Dividir, la estrategia K de la que no escapan las Madres ni la CTA
Por Susana Viau. Especial para Clarín
Cuentan que, hace ya algunos años, uno de los pasajeros del avión presidencial, el gobernador bonaerense Felipe Solá, aprovechó la intimidad del viaje para enumerar ante el jefe de Estado sus dificultades con los grupos piqueteros. Cuentan también que Néstor Kirchner contestó a sus tribulaciones con una pregunta: “¿Y por qué no los dividís?”. El patagónico hacía de la necesidad virtud y exhibía como un rasgo de viveza maquiavélica lo que llevaba adherido a sus genes.
Ni los organismos de Derechos Humanos ni las estructuras gremiales han logrado escapar al efecto perturbador de su influencia. El anuncio de creación de Las Cristinas, hecho por Hebe de Bonafini en el escenario de la ESMA, desató reacciones tormentosas en la Asociación Madres de Plaza de Mayo. La primera señal llegó del sur, mediante un comunicado de la filial Neuquén y Alto Valle, un texto duro y a la vez impregnado de prudencia, que reivindicó “el carácter apartidario que nos mantiene libres”. La dirección de Madres, dijo, “ha transgredido ese principio apoyando al partido gobernante (…) La señora Hebe de Bonafini, sin pañuelo o con él, impulsa una agrupación en apoyo al proyecto político de la Presidente, Señora Cristina Fernández: lo rechazamos. No es desde ese lugar que tenemos que luchar”. “No nos corresponde ser empresas constructoras”, advierten, y señalan —no sin dolor— que, quizás a causa de esas cadenas invisibles, el pañuelo blanco ha faltado allí donde debía estar presente y se mostró, por el contrario, “en situaciones con las que prometimos no reconciliarnos”
Las grietas abiertas en la construcción que le dio dimensión moral a la vida de los argentinos deja un sabor amargo en la boca de quienes vieron a esas mujeres todavía jóvenes deambular hasta la Vicaría Castrense para llorar y confiarle sus miedos al diabólico monseñor Emilio Grasselli. Si la Presidente o su marido hubieran pasado una sola madrugada acompañándolas frente a las puertas del ministerio del Interior para obtener una entrevista inútil valorarían la historia que hizo de ellas un símbolo internacional y las hubieran preservado de una cercanía que amenaza con desnaturalizarlas. Lejos de eso, las sentaron junto a sindicalistas millonarios e intendentes anticomunistas del conurbano para aplaudir, en primera fila, el anuncio de distribución de computadoras o la utilización de las reservas del Banco Central. No parece justo.
Un fenómeno de características similares se cierne sobre la inminente elección de la Central de Trabajadores Argentinos. Allí batallarán dos listas, la que procura la reelección del maestro y actual secretario general Hugo Yasky, y la encabezada por Pablo Micheli, dirigente de ATE Capital y delfín del socialcristiano Víctor De Gennaro. Lo que dirimirán las urnas no es sino la mayor o menor docilidad de la CTA con el gobierno. Yasky es para los Kirchner la garantía de que no habrá rebeldías callejeras ni descontroles salariales; a Micheli, en cambio, el acompañamiento de nombres de la izquierda clasista y el vínculo con Fernando “Pino” Solanas, lo vuelven escasamente confiable. Micheli ha denunciado que la intrusión oficial habría engordado los padrones bonaerenses con miles de afiliaciones directas provenientes de beneficiarios de planes sociales. En su auxilio, se afiliaron sectores de izquierda y del radicalismo, nunca comparables a la asistencia combinada del ministerio de Desarrollo Social, los gobiernos provinciales y numerosas comunas de signo “K”,
Carta Abierta, —organismo que reúne a los intelectuales kirchneristas que se dedican a interpretar el mundo— tampoco quiso permanecer al margen de la lucha que librarán quienes pretenden modificarlo, aunque sea bajo la fórmula psico-política de la “reparación social”. El 7 de agosto la asamblea de Carta Abierta dio su veredicto y por unanimidad volcó la balanza en favor Yasky.
Es que el jefe de la CTERA tiene sobre su rival una notable ventaja comparativa: “la disposición a no situar la Central en un callejón antigubernamental que genera alianzas por lo menos sorprendentes”. Fracasada la mediación para lograr consensos, la jujeña Milagro Sala optaría por el eclecticismo: su fuerza votaría a los candidatos de una u otra lista, según las regiones.
Los pronósticos son sombríos. La opinión mayoritaria sostiene que quedan pocas esperanzas de que la unidad de la CTA pueda sobrevivir a los comicios del 23 de septiembre. Resulta paradójico que la entidad nacida hace veinte años con la premisa de la independencia del Estado, los partidos y las patronales –así lo establecía el primero de los cuatro puntos del “Documento de Burzaco”— corra el riesgo de extraviar su razón de ser por su paulatino acercamiento al poder. Si eso ocurriera, se habría perdido otra excepcional oportunidad de recuperar parte de la calidad institucional de un país obligado a contemplar, entre la risa y el escándalo, cómo, en las propias narices de los funcionarios judiciales, hasta las asambleas de accionistas terminan en una parodia de toma de rehenes.
Clarin 15/08/10