Entre el desafío camionero y un pluralismo sindical
Eduardo Lucita (LA ARENA)
En lo inmediato, la disputa entre Moyano y el gobierno arrojó un empate. Más allá de la coyuntura, la presidenta busca un sindicalismo de varias centrales, más plural y menos fortalezas.
El conflicto a dos puntas entre la tendencia moyanista de la CGT, el gobierno y otras fracciones cegetistas, viene madurando desde hace tiempo, sin embargo tuvo una fuerte escalada en estos días, a tal punto que lo colocó en una situación de difícil retorno.
Las paritarias se destrabaron cuando el gobierno levantó una vez más el techo y habilitó a la patronal a aumentar su oferta, mientras que Camioneros rebajó sus pretensiones a un 25,5 por ciento.
Empate técnico
Así el acuerdo firmado de apuro es, nominalmente, de los más elevados en estas paritarias y Moyano sale bien parado frente a las bases camioneras. Sin embargo si al aumento se lo pondera según los porcentuales por tramo (anualizado da menos del 20 por ciento) el gobierno logró su objetivo.
Resuelta la reivindicación gremial (relación capital/trabajo) el conflicto se desplazó ahora al plano de las políticas estatales (CGT/Gobierno), mínimo no imponible, límites al salario familiar, criminalización de la protesta, que tuvo como escenario central la concentración del pasado miércoles. Claro que aquí también estuvo presente la disputa por la titularidad de la CGT.
No es la primera vez en nuestra historia cercana que los trabajadores desenvuelven fuertes conflictividades a la par que apoyan a los gobiernos bajo los cuales se desarrollan esos enfrentamientos. En los días previos, informes respecto de la situación sindical en distintas regiones daban cuenta que el pliego de reivindicaciones levantado por la fracción moyanista, aún con sus insuficiencias, tenía amplia adhesión en las bases obreras del conjunto de los sindicatos, no solo de los que están alineados en la CNSP. Pero también esos informes señalaban que la adhesión de esas mismas bases al «modelo», y por lo tanto al gobierno, sigue siendo muy extendida. Esto estuvo presente en la plaza.
Claroscuros
La convocatoria plantó un debate -que no es nuevo- entre los sectores antiburocráticos y clasistas frente a una iniciativa política de una fracción de la dirección sindical que levanta reivindicaciones obreras pero que en su necesidad de ampliar su capacidad de intervención y acumular congresales, hace acuerdos con los sectores más recalcitrantes de la burocracia sindical (Venegas) y recibe apoyo de sectores patronales (Mesa de Enlace) y políticos (Scioli) o pro dictadura (Pando), todos a la derecha del gobierno. Aunque también se ve en la necesidad de abrir la mano hacia la izquierda.
No solo las alianzas oscurecían la convocatoria, también la forma poco democrática en que fue convocada -tan emblemática de las actuales direcciones sindicales- alejada de un mínimo ejercicio de democracia sindical, mucho más de reivindicar ante los trabajadores y aliados potenciales la autonomía sindical frente a las patronales y el Estado.
La derecha y los medios afines que intentaron capitalizar políticamente la disputa apoyando sin tapujos la concentración, quedaron descolocados con la declaración de la CGT, que además desarmó la visión conspirativa alentada desde el oficialismo : «La fuerza social que se movilizará es obrera y como tal adhiere al proyecto nacional… Los trabajadores jamás seremos ariete, ni mascaron de proa, ni fuerza de choque de aquellos a los que poco les importan las negociaciones colectivas, el pleno empleo, los derechos humanos y la distribución justa de la riqueza».
Finalmente la presencia de trabajadores fue significativa en número y representatividad, aunque no alcanzó la densidad de concentraciones anteriores. Moyano se legitima como referente de los trabajadores y sus reivindicaciones se ven fortalecidas, sin embargo esto no implica un debilitamiento del gobierno. Probablemente nada sustantivo cambiará en lo inmediato, pero la tendencia a la presencia obrera en la sociedad puede estar en su punto de partida.
Más allá de lo inmediato
En una mirada que supere lo inmediatista la discusión sobre el acto no pasa por estar a favor o en contra del gobierno o si se apoya o no a una fracción burocrática, sino sobre cual es la intervención política independiente que lleve a una afirmación de la autoridad de la clase en la sociedad.
La presidenta de la Nación habría afirmado en una reunión de trabajo con empresarios locales en el marco de la reunión del G-20: «Marchamos hacia un modelo de varias centrales sindicales». No está equivocada, la fractura de la CGT es un hecho, pero no habrá solo dos fracciones, la heterogeneidad, no solo su sumisión, es lo que destaca al ala participacionista-colaboracionista: la UOM tiene línea propia; el barrionuevismo se mueve por intereses cambiantes; los «gordos» negocian porque no tienen otro remedio pero se sentían más cómodos en los ’90, y el gobierno no se siente cómodo con ellos, mientras que los independientes son en realidad sindicatos del régimen, funcionales a cualquier gobierno. Por su parte el ala confrontacionista-combativa carece de grandes sindicatos, salvo camioneros, pero es más homogénea y su influencia se extiende también entre los afiliados a organizaciones que no integran en su corriente.
Así se comprende porqué el gobierno enfrenta al moyanismo pero no le da el aval explícito a ninguna de las otras fracciones y solo encuentra al poco carismático metalúrgico Caló para candidatearlo a la secretaría general de la CGT, sin que este muestre otro interés que no sea forzado. En realidad el gobierno no ve con malos ojos la pluralidad sindical, y no es ajeno al fraccionalismo, como no lo fue antes con la CTA.
No se trata solo de que aproveche esta dispersión para controlar un sindicalismo débil. Se trata del intento de creación de un nuevo sujeto social mucho más diverso y plural, en el cual los trabajadores son solo una parte más del todo. Un sujeto social en el que apoyarse y con el cual establecer una relación directa líder-masas.
Pos-peronismo
Semanas atrás en el Salón de las Mujeres en la Casa Rosada la presidenta, como colofón de sus ataques y descalificaciones a los trabajadores, desdibujó el protagonismo del movimiento sindical. Dijo: «Lo mejor de estos años no son méritos de ninguno que haya hecho una huelga más o menos, sino de que tuvimos un modelo macroeconómico». De paso ninguneó las luchas históricas y los niveles de conciencia y organización de los trabajadores como clase. El posterior acto en la cancha de Vélez no fue otra cosa que la puesta en escena de esta concepción que se sustenta en la pluralidad del sujeto, donde la contradicción capital/trabajo no es la dominante, sino que lo es la pueblo/bloque de poder. En última instancia es poner blanco sobre negro que se trata de vaciar de contenidos clasistas el conflicto social, para diluirlo en múltiples sujetos donde el bonapartismo «sui géneris» (pedido de moderación en los reclamos sindicales y de inversiones a los empresarios) que encarna hoy la figura excluyente de la presidenta arb
itre las contradicciones sin cuestionamientos al sistema del capital.
La antigua «columna vertebral del peronismo» no tiene cabida en lo que el filósofo Ernesto Laclau, ideólogo de estas concepciones, llama el pos-peronismo (una suerte de populismo aggiornado). Por el contrario los documentos de la Juventud Sindical cuando registran la imposibilidad de reeditar la alianza con el Estado y la burguesía nacional, por la inexistencia de esta, no titubea en señalar que es el movimiento obrero el que debe encabezar la transformación social de nuestra sociedad.
Son estas dos concepciones las que están en la base del actual conflicto, aunque se expresen deformadamente. Una aspira al desarrollo capitalista sobre la base de inversiones externas dirigidas por el Estado, donde el movimiento social se subordina a esa dirección; la otra enfoca hacia un capitalismo de Estado de reformas con protagonismo obrero-sindical. Una no deja otro margen que la resistencia; la otra facilita, si se es capaz de comprenderla, la intervención política mas allá de lo meramente reivindicativo.
La concentración en Plaza de Mayo se muestra así, con sus luces y sombras, como la contracara del acto en Vélez. Es el sujeto el que hace la diferencia.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.
29/06/12