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El Fin del Imperio Norteamericano

El Fin del Imperio Norteamericano


El Fin del Imperio Norteamericano

El imperio norteamericano se encuentra en plena decadencia y vertiginosa caída. El otrora imperio más poderoso de la tierra, no tiene dinero, sus industrias se cierran, el desempleo masivo se vuelve crónico y es incapaz de seguir proporcionando los subsidios multimillonarios de antaño a sus propias empresas, tanto agrícolas como industriales. Su brecha entre pobres y ricos es la más grande de su historia. Sus manufacturas se han contraído visiblemente en tanto la acelerada transferencia de capitales y tecnología hacia otros países, su deuda externa sobrepasa ya los 10 trillones de dólares y en sus centros comerciales proliferan, como en cualquier otro país del mundo, mercancías “Made in China”.

De la misma manera vemos al ex gran gendarme del mundo, con toda su potencia y superioridad militar, enfrascado por ya casi una década en dos guerras sin salida en el Medio Oriente, cuestionado por el propio Brasil al querer dirigir las fuerzas de intervención en Haití, y maniatado ante los levantamientos de masas en el norte de África. Y vemos como su poderío militar y tecnológico le es insuficiente para imponerse en guerras asimétricas, o para obtener botines de guerra que antes lograba con facilidad.

Un imperio con crecientes dificultades para ser escuchado e imponer sus propuestas en organismos internacionales como el Grupo de los 8, G8, y aún más, dentro del mismo Grupo de los 20, G20. Con cada vez mayor dificultad para llevar adelante, de manera unilateral, sus políticas económicas prioritarias, como la regulación de precios internacionales o el establecimiento de tratados comerciales. Tal es el caso en Sudamérica, en donde el poder y la influencia actual de Brasil, no le han permitido hasta ahora concretar la extensión del Tratado de Libre Comercio para las Américas, ALCA, a los países de esta región.

Lidereado por una presidencia incapaz de resolver los problemas de fondo que lo aqueja, continuando con las políticas de Bush y de los republicanos que lo antecedieron. Hasta el momento sus medidas para controlar la crisis han sido tibias, intrascendentes y de poco impacto – muy alejadas de aquellas impulsadas por el New Deal en los 30’s, en cuanto al desarrollo de la producción industrial y agrícola, impulso del empleo y distribución de beneficios sociales – enfocándose fundamentalmente en la recuperación de las ganancias del capital financiero. Sin que esto logre consolidarle un férreo y certero apoyo del conjunto de su burguesía.

Al mismo tiempo vemos como entonces las previas ilusiones por las promesas que Obama nunca hizo, entre los sectores de masas significativos que lo llevaron a la presidencia, se pierden, decreciendo constantemente su anterior y entusiasta apoyo. Y a una creciente pequeña burguesía frustrada, descontenta, y muy vociferante, reclamando la necesidad de recuperar a “la gran potencia imperial” organizándose en instancias de ultra derecha como el tan controvertido Tea Party.

Un imperio, al cual sus medicinas bipartidistas de antaño, le resultan ya… insuficientes.

¿PERO POR QUE SE CAE?

El imperio se cae porque su burguesía en la búsqueda inmediata al incremento a sus ganancias se ha acertado a sí misma un golpe mortal. Se cae, porque después de cuatro décadas de perder millones de empleos al reubicar sus centros de producción en otras áreas geográficas con costos de producción más bajos y menores estándares de protección ambiental, inició un proceso de re-estructuración de la economía mundial que hoy viene a cobrarle la cuenta.

Los Estados Unidos ya han vivido serias crisis económicas y serias crisis políticas, sin embargo hoy las cosas son distintas. Esta reubicación de sus centros productivos, provocó el desarrollo acelerado de aquellos que se levantan hoy como sus principales competidores: China, la India y Brasil. Y hoy, naciones que en tiempos no muy lejanos orbitaban alrededor del imperialismo norteamericano y europeo, comienzan a girar alrededor de los nuevos gigantes, desarrollando irremediablemente relaciones nuevas de interdependencia económica y de subyugación política. Algo similar sucedería después de la segunda guerra mundial con Alemania y Japón cuando los Estados Unidos para asegurarse su influencia y sus mercados invirtieran en estos países, con el pretexto de la reconstrucción, y en tan solo tres décadas ambos países veríanse transformados en sus principales competidores.

Es decir, que el accionar natural propio de la burguesía en la búsqueda de su supremacía y máxima obtención de ganancias es la que la lleva a su destrucción. Esta premisa histórica fue ya entendida perfectamente desde los tiempos del Manifiesto de Partido Comunista, sin embargo hoy esta premisa adquiere carácter determinante en el futuro del imperio burgués más grande que conoció la tierra. El desplazamiento de los centros de producción a otros regiones, produjo, sí, mayores ganancias a la burguesía, pero al mismo tiempo ocasionó la pérdida de empleos y de productividad dentro del imperio e intensificó la destrucción del planeta al reubicar fábricas en lugares con mínimas regulaciones ambientales.

Hemos visto a través de la historia cómo muchos otros imperios han pasado por etapas de formación, desarrollo, decadencia y desintegración en total correspondencia con determinadas necesidades históricas. El espectro de la desintegración imperial ha asolado a distintas formaciones geográfica-políticas (y por lo tanto económicas) multinacionales, coloniales e imperiales a través de la historia. Y han sido sus crisis económicas, su fragmentación política, acontecimientos históricos monumentales y sobre todo agudas luchas de clases sin cuartel lo que ha acabado con ellos.

La caída del imperio norteamericano, se nos plantea hoy, en el contexto de un sistema capitalista mundial en agonía mortal. Es decir, un sistema mundial de explotación, exhausto históricamente porque no puede garantizar nuestra sobrevivencia ni la sobrevivencia del planeta y utiliza todas sus fuerzas, confusa y caóticamente para no desaparecer. Siendo estas fuerzas la súper explotación brutal en las nuevas áreas claves de la economía mundial y la restricción de las conquistas de los trabajadores para poder hacerlo. Alistándose para regímenes de control más severos y antidemocráticos.

SIN EMBARGO LOS IMPERIOS NO SE CAEN SOLOS

A pesar de la situación descrita, y las razones de fondo del por qué de la falta de futuro y razón de ser para la continuidad del imperialismo norteamericano, la riqueza de recursos naturales e infraestructura acumulada en este país por tantos años de dominio es muy grande y pasará mucho tiempo para que llegue a los niveles de deterioro vistos en los países del tercer mundo o antiguas colonias. Si acaso, en un primer período llegará a los niveles de sus contrapartes europeas.

Al mismo tiempo, semejante infraestructura en manos de los trabajadores sacudiría al mundo. Sin embargo, a partir de los 90’s no hemos visto grandes movilizaciones casi de ningún sector del movimiento obrero. Las luchas han sido defensivas, aisladas y poco políticas. Los niveles de sindicalización tienen años que no dejan de bajar. Las centrales obreras oficiales son absolutamente inofensivas, sobre todo por su dependencia del estado a través del Partido Demócrata y no existe sindicalismo independiente.

A partir de la crisis del 2008, todas las negociaciones contractuales han resultado en reducción a los beneficios laborales por temor a más despidos. Las respuestas de los trabajadores y de las masas norteamericanas, hasta ahora beneficiados por los privilegios de vivir en el imperio, han sido mínimas (aunque con notables y promisorias excepciones como los trabajadores de Wisconsin), con la noción absoluta de aceptar los golpes de la patronal en tanto sus contratos colectivos de trabajo, arrebatándoles prestaciones, una tras otra, en aras de la preservación del empleo.

Los trabajadores latinos -especialmente mexicanos- en los Estados Unidos, definitivamente tendrán un rol importante en lo que pueda venir. De hecho han sido estos trabajadores los que han sido mucho más receptivos a la organización sindical, y los sindicatos con mayor membresía de estos trabajadores, han sido durante ya varias décadas los más combativos. Pero sus luchas decisivas, como ya se ha visto en sus continuas movilizaciones, especialmente en el impresionante paro nacional del 2006, se darán por fuera de estos sindicatos, en organismos del conjunto de esta comunidad o a partir de la creación de sindicatos alternativos, independientes y realmente combativos.

En términos históricos, estos trabajadores, contados por millones, podrían ser una de las dagas que le asestarán el golpe al imperialismo norteamericano. Puesto que a pesar de sus masivas luchas por la integración y por derechos humanos y políticos, el imperialismo es incapaz en estos momentos de total decadencia y crisis de absorber a estos trabajadores o conceder a sus demandas. Esta situación no les dejaría otro camino que el de reclamar los territorios mexicanos arrancados y constituirse en un movimiento de liberación nacional.

La ideología del imperialismo norteamericano de “Yo sólo por mí veo,” tiene raíces profundas en el pueblo norteamericano y será necesaria una lucha sin cuartel para deshacerse de ella e impulsar la plena participación y la solidaridad entre los trabajadores. Las posibilidades para los trabajadores de este país son enormes, al mismo tiempo, las consecuencias de no actuar y esperar a que se caiga todo, serán fatales.

Fatales, porque sin esta opción, se acrecentarán las frustraciones de la pequeña burguesía y sectores que queden por fuera de los procesos productivos y su determinación en el impulso de movimientos de carácter fascista. Grupos tales como el Tea Party crecen y comienzan a tener un accionar más amenazador en la política nacional, con posibilidades de generar crisis tales como las producidas por atentados terroristas internos asociados con grupos de ultraderecha en los Estados Unidos, como el ocurrido en Oklahoma City en 1995.

¿Por qué las posibilidades para los trabajadores en este país son enormes? Precisamente por la riquísima infraestructura de este país, en términos tecnológicos, industriales y de recursos naturales, le darían a los trabajadores norteamericanos la base para una transformación social sin precedentes en un proceso revolucionario hacia el socialismo. Y para que esto ocurra, es necesaria la lucha ideológica sin cuartel para ganar a esos trabajadores a este proceso revolucionario y no dejarse hundir en el vacío con los hasta ahora dueños del imperio

Izquierda Info 24/04/11

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