Juicio por megacausa de la ESMA ingresó en la etapa final
Se recordaron los testimonios de las aberraciones y el genocidio diluido…y la Armada como tal no cuestionada
Casapueblos-AEDD Para Kaos en la Red
La Fiscalía inició este miércoles la última de las acusaciones contra los 19 imputados por crímenes cometidos en la ESMA en el marco de lo que denominó «el juicio al horror» y denunció que la tortura ese centro clandestino era «la ceremonia iniciática de los detenidos» que en la mayoría de los casos culminaba con los «vuelos de la muerte».
El alegato, cuya parte introductoria estuvo a cargo de la fiscal adjunta Mirna Goransky, fue interrumpido en dos oportunidades debido a las descompensaciones del represor Ernesto Weber.
Conocido por el alias de «220» porque era un experto en la aplicación de picana eléctrica, Weber «tuvo un bajón de presión» y «se descompensó», pero tras la asistencia recibida por los médicos de tribunales se recuperó y fue trasladado nuevamente a la sala de audiencias, en el subsuelo de Comodoro Py 2.002. La descompensación obligó a que el presidente del tribunal, Daniel Obligado, ordenara un «cuarto intermedio» que se prolongó alrededor de media hora, hasta que, con la atención brindada en la enfermería de los tribunales federales de Retiro, se reanudó el debate.
«Este no es un juicio como cualquier otro; este es un juicio al horror. No se trata sólo del interés general de la sociedad argentina, ya que trasciende los límites de nuestro país», advirtió la letrada que acompaña al fiscal federal Pablo Ouviña, quien expondrá en las sucesivas jornadas en las que se completará el alegato acusatorio.
En su exposición, Goransky aseveró que los oficiales del Grupo de Tareas que actuó en la ESMA «estaban convencidos que estaban librando la Tercera Guerra Mundial, frente a un enemigo evanescente» y que la tortura era el único método para obtener la información que requerían de los detenidos.
En ese marco, indicó que «la picana eléctrica destruía la libertad y provocaba el quiebre de aquellos que habían dejado de ser personas», por lo que su aplicación se constituía en «la ceremonia iniciática, el rito de iniciación» de los detenidos y su sometimiento dependía «de cuanto aguantaban».
El alegato fiscal fue seguido con atención por los acusados y, en esta oportunidad, sólo una de las mujeres de los represores que habitualmente asisten a las audiencias se encontraba en la bandeja superior, casi completa por ex camaradas de armas.
«No son criminales comunes. Todos estos hombres secuestraron sometieron a sus víctimas a violaciones sexuales, a condiciones de vida indignas, esclavizaron y asesinaron a miles de víctimas indefensas», enfatizó la representante del Ministerio Público ante los ojos de Alfredo Astiz, Jorge «El Tigre» Acosta y Ricardo Cavallo, entre otros.
Además de la utilización de la picana, advirtió que existían otros tipos de tortura tales como mantenerles a los detenidos la «ilusión de vivir» y la incertidumbre de no saber cuándo podían ser trasladados, así como también hacerlos presenciar sesiones de torturas a familiares o amigos, haciéndolos responsables a ellos por no brindar información.
Reconoció, asimismo, que se trató de de un «instrumento efectivo para destruir las estructuras de las organizaciones armadas y políticas», a la vez que sembraban el terror en el resto de la sociedad.
La fiscal incorporó luego otra de las áreas del centro clandestino conocida como «Capucha» que funcionó en el tercer piso del Casino de Oficiales, por donde pasaron la mayoría de los detenidos desaparecidos de ese campo de concentración.
«La regla general en la ESMA era la Capucha, un depósito de transición entre la vida y la muerte, destinada a anular todos los rasgos de humanidad, antes de la solución final de los vuelos de la muerte», describió, al comparar los crímenes de la dictaduras con los cometidos por el nazismo en Alemania.
En ese contexto, recordó que los números que les asignaban a los detenidos en la ESMA «reemplazaban los nombres de los desaparecidos, muertos sin cadáveres y sin nombre».
Un capitulo aparte mereció el trato al que eran sometidas las mujeres y al respecto pidió al Tribunal que se extraigan testimonios para iniciar una nueva causa por el sometimiento sexual y las violaciones a las que fueron sometidas, de las que dieron cuenta las sobrevivientes que declararon durante las audiencias.
«Las condiciones siempre fueron peores para las mujeres. La violencia sexual y de género fue otro componente estructural del plan sistemático», remarcó al advertir que no fueron casos aislados y, entre otros, mencionó los de Susana Ramos que, según dijo, fue violada por los acusados Juan Carlos Rolón y Jorge Rádice, y el de Josefa Prada, violada mientras estaba embarazada.
Además, agregó que a las prisioneras que incluían en los planes de «recuperación» las despertaban «en medio de la noche para ir a comer y bailar», mientras «la violación era una práctica sistemática» en la ESMA.
A su vez, dio cuenta del lenguaje utilizado en la ESMA por los represores, para quienes «la tortura se convertía en interrogatorios reforzados, los cuerpos arrojados al mar eran bultos y el asesinato era mandarlos para arriba».
En ese sentido recordó la frase del ex capitán Acosta mencionada por algunos ex detenidos, quien amenazaba con mandarlos «para arriba». «La locura los llevó a creerse dioses, dueños de la vida de los detenidos», dijo y volvió a mencionar a Acosta, en este caso advirtiendo: «Al que se haga el loco le ponemos el pentonaval y se va para arriba». «Este era el lenguaje de la locura para ocultar la locura del lenguaje», sentenció.