¿Cierres de plantas para frenar a la izquierda?
Ricardo Carpena
Hay batallas que se libran más allá de la pelea entre el Gobierno y el sindicalismo peronista: por ejemplo, la que todos, o casi todos, entablan contra la izquierda sindical. En estas horas podría darse una coincidencia sugestiva de empresas que cierran temporariamente por la crisis económica o por cuestiones de seguridad, pero que dejan abierta la sospecha de que lo hacen para desactivar a sus delegados combativos. Primero fue la autopartista Lear, que el jueves pasado entornó sus persianas con la excusa de que no podían garantizar la integridad física de unos 450 trabajadores por la presión de la izquierda ante la fábrica de General Pacheco. Ahora, las versiones sobre un posible cierre apuntan a otra compañía norteamericana: la gráfica Donnelley, en Garín, que había amagado con 123 despidos y cuya comisión interna milita en el trotskista PTS.
No parece casual. Lear justificó su decisión en los piquetes en la Panamericana, pero coincide con la resistencia en cumplir la orden judicial de reincorporar a los delegados que habían sido desplazados en una asamblea irregular de SMATA (increíblemente, los inspectores del Ministerio de Trabajo aparecieron recién el viernes, en medio de la violencia en la Panamericana, para intentar reponer a un delegado).
En Donnelley, ayer no funcionaban los mails de la empresa, los gerentes no atendían los llamados y se reforzó la seguridad en la planta, días después de que la dureza de los delegados obligó a la Federación Gráfica Bonaerense a apoyar su propuesta de llamar a un plenario general para decidir un plan de lucha contra los despidos en el sector.
¿Serán los cierres de las plantas la fórmula elegida para frenar a las comisiones internas indomables?
Para la izquierda, Lear se ha transformado en un símbolo, como lo fue el virulento conflicto de Kraft en 2009: piensa que en esa pulseada se juega su futuro sindical. En el PTS y en el Partido Obrero creen que las bases están desbordando la cautela de los sindicatos peronistas, que, con matices, quedaron maniatados por la utilización política de Cristina Kirchner de la pelea con los fondos buitre. Y apuntan que hay datos sobre el descontrol de los aparatos sindicales, como la paralización de la planta de Ford en Pacheco, el viernes pasado, ante el fuerte bloqueo dispuesto por trabajadores de la autopartista Johnson Controls en protesta por varias cesantías.
La expectativa del trotskismo es que allí puede haber una veta para crecer política y sindicalmente ante unas elecciones de 2015 que, por ser presidenciales, pueden desfavorecer a ese mismo Frente de Izquierda que superó el millón de votos cuando sólo se elegían legisladores. Pero, una vez más, las diferencias entre el PO y el PTS pueden conspirar contra su expansión. El partido de Jorge Altamira y Néstor Pitrola propone un “congreso del movimiento obrero”, en septiembre, que favorezca la consolidación política del Frente de Izquierda. Para el PTS, en cambio, los delegados radicalizados de Lear, legitimados por el combate “contra el Gobierno y la burocracia”, deberían ser los que propongan “un gran encuentro sindical” con el fin de unificar la lucha “desde abajo”. Pero, aun con estrategias distintas, los dirigentes de la izquierda sindical están más movilizados por el agudo deterioro socioeconómico que las cinco centrales obreras.
Cristina Kirchner puso contra la pared a los sindicalistas y, hasta ahora, logró cierta paz social. La epopéyica lucha contra los fondos buitre lo ha hecho posible. La CTA oficialista levantó su marcha contra el Impuesto a las Ganancias sólo por un pedido del ministro Carlos Tomada. Y Antonio Caló, que parecía dispuesto a pintarse la cara, es uno de los dirigentes K que el jueves pasado fue acomodado en primera fila para que la Presidenta les asegurara que había mejorado el salario real y que pertenecían a un sector que debía pensar “ en todo lo bien que les fue en esta década”.
El sindicalismo opositor sigue aguardando que Hugo Moyano defina el calendario de protestas, pero el camionero, que no quiere parecer “destituyente”, esperará a qu e sus aliados sindicales del transporte vuelvan de un congreso internacional, el 16 de este mes, para ponerle fecha al nuevo paro. Esta suerte de tregua sindical que logró Cristina es fogoneada, además, por un dramático cuadro de despidos que se ha acelerado en las últimas semanas: son pocas las empresas que no recurren aunque sea a jubilaciones anticipadas, retiros voluntarios o recortes de horas extra.
La respuesta sindical más clara fue la aceleración de los proyectos para 2015. Hugo Moyano hablará esta semana en un seminario macrista, casi como un guiño al jefe de Gobierno porteño, pero su hijo Facundo ya empezó a trabajar con Sergio Massa, que, a su vez, relanzaría su ala sindical con el nombre de Agenda Laboral 2015, con incorporaciones como las de Roberto Domínguez, adjunto de la UTA. Y habilitó a Fabián Alessandrini, titular de ATE Zona Norte, para apuntalar la candidatura de Adrián Pérez como intendente de Vicente López. Luis Barrionuevo estuvo de gira este fin de semana con José Manuel de la Sota en La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero, y prepara un acto el 5 de septiembre, en el Luna Park, para lanzar la postulación presidencial del cordobés. Y en la CTA opositora hay clima proselitista: el 13 de septiembre, en un congreso de Unidad Popular, se lanzará la candidatura a presidente de Víctor De Gennaro. Es que podrán frenarse las protestas, pero no hay default que alcance para detener los planes electorales.
Clarin 11/08/14