Otro de los legados de Nahuel Moreno
El Método de Interpretación de la Historia Argentina
El próximo 25 de enero se cumplirán 26 años del fallecimiento de quien consideramos maestro y fundador de nuestra corriente política. Recientemente nuestro partido editó una de sus obras, Método de Interpretación de la Historia Argentina, libro que fue presentado por el historiador Ricardo de Titto en una charla debate en diciembre pasado.
Escribe: Tito Mainer
Nahuel Moreno murió joven. Su larga experiencia de lucha y construcción partidaria transcurrió entre dictaduras y varios golpes de estado. Los que estaban cerca de él pero preferían no llamarlo “Hugo”, su nombre de pila, y tomar alguna distancia, le decían “el Viejo”. Eso era así porque las generaciones siguientes, en el partido, excepto un puñado de excepciones, tenían con él, al menos, una década de distancia. Además, su porte y su envergadura intelectual generaban un especial respeto, a pesar de él.
Cuando la noticia de su muerte sacudió al partido y a la Internacional (el MAS y la LIT, por entonces) tenía apenas 62 años, y su vigor intelectual, su lucidez, relucían por esa madurez que añejaba sobre sus espaldas con más de cuatro décadas de lucha, en las que, in situ, había visto “casi todo”: el reino de los conservadores primero, el ascenso del peronismo y el surgimiento de una nueva estructura sindical después, cambios notables en el país y una emergente clase obrera que acompañó desde sus primeros intentos en pos de construir una organización revolucionaria, trotskista, allá por 1944.
En los sesenta, desde la izquierda latinoamericana, el impacto de la revolución cubana lo tuvo entre sus principales protagonistas. El curso que dio origen a lo que finalmente es el Método de Interpretación de la Historia Argentina surgió en el marco de esa lucha política, circunscripta por el peronismo, que hegemonizaba la clase trabajadora, y el castrismo, que entusiasmaba, progresivamente, a más y más elementos de vanguardia del estudiantado y las capas medias. Con una CGT “peronista” -la dirigida por Augusto Timoteo Vandor- que lanzaba furibundos planes de lucha, y una FUA “gorila” controlada por el poderoso Partido Comunista -que se ufanaba de tener casi un millón de afiliados, se autodenominaba “el Partido” y que aparecía respaldando la revolución cubana-, explicar el pasado del país se convirtió en una tarea política. Las visiones del pasado ayudaban a construir los programas políticos del presente, les “daban letra”. ¿Similitudes con la idea del “relato” kirchnerista? ¡Todas! Pelear por instalar (o dibujar) determinada historia es la base para legitimar cierta política.
Liberales, revisionistas… y marxistas
La “historia oficial” que se enseñaba en las escuelas era la que, en sus grandes líneas, habían delineado Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López a fines del siglo XIX. El estalinismo cultivaba esta versión con algunos retoques “de izquierda”. Para enfrentarla, desde el nacionalismo primero, y el peronismo después, se estructuró la visión “revisionista” que contrapuso la figura de Juan Manuel de Rosas y de los federales. Así surgieron dos “líneas” en la historiografía, la que reivindicaba “Mayo-Caseros (y la Revolución Libertadora de 1955)” y la que se articulaba con “San Martín -Rosas -Perón”. La primera, de cuño liberal y positivista, y la otra, de tintes nacionalistas y cierto discurso antiimperialista y “americanista”.
El curso que dio Nahuel Moreno en 1965 y que se plasmó en este libro en su versión definitiva en 1975 (con ediciones anteriores, realizadas a mimeógrafo y en versión impresa de la Universidad Nacional de Córdoba) concretó una tercera perspectiva, la marxista, abonando una nueva corriente historiográfica que se nutriría con el aporte de otros investigadores, como Milcíades Peña, Luis Franco, Alberto J. Plá y Hugo Sacchi, todos ellos de formación o simpatías con el trotskismo. Pero el libro de Moreno tiene una virtud especial: como él mismo lo aclara, no “hace historia” en el sentido estricto, sino que se aboca a brindar un método de análisis de los procesos histórico-sociales y, básicamente, caracterizar y precisar las etapas de la historia nacional y los elementos que intervinieron para generar cambios en la economía y la política. La mayoría de quienes concurrieron a aquel curso eran jóvenes universitarios independientes o provenientes de otras corrientes políticas (como el humanismo, la juventud de Acción Católica y la Juventud Comunista) que se incorporaron al partido -el 25 de mayo de ese año se había fundado el PRT- y, con las herramientas metodológicas que aprendieron entonces, tuvieron mejores elementos para comprender la realidad nacional e internacional. Serán casi todos ellos cuadros partidarios de la siguiente etapa, la que se abre en el 69 con el “Cordobazo”, en la que la corriente dirigida por Nahuel Moreno enfrentará políticamente al peronismo y a las diversas corrientes ultraizquierdistas que, con matices, abonarán las tesis de la “revolución por etapas”, aunque adhirieran, a la vez, a la lucha armada. Por eso el Método de Interpretación de la Historia Argentina cumplió una función política: precisar la visión y la metodología marxistas, y el carácter y los intereses de clase en juego en los procesos históricos que construyeron la Argentina. En efecto, no se podía entonces -como no se puede ahora- articular un programa de transición hacia el socialismo sin una acabada comprensión de la realidad. Así, la pelea por la historia se convierte en una pelea política. En tal sentido, es una gran acierto de esta edición agregar las “Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa en América”, un trabajo de Moreno fechado en 1948 que caracteriza la “conquista” como una empresa fundamentalmente capitalista. Esta visión ha sido confirmada, tiempo después, por la mayoría de los historiadores profesionales y hoy está fuera de discusión entre los cientistas sociales. Se trata de un breve y sustancial aporte, de los primeros que hizo Moreno en el campo de la teoría.
Bien… ¿me recriminan acaso que no adelanto casi nada sobre el contenido del libro? Pido disculpas por anticipado, pero creo que todo lector de El Socialista tiene el deber de comprar un ejemplar y leerlo con minuciosidad: le permitirá, sin duda, clarificar muchos temas del pasado argentino que las versiones “best-seller” en boga -tanto de los “neorrevisionistas” (como las de Pigna u O’Donnell) como de los “periodistas históricos” (como Balmaceda y Lanata)- ocultan intencionadamente. Y, por fin, sabrán disfrutar de quién, con rigor científico -y sin ser historiador como él mismo lo aclararompió con muchos de los “mitos” y falsedades de la historiografía “oficial” en sus distintas versiones. Y lo hizo hace casi cincuenta años.
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Un alerta imprescindible
En la introducción, Moreno previene a los lectores sobre los alcances del trabajo. La referencia permite comprobar el respeto que profesaba hacia las investigaciones científicas y la seriedad misma que se impuso en este estudio, que caracteriza toda su obra no estrictamente política. Después de describir los tres elementos que utiliza metodológicamente a lo largo del libro: ubicar la situación del país en la economía y política mundial; precisar el desarrollo de las fuerzas productivas y el de las relaciones de producción o de clase, subraya: “[…] Tenemos la obligación de alertar a los jóvenes estudiosos: la sola utilización de los tres elementos enumerados no es suficiente ‘para hacer historia’. Ese es el error de muchos historiadores que se reclaman marxistas. Con el uso de los mismos podemos encuadrar y definir etapas. Para ‘hacer historia’ realmente, habría que tomar en consideración una variedad de factores subjetivos: los personajes, los proyectos de los partidos políticos (incluso de los individuos), el papel de la gran personalidad, la importancia de las creencias, la vigencia de las ideas, los detalles de las luchas, el análisis de los programas, del arte, de la ciencia, etcétera. Entonces sí, del conglomerado de factores que actúan unos sobre otros resultaría el acaecer histórico. Por eso es que no definimos esta obra como un trabajo de historia argentina, ya que nuestro objetivo central es precisar las grandes etapas de nuestra historia. Si cumplimos con nuestra meta habremos avanzado más que muchos historiadores, incluso que aquellos que se reivindican marxistas […]”.
El Socialista 16/01/13