CFK, un discurso reaccionario
Rolando Astarita (INDYMEDIA)
En el día de ayer la presidenta Cristina Kirchner atacó duramente el reclamo de eliminar el impuesto a las ganancias a los asalariados. Su argumento central fue que el impuesto a las ganancias afecta a una minoría, el 19% de un total de 9 millones de trabajadores. Agregó que aquellos que reclaman contra este impuesto adoptan posturas egoístas, típicas de los liberales (Abal Medina acotó que pelear contra este impuesto «es oligarquía, no es peronismo»). CK también dijo que el impuesto debía mantenerse para defender las cuentas públicas. No mencionó siquiera las asignaciones familiares, que es otro de los reclamos centrales. En síntesis, la idea central que se transmite es que los trabajadores que más ganan deben ser solidarios con los que menos ganan. CK también sostuvo que en Europa están asombrados porque en Argentina los aumentos salariales son superiores al 20%; y atribuyó la muerte de varios gendarmes en un accidente de tránsito a la lucha de los trabajadores.
Como no podía ser de otra manera, el discurso de CK ya ha sido objeto de varias y fundadas críticas. En primer lugar, porque está reconociendo que el 81% de los asalariados recibe menos de 5500 pesos por mes, que es el mínimo (para solteros) que no es afectado por ganancias. Para aquellos que viven en el exterior, digamos que se trata de poco más de 1220 dólares mensuales (si tomamos en cuenta el tipo de cambio oficial), y el nivel de precios en Argentina es similar al que existe en EEUU. Este salario es considerado entonces «de privilegio» por los K partidarios y el gobierno. En segundo lugar, se ha señalado que CK pasa por alto que se está produciendo un «ajuste» de salarios, por vía de la inflación. Como indica Ismael Bermúdez, en Clarín, desde 2007 la inflación fue del 147% y el gobierno aumentó el mínimo no imponible en apenas el 72%. Así, se rebanó una parte de los aumentos salariales conseguidos (según el cálculo de Bermúdez, el aumento salarial real desde 2007 habría sido de solo el 4,8%). Lo peor es que cada vez son más los trabajadores afectados por esta medida. Hoy, con un ingreso de 10.000 pesos mensuales, «ganancias» se lleva un aguinaldo completo. Pero además, es de mala fe hablar solo del aumento nominal de los salarios, y no mencionar la inflación. Si un gremio cierra un aumento salarial por el 21%, y la inflación es del 25%, habrá experimentado una caída del salario real del 4%. Esto es elemental, y cualquiera lo sabe. En cuanto a vincular las muertes provocadas por un accidente de tránsito con las luchas salariales, es simple incoherencia mental de la presidenta. Pero es funcional a su intento de meter miedo en la gente, para que no vaya a la movilización, y degradar las acciones sindicales.
Todo esto se ha dicho ya, aunque no está de más repetirlo. Sin embargo, hay otro aspecto que quisiera señalar, que tiene que ver con el contenido ideológico del mensaje de CK. Se refiere a su pedido de que los trabajadores que reciben mayores ingresos sean «solidarios» y renuncien a pelear contra la caída de sus salarios (vía ganancias). Pues bien, se trata de un discurso reaccionario, y por donde se lo mire.
Empecemos diciendo que es un hecho que históricamente en el capitalismo hubo diferencias salariales, y por eso el movimiento obrero ha luchado para que los que más ganan no bajen sus salarios, y de ser posible, los aumenten. Y para que los que menos ganan, aumenten los suyos. Toda la historia de las luchas de clases, en el mundo y en este país, estuvo recorrida por este propósito. Muchos e importantes combates de la clase obrera fueron protagonizados por trabajadores relativamente bien pagados, pero recibieron el apoyo del conjunto del movimiento. Es que todo avance de un sector de la clase obrera frente al capital debe ser leído como un paso que mejora las condiciones para pelear del resto. Para no irnos más lejos, recordemos que las grandes luchas del SMATA de Córdoba en los fines de los 1960 y los 1970 fueron protagonizadas por trabajadores que recibían uno de los salarios más altos del país. Y esas luchas abrieron senderos por los que pudo luego mejorar la posición del conjunto de la clase obrera frente al capital. Decir que los mecánicos no debían luchar para ser solidarios con los trabajadores de menos salarios, es un argumento que solo se puede explicar por el empeño en defender los intereses de la clase dominante. De la misma manera, entre los gremios que más se movilizaron en 1975, con el Rodrigazo, estaban los mecánicos, y también los metalúrgicos, que ganaban relativamente bien. De nuevo, alguien podría haber dicho que estaban defendiendo «privilegios». Pero lo cierto es que la movilización por el Rodrigazo fue el intento más importante de frenar la ofensiva que ya estaba lanzando el capital y el estado contra el trabajo, como respuesta a la crisis que se había iniciado a mediados de los 70.
En fin, con el argumento que está esgrimiendo el gobierno K y sus defensores, habría que plantear que ningún trabajador con un salario superior al mínimo debería movilizarse «para ser solidario con sus compañeros de menores salarios». Por supuesto, no hay manera de defender este discurso desde posturas «progresistas» o de «izquierda». ¿A quién se le ocurre plantear que un sector de los trabajadores debe renunciar a una parte de su salario para elevar el de otro sector de la clase trabajadora? La lucha del trabajo debe centrarse en arrancar una mayor parte del valor producido, que hoy el capital se apropia bajo la forma de plusvalía. Por otra parte, sostener que debido a la crisis los trabajadores deben resignar posiciones, es llamarlos a someterse a los dictados del capital. La «receta» típica del capital, y del estado, frente a las crisis, es desvalorizar la fuerza de trabajo para sostener la valorización del capital. Por eso, la clase obrera históricamente opuso resistencia, y defendió sus posiciones. La pelea por aumento de salarios (es lo que está implicado en la disputa por ganancias y por las asignaciones familiares), haya o no haya crisis, es una pelea por la redistribución del valor agregado. Un valor que ha sido generado por el trabajo asalariado, y del cual la clase capitalista, y los funcionarios del capital, se apropian gratuitamente.
Con esto en vista, los socialistas planteamos que los trabajadores no deben redistribuir ingresos al interior de la misma clase (de los que tienen mayores salarios a los que menos tienen), sino obligar a una redistribución del ingreso entre el capital y el trabajo. El planteo de los K-defensores, y del Gobierno, apunta a dividir a la clase obrera, y provocar enfrentamientos en su seno. Los «marxistas» que ocupan altos cargos, o los «izquierdistas» (PC, ex PC y similares) que se alinean con este discurso, cumplen así un rol bien definido. Desde este enfoque, no se cuestiona la división del ingreso entre el capital y el trabajo, sino la división en el seno del trabajo (al pasar, ¿no se asombran en Europa cuando se muestran los índices de distribución del ingreso en Argentina, y en América Latina?).
La posición de los marxistas entonces es la opuesta. Apoyamos toda lucha que arranque algo del botín apropiado por los explotadores. Es en este respecto que he planteado la necesidad de incorporar a los reclamos el combate contra el trabajo en negro y precarizado. Aclaremos que debería abarcar el reclamo de acabar con los contratos basura que se hacen desde el mismo Estado, o grandes empresas, y que formalmente pasan por «blanqueados». Un trabajador que firma, año tras año, un contrato «de locación de servicios», sin recibir aguinaldo ni paga por vacaciones, y que está obligado a aportar como «autónomo» (aunque esté bajo relación de dependencia asalariada) está, en los hechos, precarizado. Pero claro, de esto no dijo palabra CK, tan preocupada por «egoísmos» y «desigualdades».
Por todo esto, es necesario unificar, levantando los intereses más generales del trabajo contra el capital. Y agregamos que en tanto exista el trabajo asalariado habrá explotación. Por eso, no solo cuestionamos el reparto de la torta, sino también ponemos el acento en quién hizo la torta. La torta (esto es, el valor agregado que se divide en salarios y beneficios) fue generada por el trabajo, pero una parte es apropiada graciosamente por los dueños de los medios de producción. Decir que es «neoliberal» luchar por el salario es propio del discurso que busca disimular este fundamento último sobre el que se levanta la civilización burguesa: la explotación del hombre por el hombre.
28/06/12