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Depredadores globales: Cómo funciona el gran robo financiero con las crisis

La verdadera cara del capitalismo

Depredadores globales: Cómo funciona el gran robo financiero con las crisis


Como emergente del uso y las costumbres, el sistema que gobierna el planeta ha dividido la cabeza humana en dos compartimientos estancos: La realidad y el discurso. La realidad puede ser captada por las mayorías, pero el discurso  puede remodelar la realidad y hacer pensar a las mayorías como si fueran las minorías. De esta manera, lo que en el sistema capitalista es una vulgar forma de robar (compulsivamente) con la especulación financiera, se convierte luego en una «causa moral» para salvar al verdugo con el trabajo y el sufrimiento del sometido.

Por Manuel Freytas (*)
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Cuando las empresas y los bancos capitalistas diseñan y ejecutan  «planes de negocios», son «pragmáticos». Cuando explican públicamente estos planes, son «morales». La rentabilidad privada (pragmática) que rige los «planes de negocios» capitalistas, por imperio de la conversión «moral», se vuelve
de esta manera «causa social». No estamos haciendo negocios privados, sino desarrollando una causa empresarial al servicio de todos.

En Wall Street, el mismo escenario donde hace tres años se derrumbaba el coloso financiero Lehman Brothers y estallaba la crisis del robo con la «burbuja financiera», Barack Obama,  el presidente de turno USA, hizo un llamamiento moral y exigió a las corporaciones de Wall Street que dejen atrás un periodo de «abusos, excesos, imprudencia y crisis» y anunció nuevas medidas regulatorias para evitar que se repitan este tipo de colapsos.

También señaló que «se necesitan reglas fuertes para prevenir que de nuevo se produzcan estos riesgos sistemáticos», por lo que pidió «a la industria financiera que se sume a este esfuerzo constructivo para actualizar el marco regulador».

Entiéndase bien: El macro-robo financiero con los bonos sin respaldo nuncan se llaman de esa manera, según Obama,  sino «abusos, excesos, imprudencia y crisis».

En el mundo real de «Alí Babá y los 40 ladrones», pedirle a los banqueros sionistas de Wall Street que se sumen a un «esfuerzo constructivo» para regularse y controlarse a si mismos, es como pedirles que renuncien a su identidad y a su naturaleza histórica: La búsqueda de rentabilidad y la concentración de riqueza en pocas manos.

El Estado imperial no es una organización filantrópica al servicio de «causas morales», sino una  herramienta normativa y reguladora del sistema capitalista que lo utiliza y controla para generar rentabilidad tanto en los tiempos de «burbujas» como de «crisis».

Obama, fiel reflejo del Estado imperial que lo tiene como su gerente eventual, parte de un presupuesto alienado (y alienador) básico: Las crisis del capitalismo no se producen a causa del robo (explotación del hombre por el hombre) y de la concentración de riqueza (el producto del robo) en pocas manos, sino a causa de los «errores y excesos».

Para volver a la realidad, conviene hacer una conversión operativa: Donde dice «errores y excesos», escribir «robos y emergentes». Y agregar: La naturaleza existencial del sistema capitalista es la apropiación del trabajo social y colectivo mediante el engaño y el doble discurso. Sin ese requisito previo, no podría existir como sistema.

En la realidad, fuera de los marcos del discurso, toda la estructura operativa del sistema capitalista (económica, científica, militar, política, cultural, mediática) se resume en un axioma: Comprar barato y vender caro.

Primero, vendo caro con la «burbuja»

Los bancos que financiaron originalmente los créditos hipotecarios baratos en EEUU (la base del «boom inmobiliario»), para deshacerse del riesgo a largo plazo vendieron los bonos de esa deuda (hipotecas subprime), a poderosos bancos y fondos de inversión de Wall Street (entre los que se encuentran los grupos controladores de la Reserva Federal), que los colocaron a altísimos intereses en los mercados de capitales globalizados a nivel planetario.

O sea que, el negocio original en EEUU, el «boom inmobiliario» estadounidense derivó (a través del capital especulativo y sin fronteras) en una «burbuja financiera» descomunal que derramaba altísimos niveles de ganancias entre los tenedores de esos bonos, los llamados «inversores», en los mercados de Europa, Asia y América Latina.

Hay expertos que sostienen que un equivalente billonario a más de un PBI de EEUU y Europa juntos circulaba en papeles sin respaldo de la «burbuja financiera» que se generó en Wall Street a fines de la década del noventa desparramando ganancia especulativa a escala planetaria.

Las «súper-fortunas» personales, los «súper-activos empresariales» se nutrieron de este macro-robo monumental del capitalismo financiero especulador que inventó una economía paralela: La economía de papel.

Según The Wall Street Journal, los fondos subprime del «boom inmobiliario» de EEUU  fueron atractivos para inversionistas mientras las agencias calificadoras de riesgo mantuvieron una alta valoración, lo que sucedió mientras la Fed mantuvo bajas las tasas de interés.

Cuando los grandes bancos y fondos de inversión comenzaron a colocar los bonos de la deuda inmobiliaria en EEUU en los mercados globales, S&P, Moody’s Investors Service y Fitch Ratings (las tres principales calificadoras de Wall Street)  otorgaron calificaciones excelentes a esos valores que, según el Journal, se construyeron a partir de préstamos «cuestionables».

De esta manera -sigue el Journal– enviaron una señal de que estos valores eran casi tan seguros como los bonos del Tesoro de EEUU.

Pero cuando las tasas de interés subieron, la calificación bajó drásticamente -dice el Journal– y millones de familias no podían pagar más la hipoteca contraída y los inversionistas (que compraron los bonos en los mercados globales) retiraron con pánico su dinero de dichas inversiones.

De este modo -explica The Wall Street Journal estalló la «burbuja hipotecaria», arrastrando a Wall Street y a los mercados bursátiles del mundo entero.

En resumen, y como resultante del proceso, los tenedores de los bonos subprime «desvalorizados» comenzaron a venderlos en masa generando un colapso generalizado (de todos los índices y acciones) de los mercados financieros en EEUU, Europa, Asia y América Latina.

Y llegó el «lunes negro» de septiembre de 2008  donde la quiebra del gigante Lehman Brothers marcó el principio de un salto cualitativo: La crisis hipotecaria devino finalmente en crisis financiera caracterizada por una iliquidez pronunciada y creciente del sistema financiero.

Allí se destapó la mentira y la falta de respaldo de centenares de billones de dólares transferidos por asentamientos financieros y papeles que, cuando los tenedores quisieron convertirlos en dinero contante y sonante se encontraron con la sorpresa de que el efectivo no estaba donde debería estar: Los bancos.

Los gigantes bancarios e hipotecarios comenzaron a derrumbarse arrastrando en primer término a todo el sistema financiero imperial de EEUU y de Europa.

Segundo, compro barato con la «crisis»

Las «crisis financieras globales» (o colapsos de los mercados bursátiles) activadas por los monopolios súper-concentrados de Wall Street, les sirve a esos mismos monopolios para comprar acciones y bonos devaluados en los mercados globales apoderándose de esa manera de los activos y porciones del mercado de las empresas y grupos financieros perdedores.

Esto, a su vez, genera más concentración monopólica de los grupos financieros que controlan el Imperio sionista desde la Reserva Federal,  el Tesoro de EEUU y los bancos centrales de Europa,  mientras las leyes de rentabilidad y concentración capitalista siguen funcionando desde un nuevo estadio de desarrollo.

Con el colapso generalizado de las bolsas mundiales con Wall Street a la cabeza, en septiembre de 2008, la ola de la «burbuja financiera» del capitalismo especulador sin fronteras, la reproducción del dinero por el dinero el mismo, se desmoronó sobre las mismas lacras que inventó: El reinado del «apalancamiento financiero» (el endeudamiento sin respaldo) y la «economía de papel» fundada sobre el cadáver de la economía real.

Por falta de «efectivo» en ventanilla (para respaldar los papeles devaluados), finalmente la «economía de papel»  hizo crash, chocó contra la realidad, y comenzó a hundirse a la hora señalada ante la impotencia manifiesta de sus creadores y sostenedores: Los Estados centrales del sistema capitalista.

Entonces los ganadores de la «crisis», los consorcios más diversificados que quedaron en pie (los súper-pulpos que integran el sistema de la Reserva Federal de EEUU), acudieron al Estado para apoderarse del cadáver de sus rivales que no pudieron pasar la selección darwiniana del «más fuerte».

Utilizando al Estado USA como herramienta (en calidad de prestador y de garante con fondos públicos provenientes de los impuestos aportados por toda la sociedad estadounidense) los grandes bancos y fondos de inversión que integran el sistema privado de la Reserva Federal han reciclado una «burbuja financiera» (negocios financieros con la crisis) montada alrededor de los billonarios fondos estatales utilizados para la compra de activos o de auxilio financiero a las instituciones y bancos quebrados por la crisis financiera recesiva  que tiene como epicentro a EEUU y Europa.

La caída del sistema del «apalancamiento financiero» (crecimiento de los negocios productivos y comerciales  mediante el endeudamiento financiero sin respaldo) dejó una montaña de papeles inútiles llamados «activos tóxicos» en la cartera de los bancos y empresas que finalmente fueron engullidos (mediante compras o fusiones) por los grandes consorcios beneficiarios de los «rescates estatales», entre ellos Morgan Stanley, Goldman Sach, Bank Of América, entre otros.

Son los que, aprovechando la misma crisis que generaron, utilizan al Estado imperial para comprar barato.

Tercero, reciclo una nueva «burbuja»

Este negocio de «comprar barato» durante la crisis (con el Estado como financiador y garante) a su vez generó y retroalimentó otra burbuja ganancial con la especulación financiera.

Los gigantescos paquetes de estímulo lanzados por los gobiernos han ido a parar a los mercados financieros creando una «burbuja» especulativa que hace subir las bolsas desde hace más de cuatro meses, mientras el resto de la economía, principalmente en EEUU y Europa, permanece con sus variables en rojo.

Mediante los planes de «rescate financiero» emprendidos por el Estado USA (con Bush y luego con Obama), los súper bancos y fondos de inversión nucleados en el sistema privado de la Reserva Federal reciclaron una nueva «burbuja financiera», no ya con dinero especulativo proveniente del sector privado, sino con fondos públicos puestos compulsivamente al servicio de un nuevo ciclo de rentabilidad capitalista, y al margen de una ascendente crisis de la economía real que marcha por vía paralela.

El costo de este monumental negocio capitalista con la «crisis capitalista» (que fue exportado desde EEUU y Europa a los países de la periferia de Asia, África y América Latina) es financiado con el dinero de los impuestos pagados por el conjunto de la sociedad.

Se trata, en suma, de una «socialización de las pérdidas» para subsidiar un «nuevo ciclo de ganancias privadas» con el Estado como herramienta de ejecución, mediante el cual los megaconsorcios más fuertes (los ganadores de la crisis) se degluten a los más débiles generando un nuevo proceso de reestructuración y concentración del sistema capitalista.

Cuarto, las pérdidas van a un solo lado

Como se puede apreciar, en una correcta lectura de sus procesos históricos, y mediante el axioma funcional de «comprar barato y vender caro», las corporaciones del sistema capitalista sionista hacen negocios (generan rentabilidad) tanto con las burbujas como con las crisis.

Pero, en este mundo del sistema capitalista ganador ¿Quién absorbe las pérdidas?

Tal como lo hizo históricamente, hoy  el sistema capitalista (Estado y empresas privadas) descarga el costo del colapso recesivo económico (la crisis) sobre el sector asalariado (fuerza laboral masiva) y la masa más desprotegida y mayoritaria de la sociedad (población pobre con limitados recursos de supervivencia), por medio de los despidos laborales y la reducción del gasto social («ajustes»), que incrementan los niveles sociales de precariedad económica y de exclusión masiva del mercado del consumo.

Solo en el proceso  de «sobreexplotación capitalista» (que retrocede las conquistas sociales y sindicales a estadios inferiores) se explica el mantenimiento  de la rentabilidad empresarial (ganancias capitalistas) mientras la economía mundial se desploma por efectos de la crisis recesiva global.

La llamada «crisis» tiene claramente dos lecturas paralelas: Por un lado, los pulpos financieros de Wall Street y las bolsas mundiales, reciclan una nueva «burbuja» ganancial, no ya con dinero especulativo proveniente del sector privado, sino con fondos públicos (de los impuestos pagados por toda la sociedad), puestos compulsivamente al servicio de un nuevo ciclo de rentabilidad capitalista con la crisis.

Mientras el proceso inflacionario-recesivo desatado desde las economías centrales (EEUU y Europa) ya genera hambre, pobreza y devaluación acentuada del poder adquisitivo de las mayorías a escala planetaria, un selecto grupo de mega-empresas y multimillonarios multiplican a escala sideral sus activos empresariales y sus fortunas personales.

De manera tal que, cuando estallan las crisis de «sobreproducción» (por recesión y achicamiento de demanda) el sistema aplica su clásica fórmula  para preservar la rentabilidad vendiendo y produciendo menos: Achicamiento de costos.

En esa receta de «achicar costos» sobresalen claramente, en primera línea, los laborales (de las empresas) y los sociales (del Estado) para compensar la falta de ventas y de recaudación fiscal.

En consecuencia (y como ya está probado históricamente): Las empresas mantienen sus rentabilidades, sube la recesión, sube la desocupación, cae el consumo, y se expande la pobreza y la exclusión social.

De esta manera, el sistema capitalista (por medio de los Estados y las empresas)  descarga el peso de la crisis sobre el sector más débil de la sociedad: Los pobres y los sectores más desprotegidos (que siguen sumando población sobrante) y los asalariados (la fuerza laboral masiva) que sirven como variable de ajuste para la preservación de la rentabilidad capitalista durante la crisis recesiva

Simultáneamente, la economía real del Imperio y de las potencias centrales colapsa en todas sus variables, y los sectores más desprotegidos ya sufren los «ajustes» mientras una crisis social, todavía de efectos imprevisibles, asoma de la mano de los despidos masivos en Europa y EEUU.

Está claro entonces que lo que es «crisis» para unos (los despedidos y los sectores más desprotegidos de la sociedad), resulta «burbuja ganancial» para otros (el capitalismo financiero que desató la crisis con la «economía de papel»).

Volvamos al principio: Comprar barato y vender caro, las pérdidas solo corren por cuenta de los que pagan las crisis con pobreza y exclusión masiva de la «sociedad de consumo» capitalista.

En realidad el cuento de «Alí Babá y los 40 ladrones» solo fue un invento del Hollywood para trastocar el verdadero título de la película: «El Sionismo Judío y los ladrones globales».

IAR 24/06/11