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A 40 años de la Masacre de La Plata

A 40 años de la Masacre de La Plata

 

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El 4 y 5 de septiembre de 1975 ocho jóvenes militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) fueron asesinados en La Plata por bandas fascistas que contaban con la protección del gobierno de Isabel Perón. El hecho fue conocido como “La Masacre de La Plata”. Desde Izquierda Socialista seguimos exigiendo justicia para nuestros compañeros caídos y reivindicamos su pelea por la construcción de un partido revolucionario que luche por el socialismo.

Escribe Federico Novofoti

En la noche del 4 de septiembre, una delegación de cinco militantes del PST, encabezados por Roberto “Laucha” Loscertales, activista y trabajador despedido de los Astilleros Río Santiago, se dirigía en un vehículo hacia la Petroquímica Sudamericana (hoy Mafissa). Llevaban comida y dinero para el fondo de huelga, recolectados en la universidad para la fábrica, que se encontraba ocupada por sus trabajadores por aumento salarial. Con el “Laucha” estaban Hugo Frigerio, delegado del Ministerio de Obras Públicas (MOP); Adriana Zaldúa, también delegada del MOP, dirigente de la Juventud Socialista y estudiante de la Facultad de Arquitectura (UNLP); Ana María Guzner, ex delegada del gremio no docente de la universidad (ATULP); y Lidia Agostini, odontó- loga que trabajaba en un dispensario municipal.

Su vehículo fue interceptado cerca de la Catedral por hombres uniformados de la bonaerense, que los llevaron a la seccional policial de la calle 56, entre 13 y 14. Allí fueron brutalmente golpeados. Luego, fueron trasladados a La Balandra, un descampado en Berisso, donde los acribillaron a balazos.1

El 5 de septiembre, al confirmarse la noticia de los fusilamientos, el PST comenzó una campaña de denuncia. Los trabajadores del MOP paralizaron las tareas como expresión de protesta, también los no docentes de la UNLP. En Petroquímica colgaron una bandera que acusaba al patrón: “Curi compra matones para matar”. A las 17 horas, Oscar Lucatti, militante del PST y también trabajador del MOP; Carlos “Dicki” Povedano, miembro de la Comisión Interna de la Delegación de Previsión Social de la Nación; y Patricia Claverie, activista y estudiante de la Facultad de Ciencias Naturales, fueron secuestrados por individuos que portaban armas largas y los introdujeron en un Fiat 125, cuando salían del local del PST de La Plata para desarrollar las tareas de denuncia y movilización. Sus cadáveres aparecieron recién varias horas después. A pesar de las denuncias y numerosos datos aportados por el PST, el crimen quedó impune.

“De Pacheco a La Plata”

Bajo este título, el periódico del PST, Avanzada Socialista del 13 de septiembre, analizaba las causas de la “Masacre de La Plata” y la situación política que vivía el país.2 El 29 de mayo de 1974, aún bajo la presidencia de Perón, una banda fascista había atacado el local del PST de General Pacheco. Secuestraron a tres militantes y los acribilliraron. En aquel momento, el PST llamó a la más amplia unidad de acción contra los fascistas. Pero el llamado no tuvo eco en la mayoría de las organizaciones (JP, Montoneros, PC), salvo honrosas excepciones, como la del Bloque de Base de Rodolfo Ortega Peña. Aquellos asesinatos se enmarcaban en el intento del gobierno de aplastar al movimiento obrero y liquidar las libertades democráticas. Con las movilizaciones y la huelga general de junio y julio de 1974 los trabajadores impusieron la renuncia del ministro de Bienestar Social, José López Rega, organizador de la banda fascista Alianza Anticomunista Argentina (“Triple A”) y derrotaron el plan de ajuste de su protegido, el ministro de Economía Celestino Rodrigo, imponiéndose los acuerdos paritarios que intentaba desconocer.

Pero luego de ese triunfo, la burocracia sindical no continuó el plan de lucha y pactó la desmovilización con el gobierno de Isabel Perón. Esto permitió que los sectores más “gorilas” continuaran su “iniciativa en el camino hacia un régimen contrarrevolucionario”.3 Los grandes patrones industriales, latifundistas y banqueros, nacionales y extranjeros, se avocaron a superar la crisis económica mediante la represión, para profundizar la superexplotación obrera, acordando con el imperialismo y el FMI.

Por su parte, la guerrilla continuó realizando acciones con el objetivo de mostrar que una pequeña elite podía reemplazar a la movilización para aplastar a la reacción y al fascismo. Pero sus operaciones aisladas sólo sirvieron a la confusión popular, la desorganización de los trabajadores y para exacerbar la represión del gobierno y los militares. El 6 de noviembre de 1974, Isabel implantó el Estado de Sitio con el argumento de combatir a la guerrilla. Una medida apoyada por casi todos los partidos patronales que favoreció el ascenso de la “Triple A”. Ese mismo mes fueron asesinados otros cuatro militantes del PST en Capital y el Gran Buenos Aires. Se sucedieron ataques al movimiento obrero mediante el asesinato de activistas y dirigentes obreros, encarcelamientos masivos sin causa, la “misión Ivanissevich” intervino las universidades, el allanamiento y bombas a locales políticos. Para 1975, el PST tenía más de diez presos políticos, entre ellos, Juan Carlos “Pelado Matosas” López Osornio y Miguel Lamas.

La dirección nacional del PST ante la Masacre de La Plata señaló, esta vez “las armas de los asesinos no atacan en nuestro partido al conjunto de la oposición; atacan al movimiento obrero y a la izquierda”.4 Las máximas conducciones del peronismo y el radicalismo callaron ante la Masacre. El PST denunció la responsabilidad principal del gobierno peronista, que toleraba alevosamente a las bandas fascistas. También, a los falsos “opositores”, del estilo de Ricardo Balbín de la UCR, que los dejaban actuar sin denunciarlos. Llamó a vengar la muerte de los asesinados, pero no de forma individual, sino con las más amplia unidad de acción antifascista y continuando la tarea a la que habían dedicado sus vidas los compañeros asesinados: la construcción del Partido Mundial de la Revolución Socialista. Rechazaba así una salida mediante la conciliación o la guerrilla, llamando a confiar en la movilización unitaria de los trabajadores. (ver “Los responsables”)

Finalmente, el gobierno de Isabel fue reemplazado por la dictadura militar y su genocidio. Pero la lucha de los trabajadores logró tirar a la dictadura, y continúa hoy en día. En ella seguimos construyendo el partido revolucionario por el que dieron la vida nuestros ocho compañeros asesinados del PST, y por ellos seguimos exigiendo justicia. Cuarenta años después, levantamos el puño con la misma fuerza y la misma furia, y como entonces decimos: “Eran nuestros hermanos en la lucha por el socialismo. Los lloramos de cara al agresor, mirándolo de frente, más firmes que nunca en nuestro odio de clase. Ellos fueron golpeados para que nosotros titubeemos. Ya lo sabíamos antes de que ellos u otros cayeran. A este gobierno capitalista de cuyas entrañas salieron las bandas asesinas, a los grandes patrones coherentemente selectivos en su condena de la violencia, a los militares apocaplípticos […] a los medios de difusión que racionan la tinta mortuoria con una prolija desigualdad clasista, a los burgueses democráticos que evasivamente protegen lo que está protegido […] les decimos: se equivocaron. Ellos cayeron para que nuestro dolor y nuestra rabia y nuestro odio de clase nos hiciera más fuertes.5

Compañeros caídos del PST: ¡Hasta el socialismo, siempre!

El Socialista 26/08/15

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