Empresas transnacionales españolas: a más beneficios, menos salarios.
Alberto Garzón Espinosa
La gran expansión de las empresas transnacionales españolas en las últimas décadas ha sido un fenómeno que les ha permitido incrementar cuantiosamente sus niveles de beneficios. Tal expansión ha sido posible gracias al nuevo contexto financiero, el cual ha facilitado la financiación, fundamentalmente, mediante la emisión de acciones de sus actividades económicas. Sin embargo, y como mostramos en este artículo, el crecimiento de los beneficios no se ha traducido en un crecimiento igual en los niveles de empleo o de salarios.
La gran expansión de las empresas transnacionales españolas en las últimas décadas ha sido un fenómeno que les ha permitido incrementar cuantiosamente sus niveles de beneficios. Tal expansión ha sido posible gracias al nuevo contexto financiero, el cual ha facilitado la financiación, fundamentalmente, mediante la emisión de acciones de sus actividades económicas. Sin embargo, y como mostramos en este artículo, el crecimiento de los beneficios no se ha traducido en un crecimiento igual en los niveles de empleo o de salarios.
El proceso de internacionalización de las empresas se inició a finales del siglo XIX y acusó un considerable descenso en el período comprendido entre las dos guerras mundiales. No obstante, con el ciclo expansivo de la posguerra se inició una recuperación de las inversiones extranjeras directas que se ha intensificado especialmente tras la crisis estructural de los setenta. De hecho, la importancia de las empresas transnacionales en el mundo se ha acentuado en las últimas décadas, tanto en volumen de inversiones como en número de empresas internacionalizadas.
Sin embargo, el crecimiento de la Inversión Extranjera Directa (IED) se interrumpió en el año 2002, tras haber alcanzado un pico máximo en 2001, coincidiendo con la crisis de las llamadas empresas “puntocom” en Estados Unidos. No obstante, a partir de 2003 los flujos de IED mundial volvieron a crecer exponencialmente, superándose de nuevo en 2006 los máximos históricos.
En 2007 la IED había alcanzado un valor equivalente a 137 veces el valor de 1970 [1], y los flujos mundiales de IED aumentaron en sólo un año un 30% hasta alcanzar los 1.833.000 millones de dólares, una cifra muy superior a la del año 2000 -cuando se alcanzó el último record- (UNCTAD, 2008). En conjunto, durante el período comprendido entre 1982 y 2007 el flujo de inversiones en el extranjero se había multiplicado por 32, los activos de las filiales de las multinacionales se habían multiplicado por 31 y las ventas de estas mismas filiales por nueve. [2]
No todo el flujo de capital se destina a inversiones en nueva planta sino que, como es sabido, pueden ser simplemente la representación contable de las fusiones y adquisiciones transfronterizas (FAT). Las FAT son, de hecho, la forma dominante dentro de la IED y en los últimos años ha representado el 88% del total de IED. [3]
Los flujos de IED y de FAT con origen en España han mostrado también una tendencia creciente, aunque sometida a importantes altibajos, que es incluso más intensa que en el resto del mundo. Si bien hasta mediados de la década de los ochenta las salidas de IED no habían superado nunca los 500 millones de dólares, en el año 2002 esa cifra alcanzaba ya los 58.213 millones, y en el año 2007 llegaba a los 119.609 millones. [4] Sin embargo, nada de esto hubiera sido posible sin los cambios recientes en la economía mundial.
La “financiarización” de las economías desarrolladas
Tras la II Guerra Mundial, la economía mundial inició un ciclo expansivo que duró hasta la década de los setenta, cuando esta dinámica se quiebra derivando en una grave crisis estructural. La incapacidad de las medidas keynesianas para ofrecer una solución satisfactoria a dicha crisis, unida a la fuerte difusión de la ideología neoliberal a través de todo tipo de thinks tanks, condujo a un cambio radical en la configuración de la economía mundial.
La llegada a los gobiernos de partidos políticos de marcado sesgo neoliberal, como el de Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Reino Unido, posibilitaron la puesta en práctica de medidas de choque que tenían como objetivo recuperar la rentabilidad de las empresas privadas: la desregulación y liberalización de los mercados, las privatizaciones de los activos públicos, así como el recorte en general de los sistemas de bienestar propios de la etapa keynesiana del capitalismo. Y lo consiguieron. Así, las tasas de ganancia se recuperaron a costa de la menor participación de los salarios en la renta y del aumento de los espacios de valorización de las empresas privadas como consecuencia de las privatizaciones y desregulaciones.
Como consecuencia de la profunda liberalización y desregulación del sector financiero proliferaron nuevos agentes financieros (fondos de inversión, fondos de pensiones, hedge funds, etc.) y nuevos instrumentos financieros (en especial los llamados derivados). Todo ello agudizó la globalización financiera y contribuyó a modificar el comportamiento de las unidades económicas básicas de las economías, esto es, de las empresas financieras, las empresas no-financieras, los hogares y el Estado.
Este nuevo contexto, que algunos autores han bautizado con el término de “financiarización”, abrió la puerta a nuevas formas de negocio para empresas y hogares y, en particular, permitió a las primeras el uso de nuevas fórmulas para la financiación de sus actividades.
Las empresas españolas en el contexto de la financiarización
Las empresas españolas se beneficiaron también de todos estos cambios y, en particular, de la enorme liquidez que existía en el mercado de acciones. Ello permitía financiar sus actividades preferentemente emitiendo acciones, y no a través de préstamos (que era lo habitual hasta entonces), consiguiendo así una financiación más barata. Pero además también permitía a las empresas introducirse con mejores perspectivas en el negocio de la compra de acciones de otras empresas, pudiendo así iniciar procesos de fusión con mayor facilidad.
En el año 2000, la emisión de acciones representaba en los balances financieros el 60% de la financiación total de las empresas no-financieras españolas, mientras que en 1990 no se llegaba al 35%. Pero, además, también ganaba peso la inversión en acciones, que pasó de representar un 10% del balance financiero en 1990 a hacerlo en un 45% en el año 2000. [5]
La expansión de las empresas transnacionales se logró, por lo tanto, gracias a la existencia de este nuevo contexto financiero. Las empresas transnacionales podían incluso comprar otras empresas con las mismas acciones que acababan de emitir, en un proceso denominado “canje de acciones” y que emplearon, entre otras empresas, Repsol y BBVA. [6] El contexto político mundial, con la aplicación en América Latina de los planes de ajuste neoliberales que llevarían a la privatización masiva de empresas públicas, cierra el esquema de expansión de la década de los noventa.
Así pues, encontramos que la dinámica reciente de las empresas transnacionales españolas está muy condicionada por la evolución del ciclo capitalista mundial y, particularmente, por el comportamiento de los mercados financieros. Por todo ello y tras el análisis de algunas variables fundamentales como la IED, los índices bursátiles y las ampliaciones de capital, diferenciamos tres subperíodos en la última década: dos de expansión y uno de estancamiento.
El primer subperíodo de expansión comienza en torno a 1996 y dura hasta el año 2000, cuando da inicio la etapa de estancamiento. Apartir de 2003 la actividad comienza a recuperarse y se inicia así un segundo ciclo de bonanza económica que durará hasta 2007. Pero, ¿cómo han evolucionado los beneficios, los salarios y los empleos de las empresas transnacionales españolas [7] en todo ese tiempo? ¿Han mantenido correspondencia las tres variables en las épocas de bonanza y de estancamiento?
Beneficios, salarios y empleos
Las principales variables microeconómicas de las empresas transnacionales españolas han mostrado un comportamiento divergente. En los subperíodos de expansión los beneficios de las empresas han tenido gran dinamismo, superando el 15% de crecimiento medio anual, mientras que en el período de estancamiento los mismos se han mantenido en niveles reducidos. El número de empleados [8] también ha seguido un comportamiento pro-cíclico, creciendo en los subperíodos de expansión (fundamentalmente en el primero) y retrocediendo en el de estancamiento.
No ocurre lo mismo con los salarios medios, que han mostrado un comportamiento irregular en los tres períodos: cayeron a un ritmo del 5% anual durante el primer subperíodo (lo que significa que las nuevas contrataciones se realizaron a través de salarios más reducidos), se contrajeron ligeramente en el segundo subperíodo y crecieron en torno a otro 5% anual durante el tercero.
El contraste entre la evolución de los beneficios por empleado y los salarios medios es significativo. A excepción del primer subperíodo, los empleados han sido cada vez más rentables para sus empresas, pero no se han visto recompensados con subidas salariales en consonancia. Así, tanto en el segundo como en el tercer subperíodo el beneficio por empleado creció muy por encima de lo que crecieron los salarios, y cuando durante el primer subperíodo cayeron tales beneficios, aún lo hicieron más los salarios.
Es importante hacer notar que este comportamiento descrito no es en absoluto homogéneo para el conjunto de empresas analizadas. Así, y como podemos ver en las tablas 1 y 2 (consultar la edición en papel o el PDF), aunque en conjunto se haya creado empleo (a una tasa media de crecimiento anual de 2,87%), las empresas financieras (Santander y BBVA) han visto reducido su personal de forma importante. Son también estas empresas, precisamente, las que mayor ritmo de crecimiento de los beneficios han experimentado.
Conclusiones
Un análisis posterior nos permitirá “bucear” entre los datos para estudiar con más detalle las diferencias entre las distintas empresas transnacionales y, si es posible, aumentar la muestra de las mismas. Este artículo, sin embargo, nos aporta desde ya algunas conclusiones significativas que apoyan la tesis según la cual en el seno de las ETN hay distintos grados de beneficiarios al respecto de las actividades empresariales.
De hecho, como hemos visto, el crecimiento de los beneficios no se ha traducido en un incremento igual en los niveles de empleo o de salarios. Más al contrario, la divergencia entre el comportamiento de los beneficios y de los salarios y empleo es cada vez más importante en el conjunto de empresas y para algunas, como las financieras, se da incluso una relación antagónica.
Notas
[1] Fonseca, J. (2008): “Corporaciones transnacionales y tendencias de la inversión extranjera en la globalización” en Ekonomiaz N. 68, 2º cuatrimestre.
[2] Ídem.
[3] Ídem.
[4] UNCTAD (2010): Base de datos, disponible en www.unctad.org.
[5] BDE (2010): Cuentas financieras de la economía española, disponible en www.bde.es
[6] Carpintero, O. (2009): «La “sonrisa” de la heterodoxia» en Principios, nº 13.
[7] Intereses económicos españoles en las negociaciones comerciales Europa-África. Ka pesca en Senegal como ejemplo. SETEM, 2001.
[8] Cabe precisar que al ser datos oficiales no se está teniendo en cuenta ni el efecto de las externalizaciones ni la posible existencia de economía informal vinculada a las actividades de la ETN.
Alberto Garzón Espinosa es investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) y de la Universidad Complutense de Madrid.
Este artículo ha sido publicado en el nº 43 de la edición impresa de Pueblos, julio de 2010, Especial Multinacionales.
Fuente: http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1954
Rebelion 10/09/10