Problemas de Organización
Incluye El Partido (1943) y fragmentos del ¿Qué hacer? de Lenin
En esta edición de CEHuS se reeditan trabajos de Nahuel Moreno y Lenin. Problemas de Organización elaborado en base a un curso de 1984 en el que Moreno debate sobre el desarrollo del partido luego de la caída la dictadura militar. A su vez se incluye por primera vez para el público el texto El Partido, escrito en 1943. Por último ofrecemos una selección de fragmentos del ¿Qué hacer? de Lenin de 1902.
La intención al reeditar elaboraciones de distintas épocas y realidades es profundizar sobre un aspecto central de la actividad revolucionaria, que es la cuestión organizativa. Esta problemática es la mayoría de las veces olvidada en los grandes debates de la izquierda. En este texto el lector podrá darse una idea acabada de las propuestas de los autores sobre cómo se orienta la organización que se propone intervenir en la lucha de clases de cada etapa para construir fuertes partidos revolucionarios.
Presentación
¿Qué (y cómo) hacer?
Por Nicolás Núñez – dirigente de Izquierda Socialista, miembro de la Comisión Directiva de la Federación Universitaria Argentina y legislador electo por el FIT en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La presente edición de CEHuS recopila textos que abordan una serie de problemáticas muchas veces subestimadas por la literatura, el debate y la formación política. Los grandes debates en torno a las definiciones teóricas, programáticas y estratégicas ocupan grandes espacios en nuestras bibliotecas, mientras que el interrogante por los Problemas de Organización, rara vez encuentra texto alguno que lo aborde.
Sin embargo, eso no debe llevarnos a pensar que se trata de temas que hayan sido subestimados por los grandes pensadores del marxismo revolucionario. Lejos de tratarse de un tema menor, o de algo que simplemente se deduzca de posiciones programáticas o principistas, ha estado en el centro de los debates y preocupaciones de cada intento histórico por avanzar en conquistar la independencia política de la clase trabajadora para pelear por un gobierno que se proponga construir el socialismo. El propio León Trotsky señalaría que en el punto cúlmine del auto-gobierno de la clase trabajadora rusa en la Unión Soviética “era mucho más claro y más fácil abordar cada problema desde el punto de vista de la política y de los principios que desde el punto de vista organizativo”1. Nahuel Moreno, por su parte, abre el primer texto que aquí presentamos con la afirmación: “la cuestión organizativa es el centro, en cierta medida, de la actividad marxista revolucionaria”.
Y es que aquella afirmación del revolucionario ruso respecto del momento del gobierno de los soviets guiado por el partido bolchevique, no es menos válida hoy para las tareas cotidianas que damos en nuestros lugares de trabajo, estudio, en cada barrio, en cada pelea que emprendemos. A menudo nos encontramos con que nos resulta relativamente sencillo poder esbozar una respuesta política ante tal o cual ataque del gobierno, ante tal o cual apriete de la patronal, ante tal o cual ajuste en nuestra universidad, pero que otra cosa es encontrar la forma precisa de cómo organizarnos para que esa respuesta política se transforme en una fuerza organizada que nos facilite un triunfo, y para que esa pulseada, a su vez, nos ayude a que más compañeros saquen la conclusión de que tienen que sumarse a construir nuestra organización política.
Se trata de todo un arte, y si bien al arte no se lo aborda revoleándole fórmulas infalibles ni citas de autoridad, el contenido del presente libro da una gran cantidad de herramientas vigentes para pensar y elaborar respuestas útiles a las luchas del presente.
Es una opinión generalizada en círculos universitarios, y/o entre quienes reniegan del marxismo, afirmar que lo planteado por Lenin en 1902 pudo haber estado bien en su momento, pero que hoy ya está seguramente caduco. Que la organización clandestina podía estar bien para la época de los zares, pero no hoy en países como el nuestro con regímenes “democráticos”; que la idea de un periódico político de análisis y propuestas desde un punto de vista revolucionario y de clase, y más aún si está impreso en papel, está enterrada por la primacía de los medios masivos de comunicación de radiodifusión primero, y por internet después; que hoy un proceso de transformación social tiene que hacerse a través de las elecciones y con una organización centralmente pensada para sacar más votos; que hoy la clase trabajadora no tiene el peso del siglo pasado y que por su fragmentación es imposible pensar en un partido proletario que pueda proponerse gobernar.
115 años nos separan de la aparición del ¿Qué Hacer? Y sin embargo esta nueva publicación va de la mano de ratificar que las respuestas centrales a esos temas las encontramos aún en sus páginas. Invitamos al lector justamente a debatir esa idea y a sacar sus conclusiones prácticas.
Por nuestra parte, aquí solamente nos interesa señalar que ninguna transformación del capitalismo en el siglo XX y lo que va del XXI ha modificado el hecho nodal de que la sociedad sigue estando partida en clases sociales, organizada al servicio de las ganancias de los capitalistas, y que hay dos grandes bloques que estructuran tanto la economía como la lucha política, y son la clase burguesa y la clase trabajadora. “No hay ideologías intermedias” decía Lenin. 115 años después solo sigue habiendo: ideologías que tributan a la continuidad de la burguesía en el poder e ideologías que acumulan fuerzas a la organización para sí de la clase trabajadora. Las primeras no son difundidas únicamente por los partidos, medios de comunicación y las instituciones de la burguesía, también tienen intérpretes en las filas de la clase trabajadora. Y no se trata solo de los dirigentes “vendidos”, los burócratas empresarios y compañía. También el confinamiento a la lucha sindical, al tradeunionismo (sindicalismo), a únicamente dar las batallas económicas de la clase trabajadora (despidos, salarios, convenios), es una ideología burguesa, es la “política burguesa de la clase obrera”. Y podríamos agregar, que en otras ramas de las peleas que dan los sectores oprimidos cada día y a veces en volúmenes revulsivos (en la lucha contra el patriarcado, en la lucha en defensa de los pueblos originarios, en la lucha contra la destrucción de la naturaleza por el capitalismo, en la lucha en defensa de la educación pública) hay también otras “políticas burguesas” que buscan escindir el triunfo acabado y duradero de esas batallas de la derrota al sistema capitalista.
Fue Lenin quien clarificó contra el reformismo electoralista de los seguidores de Bernstein que ningún proceso de lucha aislado podía por sí solo elevar a la clase trabajadora a la comprensión del rol histórico que estaba llamada a cumplir. Para eso era necesario el partido, y no cualquier partido, sino el partido de los militantes profesionalmente organizados, disciplinados, que actuasen como “tribunos populares” contra cualquier forma de opresión. Al servicio de construir esa organización es que aparecía como una solución práctica ante el análisis concreto de una situación concreta la propuesta del periódico como “organizador colectivo” del trabajo de la militancia a escala nacional.
El partido que Lenin construyó y que fue clave para el triunfo de la revolución socialista en Rusia fue corrompido tras su muerte por Stalin, quien tuvo que terminar con la vida del conjunto del Comité Central del partido bolchevique de 1917 para cumplir su cometido. Fueron León Trotsky y sus seguidores que lucharon contra la burocratización los encargados de continuar el verdadero leninismo en las dificultades más adversas, padeciendo el exilio, la persecución, el asesinato de sus familiares, y el del propio Trotsky en 1940. Antes de eso, había logrado impulsar la fundación de la Cuarta Internacional, dejando un legado que permitió a las generaciones posteriores seguir transitando el camino de la pelea por el triunfo del socialismo a escala mundial.
En nuestro país ese movimiento “cuarta-internacionalista” nació entre los años 30 y 40 preñado de discusiones bizantinas y personalidades ‒para ser moderados‒ poco constructivas, su “pre-historia” estuvo limitada centralmente a discusiones en cafés, tertulias, y circuitos teatrales. Ante esa situación, un grupo de jóvenes apenas superando los 15 años se propusieron sacar al trotskismo de esa “fiesta” y unir su vida a la clase trabajadora. Del estudio minucioso del ¿Qué hacer? y la crítica descarnada a las posiciones del trotskismo autóctono surgió el documento que acá es editado públicamente por primera vez: El Partido escrito por Nahuel Moreno en 1943 a sus 19 años. “Agitación y propaganda al alcance de nuestras posibilidades, unidad con otros grupos a partir de las más elementales tareas comunes”, fueron la guía para ir hacia el movimiento obrero, sus conflictos, sus barrios y sus costumbres, y lo siguen siendo para nosotros al día de hoy. De allí pudo nacer una corriente trotskista obrera e internacionalista que ligó su suerte a la clase trabajadora hasta el día de hoy, y a cuyo desarrollo Moreno entregó por completo su vida.
En ese rol de constructor es que en 1984 elaboró un curso ante los compañeros de la juventud del partido argentino del Movimiento al Socialismo (MAS) donde desarrolló los conceptos que contiene Problemas de Organización. El texto provee herramientas de todo tipo: para compañeros que aún sin militar quieren entender cómo pensamos nuestra intervención; para compañeros que hacen sus primeras experiencias en la militancia; y también, para quienes ya militando hace tiempo quieren repensar, balancear, y elaborar nuevas respuestas ante problemas cotidianos.
Tras su muerte, y debido a los errores que cometió la dirección que quedó al mando del partido ante los debates que abrieron fenómenos nuevos y colosales como la caída de la URSS, el enorme partido argentino que había construido Moreno, y también la corriente internacional (la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional), sufrieron enormes divisiones.
A 30 años de su fallecimiento, seguimos buscando aprender de sus enseñanzas, y también sacar conclusiones del balance de aquel proceso histórico2 para avanzar en la reconstrucción del morenismo. Una obra que está puesta al servicio de la más difícil tarea que la humanidad ha tenido entre sus manos: construir el partido mundial de la revolución socialista.
Los variados fenómenos políticos surgidos al calor de la continuidad de la crisis capitalista abierta en 2008, y la resistencia de los pueblos ante los planes de ajuste, así como también la situación política de nuestro país donde se sigue consolidando el Frente de Izquierda como oposición al gobierno macrista, nos ponen ante una situación donde con una luminosidad enorme se nos hace presente una de las definiciones del ¿Qué hacer?: No hay hombres ni mujeres y hay infinidad de hombres y mujeres. Hacia donde giremos la cabeza vemos personas de carne y hueso poniéndole el cuerpo a luchas de todo tipo, y al mismo tiempo, no contamos con la cantidad de militantes, cuadros, fuerza organizada que permita unificar esas peleas en golpes contundentes contra los gobiernos y contra el capitalismo. La publicación de este libro, el impulso de su lectura y debate, están puestos al servicio de poder aportar humildemente en solucionar este desfasaje.
Por último, y a 100 años de la revolución rusa, que sirva la publicación de este libro también como homenaje y reconocimiento al gran organizador del partido bolchevique, Yakov Sverdlov, quien según el propio Lenin fue “el jefe político que más hizo por la organización de la clase obrera, por su victoria”.
1. “Sverdlov”, León Trotsky, 1925.
2. Respecto a este periodo, el partido que en Argentina dio continuidad a la Tendencia Morenista del MAS aprobó en mayo de 1996 un texto autocrítico, el “Balance Histórico (1987-1992)”.
http://www.izquierdasocialista.org.ar/index.php/publicaciones/libros/6887-problemas-de-organizacion