Caso Joaquín Pérez: La cobardía es símbolo de traición
Por: Dax Toscano Segovia Chávez ha claudicado. Ahora su colaboración es con el régimen fascista colombiano, ya no con la lucha de los pueblos
Julius Fucik, militante comunista asesinado por el nazismo, escribió en su obra “Reportaje al pie del patíbulo” que: “Cuando la lucha es a muerte; el fiel resiste; el indeciso renuncia; el cobarde traiciona…, el burgués se desespera, y el héroe combate”.
Chávez ha renunciado a estar junto a los revolucionarios para ponerse de lado de la oligarquía santanderista colombiana. La historia y los pueblos que luchan con el ejemplo de Bolívar no olvidarán la afrenta que el presidente Chávez, otrora radical y consecuente con las ideas que profesaba, hoy está cometiendo contra un luchador y revolucionario como Joaquín Pérez Becerra.
El día sábado al arribar a Venezuela, en el aeropuerto de Maiquetía, el fundador y director de la Agencia Nueva Colombia, fue detenido por los servicios de inteligencia de ese país. De inmediato, el gobierno “¿bolivariano?” emitió un comunicado en el cual dio a conocer sobre ésta detención, señalando que Joaquín Pérez Becerra estaba solicitado por Interpol y que tenía una circular roja por la supuesta comisión de los delitos de concierto para delinquir, financiamiento del terrorismo y administración de recursos relacionados con actividades terroristas.
Los victimarios transforman a sus víctimas en lo que ellos son.
Militante de la Unión Patriótica, organización política que sufrió el aniquilamiento de sus miembros por parte del Estado colombiano y sus fuerzas militares y paramilitares, Joaquín partió al exilio y se radicó en Suecia, país donde obtuvo la ciudadanía y en el cual vive junto a su familia.
Su delito es haber hecho un periodismo digno, implicado con la causa de los pueblos y de la revolución latinoamericana. Su delito ha sido el de jamás hacer suyo el discurso de los poderosos, de la oligarquía colombiana, del imperialismo y de la industria de la mentira a través del cual se ha descalificado a la insurgencia colombiana.
Es lo que Chávez no ha aprendido. Su cobardía lo ha llevado a traicionar a un hermano de lucha, para ponerse de rodillas ante el asesino Juan Manuel Santos, aquel que cuando fuera Ministro de Defensa dio la órden, conjuntamente al narcoparamilitar de Uribe, de bombardear el campamento de Angostura en territorio ecuatoriano.
La política internacional de Chávez está supeditada a sus intereses muy particulares. Ataca verbalmente al imperialismo, cada vez con menos contundencia que cuando lo hacía en sus inicios, ya ni siquiera habla de la oligarquía santanderista, como si Santos fuera un bolivariano, mientras en la práctica demuestra ser inconsecuente con lo que expresa.
Chávez no ha escatimado servir a gobiernos reaccionarios y de colaborar con sus políticas represivas. Ayer lo hizo con España, para complacer a Zapatero y al rey, asustado frente a las declaraciones de un juez de la Audiencia Nacional que pretendió implicar a su gobierno con las FARC-EP y con ETA. Por eso el régimen emprendió la persecución a ciudadanos vascos residentes en Venezuela y a la expulsión del internacionalista Walter Wendelin.
Ahora, como el propio Santos ha declarado, “no ha titubeado” para prestar sus buenos servicios para la captura de Joaquín Pérez Becerra.
Chávez ha claudicado. Ahora su colaboración es con el régimen fascista colombiano, ya no con la lucha de los pueblos. El miedo lo ha vencido, más preocupado de ganar unos cuantos votos para no seguir perdiendo respaldo popular frente a las elecciones presidenciales de 2012, debido a las políticas contradictorias de su régimen que no se decide a golpear definitivamente a los intereses de la burguesía venezolana, a combatir a la corrupción, a la burocracia, a la boliburguesía y a luchar en forma efectiva por la victoria del socialismo en la República Bolivariana de Venezuela.
Chávez ha cedido mucho terreno, producto de su cobardía.
Ante las presiones del gobierno uribista se intentó boicotear la Escuela de Formación Política Manuel Marulanda Vélez en el año 2009. Chávez llamaba hermano a Uribe, se abrazaba con él, se tomaba fotos hasta que el paraco le dio otro zarpazo. Luego entabló amistad con Santos quien le impuso sus condiciones para aceptarle como amigo. Chávez no rechistó y se sometió a las imposiciones de Juan Manuel, su nuevo hermano. Mientras, la política diplomática incoherente del presidente Chávez que mandaba tropas a la frontera colombiana, para luego darse la mano con sus enemigos, a los que él ve como sus amigos y hermanos, cada vez más se alejaba de la lucha de los pueblos y de la práctica que debe caracterizar a todas y todos los revolucionarios: el internacionalismo.
Chávez está confundido: no es internacionalista el que ayuda simplemente a gobiernos, incluso a los oligárquicos; no es internacionalista el que pone por encima a los intereses estatales, por los de la lucha revolucionaria de los pueblos; no es internacionalista el que solo mira por sus intereses particulares para garantizar su permanencia en el gobierno, dejando de lado la ética que debe caracterizar a las y los revolucionarios y que implica ponerse siempre del lado de los débiles y no de sus opresores.
Muy poco ha asimilado Chávez las lecturas de Gramsci, del Che, de Trotsky que dice haber realizado.
Qué distinto este Chávez cobarde y claudicador, al Comandante bolivariano que pedía el reconocimiento como fuerzas beligerantes dentro del conflicto colombiano para las guerrillas del ELN y las FARC-EP. De eso ya no queda nada. Hoy, en cambio, entrega a guerrilleros para satisfacer a su amigo Santos.
Da pena, a la vez que causa dolor.
La Revolución bolivariana seguirá contando con el apoyo decidido de otros pueblos hermanos. Con Chávez, por ahora, la relación ha llegado a un final triste.
Patria Grande, 25 de abril de 2011
La Haine