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La Brigada Simón Bolívar. Participación argentina en la Revolución Sandinista

La Brigada Simón Bolívar. Participación argentina en la Revolución Sandinista

Brigada Simón Bolívar
Por:

Martín Mangiantini (Revista Testimonios)

INTRODUCCIÓN A LA CORRIENTE MORENISTA

Para aquellas organizaciones políticas revolucionarias que intervenían en la convulsionada coyuntura argentina, la llegada al poder de la última dictadura militar en 1976, obligó a un replanteo sobre cómo darle una continuidad al trabajo militante en un contexto que se vislumbraba extremadamente represivo. Por ello, diversas organizaciones políticas experimentaron, tras la concreción del golpe de Estado, una redefinición táctica y metodológica y un viraje en su accionar cotidiano. La estructura política trotskista liderada en ese entonces por Nahuel Moreno (1), el Partido Socialista de los Trabajadores (en adelante, PST), no estuvo ajena a una ofensiva represiva generalizada.

Para un partido que, como el PST, bregaba por una transformación revolucionaria de la sociedad, el golpe de Estado obligó a sus militantes a realizar una discusión sobre el accionar a implementar. Para un partido como el PST, con una dinámica militante que fomentaba principalmente la construcción política en la clase obrera y, en menos medida, la intervención política en el movimiento estudiantil, la situación cambiaba notoriamente. Ante un contexto de mayor violencia y autoritarismo, se tornó imposible para los miembros de este partido la continuidad de mecanismos tales como acudir a las fábricas a vender sus periódicos partidarios, dialogar con los trabajadores en los cambios de turno, fomentar la realización de asambleas en ámbitos laborales o casas de estudio, por lo que la táctica debió reformularse. Esto fue de la mano de otra problemática que recayó en cómo preservar a aquellos militantes que, a lo largo de la historia del partido, habían tenido mayor intervención y protagonismo en las luchas cotidianas y por ende, se encontraban en una situación de probable detención.

Estas dudas no eran infundadas dado que el PST había tenido protagonismo en diferentes conflictos sindicales, poseía cierto peso en las universidades a través de su juventud e incluso, había participado recientemente en dos campañas presidenciales (2), con lo cual, se trataba de una organización con exposición pública y militancia visible. De hecho, el año anterior a la concreción del golpe, algunos de sus militantes habían perdido la vida en diversos atentados y acciones perpetuadas por grupos paramilitares tales como las denominadas “Masacre de Pacheco” y “Masacre de La Plata”. Paralelamente, uno de los referentes principales del PST, José Páez (dirigente sindical cordobés de Sitrac- Sitram), se encontraba detenido desde antes del golpe de Estado y a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Por todo esto, esta organización ya funcionaba, de hecho, en una semi-clandestinidad desde antes del 24 de marzo de 1976.

En esta obligada reorientación metodológica que forzó el ascenso castrense, el PST optó por dos tácticas paralelas. En primer lugar, desarrolló a nivel local una estructura política con un funcionamiento clandestino que garantizó la continuidad partidaria a través de la cautelosa difusión de publicaciones ilegales, la circulación de documentos camuflados entre los militantes, la realización de reuniones de forma más esporádica y la puesta en marcha de normas y códigos aplicados rigurosamente a la hora de actuar con el objetivo de evitar así el aparato represivo de la dictadura. Puede esbozarse como hipótesis que el trabajo político de estos militantes que sostuvieron a este partido en la clandestinidad significó, en buena parte, que éste no se disgregara y pudiera sostenerse como organización a lo largo del proceso militar. En segundo lugar, una de las resoluciones principales fue que aquellas figuras partidarias más reconocidas de la organización salieran del país clandestinamente con un objetivo no sólo de supervivencia sino también político. Esto último implicaba, por un lado, que la dirección del PST continuara desarrollando la política partidaria desde el exterior (básicamente, desde Colombia) y a resguardo de la represión argentina y, por otro lado, que una vez instalados en otro país estos dirigentes profundizaran el trabajo político a nivel internacional a través de la construcción o integración de distintas organizaciones políticas en diversos países que pudieran articularse entre sí y fortalecer una corriente política internacional.

Esta construcción de tipo internacionalista ya existía y siempre había sido una constante en aquellos partidos de la denominada corriente morenista (3), pero la salida forzosa de muchos dirigentes permitió una dedicación más tenaz de este tipo de tarea militante. Por todo esto, puede afirmarse que la preservación de los dirigentes y la tarea política internacional estuvieron estrechamente ligadas. De esta manera, a raíz del inicio del proceso dictatorial argentino, diversos referentes del PST iniciaron un trabajo político en Colombia, en donde se instaló un número elevado de dirigentes argentinos y se centralizó la corriente internacional impulsada por Moreno mientras que, paralelamente, se conformó un partido político que intervino en la realidad de este país. Paralelamente, diversos militantes de esta organización se insertaron en países tales como Perú, Brasil, Venezuela e incluso en Europa (por ejemplo, en España). Dentro de esta variedad de construcciones políticas realizadas por esta corriente en el exterior, se destacará en el presente trabajo la experiencia realizada en Nicaragua en 1979. La inserción en este país cobra importancia por dos razones principales: en primer lugar, porque se trata de una participación política en un proceso revolucionario que terminará con la histórica dictadura de Anastasio Somoza y con la llegada al poder del sandinismo. Y, por otro lado, porque este proceso permite analizar la puesta en práctica del bagaje teórico que esta organización sostenía.

Un aspecto que puede presentar interrogantes es preguntarse sí existió una contradicción entre la postura contraria a la conformación de organizaciones guerrilleras por parte del PST y la participación en una actividad armada como lo fue la participación en la toma del poder por parte de los sandinistas. En este sentido, la corriente morenista partía de la idea de que los objetivos políticos básicos y estratégicos a aplicar eran, por lado, la movilización de las masas y, por otro, la construcción de partidos (con las características del Partido Bolchevique en Rusia y el legado programático de León Trotsky) que dieran la pelea contra el imperialismo y el capitalismo en la búsqueda de una transformación socialista de la sociedad.

Nahuel Moreno distinguía entre ese objetivo y las tácticas a utilizar para su concreción y argumentaba la necesidad de redefinir la táctica de acuerdo a la coyuntura. En ese sentido, criticaba cuando la táctica se colocaba en un primer plano convirtiéndose en un fin en sí mismo:

“(…) el partido sólo podemos construirlo si utilizamos en cada momento tácticas diferentes y adecuadas, que cambian tanto como cambia la lucha de clases. Si hay elecciones podemos ser electoralistas. Pero si no las hay, no debemos serlo. Si hay campesinos dispuestos a luchar en forma armada contra los terratenientes, debemos ser guerrilleros rurales. Pero si no lo hay, no debemos serlo. Si nos imponemos por cinco, diez o quince años ser guerrilleros rurales, nos atamos las manos para cambiar tanto como sea necesario las distintas tácticas que resultan imprescindibles para fortificar el partido y al movimiento de masas junto con él. (…) repitiendo como tartamudos la misma consigna, nunca podremos hacer crecer al partido”.(4)

Se desprende de esta cita, que esta corriente no descartaba la utilización de diversas tácticas a implementar de acuerdo a la coyuntura política. Tomar las armas, decretar una huelga general por tiempo indeterminado, practicar el entrismo (5), presentarse a elecciones y dar la pelea política en ese terreno institucional, todas éstas eran, para Moreno, opciones válidas como táctica, siempre y cuando, esté presente como objetivo de fondo y como punto de partida la necesidad de la construcción partidaria y de la movilización de las masas para la toma del poder. En este sentido, vale aclarar que la corriente morenista, impulsora de una brigada internacional para participar del proceso revolucionario nicaragüense, no caracterizó que se formara parte así de una estrategia guerrillera sino por el contrario, que se era partícipe de un proceso de insurrección de masas contra una dictadura en crisis.

LA DICTADURA NICARAGÜENSE

En la década de 1930 se instauró en Nicaragua una de las más paradigmáticas dictaduras latinoamericanas. Ésta fue dirigida por más de cuarenta años por una dinastía familiar, los Somoza, quienes detentaron un poder que actuó en beneficio de un cerrado círculo y, principalmente, de los intereses norteamericanos.

Esta dinastía actuó, desde 1936, con un extremo grado de violencia a través la Guardia Nacional, fuerza represiva preparada para desterrar todo sesgo opositor. En los orígenes de esta dinastía, el poder de los Somoza fue consolidado sobre la base del terror, con el asesinato de campesinos, obreros y estudiantes, y la prohibición de palabras tales como huelga o Sandino. Hacia finales de la década de 1960, Anastasio Somoza asumió el control de la presidencia y de la Guardia Nacional.

Económicamente, desde la década de 1950, los Somoza concertaron una débil paz con las familias de la elite nicaragüense al dividir la propiedad de la riqueza del país en tres partes: el grupo de los Somoza, el grupo del Banco de Nicaragua (en su mayoría liberales dedicados al cultivo de algodón y al comercio) y el grupo del Bank of America (conservadores, ganaderos, comerciantes y la oligarquía tradicional). El modelo instaurado fue llamado irónicamente cleptocracia. Sobre el final de la dictadura, se estimaba que los bienes de la familia Somoza ascendían a unos mil millones de dólares mientras, en paralelo, el país se endeudaba sistemáticamente. Al caer la dictadura, la deuda externa nicaragüense promediaba los 1.500 millones de dólares: la mitad provenía de los préstamos concedidos durante los dos últimos años del régimen cuando Anastasio Somoza precisaba fondos para financiar la guerra contra el proceso revolucionario.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (en adelante, FSLN), fue creado para unir a las diversas ramas de la resistencia contra la dinastía somocista. Inicialmente, fue formado por hombres que provenían de facciones radicalizadas del Partido Socialista y que adherían al foquismo como estrategia (6). Pero, paulatinamente, la estrategia del FSLN se redefinió. Por un lado, a partir de un incremento de la influencia que, adentro de la organización, tuvieron quienes proponían una estrategia insurreccional. Y, por otro lado, mediante la concepción de forjar una política de alianzas con diversos sectores opositores al régimen como táctica para aislar a la dictadura. Quienes sostuvieron esta tendencia buscaron incluso la coordinación con sectores de oposición de la burguesía. Este aspecto será, sin dudas, el principal polo de conflictos con las concepciones de quienes, desde la corriente morenista, se dirigieron a Nicaragua para colaborar con el proceso revolucionario.

Lo más destacado del proceso fue que las masas acompañaron las acciones sandinistas desde distintos ámbitos. Surgieron organizaciones en los barrios, en las fábricas, de los estudiantes o entre las mujeres. La espontaneidad de las masas, en varias oportunidades, sobrepasó a las propias decisiones del FSLN. De hecho, se destaca que la particularidad de Nicaragua recayó en que, a diferencia de otros procesos latinoamericanos, no fue el FSLN quien creó una situación revolucionaria a través de sus acciones sino que, por el contrario, éstas se insertaban dentro de una situación revolucionaria objetivamente dada (7). La revolución fue una combinación de estrategia militar e insurrecciones populares, no siempre coordinadas entre sí (8).

Este proceso de organización popular fue incrementándose hasta que, en junio de 1979, se realizó un llamado a la huelga general con un masivo acatamiento como resultado en lo que fue la antesala de la caída de Somoza. El 19 de julio se produjo la caída definitiva del régimen (Somoza había huido algunos días antes) y el inicio del llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional, constituido por representantes de distintos sectores sociales (incluidos burgueses) y políticos.

LA BRIGADA SIMÓN BOLÍVAR

La decisión de participar del proceso revolucionario nicaragüense fue tomada por aquellos militantes de la corriente morenista que se encontraban organizados políticamente en Colombia9. Es menester recalcar cómo el Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia (organización impulsada por el morenismo en este país) logró motorizar esta idea y conformar a un grupo de militantes (no necesariamente miembros del partido) para colaborar con el proceso revolucionario nicaragüense y llevar, a su vez, una política propia y un accionar en concordancia a la misma.

La convocatoria a formar una brigada internacionalista fue lanzada por el PST de Colombia el 13 de junio de 1979 en una conferencia de prensa. La repercusión fue rápida, no sólo en Bogotá sino también en distintas regiones del país. Fue fundamental, a los efectos de la difusión, el arraigo que la convocatoria tuvo en distintos sectores de la opinión pública. De hecho, tuvo una importante influencia el anuncio de la convocatoria vertido en la columna del periodista Daniel Samper en El Tiempo, uno de los periódicos de mayor circulación de Colombia.

En cuanto a las finanzas, cada uno de los brigadistas tomó como parte de la tarea el buscar los recursos posibles para solventar su viaje. Buena parte del dinero restante fue conseguido a través de los brigadistas gracias a un trabajo de militancia que recaía en recorrer sindicatos, grupos estudiantiles y otros sectores sociales a los que se pedía colaboración.

Es así como aproximadamente un centenar de brigadistas partieron desde Colombia a integrarse al proceso nicaragüense: en un breve e intenso período, colaboraron militarmente con la caída de Somoza, sufrieron bajas y heridos, participaron de la toma de la ciudad de Bluefields y de la construcción allí de su gobierno, tuvieron una relevante labor organizativa en Managua con la conformación de los nuevos sindicatos, presentaron discrepancias de fondo con la dirección sandinista y terminaron siendo expulsados de Nicaragua para permanecer detenidos en Panamá.

La Brigada internacionalista Simón Bolívar tuvo, por un lado, la pretensión de emular la tradición, frecuente en la Guerra Civil española, de participar de un proceso de lucha a través de brigadas formadas por componentes de distintos países. Por otro lado, tuvo el objetivo de actuar, como Brigada, en forma independiente al sandinismo. Así explica esta decisión una cita posterior al proceso revolucionario:

“(…) los socialistas revolucionarios latinoamericanos volcamos nuestra ayuda material y física al bando sandinista, llamando a formar brigadas de combatientes y formándolas nosotros mismos. A pesar de nuestras diferencias políticas con el sandinismo, a pesar de su orientación de unidad con la burguesía opositora, concretada en la formación del gobierno de reconstrucción nacional, integrado por esa patronal. Con todas esas diferencias, pero reconociendo que eran la dirección objetiva, real, del bando obrero y popular de Nicaragua, el que peleaba contra la dictadura y el imperialismo”. (10)

De este párrafo se desprende, que más allá de las diferencias conceptuales y del objetivo de participar en el proceso revolucionario en forma independiente, la corriente morenista reconocía al sandinismo como la dirección real de las luchas que se estaban desarrollando en Nicaragua. Eso se verá posteriormente en el accionar de la Brigada que, en parte, se desarrolló bajo las órdenes militares del sandinismo.

También se observará hacia finales de la experiencia cuando, independientemente de las diferencias y de la cercanía de la expulsión, desde el discurso de los integrantes de la Brigada hacia el conjunto de la población, no se denunciaba a la dirección sandinista ni se la criticaba abiertamente.

La Brigada Simón Bolívar, si bien reclutó a un número importante de colombianos, también contó con la presencia de militantes de diversas nacionalidades (como por ejemplo, costarricenses, mexicanos o panameños). Por su parte, el PST argentino contribuyó a la Brigada con la incorporación de dos militantes relevantes de ese momento, Miguel Soranz, quien se desempañaba como miembro de la dirección argentina en la clandestinidad y quien tenía un pasado de inserción tanto en el movimiento universitario como en el sindical; y Nora Ciapponi, quien había desarrollado su militancia en el movimiento obrero, participado en las luchas de los ingenios azucareros tucumanos y sido candidata a vicepresidente de la nación en la primera de las elecciones presidenciales de 1973. Ninguno de los dos, ante la posibilidad de participar en la experiencia nicaragüense dudó sobre su importancia:

“(…) cuando yo me voy a Nicaragua ya habían pasado tres años de la dictadura militar. Yo había tomado la tarea de los presos y los desaparecidos. Era una tarea muy dura, hacíamos de todo un poco, teníamos un pequeño grupo que fuimos montando que no tenía relación directa con el resto de la organización. Ya era un personaje más conocido, había sido candidata en el ‘73, entonces quedarse en el país (no me había querido ir) y tomar esa tarea implicó tres años de mucha clandestinidad y de mucho dolor. O sea, cuando se abre la posibilidad de ir a Nicaragua como corriente internacional, con el lanzamiento de la Brigada Simón Bolívar hecho en Colombia, yo planteé inmediatamente que sí necesitaban gente de Argentina yo viajaba. Se necesitaba gente con experiencia sindical, que hubiera hecho trabajo con el movimiento de masas, y eso yo tenía”. (11)

La coyuntura represiva que experimentaba Argentina, inserta en pleno proceso militar, fue un factor determinante a la hora de tomar esta decisión. Las dudas o resquemores que podrían traer aparejado el integrarse a un proceso como el nicaragüense, en el que prácticamente la coyuntura era de guerra civil, se relacionaban con los propios temores y cuidados que generaba el continuar con una actividad militante en la Argentina, país en el que un número no despreciable de sus compañeros se encontraban detenidos y desaparecidos. La influencia de la coyuntura local a la hora de tomar la decisión, se percibe también en el otro militante argentino integrante de la Brigada:
“Yo fui a Nicaragua desde Argentina. Era una tarea militante (…). Yo vivía una militancia en Argentina muy difícil, entonces los riesgos que podía tener en Nicaragua quedaban relegados. Obviamente, eso no quería decir que uno no pudiera tener miedo de perder la vida, por supuesto que estaba. Siempre algún temor tenés que tener. Pero lo asumimos entusiastamente porque Nicaragua era una posibilidad que finalmente se dio”. (12)

Cuando la Brigada Simón Bolívar se incorporó a la acción, el proceso revolucionario se encontraba en un estado avanzado y el régimen somocista cercano a su caída. La preparación militar de los brigadistas se realizó en Costa Rica, país fronterizo con Nicaragua (y colaborador con la caída de la dictadura). La preparación fue breve, dirigida por el sandinismo y realizada en los momentos previos a la entrada en combate. La primera etapa del accionar de la Brigada Simón Bolívar fue estrictamente militar. Las aspiraciones que llevaban consigo de combatir en forma independiente, tal como lo habían hecho las brigadas internacionales en la Guerra Civil española, fueron rechazadas por el sandinismo. Es por esto, que en los primeros momentos, la Brigada Simón Bolívar debió colocarse bajo el mando militar del FSLN.

En esta primera etapa, la Brigada integró lo que se conoció como el Frente Sur, el cual tenía la tarea de romper el cerco somocista de la ciudad de Rivas. En este frente, la dictadura concentraba toda su fuerza para resistir la embestida sandinista con el objetivo de cortar el paso que hiciera desembocar a los revolucionarios hacia la capital, Managua. La Brigada Simón Bolívar tuvo un saldo de tres de sus miembros muertos en combate. De las bajas que sufrió la Brigada, dos de esos hombres eran colombianos y el restante nicaragüense. La prensa colombiana reflejó en sus páginas la muerte de dos de sus compatriotas y el gobierno de ese país, posteriormente, hizo los trámites para que sus restos viajaran a Colombia. (13)

El 19 de julio de 1979, el régimen somocista se retiró definitivamente del poder. En ese momento, la Brigada desarrollaba su accionar político-militar en la ciudad costera de Bluefields. En paralelo, en el centro de Nicaragua, se instaló un gobierno provisional compuesto no sólo por el sandinismo sino también por personajes de la burguesía nacional que habían sido oposición al somocismo en los últimos tiempos del proceso revolucionario. De hecho, el mismo gobierno provisorio definió a la revolución que estaban protagonizando como popular, democrática y antiimperialista y se comprometía a “ir despacio” a la hora de desarrollar los cambios. La política de alianzas con otros sectores sociales que el FSLN desarrolló no fue una caracterización subjetiva de aquellos que pugnaban por una radicalización del proceso y por un avance más profundo de las medidas a tomar. Jaime Wheelock Román, un alto comandante sandinista, definía al proceso de la siguiente manera:

“La salida que levanta el Frente Sandinista no se presenta como liquidadora de los grupos económicos criollos, sino como integradora de los sectores burgueses con opción a participar en la reconstrucción nacional, brindando una oportunidad a los productores privados. Una oportunidad ligada a un proyecto que buscaba, en primer lugar, obtener la independencia económica y política de Nicaragua”.(14)

En este sentido, es paradigmático el hecho de que se nacionalizaran las propiedades somocistas pero sin poner en práctica una política de expropiación general de las propiedades latifundistas. De hecho, se definió la política a implementar como una economía mixta, lo cual implicaba dejar buena parte de las estructuras económicas capitalistas de pie. Por su parte, la corriente morenista, respetando la dirección del sandinismo, defendió la necesidad de desarrollar otro tipo de políticas, diferentes a las anunciadas por el nuevo gobierno. En los días posteriores a la revolución, Nahuel Moreno realizó en Bogotá (Colombia) una conferencia, la cual permite analizar cuáles eran los proyectos y aspiraciones que su corriente consideraba más convenientes para Nicaragua, en contraste con las tácticas políticas aplicadas por el nuevo gobierno. En primer lugar, Moreno caracterizó las contradicciones del gobierno de Unidad Nacional formado en Nicaragua y proyectó los problemas que éste tendría a futuro:

“(…) es un gobierno de unidad nacional. Nicaragua vive un momento en que todos, excepto los somocistas, están enloquecidos de alegría, se siente muy unidos; creen que dentro de poco, tanto los burgueses como los obreros, van a ganar más y los campesinos van a aceptar las reformas contentos. Todo el pueblo ha hecho una gran revolución, ha triunfado, y éste es el sentimiento dominante (…). Es la etapa de La Marsellesa. Después vendrá la época en que se dividirán entre los que cantan La Marsellesa y La Internacional; después es posible que unos canten La Internacional y otros La Giovinezza [Canción de los fascistas italianos]. Pero lo fundamental es que esta ‘unidad’ desaparecerá pronto”. (15)

El planteo desarrollado por Moreno tuvo como eje marcar las contradicciones de aquellos procesos que conforman como alianzas políticas policlasistas. De acuerdo a los análisis de esta corriente, un régimen con estas características no podría sostenerse porque inevitablemente iría o bien, hacia una revolución de los sectores más relegados o, por el contrario, hacia un proceso contrarrevolucionario que derrotaría lo construido.

A su vez, Moreno en esta conferencia esbozó un posible programa para Nicaragua con el fin de avanzar y darle continuidad al proceso revolucionario. En primer lugar, pugnó por la formación de organizaciones de las masas como por ejemplo, comités de obreros y campesinos con un funcionamiento democrático y, a su vez, percibió como fundamental la construcción de sindicatos, los cuales, desde su óptica, deberían ir hacia una centralización y una coordinación por fuera del aparato estatal. Como se verá más adelante, la mayor parte del esfuerzo de la Brigada Simón Bolívar estuvo dirigido a la formación de los nuevos sindicatos y al intento de coordinar a éstos entre sí. En la misma línea, Moreno aspiraba a que de estas centrales obreras y campesinas, junto a las milicias populares, surgiera un congreso nacional que reemplazara al gobierno de unidad que dirigía en ese momento a Nicaragua.

Posteriormente, Moreno desarrolló otros aspectos programáticos que podrían ser aplicados a la coyuntura nicaragüense. Un planteo de peso recayó en la oposición al desarme de la población impulsado por el FSLN. Esta era una tarea que el gobierno nicaragüense consideró clave dado que, durante el transcurso de la revolución, la población se armó masivamente para combatir al régimen y por eso, ahora pretendía la formación de un ejército y una policía orgánicos, dependientes del Estado. En contraposición, proponía que se mantuvieran las milicias populares y que éstas crearan un organismo que las centralice. En otro orden, Moreno propuso profundizar la reforma agraria, lo cual encontraba una contradicción con la realidad nicaragüense que solamente había llevado la expropiación de tierras a las propiedades somocistas. Por último, otro de los aspectos que chocaba en cuanto a objetivos, era la aspiración de que Nicaragua contribuyera a profundizar los procesos revolucionarios que paralelamente se desarrollaban en otros países, puntualmente en El Salvador. Al contrastar ambos proyectos, quedan en evidencia las causas que llevaron a que las diferencias se volvieran insuperables entre los militantes del morenismo que habían participado en el proceso nicaragüense conformando la Brigada y el gobierno impulsado por el Frente Sandinista.

Pero, antes de adentrarse en estas diferencias teóricas que terminarían con la expulsión de la Brigada, resulta importante analizar el trabajo político que la corriente morenista realizó en Nicaragua una vez tomado el poder.

PROTAGONISMO EN BLUEFIELDS Y ACCIÓN EN MANAGUA

La ciudad de Bluefields, ubicada sobre la Costa Atlántica, era una región económicamente importante para la dinastía somocista a causa de sus recursos pesqueros, petroleros, agrícolas y madereros. La población que allí habitaba era mayoritariamente pobre, con una mayoría negra y un relevante porcentaje de indígenas, por lo que se experimentaba una doble exclusión: económica y racial.

Según los combatientes de la Brigada Simón Bolívar, las relaciones de esta región con la dirección del Frente Sandinista de Liberación Nacional eran muy frágiles. Bluefields no estaba en una posición de privilegio en las preferencias de los comandantes sandinistas a la hora planificar el ataque a los bastiones somocistas. De hecho, quienes en Bluefields protagonizaron el proceso revolucionario fueron un grupo de militantes, todos ellos negros, que se reivindicaban miembros del FSLN pero que, en la realidad, tenían nulo contacto con ellos. A sabiendas de esta situación y de las necesidades de ayuda en esta región para romper con los resabios de la dictadura, la Brigada Simón Bolívar tomó la decisión de organizar una columna independiente que se dirigiera a combatir a Bluefields, con mayor protagonismo que en otras regiones en las que debían quedar bajo el ala del sandinismo. La llegada de la Brigada se efectuó a través de las relaciones políticas que previamente habían forjado desde Costa Rica, desde donde zarparon hacia Bluefields. Allí, tomaron contacto con el núcleo del sandinismo antes mencionado que prácticamente estaba finalizando la toma de la ciudad derrotando así a la dictadura en esta región. Luego de algunos enfrentamientos armados en los que la Brigada participó y de detenciones y huidas de la región por parte del somocismo, el 19 de julio (el mismo día de la caída de la dictadura en Managua), se rindieron los resabios de Somoza en esta región.

A partir de la caída del régimen, el accionar militar de la Brigada dio paso a una actuación de tipo político. La Brigada Simón Bolívar, en conjunción con este grupo sandinista sin contacto alguno con sus pares de Managua, comenzó de hecho a gobernar esta región costera. Por algunos días, la dirección del FSLN, no tuvo ningún tipo de información sobre lo que estaba aconteciendo en Bluefields. Una de las primeras acciones que impulsó la Brigada Simón Bolívar en esta región fue la colaboración en la formación de milicias populares. A lo largo del proceso revolucionario, la población espontáneamente se había armado y combatido. Los saqueos en los cuarteles fueron frecuentes en los últimos momentos del régimen por lo que la población contaba con un importante número de armas en su haber. Al caer la dictadura somocista, se conformaron milicias populares como forma de defender el proceso político en curso y de repeler posibles intentos contrarrevolucionarios. Lo rescatable del accionar de la Brigada Simón Bolívar fue su aporte en la formación teórica brindada a los sectores de la población que habían combatido contra la dictadura. En este sentido, recuerda Miguel Soranz:

“(…) yo di clases en Bluefields de socialismo básico a cuadros jóvenes, 40 ó 50 personas por día. (…) explicaba el triángulo de las clases con ramitas de árboles o escribiendo en el piso, explicándoles a compañeros que nunca habían recibido ninguna clase de socialismo básico: qué son las clases, qué son las instituciones, qué es el imperialismo, qué son los partidos patronales, qué es la Iglesia, qué es esto y qué es lo otro. Con gente que había enfrentado y que estaba dispuesta a tener un arma y seguir construyendo un poder popular”. (16)

A través de esta cita se desprende el objetivo político, presente entre los militantes de la corriente morenista, que pugnaron, en este caso, por fomentar que la movilización de la población no quedara exclusivamente en el plano de lo militar, en el combate contra la dictadura propiamente dicho, sino también en la autodeterminación política y en la formación de un bagaje teórico – ideológico anticapitalista y socialista. En este sentido, resulta coherente que el mayor esfuerzo realizado por la Brigada tanto en Bluefields como en Managua haya recaído en la creación de nuevos sindicatos, basados en la discusión de los trabajadores y en la autoorganización de los mismos.

Específicamente en Bluefields, la Brigada Simón Bolívar tuvo una intensa labor en lo sindical. En una escala pequeña de lo que posteriormente sería la actuación en Managua, colaboró en la creación de más de diez sindicatos de la región y fomentó en cada uno de ellos la discusión y la toma de decisiones entre los obreros. En esta línea, los brigadistas reivindican de la experiencia de Bluefields la expropiación de algunas empresas, como por ejemplo, la empresa pesquera Booths, que se encontraba en manos norteamericanas. Motorizada por la Brigada, los obreros de la empresa realizaron una asamblea en la que decidieron formar un comité que organizara y dirigiera la producción y la empresa en general. En todo este proceso, dada la falta de información de la dirección del FSLN, la Brigada tuvo un rol de importancia. De hecho, a través de ésta se tramitaron los decretos de expropiación. Miguel Soranz describe este proceso y narra cómo la Brigada pudo accionar ante la falta de control del sandinismo pero también, ante el protagonismo que repentinamente adquirieron gracias al proceso revolucionario:

“Durante una semana o diez días, el gobierno sandinista ni sabía lo que pasaba en la Costa Atlántica porque a Bluefields se accedía por barco solamente. A la semana, sale el primer barco y en eso viajo yo y vuelvo con las primeras resoluciones de expropiación de propiedades somocista que incluía algunas de Bluefields. Una revolución permite este tipo de cosas insólitas: no hay ejército, no hay policía, imaginate, nosotros tomábamos los cuarteles, hacíamos las guardias, nos levantábamos a las 5 de la mañana a izar la bandera nicaragüense y sandinista en Bluefields. Después, al abrirse eso, se empezó a quejar la Iglesia y los chamorristas: que había latinoamericanos, que había negros…”.(17)

Como recuerda la cita, comenzó a gestarse en Bluefields un proceso contrarrevolucionario. Efectivamente, esta zona costera contaba con una casta religiosa opuesta al proceso revolucionario y con distintos sectores que, a diferencia de lo que acontecía en Managua, no participaban en Bluefields del proceso político posdictadura (18). Es así como, uno los últimos hechos protagonizados por la Brigada en esta región, fue el intento de repeler una contrarrevolución local impulsada por sectores conservadores y antiguos somocistas que se armaron y atrincheraron. La respuesta de la Brigada fue movilizar a las milicias populares y a los sindicatos con los cuales se habían relacionado, provocando un enfrentamiento armado de varios días. Finalmente, el resultado fue la rendición de los elementos conservadores y somocistas. Justamente, al finalizar este conflicto, se produjo en Bluefields el desembarco de un gran número de miembros del FSLN, para tomar el control de la ciudad e incorporarla a las directivas políticas del conjunto del país.

El desarrollo posterior de la Brigada Simón Bolívar se efectuó en la propia capital de Nicaragua, Managua, centro principal del proceso político en gestación e incluso, de los intentos de ataques para revertir esta situación (19). Es menester dividir, por un lado, algunas concepciones y experiencias de tinte más bien personal de los brigadistas, y por otro lado, analizar el desempeño político de la Brigada. En cuanto al primer punto, uno de los aspectos que llamó la atención a quienes concurrieron a Nicaragua es la situación de pobreza extrema en la que se encontraba la población:

“(…) Es tristísimo lo que yo vi en Nicaragua. En un país como el nuestro, a mí me conmovía el hambre de los niños en Tucumán (…) en la década del ‘70. Yo creo que ahí me arraigué con mucha fuerza a ser militante. Porque todo lo que era yo en la fábrica, en los lugares de trabajo, éramos una clase obrera que comía. (…) Entonces, lo de Tucumán fue un choque brutal. Pero en Nicaragua, nunca yo me hubiera imaginado que se pudiera vender en la calle un gajo de naranja, y que en la calle se pudiera vender una rodaja de pepino. Entonces el pepino se abría como una flor y el que vendía era tan pobre como el que compraba. Imaginate qué puede juntar ese tipo que vendía. Eran los momentos que no había ni que comer. Nosotros comíamos donde podíamos, la misma gente nos daba de comer (…)”. (20)
Al llegar a Managua, la Brigada recibió una propiedad somocista que hizo las veces de sede de sus actividades políticas y de lugar de asentamiento y vivienda de sus integrantes. Las crónicas y los relatos informan que el asentamiento en el que se instalaron consistía en una mansión con una gran cantidad de habitaciones. No obstante, los testimonios dan cuenta de que la situación de la Brigada no era privilegiada:

“Se comía lo mismo que comían miles y miles de nicaragüenses: arroz con frijoles de almuerzo y cena. Esa era la comida que se distribuía, en los primeros meses de la revolución, para las ollas populares de los barrios”. (21)

En relación a las carencias que vivieron quienes integraban la brigada y a la convivencia de aproximadamente un centenar de personas en el mismo asentamiento, puede agregarse el aporte de Nora Ciapponi, quien al relato sobre las vivencias cotidianas en ese recinto, agrega una visión de género (dada la abrumadora mayoría de hombres en este grupo):

“No teníamos nada, ni un mueble, nada de nada. No estaba amueblada la casa. (…) era una casa deshabitada. Yo y todos dormíamos arriba de nuestras propias cosas, alguno podría tener el lujo de dormir en alguna pequeña colchoneta. Como éramos pocas las mujeres, yo tenía que dormir con los ojos abiertos, rodeada de 60 ó 70 hombres, en una situación como esa, te tenés que cuidar. No todos tienen la moral y la conducta de gente militante hechos. Pero evidentemente, algo improntábamos porque no nos tocó nadie nunca”.(22)

Dentro de este proceso, resulta fundamental realizar un repaso del trabajo político desarrollado por la Brigada Simón Bolívar en Managua porque, a través de él, puede descubrirse por un lado, la relación entre aquellas teorías y cuestiones programáticas (anteriormente explicadas a través de la conferencia de Nahuel Moreno) que la corriente morenista sostuvo para el proceso nicaragüense, y por otro lado, las contradicciones y diferencias de proyectos con respecto a la dirección de la revolución. Si bien los documentos internos de la corriente dan cuenta de distintas labores políticas de trascendencia en manos de la Brigada como por ejemplo, la colaboración en la formación y el aprendizaje político de las milicias populares (tal como ocurrió y ya se describió en Bluefields) o la participación en el reparto de tierras a los campesinos (por ejemplo, en el Valle de Nejapa), es menester resaltar la relación que la Brigada Simón Bolívar forjó con el movimiento obrero y el trabajo realizado con el objetivo de conformar sindicatos y asociaciones de trabajadores con una metodología inexistente hasta ese entonces en Nicaragua. Pero, es necesario previamente, aclarar las características particulares del movimiento obrero existente en Nicaragua. En primer lugar, una característica de larga duración en Nicaragua que la revolución debía romper era la existencia de los llamados sindicatos blancos, los cuales funcionaban con una metodología que consistía en que a los delegados de los trabajadores eran elegidos directamente por los dueños de las empresas. Y en segundo orden, vale aclarar que el movimiento obrero en general no participó como tal en todo el proceso revolucionario nicaragüense que terminó con el gobierno somocista. Esto último no implica que los obreros no colaborarán con la caída del régimen pero lo hicieron, no a través de sus ámbitos de trabajo, sino insertos en sus barrios y con sus redes sociales más directas. Con lo cual, los trabajadores tenían tradición de luchas pero no experiencias de organización dentro de sus fábricas.

A partir de la concreción de la revolución, la Brigada Simón Bolívar se puso al servicio de un movimiento obrero que pugnaba por organizarse de forma diferente. En este sentido, rápidamente pudieron establecer relación con los sectores trabajadores dado que, varios miembros de la Brigada (por ejemplo, los argentinos) eran fuentes habituales de consulta debido a la experiencia previa en sus respectivos países. Así, sobre la base de los reclamos y las inquietudes que los obreros traían consigo, la Brigada forjó relaciones e ideas a su organización. Los brigadistas entrevistados narran que, era habitual, que a partir de las cinco de la mañana distintos núcleos de trabajadores tocaran la puerta del local asignado a la Brigada y los llevaran a alguna fábrica o ámbito de trabajo para organizar una asamblea o reunión de trabajadores.

En poco tiempo, se produjo en Managua una veloz organización de sindicatos debido a que, entre los obreros, existió una rápida difusión de las medidas tomadas en los respectivos lugares de trabajo. Así, en distintos ámbitos laborales, los trabajadores tomaron diferentes medidas: exigieron el pago de las semanas anteriores a la caída de Somoza, momento en el que se encontraban en un proceso de huelga general; pidieron el cambio del personal administrativo y de la dirección de algunas empresas; organizaron asambleas para elegir nuevos delegados y echaron de las mismas a aquellos que habían servido durante el régimen, etc. En todo este proceso, la Brigada Simón Bolívar participó activamente, integrando las asambleas, discutiendo con los obreros, recogiendo las propuestas de los trabajadores y complementando ellas con otras diferentes, y a su vez, acompañando a los trabajadores al Ministerio de Trabajo una vez concluidas las distintas asambleas, ya sea para exigir el pago de sueldos o principalmente, para legalizar un sindicato o un comité de fábrica recién conformado. Miguel Soranz cuenta una experiencia que permite ejemplificar cómo era la dinámica y la rapidez de la organización de los trabajadores en ese contexto:
“Yo por ejemplo, ayudé a organizar el sindicato de la Pepsi y de la Coca Cola. La Pepsi tenía la mala suerte que le habían tirado un bombazo y se la habían liquidado porque, en las últimas semanas, Somoza hizo bombardear los barrios de alrededor de Managua porque eran los barrios populares y obreros (…). Y como había resistencia, lo bombardeaban. Entonces caía una bomba en cualquier lado y cayó una en la fábrica. Y ahí el reclamo surgió porque querían que les pagara la Pepsi Cola: ‘Somoza nos tiró una bomba, nosotros no tenemos la culpa, nos tienen que estar pagando los días’, decían. Ese era el reclamo. Yo recuerdo haber ido, de uniforme, hacer la asamblea y decir: ‘Perfecto, vamos al ministerio una delegación con un petitorio’. Formamos la primer comisión, se formó sindicato y se exigió que se paguen los días hasta que la fábrica no se reestablezca. Así se formó el sindicato. Pero pasaban los días y no pagaban y yo me acuerdo haber aparecido en un camión de la Pepsi Cola, con el que nos habían ido a buscar al local nuestro, y fui yo con el uniforme. Cuando entramos a la oficina me decían: ‘Adelante comandante’. Por eso digo, las cosas de la revolución: ¿Yo quién era? No tenía nada que ver con la estructura ni nada. Todos temblaban en el Ministerio: fueron con las valijas a pagar. El sandinismo se enteraba después de todo lo que se hacía. Ordenar una revolución no es fácil, hay que hacer todo el Estado de vuelta. Sobre esa base, se fortalecían los sindicatos. Después fuimos a la Coca Cola con la Pepsi Cola y la organizamos. Y así fueron surgiendo sindicatos”.(23)

Efectivamente, como da cuenta la cita anterior, los sindicatos se formaron rápidamente y en mayor número. Los documentos internos de la corriente reflejan que la Brigada participó aproximadamente en la conformación de un centenar de sindicatos en el tiempo que estuvo en Nicaragua. Ambos entrevistados, experimentados en el terreno sindical, resaltan la rapidez con la que los trabajadores efectuaban los cambios y la importante cantidad de ideas que surgían en sus debates entre los trabajadores. Sirve como ejemplo la siguiente descripción de las asambleas que los trabajadores realizaban y de las cuales la Brigada participaba:

“Yo robé una máquina de escribir de un ex senador somocista donde estábamos instalados, yo era muy rápida con la máquina de escribir, entonces me llevaban a mí a hacer elegir los delegados. Entonces les decía: ‘juntémonos todos, hagamos una asamblea, busquemos un cajón para pararnos’; (…) la mayoría de las veces se conseguía funcionar en las playas de estacionamiento de las fábricas (…) la mayoría de los patrones huyeron y dejaron las fábricas pero volvieron a entrar los obreros, la hacían producir y mientras tanto hacían todo lo que necesitaban hacer. Entonces me decían: ‘bueno, ¿ahora que hacemos?’. ‘Bueno, ¿qué es lo que consideran ustedes que hay que hacer’?, decía yo. ‘Y acá’, me decían a mí, ‘lo que no puede pasar es que nosotros estemos todos juntos con los buchones del somocismo, de la patronal anterior’. ‘Bueno’, decía yo, ‘díganme, ¿ustedes los conocen?, entonces hablen fuerte, digan quiénes son’. ‘Bueno’, decían, ‘que se vayan de esta asamblea fulano, sultano, mengano, etc.’. Se ponían de acuerdo muy rápido entre ellos, empezaban a decir: ‘que se vaya éste, aquel, el de más allá, y que fuera’, gritaban: ‘¡fuera perro! ¡Por traidor, por buchón!’ Y salían como perros, a nadie les daba lástima, nadie tenía una sola duda de quién era el hijo de puta que habían soportado durante 20, 30 ó 40 años. Y que llegaba el momento en el que no le iban a perdonar nada, al que no era tan hijo de su madre lo dejaban a prueba, pero los capataces afuera. Después era muy sencillo. Les decía: ‘bueno, en quiénes creen ustedes’. Y me decían: ‘¿y cuántos delegados podemos elegir?’. Y yo decía, como no había leyes ni nada: ‘elijamos más o menos, uno cada quince o cada veinte’. Entonces se elegían, todos aplaudíamos, después me acompañaba un sector de ellos, hacíamos los papeles e íbamos al Ministerio de Trabajo a que se legalizara el sindicato”. (24)

Como corolario de este proceso de conformación de sindicatos y de organización de los trabajadores, surgió del seno de la Brigada Simón Bolívar el proyecto de construir una coordinación de todo este activismo sindical nacido de la caída del somocismo. Este proyecto fue dialogado entre los miembros de la Brigada y los distintos sectores de obreros que diariamente concurrían al local asignado a ella para pedir asesoramiento sindical o asistir a cursos básicos sindicales que daban los brigadistas. De este proceso, surgió la convocatoria a un plenario con el objetivo de discutir posibles mecanismos de coordinación de este movimiento obrero de reciente organización. Efectivamente, este plenario se realizó con una alta concurrencia de delegados de las recientes organizaciones pero, a su vez, con un componente inesperado como lo fue la presencia de representantes del FSLN que concurrieron a ese encuentro para proponer una reunión diferente, motorizada por la dirección sandinista, para conformar una Central Sandinista de los Trabajadores. Se produjo así un choque de intereses. Por un lado, el proyecto de la Brigada consistente en que los nuevos sindicatos se organizaran y coordinaran entre sí independientes de cualquier organismo superior y, por otro lado, la aparición del FSLN con la intención de nuclear al sindicalismo bajo una central dirigida por el propio sandinismo (25).

Las diferencias en torno al tipo de organización sindical seguramente fueron un detonante de la expulsión que se avecinaba, mientras en paralelo, avanzaba un proyecto político a través del Gobierno de Reconstrucción Nacional (ya anteriormente caracterizado), por demás diferente al que los militantes de la corriente morenista insertos en Nicaragua impulsaban.

EXPULSIÓN

Las diferencias políticas desembocaron en la convocatoria a una reunión por parte del sandinismo con los integrantes de la Brigada Simón Bolívar. En el local de la Brigada algunos de sus miembros barajaban la expulsión del país como posibilidad.
Otros, intuían que se les iba a pedir que se disolvieran como Brigada y que se integraran a distintos espacios de trabajo bajo la dirección del sandinismo. Ante la posibilidad de la expulsión, la decisión de los brigadistas fue la de convocar a los distintos sectores de trabajadores con los cuales se habían relacionado y colaborado.

Los testimonios dan cuenta que, promediando las cinco de la mañana, en las inmediaciones del local se aglomeraron alrededor de cinco mil personas. Obviamente el discurso de estos nicaragüenses no era de oposición al gobierno sandinista sino más bien, de planteos de defensa de los brigadistas como, por ejemplo, el pedido de otorgarles la ciudadanía nicaragüense. A partir de allí, la decisión de la Brigada fue dirigirse hacia el punto de encuentro con la dirección del FSLN pero acompañados deuna movilización de esos sectores convocados como forma de ejercer presión. Los brigadistas recuerdan que una vez llegados al lugar realizaron un acto de larga duración en el que ellos hablaron como así también lo hicieron representantes de distintos sindicatos y de las milicias. Finalmente, los brigadistas entraron a la reunión con la dirección del FSLN. De acuerdo a lo narrado por quienes estuvieron presentes en esta reunión, poco importaba qué podrían decir. De hecho, en la reunión, los miembros de la Brigada tuvieron pocas oportunidades de intervenir y simplemente se dedicaron a escuchar los planteos de los dirigentes del Frente. Finalmente, los miembros de la Brigada fueron llevados a una celda y, bien entrada la madrugada, fueron sacados violentamente de las mismas y transportados hasta un colectivo en donde los hicieron acostar mientras eran apuntados. Según cuentan los testimonios, en ese trayecto los brigadistas no hablaron entre sí, pero coincidieron luego en que el pensamiento fue que el destino era el fusilamiento. No obstante, el colectivo llegó a un aeropuerto en donde los esperaba un avión de la fuerza aérea panameña para sacarlos de Nicaragua, en lo que fue un pedido del FSLN al gobierno de Torrijos.

La experiencia política propiamente dicha de la Brigada Simón Bolívar en la revolución nicaragüense terminó a partir de ese momento. Lo que continuó luego recae en las experiencias vividas durante el tiempo en el que permanecieron detenidos e incomunicados en Panamá. Los temores principales recayeron en los argentinos dado que, si el gobierno panameño tomaba la decisión de deportar a cada uno de los brigadistas a sus respectivos países, los argentinos sabían que serían detenidos a raíz de la represión existente aún en su país y de la actividad que ellos habían tenido anteriormente en el PST argentino.

La mayor parte del tiempo en Panamá, la Brigada pasó su estadía en la cárcel Modelo, una prisión de presos comunes. En esos días, sufrieron el intento de llevarlos más lejos, a un cuartel en Tinajitas, pero los guardias no lograron hacerlo dado un escándalo que se produjo al querer separar a los brigadistas por nacionalidad al llegar a ese lugar. También en ese proceso, los brigadistas tuvieron una reunión con el gobierno panameño a través de Manuel Noriega (quien años después gobernaría elpaís) en la que les fue permitido establecer contacto con los miembros panameños de la corriente morenista, quienes iniciaron una campaña internacional para liberarlos.

A partir de la experiencia en prisión, se narran pintorescas historias tanto en la relación entre los propios brigadistas como en el trato de estos militantes con los presos comunes detenidos en esa cárcel. Sobre estos días, recuerda Miguel Soranz:

“(…) Eso fue entre cómico y represivo. Ahora uno lo ve con ribetes más simpáticos. (…) éramos una banda de colombianos, mexicanos, costarricenses, panameños, un alemán. Y estábamos todos juntos, hombres y mujeres en un gran calabozo. Y claro, de noche cantábamos ‘la Internacional’. O había una parte cultural porque, como ya estábamos tan aburridos, cada país hacía una representación: a nosotros nos tocaba cantar tangos, los mexicanos contaban chistes contra los curas. Las tardes culturales, les decíamos. Entonces los presos comunes, armaban un jolgorio tremendo. Claro, cien tipos cantando. Y cuando cantábamos ‘la Internacional’ todos juntos, los presos comunes aplaudían. Por eso, en un momento trataron de sacarnos de ahí, de llevarnos a un cuartel”. (26)

Por su parte, Nora Ciapponi da cuenta de la relación que lograron establecer con los presos comunes que se encontraban detenidos en ese momento:

“(…) teníamos buena relación con los otros presos. A mí me ayudaron muchísimo los homosexuales: me lavaban la ropa, me la planchaban, me prestaban su ropa, me cuidaban. Nos ayudaban a trasmitir de un lugar a otro (..). Y toda la cárcel, la habíamos ganado. A la mañana nos levantábamos y decíamos: ‘¡Buenos días compañeros detenidos!’ Y ellos nos saludaban todos. Habíamos hecho un quilombo en esa cárcel”. (27)

Posteriormente a este paso por Panamá, los brigadistas fueron deportados, muchos a Costa Rica (sobre todo, aquellos con nacionalidad centroamericana) y otros tantos (incluidos los argentinos) a Colombia, en donde algunos pudieron ingresar (incluso sin documentación alguna) gracias a los contactos con trabajadores del aeropuerto de ese país. Colombia fue justamente el lugar en el que, luego de un acto, se disolvió oficialmente la Brigada Simón Bolívar.

EL BALANCE

De acuerdo a los testimonios recogidos y a los documentos analizados, el análisis de la experiencia de la Brigada Simón Bolívar y la participación en el proceso revolucionario nicaragüense fue positiva y sobre todo, influyente para sus protagonistas. La historia oral permite conocer que, quienes participaron de ese proceso, aún narran apasionadamente todas sus instancias, entusiastamente todos sus logros e incluso con bronca el final de su participación. Vale un testimonio como síntesis de la memoria de quienes participaron de ese proceso:

“Si yo algo tengo que decir de mi experiencia, lo que de lejos más me impactó, es lo que transforma una revolución a los seres humanos. Hay que creer el que le gente se puede autodeterminar, que no es una política, que es un hecho. Y que si vos vas contra eso, vas contra todo. Porque el día que a nosotros nos dijeron por primera vez: ‘Vengan, ayúdennos a organizar’ Y yo lo único que hacía era decirles: ‘Bueno, hablá a tus compañeros’. Y balbuceaba el primer día. Y el segundo día eran oradores, imaginate generaciones enteras, durante décadas y décadas, de los padres, de los abuelos que nunca podían hablar más allá de lo bajito porque si se llegaba a enterar la policía, la Guardia Nacional del somocismo, eran hombres muertos. Entonces de la noche a la mañana se hace una revolución y la gente puede hablar. Y vos decís: ‘Bueno, capaz que hay que esperar un proceso…’ Pero empujás un poco y la gente es impresionante, son poetas arriba del estrado hablando, les sale toda la vena humana, les sale todo lo lírico, todo lo bello. Supongo que lo feo también, pero yo esos días sólo vi belleza”.28

El proceso que continuó en Nicaragua tras la expulsión de la Brigada Simón Bolívar no es objeto de estudio de este trabajo como tampoco lo fue su análisis historiográfico académico. Pero vale decir, a modo de conclusión, que diversos factores dictaminaron el ocaso de la revolución sandinista. Por un lado, la política de conciliación entre diferentes sectores sociales y la aplicación de la denominada ‘economía mixta’ implicaron la ausencia de medidas que terminaran con la pobreza, la falta de tierras y el desempleo, por lo que el común de la población continuó en un estado de miseria como el existente antes de la caída de Somoza. La política de conciliación con EEUU tampoco trajo frutos positivos: este país continuó constantemente hostigando el proceso a través de los contras, lo que a su vez, implicaba un importante gasto a nivel estatal que recaía sobre el conjunto de la población. Las medidas políticas posteriores, con la liberación de los somocistas y de los contras pegaron hondo en el sentir de una población que había luchado. En ese contexto, el gobierno llamó a elecciones para 1990, en las cuales se impuso Violeta Chamorro dando por finalizada la etapa sandinista y dejando una reflexión abierta:

“Los líderes revolucionarios no pueden dar por el sentado el apoyo popular, acercarse después al capital privado y esperar que ese apoyo se mantenga”. (29)

Notas

1.- Hugo Miguel Bressano, más conocido como Nahuel Moreno, nació el 24 de abril de 1924 en Alberdi (Provincia de Buenos Aires). Comenzó su proceso de acercamiento a la política a través de la filosofía dado que participaba de una Asociación Cultural formada por intelectuales y estudiantes, en donde asistía y dictaba charlas. A través de esa asociación se relacionó con el Teatro del Pueblo, un ámbito en donde confluía la intelectualidad de izquierda. Se acercó al trotskismo a través del grupo de Liborio Justo. A los 20 años, fundó su primera organización, el Grupo Obrero Marxista, luego transformada en Partido Obrero Revolucionario que finalmente se integraría al Partido Socialista de la Revolución Nacional.
Tras la caída del peronismo, experimentó un crecimiento político a través de la publicación Palabra Obrera, que desembocó en la formación del Partido Revolucionario de los Trabajadores tras la fusión con el grupo de los hermanos Santucho. El PRT se dividiría en medio de un debate en torno a la utilidad o no de adoptar la estrategia de la lucha armada y la corriente de Moreno pasaría a denominarse PRT “La Verdad”, que luego se fusionaría con un sector proveniente del Partido Socialista Argentino (encabezado por Juan Carlos Coral) dando origen al Partido Socialista de los Trabajadores en 1972.

2.- En las dos elecciones presidenciales de 1973 el PST presentó las fórmulas Juan Carlos Coral – Nora Ciapponi y Juan Carlos Coral – José Páez respectivamente aprovechando, en ambos casos, la posibilidad de realizar campañas electorales para difundir así los principales aspectos programáticos.

3.- Para aquellos agrupamientos liderados por Nahuel Moreno, ninguna construcción a escala local era pensada sino en razón de una construcción más amplia, a nivel internacional. Por ello, cualquier organización política nacional debía impulsarse de la mano de la conformación a nivel mundial de la IV Internacional como estructura política aglutinadora.

4.- MORENO, Nahuel. Un documento escandaloso (En respuesta a ‘En defensa del leninismo, en defensa de la Cuarta Internacional’ de Ernest Germain). Ediciones Antídoto, Buenos Aires, 1989. pp.131-132.

5.- La táctica del entrismo consistía en la entrada de militantes a una organización con una ideología diferente a la propia, pero con arraigo en los sectores populares con el objetivo de provocar que sus integrantes giraran ideológicamente hacia la izquierda. La corriente morenista puso en práctica esta táctica en el interior del movimiento obrero peronista.

6.- MIRES, Fernando. La rebelión permanente. Las revoluciones sociales en América Latina. Siglo XXI Editores, México, 1988, p.405.

7.- MIRES, Fernando. La rebelión…, cit. p. 407.

8.- MIRES, Fernando. La rebelión…, cit. p. 429.

9.- El propio Nahuel Moreno era parte de ellos y, junto a él, varios referentes del PST argentino exiliados.

10.- Opción. Edición especial dedicada a Nicaragua. Bs. As. 30 de julio de 1979.

11.- Entrevista a CIAPPONI, NORA, dirigente del PST y partícipe de la revolución nicaragüense como miembro de la Brigada Simón Bolívar. Realizada el 08-01-06 en Capital Federal, Buenos Aires. Entrevistador: Martín Mangiantini.

12.- Entrevista a SORANZ, Miguel, dirigente del PST y partícipe de la revolución nicaragüense como miembro de la Brigada Simón Bolívar. Realizada el 13-01-06. en Capital Federal, Buenos Aires. Entrevistador: Martín Mangiantini.

13.- Los miembros de la BSB muertos en el proceso revolucionario fueron Mario Cruz Morales, un colombiano de 20 años con un pasado de participación política en su país, quien logró los recursos para viajar a Nicaragua gracias a la colaboración de los sindicatos de la zona industrial de Bogotá; Pedro Ochoa García, de 35 años, quien también tenía una trayectoria de militancia en su país. Y por último, Max Leoncio Senguí, un nicaragüense de tan sólo 19 años, quien se encontraba en Colombia estudiando una carrera universitaria cuando conoció la noticia del reclutamiento para la Brigada Simón Bolívar y decidió retornar a su país de esa forma y dentro de ese grupo.

14.- HÁRNECKER, Marta. Nicaragua, el papel de la vanguardia. Contrapunto, Buenos Aires, 1986, p.22.

15.- MORENO, Nahuel. Las perspectivas políticas y la política revolucionaria después del triunfo de la revolución nicaragüense. Informe de Nahuel Moreno al Comité Central del Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia (PST-C), agosto de 1979.

16. Entrevista a Miguel Soranz. Op. Cit.

17.- Ibidem.

18.- Cuando se hace referencia a los chamorristas, se refieren a los conservadores dirigidos por Violeta Chamorro, quien integró el gobierno de transición en Managua.

19.- Desde sus inicios, la revolución nicaragüense sufrió la oposición de lo que se denominó los contras, el brazo armado de la contrarrevolución nicaragüense, organizado y financiado por la Inteligencia norteamericana (CIA), formado sobre todo a partir de los elementos de la antigua Guardia Nacional. En los momentos inmediatamente posteriores a la caída de Somoza, esto se manifestó en ataques nocturnos a distintas sedes de poder sandinista o a la existencia de ex somocistas actuando como francotiradores, por lo que el toque de queda fue una medida adoptada en los días posteriores a la llegada del sandinismo al poder. La propia Brigada Simón Bolívar todas las noches recibía disparos en su sede de funcionamiento y realizaba acciones de defensa para contrarrestarlos.

20.- Entrevista a Nora Ciapponi… Cit.

21.- Cuadernos Socialistas (una publicación de Alternativa Socialista). Mayo de 1999, Buenos Aires, p.46.

22.- Entrevista a Nora Ciapponi… Cit.

23.- Entrevista a Miguel Soranz… Cit.

24.- Entrevista a Nora Ciapponi… Cit.

25.- Efectivamente con el tiempo se creó la denominada Confederación Sandinista del Trabajo.

26.- Entrevista a Miguel Soranz… Cit.

27.- Entrevista a Nora Ciapponi… Cit.

28.- Entrevista a Nora Ciapponi… Cit.

29.- PETRAS, James. “La derrota electoral del sandinismo”. En: Diario Brecha. Montevideo. 30 de marzo de 1990.