“Esa fue la primera represión de Ortega, que hoy es un dictador”, recuerda Sorans para NOTICIAS, en el día en que se cumplen 42 años desde que triunfó la revolución en la que participó. El militante del Partido Socialista de los Trabajadores, que comandaba Nahuel Moreno, tenía en aquel entonces 32 años y era un prominente delegado sindical. Hay que entender que cuatro décadas atrás el mundo era muy distinto: se acababan de cumplir veinte años desde el triunfo cubano y la sensación de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina no se había disipado ni con el golpe de Videla. Para todos los soñadores del mundo, la bandera a levantar en aquel momento era la de la sandinismo, que venía en abierta lucha contra una dictadura represiva y colonial. “La idea fue repetir la experiencia de las brigadas internacionales durante la Guerra Civil español”, relata Sorans.
Moreno, exiliado en Colombia, fue el que empezó a diseñar un plan para apoyar al sandinismo. Sorans era una pieza clave en ese armado: era de los pocos del PST -partido predilecto como blanco tanto para la Triple A como para la dictadura- que tenía entrenamiento militar y político, y tenía el cuero curtido luego de tres años de vivir en la clandestinidad. Por eso el trotskista salió oculto del país, vía Brasil, y se reencontró con su líder. Después de una semana en Colombia, donde protagonizaron una gran colecta para recaudar fondos (cuenta Sorans que una metralladora M16 o un fusil Garand estaban 250 dólares en el mercado negro) y sumar apoyos públicos, viajaron hasta Costa Rica. Ahí Sorans se convirtió en uno de los tres líderes de un grupo de 80 personas –había nicaragüenses, costaricenses, un alemán y otra argentina, Nora Ciapponi, famosa por ser la primera mujer en llevar la lucha por el aborto legal a una campaña política- que luego se sumaron a la lucha, bajo la bandera de Simón Bolívar. Para el fin de la guerra, la brigada internacional contaría a más de 200 soldados en sus filas y tres muertos en combate.
Noticias: Se jugó la vida saliendo del país y en la guerra. ¿Qué lo movió para ir a luchar en un país que no era el suyo?
Miguel Sorans: Nos movía la solidaridad internacional. En ese momento las dictaduras predominaban, y la posible caída de Somoza era vista como lo que fue, una caída que empezaría a debilitar a todas las otras dictaduras del continente. Y además no fue una decisión sólo personal, fui como parte de una corriente internacional para jugar un papel de organizador de la Brigada. Fue una decisión global de la corriente. Por supuesto que uno duda o tiene miedos, no porque uno es revolucionario deja de tener temores o ignora lo que se juega. Como toda lucha es un riesgo, pero es un riesgo que se toma para hacer un cambio. En este caso logramos ese cambio pero no fue lamentablemente todo lo positivo que nos gustaría y lamentablemente Ortega dejó de lado aquellas reivindicaciones sociales y políticas por las cuales se hizo la revolución.
Noticias: Usted tenía experiencia política pero hacerse cargo de una milicia en una guerra debe haber tenido sus retos. ¿Qué fue lo más difícil?
Sorans: Lo encaramos desde el punto de vista de que teníamos algo en común, una idea. Obvio que no todo es color de rosas, éramos todos de nacionalidades distintas y algunos con poca experiencia. Hubo detalles pero se trató de que haya una disciplina para el combate y para actuar. A veces teníamos que dormir en condiciones muy malas, la comida era siempre arroz, los mosquitos eran tan grandes que pesaban y a la noche hacían cuarenta grados. La zona a la que fuimos destinados, en Bluefield, al sur de Nicaragua, sólo se accedía por lancha. Además había una pobreza muy grande en el país. Para que te des una idea de las limitaciones materiales, no pudimos hacer muchas fotos porque nos quedamos sin rollo de la cámara rápido y no se podía conseguir uno en toda Nicaragua.
Noticias: ¿Cómo los recibió el pueblo nicaragüense? ¿Y el Frente Sandinista?
Sorans: Ahí vino el contraste. De parte del pueblo la recepción fue excelente. En cambio al sandinismo, a medida que se fue estableciendo, le empieza a caer mal nuestra presencia y nuestras ideas. Después de que triunfe la revolución mucha gente quería retener las armas, y nosotros nos sumamos a ese reclamo.
Et tu. El 19 de julio de 1979 las últimas fuerzas de la Guardia Civil de Ortega se rindieron. Unos días antes la Brigada Simón Bolívar que lideraba Sorans –había otra en el frente sur, donde se dieron los combates más sangrientos- había cumplido con éxito su objetivo y tomado Blufield. “Lo logramos con pocos tiros, la moral del enemigo estaba muy baja y rápidamente nos hicimos con el control de la ciudad y armamos un gobierno asambleario”, dice Sorans.
La popularidad de la Brigada fue tal que antes de que termine julio, una decena de sindicatos -que la propia milicia internacional había ayudado a construir- propuso en un plenario darles la nacionalidad nicaragüense a cada uno de los soldados latinoamericanos. Pero cuando Sorans empezó a escuchar que un pedido se repetía en la radio oficial del sandinismo intuyó que algo andaba mal. “Brigada Simón Bolívar, brigada Simón Bolivar, tienen que presentarse mañana a las 17 en la Comandancia General en Managua”, era el pedido que repetía una y otra vez la emisora.
Hasta ese momento Sorans sólo había visto a Ortega en el acto en que rompió el papel. Ese llamado, luego de ese incidente, no prometía nada bueno. Y no se equivocó: a pesar de que la Brigada llegó al encuentro con seis de los nueve altos comandantes del sandinismo -entre ellos los dos hermanos Ortega- acompañada por una manifestación de apoyo popular de cinco mil personas (en una ciudad que entonces tenía 500 mil habitantes), las cosas se torcieron rápido. La reunión, que había comenzado con cierta tirantez, se terminó de romper cuando Sorans pidió la palabra para comentar que era opinión de la Brigada que Nicaragua debía desconocer la deuda externa. Bayardo Arce, el único comandante de aquel 1979 que hoy sigue al lado de Ortega, le sacó el micrófono, lo cortó en seco y lo trató de iluso. Les prometieron que a los dos días volverían a reunirse para resolver la situación de la Brigada pero todo fue una trampa: cuando Sorans y los suyos volvieron los retuvieron con excusas y finalmente los llevaron al aeropuerto para deportarlos a punta de pistola. “Tuve más miedo ahí que en toda la guerra”, dice el hombre, que al día de hoy es integrante de Izquierda Socialista.
Sorans: No tuve tiempo ni de agarrar mi pasaporte. Nos levantaron a las dos de la mañana, sorpresivamente, y nos cargaron en unos buses sin decirnos adónde íbamos. Pensé que nos iban a liquidar para después decir que había sido una escaramuza.
Noticias: ¿Hasta entonces que visión tenían de Ortega como líder revolucionario?
Sorans: Lo respetábamos por haber dirigido el proceso revolucionario, pero teníamos una diferente concepción política, de hacia dónde tenía que ir a la revolución. Él estaba formado por el castrismo, y con la URSS todavía viva, había un odio al trotskismo, aunque nosotros no los odiábamos a ellos. Esperábamos que el proceso avanzara y que ahí se pudieran subsanar estas diferencias, ellos no creían en profundizar la revolución y nosotros sí.
Noticias: Hoy Nicaragua está sumida en una crisis dictatorial con Ortega, en otro momento revolucionario, al mando. Usted lo miró a los ojos: ¿le sorprende el giro?
Sorans: No, en última instancia el giro actual de Ortega lo podemos encontrar, sin pedantería, en esto trato con la Brigada. Podemos decir que esa fue la primera represión. Apenas lograron el poder Ortega gobernó con Violeta Chamorro, a quien nosotros decíamos que había de sacar del gobierno porque era pro yanqui. Hoy en día Ortega pone a la hija de Chamorro presa acusándola de pro yanqui, fíjate la paradoja. Al no romper, apenas triunfada la revolución, con la burguesía, al pactar con la Iglesia, con los conservadores y con los grandes azucareros, el giro de hoy ya estaba anunciado.
Noticias: ¿Qué desenlace le pronostica?
Sorans: Espero que lo más rápido posible el pueblo nicaragüense lo eche a patadas, podrá durar un tiempo más reprimiendo pero finalmente va a caer. Me interesa dejar bien en claro que es una dictadura, hay sectores de la izquierda que todavía lo defienden pero no, allí no hay socialismo ni gobierno de izquierda. Usa las antiguas banderas del sandinismo y el antimperialismo para gobernar robando y pactando con las grandes mafias empresarias. Va a caer, los pueblos en algún momento se van a rebelar. A Ortega le va a quedar el lugar del traidor en la historia. Las mentiras que nos hizo a nosotros después se las traslado al pueblo nicaragüense.
Noticias: ¿Qué sensación le queda haber participado de una revolución que termina de esta manera? ¿Es frustrante?
Sorans: Frustrante en un sentido que no se logró avanzar habiendo condiciones tan grandes para salir de la miseria y avanzar hacia el socialismo. Eso sí es frustrante, pero por otro lado no, no creo que haya sido en vano lo nuestro, contribuyó a pequeña escala para la tarea de aquel entonces que era que empezaran a caer las dictaduras. Fue un estímulo y una alegría para todos los pueblos del continente.
Noticias: Pasaron 42 años de la lucha, y, teniendo en cuenta que Nicaragua está como está, ¿su fe revolucionaria sigue intacta?
Sorans: Sí, sigue igual. Este proceso se burocratizó como pasó con la URRSS; por eso nosotros seguimos a Trotsky, que lo echaron por querer luchar por un socialismo con democracia. Seguimos creyendo en el socialismo, sabemos que no es fácil pero que tampoco es una utopía. Y seguimos luchando por eso.
El argentino que luchó en la revolución sandinista: “Hoy hay una dictadura en Nicaragua»
UIT CI 26/07/21
Una respuesta a «El argentino que luchó en la revolución sandinista: “Hoy hay una dictadura en Nicaragua»»
Tenia 20 anos cuando fue incorporado a las listas de militantes de la Fede que participarian de la segunda Brigada del Cafe, en Nicaragua, a principios de 1986. La primera brigada, un ano antes, habia generado mucho revuelo: el envio de 120 jovenes comunistas argentinos a colaborar con la Revolucion Sandinista -quienes, ademas, venian haciendo actos publicos y masivos de solidaridad con Nicaragua en Buenos Aires- desperto el rechazo de la prensa hegemonica, la preocupacion del gobierno argentino y el seguimiento de la Embajada de los Estados Unidos. En Nicaragua eran tiempos de combates con la Contra, fuerza promovida por la Casa Blanca para derrocar al gobierno revolucionario.