Los anticapitalistas ante la intervención en Libia
Los acontecimientos acaecidos en los dos últimos meses en Libia, han puesto a los militantes anti-imperialistas ante complejos dilemas políticos y morales.
Tomás Soria y Rubén Quirante www.anticapitalistas.org 19-4-2011
Los acontecimientos acaecidos en los dos últimos meses en Libia, insertos en una ola de levantamientos populares contra dictaduras en el Norte de África de decenios de existencia, han puesto a los militantes anti-imperialistas ante complejos dilemas políticos y morales. Estos dilemas son en buena medida producto de la debilidad de la izquierda en la actualidad, pero es necesario reconocer que han surgido discrepancias que no tienen tanto que ver con nuestras debilidades como con los diferentes enfoques que se han planteado ante la cuestión libia. Adelantando que nuestra posición es de absoluto rechazo a cualquier intervención imperialista en Libia en el contexto actual, intentaremos explicar en las próximas líneas las razones de nuestro desacuerdo con quienes defienden esa postura, intentando, en la medida de lo posible, ofrecer ejes alternativos para el análisis político de este conflicto.
– Bengasi, o el dilema de una situación límite.
Uno de los argumentos más planteados en las últimas semanas tiene que ver con la necesidad de dar una respuesta a la demanda del Consejo Nacional de Transición (en adelante CNT) de una zona de exclusión aérea que permitiera a los rebeldes defenderse ante la superioridad militar de Gadafi. Esta solicitud tendría el objetivo de evitar una masacre, anunciada por el propio Gadafi, en la ciudad de Bengasi y otros enclaves controlados por el CNT. Partiendo del reconocimiento de la situación extrema de los rebeldes libios cuando realizan esta petición de intervención aérea, debemos objetar las siguientes cuestiones:
1.- Que una demanda sea comprensible desde un punto de vista humano no la convierte en un acierto político que debamos apoyar. Solicitar una intervención imperialista pone a los rebeldes libios en una situación de dependencia permanente de una máquina de guerra imperialista al servicio de las grandes potencias occidentales. Esta solicitud puede entenderse en una situación desesperada, en la cual no es fácil valorar todas las consecuencias de una decisión, pero creemos que hipoteca las potencialidades del levantamiento popular. Además no garantiza en absoluto que el resultado de la intervención no sea más sangriento aún que la represión de la dictadura. No podemos dudar de las intenciones criminales de Gadafi, pero tampoco debemos olvidarnos del resultado de anteriores actuaciones “humanitarias” de la OTAN, organismo del que desconocemos cualquier buena voluntad desde su fundación en 1949. Hay que huir, por tanto, por muy contradictorio y doloroso que sea, de cualquier lógica militarista legitimadora de la OTAN como policía del mundo civilizado.
2.- Recientemente hemos tenido conocimiento de la decepción del CNT ante las acciones militares de la OTAN. Esta decepción viene motivada tanto por los “daños colaterales” provocados entre las mismas fuerzas rebeldes por los bombardeos como por la ineficacia de los mismos.
Tanto la resolución 1973 de la ONU, que da cobertura legal a la intervención, como el contenido de la petición de ayuda del CNT, se circunscriben en un primer momento a la solicitud de una zona de exclusión aérea. Sin embargo, por las noticias que nos llegan, las actuaciones militares de la OTAN están yendo más allá de impedir los vuelos de la aviación de Gadafi, causando víctimas no solo entre las fuerzas militares del dictador sino también entre los rebeldes y presumiblemente entre la población civil. Aún así el CNT, cada vez más alejado de su posición original de demanda únicamente de una zona de exclusión, exige un recrudecimiento de los bombardeos.
Ante esta situación nosotros planteamos que la evolución del CNT era más que previsible. En una situación de debilidad y dependencia nadie se alía con el imperialismo un poquito y durante una rato. En ausencia de capacidad para sostener una guerra contra el dictador de manera independiente y garantizar esa independencia para el posible régimen saliente tras una victoria del CNT, la única posibilidad es convertirse en un amigo fiable a los ojos de las potencias occidentales. Parece que algunas compañías de comunicación ya asesoran al CNT en ese sentido, en concreto la compañía Harbour. Pero la duda es aún más cruda en el aspecto militar. Si después de un incremento de la intervención aérea y de los consejeros militares occidentales en Libia sigue siendo imposible derrocar a Gadafi, ¿solicitarán los rebeldes una intervención terrestre y la consiguiente ocupación del territorio libio?
3.- Gilbert Achcar y otros han planteado que la izquierda anti-imperialista carecía de una alternativa creíble a la intervención. Nosotros consideramos que esta intervención no era una alternativa para los sectores anti-imperialistas, sectores que no se encuentran por primera vez ante este tipo de disyuntivas.
Reconocemos que en la actualidad no ha habido un movimiento popular en los países pertenecientes a la OTAN que ofreciera una alternativa inmediata a los rebeldes libios. Desgraciadamente esa ha sido una constante ante anteriores intervenciones puestas en marcha bajo el paraguas legitimador del derecho de injerencia humanitaria. Pero esto, en contra de lo que defiende Achcar, es una razón más para oponerse a la intervención y no para apoyarla. Ni tan siquiera un movimiento de masas sería capaz de influir sobre la naturaleza de la intervención salvo en lo que respecta a la exigencia del cese de la misma, por tanto nos resulta una consigna errónea y fuera de la realidad para un anti-imperialista levantar una consigna favorable a cualquier tipo de intervención.
Está fuera de la realidad ya que el cariz y el alcance de la intervención se someterán únicamente a la lógica de los intereses de los países imperialistas. Así, solicitar una zona de exclusión aérea seguido de armamento para los rebeldes se convierte en una consiga hueca dirigida a unas masas pasivas y a unos actores imperialistas que buscan jugar su papel de gendarme, susceptibles de intervenir mediante la fuerza con el objetivo de modificar las relaciones de fuerza en Libia a favor de sus propios objetivos. Y serán esos objetivos los que determinen una mayor o menor intervención de la OTAN. El movimiento obrero no está en capacidad de armar a los trabajadores libios. Esa tarea recae hoy exclusivamente sobre las grandes potencias.
Es errónea porque otorga, aunque sea de manera confusa, una legitimidad a las potencias occidentales para ejercer “su” derecho de injerencia sin más limitación que la de evitar males mayores. Bajo esa consigna y bombardeados por los mass-media se abre la puerta a todo tipo de intervenciones debilitando los argumentos de quienes nos oponemos al derecho de injerencia. ¿Por qué en Libia si y en otros lugares no?
– El derecho del pueblo libio a su emancipación y la cuestión pedagógica.
Por desgracia han existido sectores del ámbito de la izquierda que ante la intervención han caído en todo tipo de teorías conspiratorias, incluyendo apoyos al dictador y otras lindezas. Al respecto de esta cuestión nos remitimos al artículo de Santiago Alba Rico titulado “Las revoluciones árabes y la política de bloques” con el que básicamente coincidimos. El pueblo libio tenía y sigue teniendo todo el derecho a levantarse contra un régimen tiránico. Esta es una cuestión sobre la que no debería ser necesario discutir ya que, en nuestra opinión, está fuera de toda duda. Pero una actitud solidaria y fraternal hacia los que luchan por su libertad incluye la obligación de señalar las fallas o limitaciones de su política.
En lo referente a los sectores populares que honestamente se han levantando y luchan contra las tropas de Gadafi estamos obligados a plantear nuestras discrepancias y dudas en dos direcciones.
En primer lugar cuando solicitan la ayuda de la OTAN y luego muestran su decepción. Nadie pude poner a un lobo a cuidar ovejas y obligarle a convertirse en vegetariano. Va en contra de su propia naturaleza. La OTAN no nació ni se ha transformado en un aparato militar al servicio de las poblaciones civiles atrapadas en un conflicto armado. Cuando los rebeldes han protestado ante la Alianza Atlántica por sus errores han sido sus propios generales los que han señalado esta misma cuestión, tanto en el plano político como en el militar.
En segundo lugar debemos plantear la necesidad de poner en cuestión a la dirección del CNT. Hasta el momento desconocemos en buena medida su composición y orientación más allá del deseo compartido por todos de sacar del poder a Gadafi y su familia. Pero en la actualidad, de los 31 miembros de su dirección solo se conoce el nombre de 8 de ellos, de los cuales 2 son exministros de Gadafi y otros dos altos mandos militares del régimen que ha oprimido al pueblo libio durante cuarenta años. Demasiados elementos dudosos como para ofrecer un apoyo incondicional. Pero hay un dato aún más preocupante que tiene que ver con el deseo o la necesidad del CNT de congraciarse con sus apoyos internacionales para recabar ayuda. Lo expresaba de manera clara el Financial Times el pasado 15 de abril: “La Libia rebelde sería también altamente dependiente de la seguridad y ayuda financiera de los países occidentales y de los regímenes autocráticos árabes que, a pesar de no ser amigos de Gadafi, pueden tener sentimientos encontrados para ofrecer un fuerte apoyo a largo plazo a un levantamiento popular contra un régimen autoritario” Dicho de manera clara, los apoyos internacionales del CNT prestaran su ayuda únicamente en el caso de que puedan cobrar sus facturas, y la dirección del CNT parece cada día más dispuesta a garantizárselo. En estas circunstancias, las esperanzas que puedan depositar los sectores sublevados en su dirección pueden convertirse en una trampa que conduzca a un cambio de régimen que solo frustre sus deseos de libertad. En definitiva, todo apunta como una posibilidad muy real que el proceso pueda verse hipotecado por su dependencia de los intereses imperialistas y la ayuda económica de las infames petromonarquias del Golfo Pérsico.
Por lo que respecta al papel educativo de una consigna entre la población de los países occidentales, depositar cualquier confianza en instituciones como la OTAN o la ONU nos parece un error de principio. No porque pensemos que sea imposible que de manera ocasional y coyuntural nuestros intereses o posiciones como anticapitalistas puedan coincidir con los de determinado imperialismo. Creemos que esto es posible fundamentalmente cuando existen claras contradicciones inter-imperialistas como les ocurrió a los bolcheviques al final de la I Guerra Mundial. En esa ocasión, Francia e Inglaterra defendieron sus intereses como países imperialistas ofreciendo ayuda a un gobierno revolucionario en su conflicto contra otra potencia imperialista, en este caso Alemania, con la que estaban en guerra. La situación actual en Libia no se parece ni por asomo, a lo sumo se pueden observar desavenencias sobre la intensidad y la forma de la intervención de las potencias imperialistas. Pero hasta el momento Francia y el Reino Unido no han iniciado las hostilidades con Estados Unidos por sus diferencias en la cuestión libia. Eso solo entra en el ámbito de la política ficción.
Para acabar sobre este tema nos remitiremos a las palabras, para nosotros de total actualidad, de Catherine Samary en el número 23 de Viento Sur de septiembre de 1995 al referirse a la terrible guerra de Bosnia: “Y hay que oponerse a las intervenciones de la OTAN mostrando las cínicas lógicas que ocultan y la incapacidad en que se encuentran para combatir-consiguientemente a fortiori hacer fracasar- las políticas reaccionarias. Es la desconfianza sistemática hacia estas políticas de Estado, a favor de los lazos múltiples e internacionalistas con las poblaciones afectadas, lo que hay que contribuir a desarrollar”.
– Caracterizaciones, perspectivas y la posición de una organización anticapitalista y revolucionaria.
Cuando se producen unos procesos como los levantamientos revolucionarios que acaecen en varios países árabes nuestra primera obligación es analizar y caracterizar los actores en liza, la naturaleza de clase de sus corrientes políticas, su relación con la población, sus dimensiones, etc,…Pero sería antidialéctico elaborar una posición política a partir únicamente de caracterizaciones más o menos acabadas sin tener en cuenta las perspectivas que dichas caracterizaciones abren. Ese es uno de los errores que consideramos que cometen los que apoyan algún tipo de intervención de la OTAN. Tomar posición a partir de una foto fija de una cuestión como la de Libia, máxime cuando en esa foto fija de caracterizaciones ofrece en la actualidad elementos muy borrosos como los que tienen que ver con la naturaleza del CNT, tan solo ofrece una serie de juicios de valor sin tener en cuenta la dimensión estratégica de la cuestión y, por tanto, de escasa utilidad política. La izquierda anticapitalista debe plantearse las consecuencias de una intervención imperialista tanto para Libia como para el resto de los países de la zona en el medio y largo plazo. Y esto mismo exige hablar de las perspectivas que se abren si la dirección de uno de los levantamientos queda definitivamente cooptada y controlada por los países imperialistas, incluyendo su presencia militar directa en un país de la zona.
Por lo que respecta al posicionamiento de una organización anticapitalista es claro que, más allá de criterios de oportunidad política, es necesario comprometerse con los levantamientos en curso, apoyándolos y siendo solidarios con ellos. Pero a pesar de que la oportunidad política no puede ser la única y ni tan siquiera la más importante guía de actuación, un compromiso con algo tan delicado como es una intervención de la OTAN exige, como mínimo, que las los escenarios hipotéticos que se vislumbren sean no solo positivos sino con al menos alguna posibilidad razonable de realización. Creemos que tras la intervención imperialista la posibilidad de que surja una Libia democrática e independiente de la tutela e injerencia extranjera es, como poco, una hipótesis altamente improbable.
Ante esta situación el apoyo a las revoluciones árabes pasa por debilitar a nuestro propio imperialismo que, más allá de hipocresías y demagogias de discurso humanitario, tan solo busca defender de manera estable sus intereses geoestratégicos en la zona con un aliado fiable. Y ese aliado fiable bien podría ser un CNT dócil o el mismo Gadafi con el que ya han pretendido negociar.
La única manera de cumplir el objetivo de denunciar a los mismos gobiernos que hasta hace dos meses apoyaban al dictador libio es intentando crear marcos unitarios de movilización para la denuncia de la intervención, la hipocresía de los gobiernos occidentales y los riesgos que suponen para las revoluciones árabes la nunca gratuita acción de la OTAN. En ese sentido entendemos que aunque la consigna “ni Gadafi, ni OTAN” es correcta en abstracto, ésta conduce al inmovilismo en la práctica al no permitir reagrupar a todos los que quieren movilizarse contra la intervención. No podemos influir desde aquí sobre el derrocamiento de Gadafi. Sin embargo sí podemos influir para debilitar nuestro propio imperialismo que sólo pretende alterar los procesos revolucionarios de la zona en pro de sus propios intereses imperialistas. Creemos que esa es la mejor forma de ser solidarios en la práctica y desde aquí con los procesos revolucionarios en marcha. Hay que denunciar, por ejemplo, el aumento de los gastos militares en un momento de altos recortes sociales. Todo esto pasa por dinamizar marcos unitarios cuya consigna principal sea “No a la intervención” a la que se le podría ligar otras como por ejemplo la “Anulación de la deuda”. Ambas consignas son asumibles por todas las fuerzas que se oponen a la intervención y ayudarían en la práctica los procesos revolucionarios en curso. La tarea principal pasa por tanto por fraguar la unidad de todas esas fuerzas antiimperialistas y solidarias con las revoluciones en marcha en el Estado Español con el fin de denunciar claramente los intereses de los estados imperialistas y de las multinacionales occidentales. Esta debe ser la orientación fundamental de un discurso anticapitalista, sin menoscabo de las críticas y diferenciaciones con quienes quieren embellecer o justificar a un tirano como Gadafi, posiciones que solo refuerzan la demagogia de los medios de comunicación que defienden la intervención.
Por último, entendemos las legítimas y comprensibles dudas que han surgido en numerosos militantes anti-imperialistas. No es fácil encontrar respuestas rápidas a un problema complejo y del cual tenemos insuficiente información y conocimientos fiables en medio de la actual ola propagandística a favor de la intervención, especialmente cuando se cierne una amenaza de muerte sobre toda una población. Los revolucionarios no tenemos soluciones ni alternativas inmediatas a todas las tragedias que acontecen en el tiránico mundo capitalista. Carecemos de medios en todos los sentidos para oponernos de manera efectiva a las injusticias y opresiones que se dan actualmente en multitud de países. Pero si queremos que esa incapacidad actual se convierta en algo del pasado, debemos trabajar para que avance la conciencia anti-imperialista en los trabajadores. Y eso no se consigue adaptándose a la actual situación de debilidad y ofreciendo algún tipo de esperanza en los aparatos de guerra imperialista tanto a las masas oprimidas que desean su liberación de un régimen tiránico como a la población de los países occidentales que sostienen esos mismos aparatos de muerte.