Córdoba
Megacausa La Perla: La cacería de sindicalistas en el interior provincial
Katy García (PRENSARED)
Declaró la esposa y dos hijos de Hugo Alberto Junco, miembro de la junta gremial interna y delegado del ex frigorífico Mediterráneo -actualmente Estancias del Sur- ubicado en Río Ceballos. También lo hizo la sobreviviente Alejandrina Meisner detenida en el Buen Pastor. Refirió haber visto a dos embarazadas- Silvina Parodi y Mirta- y a un niño en esa cárcel de mujeres regenteada por monjas. Protesta de hijos de los imputados.
Entre el 24 de marzo y agosto de 1976 ocho hombres y una mujer, miembros de la comisión gremial interna del ex frigorífico Mediterráneo, fueron secuestrados y después desaparecidos en el campo de concentración La Perla durante la última dictadura cívico miliar. Los trabajadores organizados fueron un objetivo central a eliminar durante el terrorismo de estado tanto en la capital como en el interior de la provincia. Uno de ellos era Hugo Alberto Junco quien junto a José Andrada, Eduardo Bicocca, Aldo Jesús Caamaño, Daniel Carignano, Gustavo Correa, Mario Roberto Garaieb, Eduardo San Martín y Rosario Charo Aredes, encabezaron la organización sindical para la conquista de derechos laborales. No solo enfrentaron a la patronal sino a la burocracia del sindicato de la carne que jugó un lastimoso papel.
Al mediodía prestó declaración Teresa del Niño Jesús Benavidez, la mujer del sindicalista y militante de la Juventud Peronista. La testigo contó que el 4 de agosto de 1976 una patrulla vestida con “ropa negra y borsegos” que se conducía en dos automóviles Ford Falcon y un Fíat 128 irrumpieron en el domicilio familiar, a la madrugada, y se lo llevaron. Desde entonces permanece desaparecido. Esa misma noche también capturaron a otros vecinos Carnero y (José) Andrada.
En 1975, según consta en una declaración que obra en la causa fue detenido junto a tres personas más y llevado a Río Ceballos acusado de realizar pintadas callejeras. Allanaron dos veces su domicilio. En uno de los casos, cuando comían un asado con compañeros de trabajo. “Era delegado gremial en el frigorífico y militaba en la Juventud Peronista” afirmó la testigo, y contó que debido a la persecución tuvo que renunciar.
La mujer explicó que esa misma noche intentaron hacer las denuncias pero no pudieron porque en la comisaría negaron que haya habido allanamientos. Entonces se vinieron a Córdoba y la realizaron en el D2. “Después caminamos, desorientadas, y nos parecía que en todos los barrios por donde pasábamos veíamos los autos que los habían llevado a ellos”, evocó, conmovida.
“Desde ese momento empecé la búsqueda”, afirmó y detalló que una de las puertas que golpeó fue el Arzobispado. “Llevé una carta y nunca me contestaron. Me recibió el secretario y me dijo que ellos también tenían desaparecidos”, expresó ante el Tribunal. También recurrió a la Cruz Roja, al ministerio del Interior y presentó hábeas corpus ante los juzgados. Pero nunca obtuvo respuestas.
Vivir con miedo y sin recursos
Y cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos estuvo en el país concurrió junto a Irma San Martín -otra mujer afectada por el secuestro de su marido- para dar cuenta de lo que les ocurría. Pero no resistieron la presión. “Nos sacaban fotos, los policías nos chocaban. Parecía que todos nos seguían y nos volvimos. Tenía los chicos solos y nos fuimos a la casa de una gente amiga adonde estuvimos un tiempo”, contó, entre sollozos. Para cortar este momento de fuerte ahogo emocional el juez le preguntó sobre la edad de sus hijos. Tenían 15, 13 y 12 años. Recuperada dijo: “Tenía que salir a trabajar” y contó las vicisitudes que iban desde no tener para comer a caer en una depresión profunda tratada con electroshock. “La pasamos muy feo”, expresó.
Con el tiempo le contaron que su marido fue visto en la cárcel de Sierra Chica pelando papas. Y cuando salió en libertad (Luis) Carnero fue a verlo por la noche “para no comprometerlo” pero recién al tiempo le contó que había escuchado su voz cuando era torturado en La Perla. Andrada está desaparecido.
Marcados para toda la vida
Susana Patricia Aldecoa, hija adoptiva del matrimonio Junco contó lo sucedido aquella noche del secuestro. Tenía 14 años y vivía con ellos desde el año de vida.
Advirtió que siempre diría “mi padre” aunque era del corazón y lo describió como un hombre “solidario y recto”. “No permitió ni siquiera una gomera en mi casa y cuando allanaban decían ¿dónde están las ramas? Causaba como gracia eso”, recordó. También destacó que Hugo solo estuvo ausente de su hogar cuando se realizaban acciones gremiales como la toma del frigorífico en reclamo de mejoras laborales.
“Lo veíamos por la televisión peleando por la ropa adecuada para entrar a las cámaras frigoríficas. Y después que dejó, tenía un taller de chapa y pintura y siempre venía algún compañero de trabajo a pedirle consejos sobre situaciones laborales. Leía mucho”, afirmó.
Contó que esa noche golpearon la puerta y al mismo tiempo una voz ordenaba: “abrí que esta la casa rodeada”. Obedecen y ahí nomás lo sacan por el galpón y a la madre la apuntan por la ventana. “Yo salgo de la pieza, lo agarro. Me dice: quedate tranquila, todo está bien. Cuidá a tu madre y a tus hermanos”. A los minutos junto a su hermano menor vieron que con la mano les dirigió un saludo desde el auto que se lo llevó y nunca más lo vieron.
Esa noche mientras iban a refugiarse a la casa de sus tíos escucharon que también se llevaban a dos vecinos más.
La testigo comentó que tras vivir esta situación la sensación “Es quedarse en cero, sin saber qué hacer”. Mientras la madre lo buscaba ellos se quedaban solos y temerosos de que no regresara.
“Mi madre se enfermó de los nervios. Cómo en una noche pueden destruirte para toda la vida. Y nosotros no tenemos dónde ir a llorarlo. Hoy vamos al Parque de la Memoria de Río Ceballos, donde podemos tomarnos un mate o sentarnos bajo un árbol. Ellos se dieron el lujo de marcarnos para toda la vida”, dijo, entre lágrimas.
Señalados
Luego declaró Julio Pascual Juncos, el menor de los hermanos. Tenía 12 años cuando vivió esta pesadilla. “A la una de la mañana, unas cinco o seis personas, mientas estábamos durmiendo vimos movimientos y a una persona con un arma larga, con pasamontañas y que nos cerraron el dormitorio”, se acordó. “Es como volver a nacer, compartíamos mucho con mi padre, andábamos tranquilos por la calle. Lo perdimos todo. Mi madre tenía que trabajar, éramos señalados por todo el mundo como si hubiéramos hecho algo”, manifestó. Tuvo que salir a trabajar a los 13 años.
Orgulloso por la moral paterna afirmó que “le quisieron comprar la renuncia como delegado y no lo aceptó” porque no iba a traicionar a sus compañeros.
Embarazadas en El Buen Pastor
La última en declarar fue Alejandrina del Carmen Meisner, ex delegada de Smata Córdoba durante el ejercicio de René Salamanca y ex esposa de un militar. Lo hizo en relación a la causa que investiga el secuestro y desaparición de Silvina Parodi de Orozco, y al robo del bebe nacido en cautiverio, nieto de Sonia Torres, titular de Abuelas de Plaza de Mayo filial Córdoba.
La testigo fue detenida el 24 de marzo de 1976, a la madrugada, y conducida al Buen Pastor. Estaba durmiendo con sus tres hijas cuando ingresó la patota y apuntó a sus niñas. “Era espantoso”, graficó. Contó que en 1975 también había sido detenida “junto a mi hija menor de edad previo a la fiesta de año nuevo.
Fue secuestrada de su casa e ingresada por la puerta de atrás a la cárcel de mujeres El Buen Pastor. Rememoró que al mediodía ingresaron otras chicas y que permanecieron “separadas de las presas comunes e incomunicadas”.
La testigo contó que cuando llevaba diez días en el lugar “llegó una chica jovencita, con un embarazo avanzado. Lloraba mucho. Nos comentó que el papá era militar y a los ocho o nueve días la sacaron de noche”, recordó. Y acotó que les comentó que su apellido era Parodi y que su marido estaba en La Perla. Le pareció que estaba por los ocho meses de embarazo y que le daban la libertad.
También dijo que había otra embarazada de pocos meses de gestación llamada Mirta, y una mujer con su bebe “un varoncito de tres meses” cuyo padre se decía era gremialista.
La mujer afirmó que quienes hacían los traslados eran militares. Y contó que el día en que iban a liberarla la buscaron a las dos de la tarde, pasaron por la UP1, subieron a varios chicos y chicas y los llevaron al Batallón de Aerotransportados 141. “Nos pusieron en fila y salió Menéndez con una fusta y preguntó quién era la esposa del militar – es decir ella- y me dijo que tenía las alianzas y un reloj míos y me los devolvió”. “Tuvimos miedo de que nos mataran por la espalda”, confió.
Reclamo de hijos y nietos de los represores
Una ruidosa manifestación de “hijos y nietos” de imputados por crímenes de lesa humanidad se realizó esta mañana frente al edificio de Tribunales federales. Según expresiones vertidas por sus voceros se presentan por primera vez para exigir “legalidad” durante el proceso hasta que haya sentencia firme. Concretamente piden prisión domiciliaria para los acusados a quienes consideran “presos políticos”. Desde la cartelería y los cánticos reclamaron “un juicio justo” que se respete “el debido proceso” y que les otorguen los beneficios que corresponden a los mayores de 70 años. Cabe destacar que varios acusados gozan de ese derecho, incluído el jerarca Luciano Benjamín Menéndez multicondenado por crímenes de lesa humanidad.
Mientras se desarrollaba la audiencia una mujer irrumpió en el recinto de manera provocadora portando la bandera nacional en sus hombros. El presidente del Tribunal jaime Díaz Gavier dio instrucciones a la policía judicial para que la identifique y prohíba su ingreso. Pasado este incidente la audiencia continuó desarrollándose con total normalidad.
Una nueva ronda testimonial se realizará mañana desde las 10. Todo ciudadano que así lo desee puede concurrir a este juicio que es oral y público portando el DNI. Ya son 266 los testimonios receptados de un total calculado en 650.
Más información en www.eldiariodeljuicio.com.ar / Ver entrevista en Zona Política.
Argenpress 23/04/14