Las limitaciones de Nelson Mandela
Raza o Clase, o Raza y Clase
Cuando leí este discurso pensé en otros líderes negros identificados con la lucha contra el racismo. Uno de ellos fue Martin Luther King (al que no conocí) y otro Jesse Jackson (al que sí conocí y para quien trabajé, como asesor de sus campañas electorales de 1984 y 1988 para la Presidencia de EEUU). Martin Luther King enfatizó a lo largo de su vida en la necesidad de eliminar el racismo. Pero una faceta desconocida (en realidad, ocultada por los mayores medios) fue su radicalización a lo largo de su vida (ver mi artículo “Lo que no se dijo sobre Martin Luther King”, Público. 03.09.13), de manera que dos semanas antes de que fuera asesinado indicó que la lucha central existente en EEUU era la lucha de clases. En otras palabras, señaló que, sin que la mayoría de la población negra (que pertenecía a la clase trabajadora estadounidense) respondiera a la explotación de clase junto con otros sectores de esta clase trabajadora, rebelándose conjuntamente contra esta explotación, la mayoría de negros continuaría en una situación subalterna, dominada y humillada. Su asesinato derivaba precisamente de la amenaza que este mensaje suponía para los que se beneficiaron de esa explotación. La legislación antirracista había permitido la aparición de unas clases medias negras sin afectar positivamente a la gran mayoría de la población negra. En realidad, estas clases medias actuaban como freno a los cambios en la estructura de clases del país.
Algo semejante ocurrió en el año 1984, cuando Jesse Jackson (considerado el discípulo predilecto de Martin Luther King) se presentó (en contra de mi consejo) como el portavoz de la minoría negra de EEUU, enfatizando la necesidad de romper las barreras raciales en ese país. Yo creía que este énfasis, aún cuando necesario, no era suficiente para liberar a la mayoría de a población negra de EEUU. El establishment americano, incluyendo sus mayores medios (The New York Times, The Washington Post, Time Magazine, y la gran mayoría) escribieron artículos apoyando su postura en representación de la población negra. En el año 1988, sin embargo, y siguiendo el consejo de sus asesores de izquierdas, se presentó como el portavoz de la clase trabajadora en EEUU (compuesta de negros, blancos, amarillos y de todas las razas). El establishment, entonces, le recibió con gran hostilidad. Siguiendo un discurso en el que denunciaba la lucha de clases que ocurría en EEUU diariamente (sin que nunca se definiera como tal) alentaba a la clase trabajadora a que respondiera como clase y no como componentes raciales y/o etarios de dicha clase. Jesse Jackson consiguió el mayor número de votos que hasta entonces había conseguido cualquier candidato negro. Y es ahí donde falló Mandela. Hoy existe una clase media en Sudáfrica, pero la gran mayoría de sudafricanos vive en la miseria. Es más, la insensibilidad hacia la importancia de la existencia de clases sociales hizo a Mandela vulnerable a su coaptación por las clases dominantes. Mandela pidió fondos a los 50 industriales más importantes de Sudáfrica (un millón de rands, equivalentes a 250.000 euros cada uno) para financiar la campaña electoral del CND. Y abandonó su intento de intervenir en la economía sudafricana, afectando a los intereses empresariales de la estructura de poder blanca (Bill Keller, Mandela as Dissident, Liberator and Statesman). Más que cambiar, fue la incorporación del aparato del ANC en la estructura del Estado, con participación de dirigentes de dicho movimiento en la gestión del sistema económico de Sudáfrica, sin cambiarlo. Hoy, Sudáfrica es uno de los países más desiguales del mundo, con la mayoría de la población negra estancada en la pobreza.
Fuente: http://www.vnavarro.org/?p=10224