Cuba: Reconciliación, peligros y cambio de modelo
El sentimiento de amor por Cuba, por la Cuba que soñó Martí, libre, democrática, con la propiedad repartida, pudiera ser la clave para el éxito del diálogo.
Pedro Campos Para Kaos en la Red 20-7-2011
Últimamente se han publicado varios artículos, entrevistas e iniciativas de la oposición pacífica -interna y externa- al gobierno cubano, promoviendo el diálogo, la reconciliación nacional y cambios hacia formas más democráticas de gobierno. Casi todos tienen algún vínculo con la Iglesia Católica.
Es tradicional en las altas instancias del gobierno/partido, tomar esas iniciativas como relacionadas con el interés del gobierno de EE.UU. de provocar un cambio de régimen político y económico en Cuba, hacia la plena restauración del capitalismo privado. Esta vez, no parece ser su enfoque, al menos para todos lo casos.
Significativamente, las propuestas del empresario cubano-americano Carlos Saladrigas sobre la eventual participación de capitales de la diáspora en la “actualización” del modelo económico que propugna el gobierno/partido, han tenido ya respuestas públicas no confrontativas de parte del oficialismo.
Quienes desde el seno revolucionario, hace años hemos estado promoviendo cambios hacia un socialismo participativo y democrático y la realización de un diálogo nacional con todos, apreciamos en general como positivas todas estas iniciativas pacíficas y desearíamos que entre todos fuéramos capaces de llegar a un consenso.
Mis puntos de vistas hoy, sobre el asunto, no son los mismos que en 1979 cuando, como parte de mi trabajo, tuve que ver con el diálogo “La nación y la emigración”. En lo personal he asumido el reto con otra visión hace ya algún tiempo, cuando en el 2007 ´publiqué un comentario sobre el libro de mi amigo Félix Sautié Socialismo y reconciliación en Cuba, cuyas posiciones esenciales al respecto comparto.
En marzo del 2009, el poeta y escritor Félix Guerra, igualmente partidario de un socialismo más participativo y democrático, hizo pública su propuesta de realizar un Congreso de la Nación, con la participación de todas las tendencias políticas.
En los documentos programáticos del Socialismo Participativo y Democrático, presentados en función de la discusión del VI Congreso del PCC, Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas programáticas, publicado en agosto del 2008, y Propuestas para el avance al socialismo en Cuba, publicado en enero del 2011, fuimos amplios en nuestras sugerencias concretas para reformar el sistema político cubano. En ningún caso hemos recibido, siquiera, el más mínimo comentario del gobierno/partido.
Saludo a los que han intervenido en las propuestas y el debate, desde los distintos ángulos, por la forma respetuosa en que lo han hecho; a la Iglesia Católica y particularmente a Espacio Laical por las iniciativas que vienen desplegando para la realización de un diálogo entre distintas partes de la sociedad cubana, más divida en algunas cosas de lo que parece a simple vista, y más unida en otras, que la falta de información e intercambio horizontal y la doble moral, ocultan.
No me referiré a las diferencias que puedan existir con Saladrigas o con las otras propuestas. Si por ahí empezamos, allí terminamos. En este primer acercamiento, prefiero referirme a las coincidencias, a los marcos generales y a futuras cotas eventualmente compartidas.
Cambiar para bien no implica traicionar principios. Salvando distancias y diferencias, en el seno de la revolución también hemos cambiado. Unos más que otros. Y desde luego que solo cambiando más en todos los bandos, podrá haber reconciliación. Pero siempre será importante definir hacia dónde cambiar.
El sentimiento de amor por Cuba, por la Cuba que soñó Martí, libre, democrática, con la propiedad repartida, pudiera ser la clave para el éxito del diálogo. Pero para que no quede en otro intento más, pretendido entre dos partes únicas, el estado y un grupo de emigrados que más/menos reconocen al gobierno, sin mostrar toda la diversidad de fuera y de dentro, tendrá que ser el diálogo con todos, inclusivo y respetuoso. Queden fuera quienes lo deseen.
Es necesario presumir sinceridad en las buenas intenciones de esas propuestas, aunque provengan de críticos acérrimos del gobierno. De otra forma no habría diálogo. Pero también, porque algunos de los proponentes parten de una base religiosa. No lo soy, pero conozco a verdaderos católicos y cristianos, como es el caso de mi amigo Félix Sautié, un católico laico, comunista, teólogo de la liberación y partidario de un socialismo más participativo y democrático.
No serán estos los primeros casos que conozca de “recalcitrantes contrarrevolucionarios”, cuya religiosidad les llevaran a cambiar sus tácticas agresivas por las del diálogo.
Mi experiencia de trabajo en el Servicio Exterior, relacionado con asuntos de la emigración durante más de dos décadas, me confirma que podemos encontrar entre los emigrados cubanos y los opositores al “socialismo”, una diversidad de posiciones. He tenido la oportunidad de tratar a conciudadanos de todas las visiones y puedo asegurar que todos, desde la llamada extrema derecha, hasta los simpatizantes con el gobierno cubano, guardan ese sentimiento de nacionalidad, muy fuerte.
Los peligros de una relación estrecha con un vecino tan poderoso como EE.UU., fueron advertidos por Martí y los estamos sufriendo, desde que las tropas norteamericanas desembarcaron por Daiquirí, el 22 de junio de 1898.
El grueso de la emigración con potencialidad económica, radica allá. Pero verdaderos anexionistas cubanos, creo, debe haber muy pocos; partidarios de unas cercanas relaciones de todo tipo con EE.UU., abundan, incluso en el gobierno/partido.
El riesgo mayor no es el anexionismo abierto, sino el neo-plattismo que no concibe el desarrollo económico de Cuba, sin un intercambio dependiente de todo tipo con EE.UU.
En China, el capital de los chinos “de ultramar”, ha jugado un importante papel en la restauración de un capitalismo atroz.
Por todo eso, por nuestra propia experiencia histórica y por lo ocurrido en los antiguos países “socialistas”, cualquier asunto relacionado con la participación de los capitales de la emigración en el futuro de Cuba, debe ser bien valorado y precisado.
La gran mayoría de la emigración cubana, está constituida por los que se fueron con las manos vacías, solo con sus conocimientos adquiridos en Cuba y sus deseos de ganarse la vida y ayudar a sus familiares acá. Gente que conoció y se benefició de lo mejor logrado por el proceso revolucionario cubano: salud y educación para todos, y que allá no ha podido sobrepasar su condición de trabajadores asalariados o de pequeños negociantes.
Es esa porción, la que más está haciendo por ese proceso de reunificación que ya se viene dando desde abajo, desde las familias, como dice Saladrigas, a partir de cambios en las políticas internas del gobierno cubano y en las políticas de EE.UU. hacia nuestro país.
Asumo que lo fundamental en todas esas propuestas es promover el diálogo entre los cubanos en busca de la reunificación necesaria. Aprecio que Jesús Arboleya y Ramón de la Cruz comparten ese anhelo. Las ofertas sobre la forma concreta en que participaría el capital de la diáspora en el mejoramiento de nuestra economía, es una de las tantas cuestiones a discutir, esclarecer y consensuar.
Nuestro país vive momentos excepcionales de su historia. Estamos ante el reconocimiento casi generalizado de que el viejo sistema estatalista, de corte neo-estalinista, mal creído socialismo, no solo no funciona, sino que ha sido causa principal de muchos de los problemas económicos y sociales que sufre Cuba, en particular de la división de su población.
Aunque las políticas agresivas y el bloqueo de EE.UU. comparten los “méritos”, no se puede olvidar, como bien expresó el Presidente Raúl Castro, que sus propios errores, son los peores enemigos del proceso revolucionario cubano. Y éste no es un hecho político, un cambio de gobierno, un estado, un partido o un líder; sino el avance de la sociedad en dirección a la socialización y democratización de la vida económica y política del pueblo cubano.
La sociedad cubana enfrenta ahora una serie de movimientos en el sistema económico y político vigente, demandados por la realidad, los trabajadores y el pueblo en general, con resonancia en parte de la cúpula gobernante que aprecia su necesidad; pero teme por sus consecuencias, pues de la evolución de esas transformaciones depende el futuro promisorio de Cuba, o el caos de consecuencias incalculables.
Algo está claro: La Cuba neo-estalinista no tiene ningún futuro y sus defensores están llamados a deponer su resistencia y coadyuvar pacíficamente al cambio, en dirección a la democratización política y económica de la sociedad cubana, o su ignorancia y obstinación podrían provocar el desastre que a nadie conviene.
Pero el mundo capitalista en general también está en crisis y generando, con su irracionalidad, la destrucción de la propia vida en el planeta. En su descomposición ha venido generando nuevas formas de organizar la producción, en maneras distintas al tradicional sistema explotador asalariado que tipifica el capitalismo clásico privado. La civilización basada en la industrialización capitalista está tocando a su fin.
Nuestro país padece de graves problema económicos que no pueden resolverse con meros parches reformistas para reparar el viejo modelo estatalista, demostradamente ineficiente, sino con nuevas políticas económicas que conduzcan a un nuevo modelo. No se trata simplemente de hacer crecer la economía, sino de cómo hacerla crecer y cuál será el papel de los trabajadores en ello, como bien expresa Arboleya.
La superación de las contradicciones actuales en la sociedad cubana, por tanto, pasa por la negación del actual modelo económico y político en crisis; pero no para volver a caer al nivel de las contradicciones que existían anteriormente y que hoy estremecen al mundo capitalista, sino para avanzar a un nuevo tipo de sociedad superior en todos los ordenes.
Cuba debe cambiar a un modelo económico distinto, diferente del disfuncional “socialismo de estado” (que encubre un capitalismo monopolista estatal) y del irracional capitalismo privado.
Por eso el problema fundamental de Cuba hoy, a mi juicio, más que económico, es político. Lo que está retrasando e impidiendo los cambios hacia la nueva sociedad, es el conjunto de trabas de todo tipo del sistema estatalista-burocrático. La sociedad martiana por la que luchamos los cubanos, “Con todos y para el bien de todos”, solo será real cuando la libertad quede expresada en la plena democracia y en la repartición efectiva del patrimonio, lejos de su concentración en el estado, o en manos de unos cuantos millonarios.
El modelo actual, autoritario y excesivamente centralizado, hace prácticamente imposible cualquier plan de inserción de los emigrados en nuestra sociedad, por sus muchos déficit democráticos, sus esquemas dogmáticos, sus prejuicios políticos excluyentes y sectarios, sus excesivas regulaciones monopólicas, leyes y obstáculos arbitrarios que entorpecen el desarrollo de otras formas de producción fuera de las estatales y hasta el diálogo horizontal efectivo, entre los propios partidarios del socialismo.
Las leyes del bloqueo también constituyen obstáculos para la reconciliación. Pero es prácticamente imposible el levantamiento total del bloqueo, mientras en Cuba continúe vigente el modelo político del neo-estalinismo, el cual tenemos que cambiar; pero no porque alguien de fuera nos presione, sino porque nosotros mismos nos hayamos convencido de su insensatez.
Por ello, preciso ahora, que tal reconciliación y la participación constructiva de los emigrados en la Cuba, que debe surgir de la superación del caducado modelo neoestalinista, solo me parecen posibles como partes de los cambios fundamentales hacia la socialización y democratización de la vida económica y política del pueblo cubano, más allá de la “actualización” del modelo actual que preconiza el estado/partido.
En este contexto, la emigración cubana puede jugar un importante papel positivo si apuesta a esa democratización política y económica y si se inserta en tal proceso, no con apetencias sectarias o vengativas, sino buscando apoyar el camino que elijan las grandes mayorías, que no quieren seguir como estamos; pero tampoco desean regresar al pasado de explotación y sumisión. Su participación en el proceso de discusión y diálogo, podría ayudar también a que sigan modificándose las restricciones del bloqueo.
En consecuencia, estimo que el diálogo hacia la reconciliación que promueven distintos grupos y personas de la tradicional oposición, no es independiente, sino parte de la necesaria discusión y del consenso sobre la sociedad a la que deseamos llegar entre todos los cubanos, respetando las diferencias y las minorías. Nadie va a asumir algo, en lo que no haya participado y de lo cual no se sienta parte responsable.
Importante será pues precisar entre todos, los fines, medios y métodos del actual proceso de cambios y como parte de ello, esclarecer y consensuar el papel de la emigración y sus capitales en ese movimiento, si no queremos -unos u otros- tener que arrepentirnos después.
Socialismo por la vida.
La Habana, 20 de julio de 2011