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La derrota de la «vía pacífica al socialismo»

Chile: hace 40 años triunfaba Pinochet

La derrota de la «vía pacífica al socialismo»

La Casa de la Moneda fue incendiada por las bombas de los fascistas
La Casa de la Moneda fue incendiada por las bombas de los fascistas

Entre 1970 y 1973 gobernó Chile la Unidad Popular (UP), formada por el Partido Socialista, con su presidente Salvador Allende, el Partido Comunista y el pequeño Partido Radical (burgués). La política de conciliar con la burguesía y su ejército, supuestamente «patriótico» y «progresista», abrió el camino para el golpe genocida de Pinochet, que se impuso el 11 de septiembre de 1973.

Escribe:   Mercedes Petit

 Desde fines de los sesenta sacudía el Cono Sur latinoamericano un vigoroso ascenso revolucionario obrero, popular y campesino en Bolivia, Argentina, Perú, Uruguay y Chile. El más profundo y con mayor protagonismo obrero se daba en Chile. En las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970 logró el 36% la UP, superando el 34,9 del derechista Jorge Alessandri y el 27,8 de la Democracia Cristiana. El PS y el PC eran una clara mayoría en la CUT (Central Unica de Trabajadores), los sindicatos y organizaciones populares.

Gracias a un pacto con la Democracia Cristiana, la UP logró que el parlamento diera la presidencia a Allende, quien asumió el 4 de noviembre de 1970, en medio de la euforia del pueblo que lo consideraba su gobierno.

La “vía pacífica al socialismo”

Con el apoyo de Fidel Castro, el aparato del Partido Comunista de la URSS y sus satélites, la socialdemocracia y el Vaticano, la Unidad Popular puso en marcha la tradicional política reformista de conciliar con la burguesía y sus fuerzas armadas, y reivindicar al parlamento en detrimento de la movilización independiente. Al mismo tiempo adoptaba medidas parciales favorables a las masas y que perjudicaban a los empresarios y al imperialismo.

Al calor de la movilización se inició rápidamente la nacionalización de la industria textil; un acuerdo UP-CUT instauró la participación de los trabajadores en todos los ámbitos de la sociedad; la expropiación de los grandes latifundios, de las grandes empresas del cobre sin indemnización (aprobada por unanimidad en el parlamento) y se reiniciaron las relaciones diplomáticas con Cuba.

Todas estas medidas se fueron realizando en el marco de las leyes y mecanismos constitucionales burgueses y del pacto con la DC, con discursos presidenciales prometiendo “paz y democracia”. A fines de 1971 se preparaban proyectos para estatizar la banca y el comercio exterior. Fidel Castro estuvo más de tres semanas dando su aval a la política de la Unidad Popular, que se apoyaba en la reivindicación de las fuerzas armadas “patrióticas” de Pinochet.

Hacia el poder obrero o el golpe

La burguesía chilena y el imperialismo yanqui, mientras tanto incrementaban su presión sobre el gobierno e incentivaban el descontento de sectores de clase media que no se sentían ni representados ni beneficiados por las medidas de Allende.

La “vía pacífica” de socialistas y comunistas ilusionaba a los trabajadores con la conciliación con los patrones “progresistas”, e irritaba a los explotadores. En octubre de 1972 se produjo el primer gran enfrentamiento, con un lock out patronal, una huelga de propietarios de camiones, las empresas yanquis del cobre impulsando un embargo a los cargamentos de cobre en el exterior. Las masas obreras y populares respondieron con su lucha y organización, formando los cordones industriales, un inicio de doble poder, parándole la mano a la derecha. Por su parte, Allende incorporó a varios militares en el gabinete.

La revolución chilena enfrentaba un dilema de hierro. Los trabajadores y los sectores populares y campesinos confiaban en sus conducciones, mayoritariamente socialistas y comunistas, y otras opciones menores, como el MIR, que avanzaron de sus concepciones guevaristas iniciales pero no encararon una alternativa política independiente consecuente.

Estas conducciones, con Allende a la cabeza, intentaban mantener la “unidad” entre las distintas clases, y así fue haciendo concesiones a la derecha y a los militares, por un lado, y a sus seguidores y todos los trabajadores, por el otro. En síntesis, las clásicas medias tintas del reformismo. Esa política exacerbaba los enfrentamientos de clase, mientras desgastaba y confundía a los obreros y sectores populares que empujaban vigorosamente hacia la revolución y se disponían a aplastar a la derecha y el fascismo.

Así triunfó Pinochet

Durante 1973 se fue tensando la polarización social. Los obreros y los barrios populares reclamaban y se organizaban, la burguesía y la cúpula de las fuerzas armadas conspiraban y hacían agitación contra el gobierno y los “trapos rojos”. En la base del ejército y la marina comenzaron a organizarse soldados y suboficiales denunciando los preparativos golpistas. El gobierno ni los escuchó ni los defendió cuando fueron apresados y torturados varios de ellos en Valparaíso, reivindicando a los militares “patriotas”.

A último momento, contra los llamados a la “calma” de sus dirigentes, en los barrios industriales de Santiago y otras ciudades, hubo una resistencia armada y encarnizada por parte de los obreros de los cordones. Pero su suerte ya estaba echada. El 11 de septiembre se impuso el golpe genocida. Allende murió al medio día, en medio de la resistencia al bombardeo de la Casa de la Moneda. Hubo miles de muertos, desaparecidos, torturados y presos. A sangre y fuego se fue imponiendo el golpe pinochetista, récord de represión, privatizaciones, entrega al imperialismo, superexplotación, hambre y desigualdad social.

El Socialista 28/08/13

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