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La Transición española, la visión anarquista

La Transición española, la visión anarquista

 

Anarquistas

por Capi Vidal

Aunque algunas voces, y de manera muy matizada, quieren ahora ser críticas en los medios generalistas con la llamada Transición española a la democracia, es necesaria una profundización mayor recordando la visión anarquista también en la memoria histórica.

 Sin perder la autocrítica, siempre necesaria, hay que recordar los factores de silenciamiento y criminalización que llevaron al declive del único movimiento que no quiso participar en el domesticamiento político y sindical

Con la muerte del General Franco, el 20 de noviembre de 1975, comenzaba el periodo que se conoce como Transición en España. En un principio, se trataba del fin de una dictadura y del comienzo de una nueva época de (supuestas) libertad y alegría. Durante los últimos años del franquismo, la Universidad se había convertido en un importante campo para ejercer la oposición al régimen; además, la práctica de la libertad de los estudiantes los estaban acercando al anarquismo influidos en gran medida por lo ocurrido en París en Mayo del 68. En localidades de todo el país, en institutos y en universidades, se empezaron a crear grupos de afinidad anarquistas; en Madrid, incluso, el movimiento libertario germinaba en los diferentes puntos de la ciudad creándose toda una Federación Anarquista de Barrios. Así, de manera lenta, a partir de 1973 todos esos grupos libertarios se empezaron a coordinar para reconstruir las estructurales sindicales de la CNT en el momento que se confirmara el fin del régimen franquista, algo que parecía muy cercano; los jóvenes militantes estaban tomando contacto con los veteranos uniendo distintas generaciones para revitalizar el movimiento. Tras la muerte del dictador, se aceleró la reconstrucción de la Confederación Nacional del Trabajo; en diciembre de 1975, se se celebró una asamblea en Madrid, con la asistencia de dos centenares de personas, donde se decisión reconstruir la organización y se nombre un provisional Comité Regional de Centro hasta que pudiera celebrarse un Pleno Nacional de Regionales. Los grupos de afinidad repartidos por el país, activos en mayor o en menor medida en los últimos años, se convirtieron de forma automática en Sindicatos de Ramo o de Oficios Varios.

El Pleno Nacional de Regionales de la CNT se celebró en Madrid en enero de 1976, considerando que el capitalismo español había entrado en una fase en la que sus contradicciones se habían agudizado; si la burguesía más inmovilista y tradicional no consideraba necesaria ninguna reforma, otra burguesía de carácter más «progresista» sí creía que ese cambio era imprescindible para homologar la democracia española con las existentes en el resto de los países occidentales. Por supuesto, la organización anarconsindicalista contemplaba que eso solo era una artimaña para seguir explotando a la clase trabajadora e implantar en el país una seudodemocracia; frente a ello, la CNT confiaba en un sindicalismo independiente de los partidos, con el concurso de los trabajadores y la práctica de la acción directa, en permanente confrontación con todo sistema de opresión y explotación en aras de la revolución social. En los tres meses siguientes a la muerte de Franco, el proceso de reconstrucción de la CNT, con sus sindicatos confederales y la coordinación de los diferentes núcleos locales, era ya incuestionable. En julio de 1976, con la celebración de un segundo Pleno Nacional de Regionales y la elección de un primer Comité Nacional regular, ese proceso de reconstrucción puede darse por concluido de forma exitosa.

Una evidencia de la gran proyección social de la CNT, y del movimiento libertario en general durante la Transición, lo tuvo el mitin de la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes el 27 de marzo de 1977. Es un hecho que posteriormente la historia oficial, con su intento de idealizar este periodo, ha tratado constantemente de obviar. Aunque este es el primer mitin de gran calado que se produce tras la muerte del dictador, durante el año 1976 el anarconsindicalismo ya había dado muestras de fuerza en otros actos de menor envergadura. Hay que insistir en que el movimiento anarquista se esforzó por llevar a cabo otra transición que acabara de verdad con el franquismo en lucha radical contra el capitalismo y el poder político. Se baraja la cifra de unas 30.000 personas, lo cual sorprendió gratamente en el momento, que llenaron la plaza de toros de San Sebastián; un lleno completo, tanto de las gradas como del ruedo. Los oradores fueron representantes del Comité Nacional de la CNT y de algunas de sus regionales; el acto tuvo una gran repercusión mediática y se llegó a hablar de una reaparición del anarquismo en el país. Otros actos en julio de ese año, esta vez en la ciudad de Barcelona, como fueron el mitin de Montjuich y las Jornadas Libertarias Internacionales, con la participación de cientos de miles de personas, confirmaron que el movimiento libertario mostraba síntomas esperanzadores para llegar a tener una gran calado social; además de la masa de trabajadores, artistas de todo tipo, pensadores y numerosos intelectuales se identificaban con el anarquismo.

La CNT y el anarquismo suponían una poderosa alternativa al reformismo político y sindical, por lo que el Estado iba a tomar cartas en el asunto. Los Pactos de la Moncloa, comienzo de los futuros acuerdos sociales, en octubre de 1977 fueron firmados por el gobierno, la oposición, la patronal y los sindicatos subvencionados por el Estado (UGT y CC.OO.); el pretexto de tal acuerdo era la necesidad de afrontar la crisis económica y de reducir la tasa de inflación. La realidad es que aquel acuerdo, con la imposición de los topes salariales, garantizaba el margen de beneficios del capitalismo en España y consolidaba las desigualdades de salario sobre aquellos que realizaban el trabajo más duro. La CNT, obviamente, se negó a firmar y organizó una manifestación contra los Pactos de la Moncloa, la primera que realizaba en la Transición, a la que asistieron unas 10.000 personas. Al término de la misma, se incendió la sala de espectáculos Scala perdiendo la vida cuatro trabajadores. Rodolfo Martín Villa, al frente del Ministerio de la Gobernación, culpó rápidamente al movimiento anarquista de aquel atentado y algunos medios generalistas de Barcelona trataron también de criminalizar al movimiento libertario. Visto hoy, el caso Scala es otro indignante caso de terrorismo de Estado, con sus provocadores infiltrados, con el fin de anular un movimiento social verdaderamente independiente.

No obstante, hay que señalar otro factor que condujo finalmente al debilitamiento del movimiento libertario. Para ser sinceros, hay que reconocer que el crecimiento orgánico de la CNT en la Transición se había producido en parte por una generosa política de «puertas abiertas». Se acogió a todo grupo e individualidad que se consideraba libertario y se identificaba con la antaño poderosa CNT; nadie quedó excluido, ni ninguna de la tendencias del exilio ni toda suerte de grupos heterogéneos, como cristianos o marxistas heterodoxos deseosos de apartarse de la penosa realidad de la Unión Soviética. Incluso, alguna tendencia nacionalista del País Vasco trato de llevar a su terreno la organización confederal, aunque afortunadamente la abandonarían pronto. Los viejos militantes anarconsindicalistas, junto a los jóvenes que verdaderamente comulgaban con el anarquismo, eran a pesar de todo una tendencia mayoritaria, por lo que los intentos para cambiar el rumbo de la CNT fueron imposibles. La Federación Anarquista Ibérica también se había reconstituido, lo cual ayudó a la clarificación ideológica, aunque también corrió el manido bulo del control autoritario de la CNT. El punto más polémico en el enfrentamiento entre los anarconsindicalistas y las otras tendencias estuvo en la estrategia laboral y sindical; la moción aprobada por la mayoría del V Congreso  de la CNT (diciembre de 1979) estaba en consonancia con el sindicalismo revolucionario clásico: la acción directa y el rechazo de los Comités de Empresa y de la participación en las elecciones sindicales, así como de los liberados y de las subvenciones estatales. Esta confrontación fue el origen de la posterior y conocida escisión, pudiendo finalmente los partidarios del anarcosindicalismo conservar las históricas siglas de Confederación Nacional del Trabajo.

El declive del anarquismo a finales de la década de los 70, en pleno auge e irreductible ante todas la tácticas de apaciguamiento político y sindical, con los Pactos de la Moncloa y con el juego «democrático», estuvo producido en gran medida por toda la estrategia de silencio mediático y de criminalización por parte del Estado. Quizá no es atrevido decir que las escisiones, promovidas por personas que poco o nada tenían que ver con el anarquismo, también podían haber estado diseñadas de antemano. No por habitual, es menos apropiada la conocida frase de Lampedusa para definir la Transición española: «es necesario que todo cambie para que todo siga igual». El gran colofón a ese periodo fue la victoria del Partido Socialista en 1982, con el definitivo apaciguamiento de la clase obrera, la reconversión industrial y la entrada en el juego económico de las multinacionales. Para comprender el penoso estado actual de España, y para trabajar por un movimiento social autónomo, es muy importante recordar y profundizar en la historia.

Fuentes:
Cien imágenes para un centenario, VV.A.
Historia del anarconsindicalismo español, de Juan Gómez Casas
«La CNT en la Transición: una raíz profunda», por Alfredo González y Juan Pablo Calero.
Transiciones. De la Asamblea Obrera al proceso de Pacto Social, de Pablo César Carmona

Capi Vidal
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