La herencia de la dictadura: El saqueo de la deuda externa
Cuando comenzó la dictadura militar en 1976, la deuda externa argentina era relativamente pequeña (apenas 7.800 millones de dólares). En 1983, había ascendido a 45.100 millones, transformándose a partir de ese momento en totalmente impagable. ¿Qué había sucedido? La dictadura tomó préstamos para obras faraónicas (como las del Mundial ́78), para comprar armas o directamente para que los bancos privados hicieran sus negocios (la “bicicleta financiera). Para eso endeudó hasta extremos indescriptibles a empresas por entonces estatales como YPF. Como si todo esto fuera poco, en 1982, el entonces presidente del Banco Central Domingo Cavallo, procedió a “estatizar” la deuda privada de numerosas empresas privadas (locales y extranjeras). Todo esto se abultó con innumerables operaciones delictivas, que serían investigadas en los años siguientes por Alejandro Olmos, en un juicio que terminó con un fallo ejemplar en el año 2000. Allí se reconoció el carácter ilegal de todo el proceso de endeudamiento iniciado en 1976.
A partir de 1983, los distintos gobiernos que le sucedieron a la dictadura reconocieron el total de esa deuda fraudulenta y procedieron a pagarla, lo que no impidió que el endeudamiento continuara creciendo astronómicamente.
El primero fue el gobierno de Alfonsín, que reconoció la legalidad de la deuda, negoció con el FMI e implementó diversos planes de ajuste (Austral, Primavera) para pagarla a costa del hambre de la clase trabajadora. Así terminó con el estallido de la hiperinflación de 1989 y Alfonsín corrido por los saqueos y las luchas contra el hambre.
Menem también lanzó un feroz plan de ajuste, que incluyó la privatización (léase la entrega a precios de remate) de todas las empresas estatales, a cambio de “papeles” depreciados de la deuda externa. Junto con el inefable Cavallo, que volvía a los primeros planos ahora como Ministro de Economía, realizó el primer “canje” de deuda llamado Plan Brady (por el funcionario norteamericano que lo ideó). En esos primeros años de la década del ́90, se escuchó por primera vez hablar de que “el problema de la deuda ya estaba resuelto” y que se nos abrían los mercados para tomar nuevos créditos “para el crecimiento”. En realidad, el país se endeudó más aún para pagar los vencimientos anteriores. Y la deuda siguió creciendo hasta transformarse en inmanejable.
La Alianza, que había sucedido al menemismo, llevó a las máximas expresiones la “prioridad” en el pago de la deuda: hasta llegó a bajar las jubilaciones con el objetivo explícito de dedicar esos fondos a cumplir con los vencimientos internacionales. Todo esto estalló en la rebelión popular de diciembre de 2001.
Allí fue donde las masas en la calle, durante el Argentinazo, impuso el “no pago de la deuda”. Si bien fue parcial (se siguió pagando al FMI, Banco Mundial y otros organismos internacionales), no abonar una parte importante de la deuda fue esencial para que se pudieran pagar dos millones de planes sociales para desocupados y para que hubiera superávit fiscal. Hoy todos lo quieren esconder, pero fue uno de los elementos que permitió que la economía argentina volviera a crecer desde mediados de 2002.
Lamentablemente, a partir de 2005, el gobierno kirchnerista retomó la senda de volver a pagar. Otra vez escuchamos los cantos de sirena de los “canjes” de deuda que resolvían todo: el famoso -y falso- “desendeudamiento”. Desde esos años para acá se pagaron 190.000 millones de dólares en efectivo, a pesar de lo cual la deuda continuó creciendo.
Ahora el macrismo se dispone a pagar una nueva millonada para “arreglar” el conflicto con los buitres y así, tener las manos libres para iniciar un “nuevo ciclo de endeudamiento”. Lo cual, como en los años anteriores, sólo servirá para cancelar los vencimientos pasados y alimentar la bola de nieve de la deuda. La deuda externa argentina, ilegal, inmoral e impagable, es la mayor expresión de saqueo de nuestras riquezas, lo que nos sigue desangrando y sumiendo en la decadencia. Por eso, a cuarenta años del golpe genocida, seguimos diciendo, con más convicción que nunca, que la única salida para nuestro país pasa por dejar ya mismo de pagar la totalidad de esta deuda externa y volcar el conjunto de esos recursos para resolver las más urgentes necesidades populares de trabajo, salario, salud, educación y vivienda.
Los personajes de la deuda
Alfonso Prat Gay: fue Presidente del Banco Central durante la gestión de Duhalde y los primeros años de Néstor Kirchner. Actualmente es el Ministro de Hacienda y Finanzas Públicas de Mauricio Macri.
Federico Sturzenegger: fue Secretario de Política Económica del gobierno de De la Rúa en 2001 y como tal está acusado por el megacanje realizado en junio de ese año. Actualmente es el Presidente del Banco Central de la República Argentina.
Domingo Cavallo: fue presidente del Banco Central durante la dictadura y en 1982, el principal responsable de la estatización de la deuda privada que duplicó la deuda externa. Después fue Ministro de Economía de Carlos Menem y ejecutor central de la entrega de las privatizaciones. Reapareció en 2001 como Ministro de Economía ahora de la Alianza De la Rúa. Ahí bajó el 13% a jubilados y empleados estatales, realizó un megacanje que acrecentó en un solo día la deuda en 50.000 millones de dólares e “inventó” el famoso corralito, para terminar eyectado por la movilización popular del Argentinazo en diciembre de 2001.
José Luis Machinea: fue Presidente del Banco Central de Alfonsín en 1985. Terminó de reconocer toda la estatización de la deuda de la dictadura. En 1999 volvió como Ministro de Economía de la Alianza, ejecutando un feroz plan de ajuste para garantizar los pagos crecientes de deuda hasta su renuncia en marzo de 2001.
Roberto Lavagna: en 2002 fue Ministro de Economía de Duhalde. Mantuvo el cargo durante la primera parte de la gestión de Néstor Kirchner, siendo el responsable del canje de deuda de 2005. A fin de ese año renunció al ministerio. Ahora es el principal asesor económico de Sergio Massa.
El Socialista 16/03/16