Lo que debe saber y no le contaron
El negocio multimillonario de venderle energía al país
Por Juan Diego WasilevskyEnvia
Este año la factura vendrá por u$s14.000 millones. Poco se conoce sobre qué países son grandes beneficiarios. ¿Sabía que el 50% del gas natural licuado se compra a Trinidad y Tobago? ¿O que en petróleo, Venezuela es un vulgar comisionista? Radiografía del gran «karma» del modelo K.
Durante el tiempo que le tome leer esta nota, la Argentina ya habrá gastado medio millón de dólares para importar energía. Y en los 40 minutos siguientes, lapso suficiente para prepararse un café, ya se habrá «fugado» de la plaza doméstica un millón de dólares más bajo el mismo concepto.
Así las cosas, a lo largo del día, habrán sido cerca de u$s36 millones los que habrá liberado el Gobierno para que el país pueda seguir en movimiento.
La vida cotidiana es inseparable de la energía. Desde cosas simples, como llenar el tanque de nafta o encender la hornalla, hasta actividades de alta complejidad, como producir aluminio o fabricar un auto… todo depende del normal abastecimiento de recursos que, si no se producen en el país, necesariamente habrá que importarlos.
Y si bien no hay un punto de inflexión a partir del cual se disparó la crisis energética, dado que se trató de un lento y continuo descalabro, sí hay una fecha clave que sirve para resumir la grave situación que ahora debe enfrentar la administración K.
Fue en diciembre de 2010 cuando la Argentina cerró su último año como país superavitario en materia de energía.
Es decir que, a partir de ese momento, dejó de ser un país con autoabastecimiento, lo que implicó que se dispararan las importaciones para paliar un faltante que se convirtió en uno de los talones de Aquiles del actual Gobierno y uno de los rubros que más dólares le está «aspirando».
La última vez que la Argentina había tenido un déficit en este sector había sido en 1989, en plena retirada del radicalismo del poder. Pero en ese entonces, la «factura» energética fue de apenas u$s23 millones, un «vuelto» si se considera que este año el rojo se moverá entre los u$s6.500 y los u$s7.000 millones, un 150% más que el nivel alcanzado en 2012.
«La Argentina está trayendo energía de afuera a un ritmo de u$s25.000 por minuto. Estamos hablando de u$s1,5 millones por hora. Es infernal lo que se tiene que importar«, ejemplificó con suma crudeza Alieto Guadagni, ex secretario de Energía, en diálogo con iProfesional.
Por su parte, Daniel Montamat, quien también estuvo al frente de esta cartera, estimó que las compras al mundo este año sumarán la friolera de u$s14.000 millones, convirtiéndose, por lejos, en el principal rubro de importación.
A esto se suma un tema no menor. Las compras de combustibles tienen un costo extra: los fletes y los seguros.
Se estima que entre un 7% y un 10% de la «factura» energética corresponde a gastos logísticos.
Montamat aseguró que los datos que publica el INDEC están subvaluados, ya que la entidad no considera el valor de los fletes, con lo cual las compras de gas y derivados son mayores a las informadas por el organismo.
«Son costos asociados a la pérdida de autoabastecimiento y eso se paga con dólares, así que hay que tenerlos en cuenta«, disparó el experto.
Así las cosas, se estima que este año la Argentina deberá destinar entre u$s1.000 millones y u$s1.400 millones para «bancar» el transporte de la energía por barco.
Paralelamente, todas estas importaciones son compensadas en parte por exportaciones, básicamente de crudo.
Es que, según explicó Lazarte, la mayor parte del petróleo que se extrae de los yacimientos destinados a la exportación -como los ubicados en el Golfo de San Jorge-, es del tipo «pesado«, es decir, de baja calidad y con impurezas, que lo vuelve muy complicado y costoso de procesar en el país.
¿Qué se importa?
Hasta 2010, la Argentina importaba muy poca energía, básicamente electricidad. De modo que, durante años, se pudo aplicar el lema «vivir con lo nuestro».
Sin embargo, conforme se agudizó el problema del autoabastecimiento, el Gobierno necesitó complementarla con más y más compras al exterior.
Según Montamat, esta crisis que vive el sector llevó a que hoy la producción interna de gas alcance para cubrir sólo el 75% de la demanda, en tanto que el 25% restante debe ser sí o sí importado.
En el caso del gasoil, 8 de cada 10 litros todavía salen de las «entrañas» del territorio nacional. Los 2 restantes tienen que provenir del exterior.
¿Y qué es lo que importa concretamente la Argentina? Al trazar una radiografía sobre la canasta «energética», se observa que el 42% corresponde a compras de gas, seguido por el gasoil (32%), el fueloil (14%), la energía eléctrica (4%) y luego los combustibles especiales, destinados a barcos y aviones, tal como se observa en la siguiente infografía:
Gas: una pequeña isla «salva» a la Argentina
Según Montamat, «el mayor problema de la Argentina está en el gas, ya que producción no para de caer. En petróleo, en pozos que ya se vienen explotando, podés ´rascar la olla´. Con el gas no, cuando un yacimiento entra en declive es irrecuperable. El drama es que hubo una bajísima exploración en los últimos años».
De acuerdo con datos de la consultora Abeceb, tras alcanzar un pico histórico en 2004, la actividad gasífera «evidenció una caída pronunciada y constante. De hecho, en nueve años se pasó a producir 8 mil millones de metros cúbicos menos«, alcanzando así el peor nivel en más de una década.
La Argentina importa dos tipos de gas: el natural licuado (GNL), que llega en barcos y equivale al 60% de lo que se compra por este rubro, y el que llega vía gasoducto desde Bolivia, que representa el 40% restante.
Respecto al GNL, el año pasado recalaron en las costas argentinas unas 60 embarcaciones, en tanto que en la actualidad ya se superan las 80, que aportan cerca del 15% de todo el gas que se consume en la Argentina.
Dicho gas, básicamente metano, llega en estado líquido, dado que es más fácil de transportar y ocupa menos espacio. Cuando se lo calienta a más de 100 grados, éste recupera su estado gaseoso y puede ser inyectado en la red de suministro.
La Argentina cuenta con dos plantas de regasificación en la actualidad: una en Escobar y otra en Bahía Blanca.
Claro que este gas, para complementar la oferta local, no termina siendo únicamente destinado a la red hogareña, sino que también se vuelca a las plantas generadoras de electricidad de ciclo combinado, es decir, aquellas que pueden funcionar tanto a partir de este fluido como de combustibles líquidos.
Respecto a los proveedores, el origen del gas natural licuado importado es una suerte de «lotería«.
Según Montamat, «en general, son colocaciones de oportunidad, compras que se hacen en el mercado spot, es decir, al contado. Se realiza la operación y después llega la embarcación. No hay una constante en cuanto al origen».
Según datos de Abeceb, en 2012, el principal proveedor fue Trinidad y Tobago, una isla del mar Caribe que es cuatro veces más chica que Tucumán, y que aportó más del 50% del GNL que compró la Argentina.
En el ranking, le siguió Qatar (27%), Nigeria (4%) y Egipto (4%), entre otros.
Posteriormente, la Argentina también se abastece con gas boliviano, que es más económico. Este recurso llega a través de un gasoducto que conecta a ambos países y que está trabajando «a full», representando el 40% de la oferta de gas importado y cerca del 10% de toda la demanda doméstica.
El aspecto más controversial de todas estas operaciones está en los precios: el GNL que llega en barco cuesta u$s17,50 el millón de btu (unidad británica que equivale a cerca de 28 m3). En tanto que otros países lo están negociando a u$s11, según Montamat. Esto implica que la Argentina lo está pagando casi un 60% más caro.
El gas boliviano, en tanto, cuesta u$s10,28 el millón de Btu. Es más conveniente, pero está la limitante que impone la capacidad del gasoducto, con lo cual se sigue dependiendo del GNL.
En tanto, en las cuencas nacionales, ese recurso cotiza a menos de u$s3. Es decir que el Gobierno está pagando casi 6 veces más por traerlo por barco y cerca de 3,5 veces más por hacerlo desde Bolivia.
Sin embargo, que el precio doméstico sea más bajo no necesariamente es positivo. Según Montamat, esto fue lo que desalentó la exploración y favoreció la caída en la producción.
El ex funcinario aseguró a iProfesional que la Argentina «podría lograr mejores precios internacionales. Para ello habría que firmar un acuerdo de abastecimiento programado con un proveedor. El problema es que somos un país poco fiable y por eso se termina pagando de más».
Montamat alertó que «la situación es muy compleja. Apenas tenemos reservas probadas para los próximos seis años«, al tiempo que el experto no se deja deslumbrar por el potencial de Vaca Muerta y el acuerdo YPF-Chevron: «Se requiere de muchísima inversión para extraer shale gas, que ofrece un bajo rendimiento por cada perforación. Además, algo que pocos mencionaron, es que el acuerdo es para trazar un perfil, ver si la exploración comercial resulta viable. Es todo muy incipiente».
Gasoil y fueloil: entre EE.UU. y el enigmático caso Venezuela
La producción de petróleo viene en caída libre, con un desplome de más del 30% en la última década, tal como se puede observar en la siguiente infografía:
La Argentina debe importar cerca del 20% de los derivados de petróleo (gasoil y fueloil), por la contracción de la producción y porque gran parte de lo que se extrae es de baja calidad y no hay suficiente capacidad instalada como para procesarlo.
El gasoil se utiliza tanto para abastecer al transporte como para hacer funcionar las plantas eléctricas de ciclo combinado. En tanto que el fueloil, un combustible pesado y de menor calidad, únicamente se utiliza para esta última finalidad.
En la actualidad el origen de estos derivados está muy concentrado: Estados Unidos es el principal proveedor, con un share del 36% en el caso del gasoil y de casi el 70% para el fueloil.
Para sorpresa de muchos, la argentina le compra el resto de los derivados a los Países Bajos (26%) y a Rusia (27%), de modo que prácticamente no hay participación de países africanos o árabes, que básicamente exportan materia prima sin procesar.
Lo interesante es que Venezuela, quien fuera señalada durante años como «garante» de las necesidades energéticas de la Argentina, prácticamente no figura en las estadísticas oficiales.
¿Cómo es posible que el país que en tiempos de Chávez iba a «salvar» de la crisis energética a la administración kirchnerista no figure en los papeles?
Aquí es donde aparece un complejo entramado de acuerdos que hace que sea muy difícil seguirle la pista a las operaciones con ese país caribeño.
Las negociaciones con Venezuela son el gran «tabú» para los expertos del sector y varios de ellos prefieren callar mucho de lo que saben por temor a posibles represalias.
Para empezar, en los últimos años fue muy poco el combustible realmente venezolano que llegó a tierras argentinas. Se estima que menos del 10% del gasoil y el fueloil importado vía Pdvsa provenía de ese país.
Según Montamat, esto sucede porque «los derivados que ellos producen tienen alto contenido de azufre y no sirven para hacer funcionar las plantas que tenemos».
Así las cosas, el experto destacó que Pdvsa se limitó a cumplir la función de un trader: es decir, la petrolera venezolana lo compraba en países como Brasil o Rusia y de allí lo derivaba a la Argentina.
Guadagni fue contundente: «Pdvsa no nos vendió nada de lo que produce en Venezuela, sólo fue un vulgar comisionista«.
Hace un par de años, desde la Cámara de Exportadores ya habían elevado críticas por el hecho de que, mientras que se perseguía a empresas que triangulaban exportaciones, el Gobierno tenía un acuerdo de compra de combustibles con Venezuela que utilizaba esta misma operatoria.
Para esta práctica, ambos gobiernos constituyeron en Nueva York un fideicomiso. Las ventajas para la administración K fueron básicamente dos:
• Se fijó una suerte de acuerdo «energía por alimentos«. De modo que la Argentina, a cambio de los derivados de petróleo, le vendió carne, leche y otros productos.
• Si bien no había precios preferenciales, sí se ofrecía un plan de pago en 12 cuotas, con una tasa de interés Libor más un 2%.
Más allá de estas ventajas, hubo denuncias por supuestos sobreprecios, que incluso llegaron a la Justicia.
Montamat aseguró a iProfesional que la cuenta está muy desbalanceada para la Argentina.
La última información disponible en Venezuela es que Argentina debería cerca de u$s2.000 millones por compras de combustibles realizadas hace varios años.
Sin embargo, meses atrás, el ex candidato presidencial Henrique Capriles había denunciado que el «rojo» por la factura energética era mucho mayor.
«La deuda del Gobierno argentino por los convenios petroleros es de u$s13.000 millones«, había disparado Capriles, quien también echó más leña al fuego al hacer referencias a supuestas maniobras de corrupción.
Panorama poco alentador
Para los próximos meses, Guadagni no sólo no cree que la situación energética mejore, sino que considera que la factura a pagar será cada vez mayor.
Según estimaciones de este experto, «así como este año cada hora que pasa se gastan u$s1,5 millones en energía importada, en 2014 serán u$s1,8 millones cada 60 minutos».
«Llevamos entre 100 y 120 meses con caídas consecutivas en la producción de gas y petróleo«, se lamentó el experto, quien aseguró que técnicamente no es posible lograr cambios en el corto plazo.
Así las cosas, la próxima vez que llene el tanque del auto, se prepare un café o encienda un electrodoméstico, recordará que la energía, además de ser vital para la vida cotidiana, también es uno de los grandes problemas que arrastra el actual Gobierno.
http://www.iprofesional.com/notas/166749-Lo-que-debe-saber-y-no-le-contaron-el-negocio-multimillonario-de-venderle-energa-al-pas
06/08/13