Uno de los puntos en el debate que se abrió tras la aprobación de la explotación hidrocarburífera de un área frente a las ciudades balnearias de Bs.As. es cuánto afectará al ambiente y a las económicas de la zona. Entre los defensores, mencionan que la actividad offshore se da en varias partes del mundo pero omiten los pormenores. Brasil es un ejemplo citado. Para conocer el otro lado de la experiencia brasilera, entrevistamos a Clara Junger, investigadora y activista de la Campaña Nem Um Poço a Mais. Por ANRed. Foto de tapa: imágen superior,recolección de petróleo en playa de Carneiro en Pernambuco por residentes ante la inacción estatal luego del derrame de más de 5 toneladas de petróleo en el mar en 2019, por Bruno Campos ;imagen inferior, fuga de un oleoducto en 2018 en la Baía de Guanabara, Rio de Janeiro por Roberto Herrera.
¿Cómo es la experiencia de exploración petrolera offshore en el mar de Brasil?
Brasil explora petróleo en el mar desde el final de los años 60 y con el presal en 2007, se puede decir que las cosas se han descontrolado por completo. Hoy hay más de 6.000 pozos perforados en la costa brasileña, un litoral totalmente destrozado por tantas subastas de petróleo. Sumando todos los bloques exploratorios concedidos en subastas, casi el 30% del océano brasileño (Zona Económica Exclusiva – ZEE) fue delimitado a las empresas petroleras, sin contar con las rutas de transporte de los barcos hasta la costa, y los muchos kilómetros de litoral que fueron interceptados para la construcción de la infraestructura necesaria para apoyar esta industria, como terminales industriales, astilleros, instalaciones de apoyo, puertos, estaciones de transbordo de carga, plataformas marítimas, oleoductos, refinerías y estaciones de almacenamiento. Hay mucho más que la plataforma petrolífera que se encuentra en alta mar detrás de esta industria que, además de todo eso, también dialoga muy mal con las comunidades locales.
En Río de Janeiro, Espírito Santo, Bahía, Sergipe y Pernambuco, los pescadores han recibido amenazas de muerte de esas empresas que quieren expulsarlos de sus territorios ancestrales a cualquier precio. Para resumir esta experiencia, podemos decir que es mayoritariamente abusiva y conflictiva. La relación con las personas locales comienza ya con los técnicos y especialistas situándose en una posición de superioridad y recurriendo a menudo a la violencia cuando no consiguen las cosas como imaginaban.
¿Hubo algún problema ambiental en lugares donde se realizó está actividad?
Son muchos, no sólo ambientales, sino también sociales. Ciudades como Macaé y Campos dos Goytacases, en Río de Janeiro, sufrieron un gran impacto debido a la exploración de petróleo en la Cuenca de Campos, las ciudades recibieron una expansión demográfica para la que no estaban preparadas y las comunidades que allí vivían se encontraron aisladas por un gran distrito industrial, como la construcción del Puerto de Açu. Los ingresos fiscales no se trasladaron a la población que sufre un sistema educativo y sanitario que no atiende a todos los residentes, que ahora tienen que convivir también con el narcotráfico y la prostitución en una zona en la que antes se podía vivir tranquilamente. La promesa de creación de empleo tampoco se ha cumplido, ya que las empresas suelen traer mano de obra cualificada de otras ciudades más grandes.
El sistema de trabajo offshore también tiene grandes impactos en el trabajador, el método que en Brasil llamamos de trabajo «embarcado», que son 15 días de trabajo en la plataforma y 15 días en casa, tiene altos índices de enfermedades mentales como depresión y hasta el suicidio debido a la intensidad del trabajo sin tiempo de descanso y a la distancia del hogar, además de los frecuentes accidentes de trabajo.
Creo que es más fácil decir dónde no ha habido un problema ambiental. Por citar algunos más grandes y recientes, en 2019, todo el litoral de la región nordeste de Brasil se vio sorprendido por la llegada de 5.000 toneladas de petróleo a las playas, provocadas por un vertido criminal que hasta hoy no tiene culpables ni indemnizó a los afectados. Pero Brasil colecciona explosiones de barcos, como la del Paraná que ha vertido 5.000 toneladas en Paranaguá, lo de las 588 toneladas vertidas por Chevron en la cuenca de Campos, 1,3 toneladas en la Bahía de Guanabara, la lista es larga.
Además de esto, hubo construcciones de carreteras que bloquearon ríos como en SUAPE en Pernambuco, fugas de tuberías que contaminaron todo un bosque de manglares en São Mateus – Espírito Santo, en la comunidad de Campo Grande, y los informes de problemas son constantes.
¿Las empresas cumplieron con las predicciones y cuidados ambientales que anunciaron?
Es imposible que se cumplan las previsiones porque los accidentes no están previstos y causan grandes daños. Hacemos una media de los principales accidentes petrolíferos registrados en Brasil desde la década de 1970, y en los últimos 43 años se han vertido al mar más de 2,2 litros de petróleo al día.
Aparte de eso, dentro del margen de funcionamiento regular de estas actividades, hay una serie de cosas que no deberían considerarse regulares, como la fuga de los peces y otros animales marinos a causa de las prospecciones sísmicas para la perforación de pozos, el tránsito de grandes buques que aumenta y agrava enormemente la contaminación acústica marina con graves consecuencias para la pesca y los constantes pequeños vertidos de petróleo en los buques de abastecimiento y transporte por oleoducto.
Es importante recordar que la exploración en alta mar no sólo repercute en la construcción de plataformas y la perforación de pozos en el mar, sino que hay toda una infraestructura que debe construirse en tierra, una red de oleoductos, puertos, astilleros, terminales industriales, instalaciones de apoyo, estaciones de transbordo de carga, plataformas marítimas, refinerías, estaciones de almacenamiento etc. que ocupan kilómetros y kilómetros de costas e comunidades que antes vivían de la pesca, agricultura o del turismo.
Los pescadores artesanales de Brasil son perseguidos por Petrobras y tantas otras empresas petroleras en muchas regiones. La zona de la Bahía de Guanabara en Río de Janeiro y la Bahía de Todos los Santos en Bahía presenta una situación muy violenta, bien por la resistencia de los pescadores que no quieren abandonar su territorio, pero sí mantener sus formas de vida, bien porque los pescadores son grandes testigos de las violaciones que estas empresas cometen regularmente. Ellos son una de las categorías más afectadas, ven su territorio marino destrozado por zonas a las que ya no pueden acceder, a menudo se despiertan con un océano lleno de manchas de petróleo procedentes de pequeñas y constantes fugas en el suministro o el lavado de las bodegas de los barcos, roturas de oleoductos, etc.
Tanto el cuidado del medio ambiente como las promesas de desarrollo en Brasil por las petroleras nunca se han hecho realidad.