La historia del espionaje en Estados Unidos
A lo largo de la historia el Gobierno norteamericano se ha servido del uso de la tecnología para vigilar las comunicaciones entre gobiernos, empresas y ciudadanos en el ámbito mundial con el único fin de servir a los intereses de sus alianzas estratégicas. Una red de espionaje que no conoce límites.
Las revelaciones del informático Edward Snowden sobre la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por su sigla en inglés) de Estados Unidos (EE.UU.) y las tácticas de vigilancia del Gobierno de ese país norteamericano han generado una enorme polémica en el mundo entero.
Sin embargo, tal como lo reseña el diario español La Voz de Galicia, existen numerosos precedentes sobre el espionaje liderado por EE.UU., como el caso de Abraham Lincoln durante la Guerra Civil.
En 1862, Lincoln autorizó el control sobre la infraestructura del telégrafo americano y delegó a su secretario de guerra, Edwin Stanton, para que controlara las informaciones transmitidas por esa vía.
Stanton utilizó ese “poder” para invadir la privacidad de los ciudadanos estadounidenses, detener a periodistas e, incluso, decidir que mensajes podían ser enviados o no.
A pesar de las enormes diferencias en el alcance y la tecnología, el ejemplo de Lincoln sentó las bases para la configuración de una red dedicada a la intromisión por parte de Estados Unidos hacia algunos países de América Latina y Europa.
No cabe duda de que, a medida que la ciencia avanzó, los métodos de los espías también, hasta el punto en el que muchos avances tecnológicos surgieron gracias al desarrollo de la industria del espionaje.
En ese contexto, en la década de los 30, comenzaron a usarse cámaras ocultas de miniatura. En los 50, sistemas de escucha conectados a la cintura, con una pequeña batería sujeta en la pierna. Y en los 60, transmisores escondidos en objetos tan cotidianos como un paquete de tabaco o un pintalabios.
Echelon
En la segunda mitad del siglo XX, surgió la mayor red de espionaje y análisis de la historia, Echelon. Un sistema que utiliza 120 satélites y puede rastrear más de tres mil millones de mensajes por día, entre comunicaciones de gobiernos, empresas y ciudadanos. Nada se escapa de su control, desde mensajes de radio y satélite, hasta llamadas de teléfono, pasando por faxes y correos electrónicos de casi todo el mundo.
Una vez rastreada la información, los mensajes son analizados y clasificados para servir a los intereses de una alianza de inteligencia militar formada por Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
En 2000, el exdirector de la CIA, James Woolsey, reconoció que EE.UU. recogía en secreto informaciones de empresas europeas “solo cuando éstas violaban sanciones de la ONU (Organización de Naciones Unidas) contra determinados países o comerciaban con países en la lista negra de Washington”.
Los otros Snowden
El exfuncionario de la CIA, identificado por el diario británico The Guardian como la fuente de las filtraciones sobre los programas de vigilancia secreta de llamadas telefónicas e internet del Gobierno estadounidense, no es el único en la historia de ese país.
La lista incluye nombres emblemáticos como Bradley Manning, el soldado que filtró a WikiLeaks cientos de miles de correos electrónicos diplomáticos y otros materiales relevantes a las invasiones a Irak y Afganistán, hasta Daniel Ellsberg, el primer agente enjuiciado por entregar a los medios documentos del Pentágono sobre la guerra en Vietnam.
También hay figuras poco recordadas o desconocidas. La mayoría de éstas últimas fueron acusadas y procesadas por el gobierno de Barack Obama.
Manning lleva más de tres años encarcelado esperando un juicio -recientemente iniciado- por haber pasado miles de cables diplomáticos. El material incluye un vídeo tomado desde un helicóptero Apache estadounidense disparando contra civiles en Irak, entre los que estaba un periodista de la agencia Reuters, mientras los pilotos se jactaban de su puntería.
Las filtraciones de Manning constituyen la más extensa publicación de material clasificado en la historia de EE.UU. y el gobierno de Obama sostiene que las acciones del acusado pusieron en peligro a varias fuentes militares y diplomáticas y, en general, la seguridad nacional.
Manning ya se declaró culpable de diez de los 22 cargos que se le imputan, entre ellos divulgar información clasificada sin autorización, que le representan por lo menos 16 años de cárcel aunque rechazó la imputación más grave, la de asistir al enemigo.
Por su parte, Daniel Ellsberg era un analista militar que le entregó al diario The New York Times y a otras publicaciones documentos que revelaban cómo el público había sido engañado con respecto a la guerra de Vietnam.
El gobierno de Richard Nixon intentó por varios medios de suprimir la publicación de los papeles en el diario neoyorquino, pero la Corte Suprema de Justicia dio permiso para hacerlo. Aunque Ellsberg no estaba mencionado como la fuente, el analista despareció de vista pocos días después a sabiendas de que la evidencia lo delataría.
En junio de 1971 se entregó a las autoridades declarando su responsabilidad en los hechos como un «ciudadano responsable» que ya no podía ocultar la información del pueblo estadounidense. Enfrentaba cargos de espionaje y de hurto que le representaban un máximo de 115 años de cárcel.
No obstante, en un fallo histórico, en 1973 el juez desestimó todas las acusaciones en su contra después de conocerse que el gobierno había actuado ilegalmente al conseguir evidencia para la fiscalía.
Hoy en día, Ellsberg es un autor y columnista que aboga por la libertad de expresión y forma parte de la red de apoyo de Bradley Manning.
Durante el gobierno de Ronald Reagan, Samuel Loring Morison trabajaba como analista naval civil en el Centro de Apoyo de Inteligencia Naval en Maryland, cerca de Washington, especializado en embarcaciones anfibias soviéticas.
En 1984, le entregó a una revista británica de asuntos militares -Jane’s Defence Weekly- fotografías tomadas desde un satélite de un complejo naval de la entonces Unión Soviética.
Cuando fue arrestado, Morison dijo que había filtrado la fotografía para que los estadounidenses se enteraran de lo que estaban haciendo los soviéticos y así se garantizaría el incremento del presupuesto en defensa.
Mientras tanto, el joven que desenmascaró la amplía red de vigilancia de Estados Unidos se encuentra en la terminal aérea de Moscú desde pasado 23 de junio, procedente de Hong Kong y ha pedido asilo político a 27 países, la mayoría de los cuales rechazaron su solicitud, o pusieron como condición que el demandante se encuentre en su territorio.
El espionaje en América Latina
La red de espionaje de EE.UU., denunciada por Snowden, también se expandió por toda América Latina y tuvo especial énfasis en Brasil, México y Colombia, según afirmó la víspera el diario brasileño O Globo.
El periódico publicó nuevos documentos en los que asegura haber obtenido en medio del escándalo desatado por las denuncias de Snowden y asegura que “uno de los aspectos del espionaje es que Estados Unidos no se interesaba solo en asuntos militares, sino también en secretos comerciales”.
En ese marco, afirmó que el espionaje se dirigió, por ejemplo, a las áreas de “petróleo” en Venezuela y de “energía” en México.
También sostuvo que, junto con Brasil y México, otro “blanco prioritario” fue Colombia, donde fueron vigilados “los movimientos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”.
Entre enero y marzo pasado, de acuerdo con los informes, agentes de la NSA realizaron acciones de espionaje en América Latina usando al menos dos programas: Prisma y Boundless Informant.
El Prisma posibilita el acceso a correos electrónicos, conversaciones en línea y llamadas de voz de clientes de empresas como Facebook, Google, Microsoft y YouTube. A través de estos, la NSA recogió datos sobre petróleo y adquisiciones militares de Venezuela, energía y narcóticos de México, además de haber mapeado movimientos de la guerrilla de las FARC en Colombia.
También fueron espiados de forma constante pero con menor intensidad Venezuela, Argentina, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Paraguay, Chile, Perú y El Salvador.
Colombia, Ecuador y Venezuela también fueron monitoreados en el 2008 por el programa X-Keyscore, capaz de rastrear e identificar la presencia de un extranjero en un país a través del idioma usado por este en los correos electrónicos.
Además, reveló que, así como hubo una “base de espionaje” que operó en Brasilia, también funcionaron otras similares en Caracas, Bogotá, Ciudad de Panamá y Ciudad de México.
Esas cinco bases habrían funcionado hasta 2002 y no existen pruebas de que hayan vuelto a operar desde entonces, apuntó O Globo.
Casos como éstos demuestran que el Gobierno norteamericano no tiene límites a la hora de invadir la vida privada no solo de sus ciudadanos sino en el ámbito mundial.