Marxismo y medición de la pobreza
El nivel de la pobreza en Argentina es tema de debate entre investigadores en ciencias sociales. En esta nota presento un punto de vista basado en la teoría de Marx.
El debate
La discusión arranca, en buena medida, con las mediciones del INDEC. Según este organismo, actualmente en Argentina solo el 8% de las personas, y el 5,7% de los hogares estaría por debajo del índice de pobreza. El INDEC obtiene este resultado porque considera un costo extremadamente bajo de la Canasta Básica Total (la CBT toma en cuenta los bienes que serían necesarios, según el INDEC, para que una persona, o una familia, no sean pobres). Así, en febrero de 2012, un adulto que recibiera $465 por mes (poco más de 100 dólares) no debería ser considerado pobre. Aunque mucha gente de “izquierda- K” no defiende explícitamente semejantes cifras, guarda silencio y disimula el asunto. Como he argumentado en otra nota, se trata de una posición reaccionaria, ya que todo lo que disimule los índices de pobreza (y de indigencia; aunque aquí me voy a concentrar en la pobreza), juega un rol contrario a los intereses populares.
Más interesante, sin embargo, es la postura de los partidarios del gobierno que admiten que las cifras del INDEC no se pueden defender. En este enfoque, se sostiene que si bien la pobreza es más alta que lo que dice el INDEC, de todas formas bajó mucho, y ya se encuentra a niveles anteriores a 1980. El exponente más destacado de esta postura es Artemio López, director de la consultora Equis. Según Equis, la pobreza de los hogares en Argentina se ubicaría en 20,9%, (nivel en agosto de 2011), y comprendería 8,4 millones de personas. Este cálculo resulta de tomar una canasta de $1837 mensuales para la familia compuesta por cuatro personas. Artemio López afirma que se trata de un nivel de pobreza más bajo que el de 1980, cuando era del 24%. Por supuesto, es mucho menor que el pico del 57,5%, alcanzado en octubre de 2002. También para el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina, vinculado a la CTA oficialista, la pobreza sería del 21,8% (primera mitad de 2011). Esto se debe, de nuevo, a que considera que los precios de los artículos de la canasta básica no son los que dice el INDEC.
En la posición opuesta encontramos al Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la UCA. Según este instituto, hoy el nivel de pobreza es del 34,9%. Esta cifra surge de considerar que la canasta se ubica, para una familia tipo de los conglomerados urbanos, en $2150 (segundo semestre de 2011); y de una investigación realizada sobre una muestra de 1722 hogares. También la CTA no oficialista calcula un nivel de pobreza en alrededor del 35%. Frente a estas últimas cifras, Artemio López reivindica su medición de la canasta básica (alrededor de los $1800, como vimos), y sostiene que un índice de pobreza superior al 30% carece de sentido. Es que se trataría de un nivel apenas un poco más bajo que el 37,7% que había en 2004. Pero por aquel año la desocupación era del 15,3% (hoy es 7,3% en Gran Buenos Aires); el trabajo informal llegaba al 47,7% (hoy es del 34,5%); y no existía la Asignación Universal por Hijo. Recordemos que la AUH hoy estaría alcanzando a 1,9 millones de hogares, y representa $270 por hijo. Este último argumento nos parece importante, ya que el ingreso de $540 (familia con dos hijos) cubre el 30% de lo que Equis considera la canasta básica. Aclaremos, de todas formas, que no es cierto que la pobreza en 1980 era la que dice Artemio López. Tomando los datos que presentan Altimir, Beccaria y González Rozada, de CEPAL, el nivel de pobreza (en Gran Buenos Aires) era del 5% en 1974 y del 6% en 1980. En 1986 superaba el 9%, y llegaba al 25% en 1990. Con la recuperación de los primeros años de la década del 90 vuelve a bajar, y se ubica en el 15% en 1994. Sin embargo, aumenta rápidamente a partir de la recesión de 1999, y en 2000 alcanzaba el 21%. Es durante la crisis de 2001-2 que sube vertiginosamente: en octubre de 2001 llegaba al 38,3%, y un año después superaba el 57%, como ya hemos señalado. Por lo tanto, se puede decir que después de casi una década de crecimiento a altas tasas, y políticas de “inclusión social y redistribución del ingreso”, la pobreza, medida por los K partidarios, está a niveles más altos que a mediados de los años 90, y también que en los 1980; y que es similar a la que había en 2000, pero mucho más baja que la que se alcanzó durante la depresión 2001-2. Queda por discutir, por otra parte, hasta qué punto la CBT puede adquirirse con $1800, como sostiene Equis. Pero al margen de este debate, nos parece importante que se ubique en una justa perspectiva el nivel de la pobreza en relación a lo sucedido en Argentina en las últimas décadas.
Pobreza absoluta y relativa
Por detrás del debate de las cifras subyace, sin embargo, otra polémica, que tiene que ver con la noción misma de pobreza. Es que además de la discusión acerca de si los bienes que integran la CBT pueden obtenerse en los negocios a los precios que dicen el INDEC, Equis o el Observatorio Social de UCA, está la cuestión de si la disposición de esos bienes alcanza para definir que alguien no es pobre. ¿Por qué, por ejemplo, no definir la línea de pobreza a partir del salario mínimo y vital? Recuerdo que el salario mínimo y vital, en principio, considera cuánto ingreso debe tener un individuo, que no tiene cargas familiares, para disponer de “alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento”. En el segundo semestre de 2011 el salario mínimo, vital y móvil era de $2300 (a partir del 1º de agosto). Alguien que, por ejemplo, no puede afrontar ir al menos una vez por mes a un entretenimiento popular (digamos, el fútbol), o acceder a una asistencia sanitaria mínimamente eficiente, ¿no debería ser considerado pobre?
En un sentido similar, tenemos la medición de pobreza por las llamadas Necesidades Básicas Insatisfechas. Así, el INDEC considera pobres a los hogares que al menos reúnan una de las siguientes condiciones: en materia de hacinamiento, cuando vivan más de 3 personas por cuarto; cuando sean viviendas precarias (por ejemplo, pisos de tierra) o piezas de inquilinato; cuando no haya ningún tipo de retrete; cuando los niños de entre 6 y 12 años no asistan a la escuela; y los hogares con 4 o más personas por miembro ocupado y cuyo jefe tenga baja educación (hasta segundo grado). De acuerdo al INDEC, en 1980 el 22,3% de los hogares tenía NBI, en 1991 el 16,5% y en 2001 el 14,3%. Entonces, tanto en la década de 1980, como en la de 1990, la pobreza, medida por las NBI, habría estado reduciéndose. Dado que este relevamiento se hace con los censos, todavía no está disponible el que corresponde a 2010. De acuerdo a una investigación del Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina, y a pesar de las fuertes mejoras registradas a partir de 2004, en 2010 el 20% de la niñez urbana tenia NBI, esto es, sufría algunas de las privaciones mencionadas.
Por supuesto, pueden combinarse las mediciones según el enfoque de las NBI y según la Línea de Pobreza, de manera que algunos hogares pueden ser pobres según un enfoque, y no ser pobres según el otro. Digamos también que una variante del enfoque de las NBI es el que emplea el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, que elabora un índice de pobreza humana para los países en desarrollo que toma en cuenta la probabilidad al nacer de alcanzar los 40 años de edad; la tasa de alfabetismo; el porcentaje de la población que tiene acceso al agua potable; y el porcentaje de niños con deficiencias de peso. A lo que habría que agregar las consideraciones de Amartya Sen acerca de la necesidad de evaluar qué pueden hacer los individuos con determinado ingreso, según las condiciones sociales, culturales e históricas. Pero no vamos a seguir esta línea, porque queremos concentrarnos en la noción de pobreza que sustenta las mediciones habituales, en Argentina, y en la mayoría de los países del mundo. El problema es que todas ellas parten de concebir a la pobreza en términos absolutos. Esto es, en lo esencial los organismos gubernamentales establecen una canasta de bienes necesarios para mantener cierto un nivel de vida, y consideran que son pobres aquellos que no tienen ingresos suficientes para adquirir esa canasta. Esta evaluación nos dice que se está concibiendo a la pobreza en términos absolutos. Este enfoque fue sintetizado por Artemio López cuando, defendiendo, por TV, su evaluación de la pobreza en Argentina, sostuvo que el parámetro para medirla era tan fijo y establecido como podía serlo el metro patrón para medir distancias.
Pues bien, frente a este abordaje, que en el fondo es a-histórico, se levanta otro, que sostiene que la pobreza es relativa. Una idea que ya estaba en Adam Smith, cuando definía la pobreza como la falta de aquellas necesidades que la costumbre de un país hace que sea indecente que tanto la gente acomodada, como la clase baja carezcan de ellas. La misma idea, en sustancia, encontramos en Marx.
Pobreza en Marx y plusvalía relativa
Efectivamente, la posición de Marx es que la pobreza es, en lo esencial, histórica y social, y por lo tanto relativa. Por eso, el metro patrón puede y debe permanecer invariable durante siglos (y cuanto más invariable, mejor), pero el “metro” para medir la pobreza, en cambio, debe determinarse a partir de una concepción histórica y social. Esto se debe a que la pobreza hay que ponerla en relación con el desarrollo de las fuerzas productivas; en otras palabras, en relación con la riqueza general de la sociedad. En consecuencia, no tiene mucho sentido medir la pobreza según algún patrón fijo de bienes materiales, ya que la disponibilidad de los mismos está variando según evoluciona la sociedad. Por esta razón es que Marx pensaba que, si bien la pobreza en términos absolutos tendía a disminuir con el desarrollo capitalista, podía estar incrementándose en términos relativos. Esto sin perjuicio de que haya largos períodos, de crisis y depresiones económicas, en los cuales la pobreza aumenta en términos absolutos, y amplias masas son arrojadas a la desesperación y el pauperismo más absoluto.
La idea de que el salario, y por lo tanto la pobreza, son nociones relativas, está claramente planteado enTrabajo asalariado y capital. Allí Marx escribe que “ante todo, el salario está determinado por su relación con la ganancia, con el beneficio del capitalista; es un salario relativo”. Y especifica que el salario relativo “expresa la participación del trabajo en el nuevo valor creado por él”. También en el mismo texto, y hablando de los períodos en que aumenta el capital productivo, y por lo tanto la demanda de trabajo y los salarios, explica: “Una casa puede ser grande o pequeña, y en tanto las casas circundantes sean igualmente pequeñas, la misma satisface todos los requisitos sociales que se plantea una vivienda. Pero si se levanta un palacio junto a la casita, ésta se reduce hasta convertirse en una choza”. Refiriéndose a la distribución de la riqueza social entre el capital y el trabajo, explica que si la parte del primero aumenta con relación al segundo, habrá crecido el poder del capitalista sobre el trabajador. Es por esto que hace hincapié en la caída relativa del salario, a medida que aumenta la concentración de la riqueza en el polo del capital. Por consiguiente, aumenta la distancia entre el capital y el trabajo. Este es el sentido de fondo de la noción de plusvalía relativa, ya que pone en evidencia que la explotación (y por lo tanto la pobreza relativa) puede estar aumentando, a pesar de que se mantenga la canasta salarial, o incluso aumente.
Para bajar a tierra esto, en relación a la medición de la pobreza, supongamos que en una medición realizada en 1990 se constata que en determinada localidad de Argentina el 10% de las viviendas no disponen de un retrete, y por lo tanto esos hogares se clasifican como pobres. Supongamos que en 2012 se realiza una nueva medición, y la situación sigue igual. ¿Se mantiene el mismo nivel de pobreza (medida según las NBI)? La respuesta de alguien que cree que existe un patrón fijo (al estilo del metro), es afirmativa. Pero desde el punto de vista del marxismo, la respuesta es inequívoca: la pobreza aumentó, porque en los últimos 20 años hubo un desarrollo de las fuerzas productivas, y cada vez hay menos “justificación” para que los hogares no tengan retretes. La noción de pobreza relativa, vinculada entonces a la de plusvalía relativa (o sea, a la plusvalía que surge del abaratamiento de los bienes salariales por aumento de la productividad) es profundamente crítica de la sociedad existente.
Una medición alternativa
Lo anterior se puede reflejar, de alguna manera, en la medición estadística de la pobreza. Por caso, la Unión Europea considera pobres a aquellos hogares, o individuos, que reciben menos del 60% de la mediana del ingreso (se toma la mediana porque es menos sensible que la media a los valores extremos). Aplicando este criterio a Argentina, deberíamos decir que en el segundo semestre de 2011 eran pobres los hogares que recibían menos de $2718 al mes ($4530 era la mediana). Una cifra para “trazar la raya” de la pobreza muy superior a la que presentan Equis, la CTA oficialista, o la UCA. Si tenemos en cuenta que, según el INDEC, en el tercer decil los ingresos oscilaban entre $2200 y $2996, resulta que, con las propias cifras del INDEC, serían pobres casi el 30% de los hogares (debe tenerse en cuenta que, además, el 1% de los hogares no reciben ingresos).
En conclusión, lo que queremos marcar con esta nota es la necesidad de rescatar este aspecto, profundamente crítico, de la teoría marxista, a la hora de discutir qué es pobreza, y cómo medirla.
Textos citados:
Altimir, O.; L. Beccaria; M. González Rozada (2002): “La distribución del ingreso en Argentina, 1974-2000”,Revista de la Cepal 78, diciembre.
Marx, K. (1849): “Wage Labour and Capital”,http://www.marxists.
Blog del autor: http://rolandoastarita.