Entrevista a Miriam Lang
“El desarrollo no ha sido más que una falacia y una estrategia del poder hegemónico para subordinar a los países del sur”
Fernando Arellano Ortiz (especial para ARGENPRESS.info)
El concepto de “desarrollo” no ha sido más que un dispositivo de poder que a partir de la Segunda Guerra Mundial reorganizó el mundo, generando un imaginario determinado, occidental, capitalista y colonial simplemente para favorecer los intereses hegemónicos del Norte global, explica Miriam Lang, socióloga alemana, directora de la Oficina regional del Área Andina de la Fundación Rosa Luxemburg, con sede en Quito, Ecuador.
Lang estuvo recientemente en Bogotá presentando junto con el exministro de Energía y Minas y expresidente de la Constituyente de Ecuador, Alberto Acosta Espinosa, el libro Más allá del desarrollo, elaborado por el Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo y editado por la citada fundación.
En este libro, como lo explica la directora regional de la Fundación Luxemburg, los diversos autores muestran cómo el discurso del “desarrollo” simplemente ha servido como un mecanismo de expansión del capitalismo para consolidar el coloniaje en los países del Sur, perpetuando su dependencia.
Citando al antropólogo colombiano Arturo Escobar, Lang subraya que “el desarrollo es un proyecto tanto económico (capitalista e imperial) como cultural. Es cultural en dos sentidos: surge de la experiencia particular de la modernidad europea; y subordina a las demás culturas y conocimientos, las cuales pretende transformar bajo principios occidentales. El desarrollo privilegia el crecimiento económico, la explotación de recursos naturales, la lógica del mercado y la búsqueda de satisfacción material e individual por sobre cualquier otra meta”.
En la actualidad, bajo el pretexto del “desarrollo” gobiernos inclusive de corte progresista impulsan nuevos proyectos extractivistas como los minero-energéticos con los altísimos y graves costos socioambientales. Por eso Lang señala que en esta coyuntura “los movimientos sociales del Sur global no solo resisten la arremetida en curso de acumulación por desposesión, sino que expresan la urgencia de buscar alternativas fundamentales al sistema mundo actual”.
Aprovechando su presencia en la capital colombiana presentando el mencionado trabajo bibliográfico dialogamos sobre el contenido del mismo con Miriam Lang.
Socióloga de la Universidad Libre de Berlín, con especialización en estudios de Género y una maestría en Estudios Latinoamericanos, Lang lleva más de veinte años viviendo en América Latina, trabajando en países como México y Ecuador con organizaciones de mujeres e indígenas.
El extractivismo una práctica que atenta contra el Buen Vivir
– El libro que acaba de editar la Fundación Rosa Luxemburg coincide con una frase de un dirigente indígena panameño que sostenía que este tipo de desarrollo empobrece. ¿Esa es la connotación de la temática de este trabajo bibliográfico?
– Este libro antes que de la Fundación Rosa Luxemburg es del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo; es un esfuerzo colectivo justamente de construcción de posibilidades a lo que denominamos desarrollo hegemónicamente. Es decir, yo creo que más que traer sistemáticamente pobreza, el desarrollo es una falacia, es una estrategia del bloque del norte global que después de las guerras de independencia y de la Segunda Guerra Mundial, consistió en reinventarse otro mecanismo para subordinar al sur. Como ya no funciona lo de colonia y centro, ahora funciona lo de desarrollado y subdesarrollado, generándose una multitud de discursos, instituciones, políticas, prácticas, etcétera, para también generar mentalidades subordinadas. O sea, el sur se autoconstruye frente al norte como subdesarrollado, en este sentido la estrategia ha sido muy exitosa. Sobre esto se construye la estructura del mercado mundial habida cuenta que del sur extraemos los insumos para procesarlos en el norte, lo que sería el desarrollo propiamente dicho.
– Dentro de ese contexto se ha dado el modelo extractivista que ahora toma un gran auge en América Latina con la explotación de recursos minero-energéticos. No obstante los múltiples impactos negativos que ocasiona vender naturaleza al norte, la dinámica económica de los países se mueve dentro del sistema capitalista. En consecuencia, ¿qué alternativas se vislumbran para enfrentar al extractivismo?
– Creo que el primer aspecto que hay que promover con mucha fuerza es la integración latinoamericana pero cuidando mucho el papel de Brasil. Es decir, cómo se pueden complementar las economías latinoamericanas sin depender tanto del mercado mundial de materias primas; cómo desarrollar su propio valor agregado. Por poner un ejemplo: para qué se saca el oro. Sabemos que se saca de la tierra produciendo devastaciones ambientales y sociales para fundirlo y luego meterlo de nuevo bajo la tierra en las bóvedas de los bancos. Entonces para qué extraerlo si se puede calcular cuánto un país puede tener de reserva y se deja a la naturaleza y a las comunidades en paz. Creo, en consecuencia, que por un lado hay que independizarse de la fuerte demanda de materias primas que viene del norte con mucha presión; y de otro lado, del discurso hegemónico económico neoliberal que todavía persiste en nuestras mentes, aunque estoy convencida que procesos como los de Bolivia, Ecuador y Venezuela, en cierta medida de Brasil, han marcado una ruptura con el modelo pero sigue vigente el discurso de la necesidad de la inversión extranjera y de la importancia de las exportaciones, que son prácticas que realmente no llevan al Buen Vivir. Porque la inversión extranjera lo que trae es destrucción aunque beneficia a unos indicadores macroeconómicos que nos fueron impuestos para medir el éxito de una economía nacional pero que muy poco contribuye al mejoramiento de la calidad de vida de la población. Entonces, en el cuestionamiento de de esos discursos creo que hay un paso importante que dar.
– Libros como Más allá del desarrollo están dirigidos a dar esos primeros pasos…
– Sí, hay que seguir haciendo estudios, todo esto es un trabajo en construcción y creo que estamos dando los primeros pasos. Hay que analizar, como lo propone en el libro Eduardo Gudynas, dónde en la topografía existente de un país se puede hacer extractivismo sin causar tanto impacto ambiental. El desierto de Chile, por ejemplo, puede ser una opción y hay otras partes del continente en donde también se puede realizar. Cómo se puede hacer que las zonas de alta diversidad aporten a una economía nacional sin que se pierda este tesoro natural, o estudiar el caso de Costa Rica con su modelo de ecoturismo.
– ¿El modelo extractivista que ahora vuelve a tomar nuevo impulso en América Latina es una nueva fase del modelo neoliberal?
– No, hay que señalar que hay extractivismo en todo el sur global y esto responde a una demanda exacerbada de materias primas tanto del antiguo norte global que comprende Europa, Estados Unidos y Canadá como también de los denominados BRICS que tienen un crecimiento económico acelerado y requieren nutrir su maquinaria. Pero extractivismo siempre ha habido, solamente lo que está cambiando en ciertos países de América Latina es cómo se combina con cierta redistribución de la renta y cierta participación mayor del Estado.
– Ciertamente, pero lo que se observa en el panorama es que en buena parte de los países de la región, incluidos los que están gobernados por sectores progresistas, se impulsa cada vez con mayor fuerza el extractivismo minero-energético, o la explotación de agrocombustibles, mediante políticas públicas y gabelas tributarias que favorecen al capital financiero transnacional con las consecuencias socioambientales funestas que están generando amplias resistencias sociales…
– Sí, lo que yo quiero anotar es que este no es solamente un fenómeno latinoamericano. Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy viajan al África para ver los mercados y dónde pueden exprimir una gota más de materia prima. El capitalismo está topando los límites del planeta y por su necesidad de acumulación avanza hasta los últimos rincones y eso lo hace en todas partes, solo que los países del norte tienen una legislación ambiental y regulatoria más exigente que los del sur.
– Las cartas constitucionales de Bolivia y Ecuador son pioneras en el concepto de garantizar los derechos que tiene la naturaleza para su conservación. Sin embargo sectores ambientalistas señalan que los códigos mineros aprobados en estos países violan la norma constitucional. ¿Cuál es su visión al respecto?
– Creo que existe una tensión importante pero considero que es normal en un proceso político, porque los procesos constituyentes de ambos países podríamos decir que fueron los de mayor efervescencia respecto de la proyección de lo nuevo, y fueron muy ricos en participación popular en cuanto a construcción e idea de país, haciendo escuchar los ciudadanos sus propuestas, estoy pensando por ejemplo en la mayoría indígena de Bolivia. Pero al momento de implementar las constituciones llega lo que en Alemania llamamos la “realpolitik”. Obviamente ello tiene que chocar con muchas realidades del Estado heredado que aún está en pie, de los intereses económicos, internacionales y de la geopolítica que todavía se mantienen y por eso llegan las contradicciones. Es eso lo que estamos viviendo en Bolivia y Ecuador ahora. Efectivamente, en el caso ecuatoriano en lo que tiene que ver con la Ley de Minería, la Corte Constitucional ha cuestionado algunas de sus partes; está el tema de la consulta previa que en todos estos países genera problemas porque si se cumple como está en las respectivas constituciones ningún proyecto extractivista avanzaría.
– ¿Qué visión tiene de la realidad que vive Colombia en materia extractivista, país que bajo el discurso de la “locomotora minera” ha concesionado alrededor de 45 millones de hectáreas de su territorio para explotación minero-energética?
– Es lo que David Harvey llama la acumulación por despojo. Además este tipo de políticas son cortoplacistas porque los presidentes solo piensan en el periodo de su gestión para asegurar crecimiento, tener buenos resultados económicos con miras a garantizar su reelección, pero finalmente lo que va a pasar es que en 30 o 40 años para las futuras generaciones se va a dejar un territorio destrozado, envenenado, sin posibilidad de soberanía alimentaria y eso en un contexto global de crisis de alimentos, de extranjerización y especulación de tierras agrícolas, es muy preocupante. Por eso creo que hay que involucrar mucho más a la población, un poco en el espíritu de Rosa Luxemburg, quien afirmaba que la vía hacia la revolución es desde abajo y discutiendo con el enemigo, no aniquilando al enemigo. Por eso habría que abrir el campo del debate para que la población más allá del adoctrinamiento de los medios de comunicación privados pueda opinar sobre el modelo de consumo y de vida que quiere.
– ¿Para superar la dependencia del extractivismo, el aprovechamiento de las ventajas comparativas y la exportación de la materias primas, la clave para los países de América Latina estaría en genera valor agregado a sus productos agrícolas?
– Yo creo que sí. Por ejemplo, cómo creció la Unión Europea, mediante un proteccionismo hacia fuera, un proceso de negociación hacia adentro y un mercado interno fortalecido. ¿Por qué ellos tienen ese derecho y América Latina no lo ha tenido? Yo creo que si lo tiene, y con estas poblaciones que en muchos países han manifestado su voluntad de cambio, Colombia en algún momento tendrá su oportunidad, hacia esa dirección apunta el mandato popular de transformación social.
Miriam Lang es directora regional de la Fundación Rosa Luxemburg.
25/04/12