Todo junto, separado
El kirchnerismo y la Sociedad Rural
Una vieja broma juvenil da cuenta de las contradicciones entre el lenguaje escrito y el hablado: ¿Por qué “todo junto” se escribe separado y “separado” se escribe todo junto? Bien vista, no es una broma tan ingenua.
Sean partidos, movimientos o cualquiera otra de las instituciones burguesas, su accionar debe verse dentro de una perspectiva histórica, ya que dicha perspectiva es la única que permite que finalmente salgan a la luz las consecuencias de sus funciones reales en relación al desenvolvimiento social. Todo lo demás es puro lenguaje, puras palabras que se adaptan a las circunstancias, siempre presentes, y esto las deja sin valor; porque las palabras no se comen, ni producen, ni afectan al medio ambiente, las palabras no son cosas, por eso no se las lleva el viento; las palabras hablan sobre las cosas, sobre las acciones y sobre los responsables de esas acciones, pero finalmente son las acciones las que deciden.
Cuando el general Perón en su último gobierno (1973-1976) crea la famosa triple A, comprende que el tiempo de las palabras ha terminado y que la reconstrucción del estado burgués argentino en 1974 debía seguir la orientación francamente represiva que la herencia de golpes de estado había impulsado antes de su arribo a la presidencia.
Perón dejó de lado las palabras -y eso que era un verdadero campeón en eso de usarlas- y dispuso de la mano dura y del asesinato de todos aquellos que manifestaran un acercamiento a posiciones clasistas y revolucionarias. La década del 70 era una década de resistencia y de exterminio; y el peronismo –de Perón- de ninguna manera iba a hacerse a un lado en su vocación histórica “la de defender a la patria de los intereses de infiltrados de cualquier signo que luchaban por la disgregación nacional”.
En esa época los “separados” estaban todos juntos y los “todos juntos” estaban separados; tan separados estaban, que una gran fracción de ellos pasó a la clandestinidad cuando el general se decidió por fin a cambiar la soldadesca irregular por la soldadesca oficial y paraoficial.
Puede que el lenguaje en muchos casos acompañe las acciones; pero Perón jamás reconoció ni reivindicó el accionar terrorista “de sus muchachos” de la triple A y es que el lenguaje es siempre presente y el presente de mediados de los ´70 no era como para andar alardeando junto a criminales. “La justicia social, la independencia económica y la soberanía política” obnubilaban y llenaban de ilusión a gran parte del progresismo y el activismo de la época, era necesario profundizar el discurso en ese sentido si se pretendía que los trabajadores marcharan de casa al trabajo y del trabajo a la casa, mientras tanto se sellarían cuentas con los que sacaban los pies del plato.
La sociedad rural no se dejaba obnubilar. El apoyo a las políticas de exterminio a cualquier forma de resistencia a la explotación capitalista ha formado parte de su acervo político desde lo más profundo de la historia. La sociedad rural con el tiempo ha sabido diferenciar los cantos de sirena de los ululares de las sirenas policiales y parapoliciales y, desde siempre, apostó por estos últimos.
Separados pero todos juntos, ruralistas, burócratas sindicales, burgueses ilustres, militares y curas comprendieron la desaparición y el asesinato político como un instrumento necesario para la salvaguarda de sus intereses históricos de ese presente, discurseando sobre la necesidad de defender “el estado de derecho”. Después de marzo del ´76, la “pacificación nacional” tuvo un nuevo protagonista “el proceso de reorganización nacional”.
El peronismo apostó fuerte a la desmovilización del movimiento obrero surgido del cordobazo y para eso apeló a la solidaridad de núcleos de centroizquierda, que allanaron el camino para hacer más digerible la implementación de los planes necesarios para recomponer las relaciones de dominación capitalistas ante la crisis de gobernabilidad dejadas por las distintas administraciones dictatoriales debilitadas. El gran acuerdo nacional fue el entramado dispuesto para dispersar las fuerzas obreras detrás de variantes patronales. Este gran acuerdo encontró “todos juntos” a los separados.
Hasta los ruralistas eran peronistas después de Cámpora: “Los superiores intereses de la patria están por sobre las apetencias ideológicas de pequeños grupos o sectores” y los comandos de la derecha peronista sabrían darle forma al mantenimiento del orden en beneficio del “gobierno popular” de Perón-López Rega, poniendo en caja cualquier manifestación de independencia política de los trabajadores en relación al veterano general.
La sociedad rural respetaba el accionar de la tripe A, sin importarles el carácter moyanista que esa organización militarizada y asesina tuviera por aquel entonces; lo importante, más allá de las palabras, son los objetivos y las bandas peronistas asesinaban tanto a delegados de base de la industria, como a dirigentes agrarios de base. La complacencia era mutua entre burócratas sindicales, industriales y agro-ganaderos.
De la misma manera, meses después del decreto de aniquilamiento de militantes y activistas obreros y estudiantiles, firmado por la viuda de Perón, la SR respetó el accionar de los grupos de tareas de la dictadura genocida: “nuestro país se debatía en un desorden próximo al caos y estaba al borde de la catástrofe. Como salidos de una pesadilla obramos poco a poco la visión de la realidad en medio de revelaciones sobre la anterior conducción que superan nuestra capacidad de asombro. Hoy, desde una nueva perspectiva, consecuencia de haber asumido el gobierno las Fuerzas Armadas el 24 de marzo, encaramos el futuro de la Argentina, con renovada esperanza.” declaraban los esbirros de Martínez de Hoz por aquellas épocas. La superada “capacidad de asombro” no era ni más ni menos que una declaración de principios de la “gente de campo” donde se despojaban raudamente de su reciente apego a la marchita y volvían al redoblante militar.
Cuando el centroizquierda kirchnerista sacude el parche sobre el golpismo de la SR no debería olvidar las complicidades del pasado. Los herederos de los navarrazos, de las sangrientas intervenciones en Villa Constitución, de los decretos de aniquilamiento, de la puesta en marcha de los “operativos independencia”, no pueden sesgar la mirada al pasado sin condenar a los que, aunque separados, estuvieron todos juntos.
La centroizquierda gasta ríos de tinta para declarar a la derecha argentina, simbolizada en la sociedad rural, como partidaria de la restauración conservadora, y tiene razón; pero no hay que olvidar que cada vez que hizo falta, en los últimos 60 años, fue el peronismo el encargado de restaurar las relaciones de dominación capitalistas.
Puede que el kirchnerismo haya apoyado la ley del matrimonio igualitario para conseguir consenso y votos entre los sectores progresistas (queda por ver desde cuando el matrimonio es un derecho que supera su asociación con el patrimonio); aunque, seguramente, mas votos que consenso ya que las condiciones procapitalistas y proimperialistas del gobierno lo hacen impotente para mantenerse en una vía en la profundización de los más elementales reclamos democráticos, miremos sino a los jubilados que reclaman el derecho a un 82% móvil mientras el gobierno los acusa de desestabilizadores y dementes; o los eslabones del democratismo kirchnerista que todavía continúan doliendo en las cabezas de los manifestantes del argentinazo santacruceño. O en las victimas de la 4×4 de Varizat, en los reprimidos del francés, de la UBA, de Terrabussi, de las Heras y cuantos más.
El kirchnerismo ha logrado disciplinar voces progresistas a su favor que le den sustento a una polarización con la derecha más reaccionaria, esto no sale del plan original de fomentar el bipartidismo. Pero pensar el bipartidismo sin tener en cuenta que es una de las características más antidemocráticas de cualquier régimen de dominación social es una estafa que se transforma en una comedia bizarra. Como entender sino, que los mismos que homenajean al ejército nacional en los 200 años de la patria, sin solución de continuidad, reivindiquen a un revolucionario como Roberto Santucho. Al centro izquierda kirchnerista le encanta polarizar, sobre todo si tiene quien pague el seguro de sus costosos autos, escribiendo “todo junto” lo que se escribe separado. Pero toda adhesión tiene su costo.
El peronismo es un movimiento históricamente burgués y en este sentido, un formidable enemigo de la clase obrera que tiene ser tomado con seriedad. El “progresismo kirchnerista”, en cambio, es un lastre que parasita en torno de ese movimiento histórico y que se funda en palabras de izquierda para apoyar cosas de derecha, aunque sigan escribiendo “todo junto” separado.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
06/08/10