a otros me parece injusto, son bien conocidos y conocidas), subrayo, desde las más diferentes posiciones de la política y la cultura,   re identificaron los problemas nacionales y salvaron la cubanía.

  A ellos y ellas les debemos lo alcanzado hasta el día de hoy, gracias a su inteligencia, valor personal, humildad, a la persistencia y continuidad de los objetivos y fines de la Revolución Cubana.  Por ello fue que triunfó y llegó al poder el 1º de enero de 1959.

¿Cuántos cubanos  y cubanas, negros, chinos, mulatos y blancos, todos mestizados, en esa primera República del siglo XX, tuvieron que vivir perseguidos, exiliados, presos, torturados, o, sencillamente morir,  a causa de sus más puros ideales de independencia, soberanía, justicia social, libertad, igualdad y fraternidad? ¿Quiénes, sino otros cubanos, los anti nacionales, fueron los dictadores, los ladrones, los violadores de la Constitución proclamada el 10 de octubre de 1940, los represores, torturadores y asesinos de aquella república neocolonial, “protegida” por los gobernantes imperialistas?

Es cierto que muchos de esta minoría vergonzante de “cubanos” fueron asesorados, entrenados y auspiciados por sus protectores yankis. Pero, ¿podría pensarse por algún ingenuo historiador o periodista, que esos “nacidos en Cuba” respondían, a los intereses de la mayoría de la población cubana, del pueblo cubano? ¿Qué opinión tenía sobre ellos dicho pueblo cubano? Los conocía, y ¡cuánto los repudiaba, cuánto horror y desprecio le causaba su conducta indigna y traidora a la Patria!

Está pendiente de hacer la historia del la anti nacionalidad en Cuba – aunque ya tiene autores dispersos. En ese estudio, desde luego, se exhibiran actores sociales, protagonistas, hechos, procesos, y una larga cronología, que abarca desde el siglo XIX hasta la actividad contrarrevolucionaria interna y externa de hoy día. En ella entraran los “cubanos” aspirantes a la etapa del postcomunismo, o, del capitalismo “salvaje” (en la que Cuba sería más dependiente,  más subdesarrollada,  y los cubanos más reprimidos, que nunca antes). En dicha historia tampoco deben ser omitidos, no pueden quedar afuera, sus “abogados defensores” y auspiciadores de toda laya.-  

La Habana, 29 de junio de 2010.


[i] Por el contrario, los jefes de ideas más avanzadas crearon, organizaron, sobre bases jurídicas y constitucionales muy actualizadas, y proclamaron la República de Cuba en armas desde abril de 1869, para ofrecer una perspectiva clara de cuáles se esperaba fuesen los valores políticos y administrativos de aquel proyecto de república federativa. LAA.

Lohania Josefina Aruca Alonso   Para Kaos en la Red   18-8-2010