Mercedes Petit y la Revolución cubana: cuando la ultraderecha se disfraza de extrema izquierda
Se ataca visceralmente al gobierno cubano y a la Revolución por las recientes medidas económicas, pero no se dan alternativas para reanimar la economía y mejorar el nivel de vida de la población
«Cuando llegan concesionarios [extranjeros] debemos moderar a nuestros sindicatos para que no exijan demasiado. Ustedes saben que habitualmente los plazos de los contratos son cortos. (…) De este modo, los obreros pueden alimentarse, recibir calzado y ropa, y luego darse de baja para dejar el puesto a otros». Lenin, 1921 (1).
El gobierno cubano está reestructurando la economía para tratar de reanimarla y poder aumentar el nivel de vida de la población. Las medidas económicas han suscitado tres tipos de reacciones entre la izquierda internacional: las que apoyan las reformas como una medida necesaria para revitalizar la economía y aumentar el nivel de vida de la población; las que, desde un apoyo a la Revolución, contemplan las reformas entre una cierta desconfianza y una crítica moderada por sus posibles efectos adversos; y, finalmente, las que presentan las reformas como un paso más hacia la implantación del capitalismo pleno en Cuba a favor de la «dictadura burocrática de los hermanos Castro» en su afán de «explotar a los obreros cubanos».
Esta última posición es predominante entre varias corrientes minoritarias o microscópicas de la izquierda internacional, algunas de ellas trotskistas o libertarias, quienes vienen mostrando una histórica y virulenta hostilidad contra la Revolución cubana. No obstante, contrasta el hecho de que, siendo corrientes minoritarias e incluso prácticamente desconocidas en sus países de origen, consiguen una amplificación publicitaria y mediática que no guarda relación alguna con su influencia política real entre la ciudadanía o entre los trabajadores. Además de ello, mediante un vocabulario estridente de extrema izquierda y maximalista, pretenden apropiarse del monopolio de la “pureza de principios” ideológica, un monopolio que les legitimaría para realizar críticas indiscriminadas, insultos y descalificaciones contra la Revolución cubana o cualquier otra, como la venezolana. Serían algo así como la supuesta “conciencia crítica” de los “verdaderos revolucionarios” que no han traicionado sus principios, a diferencia de los gobernantes cubanos (o venezolanos, o sandinistas, o bolivianos…), que son acusados de mantener una «dictadura contra el pueblo cubano» a favor de la «burocracia». Amparados en esta cortina de humo ideológica extremista, algunas de las críticas e insultos llegan a ser de tal virulencia destructiva que el lector ya no puede diferenciar si se encuentra ante un militante revolucionario o ante un miembro de la extrema derecha del Partido Republicano de Estados Unidos o de la fundación FAES dirigida por el neofascista José María Aznar. Es el caso del reciente artículo de la trotskista argentina Mercedes Petit, en nombre de la Unidad Internacional de los Trabajadores, titulado “Ajuste a la cubana” (2), que merece ser analizado como ejemplo de manipulación, mentiras y tergiversaciones que nada tiene que envidiar a los mensajes del neocolonialismo imperialista.
Mercedes Petit no deja de arremeter contra lo que llama el «castro-chavismo» y acusa duramente a los dirigentes Fidel y Raúl Castro (y a otros muchos, agrupados genéricamente como «burocracia») de «mentir», de condenar a los trabajadores cubanos a «salarios de hambre», de mantener «un régimen dictatorial» contra el pueblo cubano, de «suprimir las libertades», etc. Uno puede pensar, después de leer a la trotskista argentina, que quizás ella pueda hablar con tal autoridad -por no decir prepotencia- por el hecho de haber participado o dirigido varias revoluciones de repercusión mundial, o quizás por enfrentarse durante décadas al imperialismo sufriendo cientos de intentonas de asesinato por la CIA, o a lo mejor por el hecho de pertenecer a un grupo político que moviliza en su país a decenas de millones de ciudadanos y mantiene en jaque constante a su gobierno y al imperialismo… Pero por más que uno busca información, no tenemos evidencias de que Mercedes Petit sea muy conocida entre las grandes corrientes revolucionarias mundiales, ni las masas se muestran muy permeables a la “pureza ideológica” de Mercedes Petit, y su grupo político parece ser bastante irrelevante en el panorama político de su país. Pero el sectarismo de la trotskista argentina y su grupo semi-desconocido tiene la virtud al menos de volver a validar una ley política universal entre la denominada izquierda: contra más microscópico es un grupo político, mayor “pureza” doctrinal ostenta estridentemente -como si fuera un pavo real en celo-, más extremista es su vocabulario, y mayores son las lecciones políticas que se cree obligado a dar a los demás.
Las mentiras de Mercedes Petit
Lo que se propone demostrar la trotskista argentina es que en Cuba hay «un capitalismo de multinacionales, empresas mixtas y superexplotación de sus trabajadores manejado por una burocracia corrupta, dictatorial y mentirosa» y que la definición de Cuba como país socialista corresponde a las «cínicas mentiras» de Raúl Castro. Para ello Mercedes Petit difunde cinco mentiras principales:
Mentira nº1: los cubanos trabajan gratis o con salarios de 10 dólares
Una de las grandes mentiras repetidas reiteradamente se basa en utilizar el viejo truco del «salario de los diez dólares mensuales» que, aunque fuera cierto, no representa más que el salario directo, y excluye el indirecto, muy importante en Cuba. Así, Mercedes Petit pretende dar la impresión de que es más barata para el capitalismo extranjero la reproducción de la fuerza de trabajo de un obrero cubano que, por ejemplo, la de un niño esclavo en las minas del Congo. La demagogia del «salario de los diez dólares» responde al hecho de que para Petit, el marco de referencia no responde a la cruda realidad de que Cuba ha sido condenada históricamente a formar parte del mundo subdesarrollado al igual que la mayoría de países del Caribe, América Latina o África que forman parte del entorno natural de Cuba. La trotskista argentina no sabe que el obrero cubano vive en un país históricamente subdesarrollado y de escasos recursos, sino que cree que ha nacido en una de las opulentas ciudades europeas o norteamericanas, y por lo tanto, piensa que hay que multiplicar por varias cifras el salario directo de los trabajadores cubanos. Suponemos que la trotskista argentina puede permitirse tal bravuconada porque proveerá la financiación necesaria para garantizar que los trabajadores cubanos reciban salarios europeos independientemente de la situación económica del país (y para los restantes trabajadores del entorno natural de Cuba como América Latina o el Caribe).
Para saber si el obrero cubano está «superexplotado» o bien recibe «salarios de miseria», la trostkista argentina nos debería mostrar la masa global de la productividad de la economía cubana basada en el trabajo asalariado, con lo cual conoceríamos la relación productividad/salario que, al ser bastante baja como todos los expertos indican -excepto para algunas ramas concretas-, de por sí excluye la ficción de una «superexplotación del obrero cubano». Además, para demostrar que existe «explotación del obrero» por parte de una «burocracia castrista», Mercedes Petit debería demostrar que el excedente producido por el obrero cubano pasa a formar parte, en forma de plusvalía, de la acumulación privada de capital en manos de la «burocracia castrista». Pero la trotskista argentina no nos da ni un solo dato, ni cifras, ni análisis acerca de cómo se produce el excedente, el supuesto mecanismo de acumulación privada de capital, las fortunas privadas de la «burocracia castrista», etc. Es cierto que puede formarse cierta acumulación privada de capital a partir del robo a gran escala y la corrupción. Pero esto no tiene nada que ver con la explotación, y además está perseguido por las autoridades cubanas y la legislación vigente. El robo es una cosa, y la explotación para extraer plusvalía, consagrada mediante las relaciones de producción capitalistas y la propiedad privada de los grandes medios de producción –que en Cuba pertenecen al Estado, por más que le pese a la trotskista argentina-, es algo de naturaleza muy diferente al robo y la corrupción.
Tal y como reiteradamente han señalado muchos dirigentes cubanos y la prensa del país, el salario directo es insuficiente y debe mejorarse sensiblemente, aunque para decenas de miles de trabajadores cubanos, que reciben un complemento salarial en divisa o en productos de consumo doméstico, es mucho más que diez dólares. Pero además, la trotskista argentina manipula descaradamente cuando oculta que una gran parte del salario –el salario indirecto, tan importante en el socialismo desarrollado- se recibe indirectamente como prestaciones sociales: en Cuba hay una serie de productos o servicios que se pueden adquirir con moneda nacional, sin que intervenga en absoluto la paridad con el dólar o el euro, bien porque estén altamente subvencionados por el Estado (medicamentos, electricidad, agua corriente, transporte público, alimentación y gastronomía estatal, etc.), aunque una gran parte, desgraciadamente, todavía están al precio del mercado mundial, alejados de las posibilidades de muchos cubanos. Por otra parte, hay toda una serie de servicios gratuitos universales, que también forman parte del salario, como puede ser la educación y dormitorios de estudiantes, la sanidad, los servicios a los sectores de población no productivos –niños, ancianos, disminuidos, embarazadas, etc.- que la trotskista argentina vuelve a “olvidar” mencionar. Díganos, señora Petit: ¿cuánto cuesta en Cuba una resonancia magnética nuclear efectuada con un aparato comprado al extranjero al precio de millones de dólares? ¿Y una operación a corazón abierto? ¿Y una operación de la vista mediante láser? ¿Y una vacuna infantil? ¿Y un medicamento contra el cáncer que sólo se adquiere en el extranjero? ¿Y un transporte público subvencionado? ¿Y una educación universal y gratuita que llega hasta el grado post-universitario? Todos estos elementos y otros más forman parte del salario indirecto, que supera con creces los «diez dólares». Además, todo ello constituye un sueño para la mayoría de ciudadanos de muchos de los países similares a Cuba que no tienen ninguna posibilidad de acceso a tales servicios sociales. Para la izquierda neocolonial de la que forma parte la trotskista argentina, la situación de esos pueblos no merece ser tenida en cuenta mientras haya material disponible para arremeter contra el gobierno cubano, que tanta repercusión mediática proporciona.
Mentira nº 2: El gobierno cubano condena a su pueblo a la miseria
En primer lugar, es verdad que el nivel de vida de los trabajadores cubanos es insuficiente y hay muchas carencias materiales, pero esto no sucede por capricho del gobierno cubano, sino por elementos que Petit “olvida” mencionar convenientemente y que estrechan dramáticamente la capacidad de maniobra de los dirigentes cubanos: el criminal bloqueo yanqui que ha perjudicado gravemente la economía cubana en pérdidas de miles de millones de dólares; los periódicos ciclones, que producen pérdidas catastróficas, la crisis económica internacional; y la necesidad de desviar enormes recursos para la defensa ante las agresiones y amenazas que Cuba ha sufrido durante medio siglo. Son realidades que Petit esconde deliberadamente y que son los principales causantes de los problemas que afectan a los trabajadores cubanos.
La trotskista argentina pretende que el gobierno cubano fomenta las desigualdades sociales para beneficiar a los capitalistas extranjeros y a la «burocracia». Es cierto que ciertas desigualdades han aparecido o se han desarrollado a partir de las reformas iniciadas en 1994 -aunque ni lejanamente alcanzan las desigualdades propias de los países dominados por la burguesía-, y no pueden dejar de ser un motivo legítimo de preocupación. Pero también es cierto que el igualitarismo es contrario al socialismo porque suele penalizar a los que más trabajo aportan y obstaculiza sensiblemente lo que hoy es más necesario en Cuba: aumentar la producción de mercancías y servicios para elevar el nivel de vida general. Además, determinadas desigualdades generadas por las reformas son gestionadas por el gobierno cubano para fomentar indirectamente la igualdad, como han puesto de manifiesto algún comentarista extranjero reputado, que la trotskista argentina -como es obvio- prefiere no citar: según el corresponsal de la BBC Fernando Ravsberg, que no es precisamente una voz complaciente con el sistema político cubano, las medidas del gobierno presidido por Raúl van encaminadas a mitigar las diferencias sociales generadas por las inaplazables reformas:
«El nuevo proyecto está enfocado para que el dinero de los ricos cubanos sirva para financiar a los que menos poder adquisitivo tienen. (…) En estos momentos se está pagando alrededor de 120 dólares la línea y 70 dólares el teléfono. Una fortuna. Sin embargo, se están entregando celulares con 400 minutos de saldo a gente que no tiene recursos por 25 centavos de dólar al mes. Lo mismo está ocurriendo con las casas de Varadero. Ahora los adinerados ya pueden ir a los hoteles y sus hogares están quedando vacíos para ser alquilados a menor coste que antes, lo que abre las puertas a la clase media. Todo el mundo ha mejorado un escalón.» (3)
Por otra parte, otras iniciativas como la de los trabajadores sociales, el aumento de las pensiones mínimas o favorecer grupos socialmente más débiles, son evidencias de cómo la ficción grotesca de una «dictadura cubana que condena al pueblo a la miseria» fabricada por la trotskista argentina, contrasta con la realidad de un gobierno revolucionario que, con las grandes limitaciones que debe enfrentar, trata de realizar políticas que beneficien a las mayorías y recorten las diferencias sociales.
Mentira nº3: en Cuba se ha implantado el capitalismo con las recientes reformas
A la trotskista argentina le escandaliza que el gobierno cubano realice reformas para reanimar la economía y mejorar el nivel de vida de la población –manteniendo la propiedad pública de los principales sectores económicos-, y por ello grita que «se ha implantado el capitalismo». Mercedes Petit, que se llena la boca hablando contra la «dictadura cubana», la «falta de democracia y libertades» y otras consignas similares que seguramente repite después de leer los periódicos de la ultraderecha de Miami, es la primera que -desde una posición injerencista neocolonial disfrazada de ultraizquierda- desprecia la opinión de los trabajadores y ciudadanos cubanos cuando arremete contra tales medidas. En efecto, en la consulta masiva realizada en el año 2007 entre la población cubana convocada por el presidente Raúl Castro, en la que participaron según la BBC cinco millones de ciudadanos cubanos, se recogieron más de 1,2 millones de críticas y propuestas para ser evaluadas por el gobierno (4). Entre esas propuestas se encontraban algunas de las que escandalizan a Mercedes Petit, como el aumento del trabajo por cuenta propia, la cooperativización de pequeñas empresas y centros de servicios, la entrega de tierras a los campesinos, etc. Como vemos, lo que constituye un ejemplo de democracia popular promovido por el gobierno cubano para implicar a las masas en la solución de los problemas, es manipulado sistemáticamente por una parte de la extrema izquierda, que se llena la boca hablando demagógicamente la «falta de democracia en Cuba» pero desprecia la práctica concreta de la misma, con un espíritu injerencista y una prepotencia descarada que no tiene nada que envidiar a la de los más agresivos representantes del imperialismo.
Por otra parte, Petit confunde conscientemente capitalismo con pequeña propiedad y cooperativismo, cuando es evidente que el Estado controla la mayor parte de la economía y trata de gestionar la misma en interés del pueblo cubano. Lenin, que no tenía un pelo de prejuicios y que anteponía los intereses de los trabajadores y el pueblo soviético a la “pureza” doctrinal de algunos “ilustres” dirigentes -cuya postura calificó acertadamente como «infantilismo izquierdista y espíritu pequeñoburgués»-, explicó que el capitalismo de Estado, en el cual el Estado controlaba los principales sectores económicos al mismo tiempo que estimulaba la pequeña propiedad campesina, las empresa mixtas con capitalistas extranjeros, el arrendamiento a capitalistas rusos de pequeñas empresas estatales y el comercio de mercancías, era una etapa histórica necesaria para la consolidación del socialismo en Rusia:
«Ahora nos vemos obligados a retroceder un poco más, no sólo al capitalismo de Estado, sino a la regulación estatal del comercio y de la circulación monetaria. Sólo por ese camino, más largo aún que el previsto, podemos restaurar la vida económica. (…) No tenemos otra salida y, sin embargo, la necesidad de esta política económica no se comprende aún con suficiente claridad en nuestras filas». (5)
Además, Lenin fue más lejos y sustentó teóricamente la necesidad del desarrollo del pequeño capitalismo en la Rusia soviética:
«Una de las tareas (…) consiste en hacer efectivas en los límites máximos la libertad de intercambio económico para el campesino y la reanimación de la pequeña industria, a fin de dar cierta libertad al capitalismo que crece sobre la base de la pequeña propiedad y del pequeño comercio, y no temer a ese capitalismo, pues para nosotros es totalmente inofensivo. (…) Cuando el proletariado tiene en sus manos todas las fuentes de la gran industria, cuando es inconcebible toda desnacionalización, no hay razón para temer ese capitalismo. Y cuando sufrimos principalmente a causa de la más completa escasez de productos, a causa de nuestro empobrecimiento, es ridículo temer que constituya una amenaza ese capitalismo asentado sobre la pequeña agricultura mercantil.» (6)
Si Lenin se hubiera guiado por los discursos maximalistas y manipuladores del estilo de Mercedes Petit, las calamidades sociales que habría soportado el pueblo ruso hubieran sido mucho mayores y la revolución bolchevique habría sido destruida desde su interior en poco tiempo.
Mentira nº4: la economía cubana está en manos del capital extranjero
La mentira nº4 consiste en presentar a la economía cubana en manos del capitalismo extranjero: «los grandes negocios están en manos de las multinacionales y las empresas mixtas con los burócratas» quienes «mienten para esconder este hecho». Para ello cita el caso de una serie de empresas mixtas, entre ellas la del níquel, las hoteleras, la concesión de exploración petrolera y otras, y concluye que tales concesiones o empresas mixtas representan la totalidad de la economía regalada a los capitalistas extranjeros, sin ofrecer ninguna demostración, cuando ésta sólo representa una porción de la economía, y además es sobradamente conocido que una cosa es la gestión y otra la propiedad, que en muchas concesiones el Estado cubano conserva el 51% de la propiedad, y que se reserva el derecho de recuperar la misma protegiendo la soberanía. Entendemos que Mercedes Petit se siente indignada de que el gobierno cubano haya conseguido agrietar el férreo bloqueo contra Cuba –es normal, puesto que ella vive en un país que no está bloqueado y probablemente dispone de un acceso a mercancías y servicios muy difíciles de obtener para los cubanos- y haya realizado negocios con capitalistas extranjeros que posibilitan desarrollar ramas de la economía y crear fuentes de trabajo bien remuneradas para decenas de miles de trabajadores cubanos.
El problema no es nuevo. También Lenin se tuvo que enfrentar en 1921, dentro de su propio partido, a los que presentaban la política de concesiones a los capitalistas extranjeros como un retorno al capitalismo. La situación de Cuba y la de la Rusia de 1921 presentan muchas similitudes: una economía bloqueada por el imperialismo, necesidad de tecnología y mercados, y urgencia en elevar el nivel de vida del pueblo. Por ello son interesantes los argumentos que exponía Lenin, y que parece que son desconocidos para la trotskista argentina:
«En el cerco capitalista, aprovecharemos la avidez de los capitalistas por los beneficios y la rivalidad entre los trusts, a fin de crear condiciones para la existencia de la República Socialista, que no podrá existir al margen de las relaciones mundiales y que, en las presentes condiciones, debe vincular su existencia a las relaciones capitalistas» (7)
«Necesitamos de todo punto este convenio con los trusts estatales de otros países adelantados, debido a que nuestra crisis económica es tan profunda que, de no recibir del extranjero utillaje y ayuda técnica, no podremos restaurar con nuestras propias fuerzas la economía en ruinas. (…) Se pueden entregar concesiones en condiciones más vastas, quizás, a los principales consorcios imperialistas –la cuarta parte de Bakú, la cuarta parte de Grozni, la cuarta parte de de nuestras mejores reservas forestales- para asegurar así la obtención de utillaje y crear la base necesaria según la última palabra de la técnica» (8)
Además, Lenin se vio obligado a defender la alternativa de las concesiones extranjeras como vía para aliviar la penosa situación de una parte de los obreros rusos:
«¿Por qué no se puede organizar las cosas de modo que los obreros trabajen por turno en las empresas otorgadas a los capitalistas? Unos obreros trabajarían seis meses durante los cuales recibirían ropas y alimentos, y luego cederían su lugar a otros para que se alimentaran. Desde luego en esto habrá que luchar contra los prejuicios» (9)
A diferencia de Lenin, que tuvo que batallar contra el extremismo dentro de sus propias filas, hoy la Revolución cubana se debe enfrentar al «infantilismo izquierdista» extranjero de carácter neocolonial e injerencista, que no aporta ninguna solución concreta a los problemas sociales y económicos cotidianos, pero que alborota y provoca todo el griterío posible cuando se ensayan medidas prácticas para mejorar la situación del país y de la población.
Mentira nº 5: el imperialismo apoya al gobierno cubano
En el colmo de la manipulación Mercedes Petit afirma que la política cubana «es bendecida» por los gobiernos de España, Brasil y por altos funcionarios de Estados Unidos, con el objetivo de mostrar que la Revolución cubana es una marioneta del imperialismo. Ciertamente, las multinacionales españolas tienen negocios conjuntos con Cuba y sabiendo que no es factible el derrocamiento del gobierno cubano, necesitan una relación estable con la isla, mientras que Brasil es un país tradicionalmente amigo del gobierno cubano. Pero insinuar que los Estados Unidos, España o otros gobiernos imperialistas apoyan al gobierno de Raúl Castro constituye una grosera manipulación: ¿por qué entonces los Estados Unidos no levantan todas las restricciones a Cuba y su política de hostigamiento comercial y político? ¿Por qué la Unión Europea no levanta la Posición Común y cesan las injerencias de diplomáticos y políticos europeos en Cuba?
La visita de diplomáticos extranjeros y las relaciones diplomáticas con países extranjeros existe desde que triunfó la Revolución cubana. Extraer unas declaraciones de contexto para presentar al gobierno cubano como una marioneta del imperialismo constituye la más grosera de las manipulaciones. En realidad, a la trotskista argentina le duele que Cuba haya provocado fisuras en el aislamiento diplomático y haya sectores del imperialismo que se muestren más conciliadores con la Revolución cubana, incluyendo algunos de los Estados Unidos, arrinconando las posiciones más ultraderechistas.
Conclusión: Mercedes Petit y la extrema izquierda neocolonial, al servicio de la ultraderecha imperialista
¿Cuáles son las posiciones políticas que Mercedes Petit y su grupo defienden realmente, tras su estridente “pureza ideológica”? La trotskista argentina escoge tomar bajo su protección a los mercenarios pro-yanquis recientemente liberados por mediación de la Iglesia católica cubana –suceso que alaba como «un logro importante en el terreno de los derechos humanos»-, al supuesto cantante-engendro Gorki Águila y a la bloguera Yoani Sánchez, creada por el grupo Prisa –un grupo de comunicación que coincide con Petit en sus mentiras y ataques a Cuba y Venezuela- y otros medios de comunicación imperialistas, una Yoani Sánchez que además defiende abiertamente la propiedad privada y el capitalismo: estas son las personas que alaba Mercedes Petit. La trotskista argentina, además, implícitamente nos muestra qué modelo de sociedad defiende cuando habla de «dictadura castrista» o «de partido único», de «falta de democracia y de derechos humanos». Porque eso nos lleva a la inevitable pregunta: ¿dictadura, derechos humanos y democracia respecto a qué? Pues es evidente, si la situación de las libertades, los derechos humanos, la democracia y los derechos laborales en Cuba es tan nefasta, la trotskista argentina pretende que reivindiquemos un sistema que sea antagónico al cubano: este es, ni más ni menos, el modelo “democrático” y económico norteamericano y europeo, que se fundamenta en quinientos años de colonialismo, esclavitud y genocidios, y en las guerras actuales de conquista. Ya sabemos lo que defiende Mercedes Petit tras todo su griterío extremista y su “pureza ideológica”: el modelo económico, social y político del imperialismo. En este sentido, su clamorosa falta de mención de los graves efectos del bloqueo imperialista sobre la economía y el nivel de vida de los cubanos es muy reveladora.
¿Por qué se ensaña la trotskista argentina con Cuba, una pequeña e inofensiva isla, cuyo contexto histórico y económico es el del Tercer Mundo empobrecido y colonizado? La explicación está clara: se trata de presentar a Cuba -desde la supuesta izquierda-, como la cueva de los horrores, para debilitar la solidaridad internacional con la Revolución cubana y desviar la atención sobre los graves problemas que sufren los pueblos oprimidos por el imperialismo. El mecanismo es muy sencillo: se envían mensajes de la ultraderecha anticubana a través de un vocabulario de extrema izquierda utilizando unos códigos muy simplificados y conocidos por el gran público, ya que son difundidos diariamente por las televisiones, la prensa y otros medios de comunicación imperialista. Palabras como «dictadura castrista», «democracia», «explotación», «mentiras», etc., repetidas millones de veces, no necesitan ninguna demostración cuando se trata de agredir a Cuba. La trotskista argentina no deja de ser más que un simple vehículo de la prensa imperialista.
Nos encontramos ante la ultraderecha disfrazada de extrema izquierda que trata de erosionar el apoyo de la izquierda internacional a Cuba, para debilitar la solidaridad internacional, y reforzar la política anticubana del imperialismo norteamericano y europeo y de la extrema derecha de Miami. La trotskista argentina se muestra contraria a las recientes medidas adoptadas por el gobierno de Cuba, pero no ofrece ninguna alternativa para superar el bloqueo, reanimar la economía y mejorar el nivel de vida de la población más allá de la injerencia en la soberanía cubana y en exigencias demagógicas a un gobierno acosado y agredido durante medio siglo por la potencia imperialista más poderosa de la historia, que dispone de recursos muy limitados para garantizar un bienestar a su población.
Mercedes Petit constituye sin duda un excelente ejemplo de la izquierda neocolonialista e injerencista, que con su vocabulario de extrema izquierda y sus actitudes prepotentes que nada tienen que envidiar a aquella Segunda Internacional socialdemócrata, que por una parte empleaba un lenguaje técnicamente muy “marxista” y “obrero”, y por otra defendía la política colonialista e imperial de sus gobiernos contra los pueblos oprimidos. Pero la pinza de la ultraderecha y una parte de la diminuta extrema izquierda no conseguirá engañar a los internacionalistas y solidarios con el pueblo cubano y su Revolución.
Notas
- Lenin: Discurso en la reunión del grupo comunista del CCSR. Obras, T. 43, p. 193. Editorial Progreso, Moscú, 1987.
- http://www.kaosenlared.net/noticia/ajuste-a-la-cubana-5
- http://cubasolidaridad.org/index.php?option=com_content&task=view&id=487&Itemid=31
- http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/2008/cuba/newsid_7767000/7767165.stm
- V. I. Lenin: Informe sobre la Nueva Política Económica. VII Conferencia del Partido de la provincia de Moscú. Obras, T. 44, p. 216. Editorial Progreso, Moscú, 1987.
- V. I. Lenin: Informe sobre el impuesto en especie. X Conferencia del PC (b) R. Obras, T. 43, p.316. Editorial Progreso, Moscú, 1987.
- Lenin: Discurso en la reunión del grupo comunista del CCSR. Obras, T. 43, p. 180. Editorial Progreso, Moscú, 1987.
- Lenin: Discurso en el X Congreso del PC (b) de Rusia. Obras, Tomo 43, p.21. Editorial Progreso, Moscú, 1987.
- Lenin: Discurso en la reunión del grupo comunista del CCSR. Obras, T. 43, p. 194. Editorial Progreso, Moscú, 1987.