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La coronación de Carlos III: una tradición teñida de sangre y explotación humana

La clase capitalista imperialista ejerce su dominio en todos los países a través de distintos regímenes políticos burgueses. Nahuel Moreno distinguía en sus cursos, a grandes rasgos, tres tipos de regímenes políticos. Uno, originado en la revolución norteamericana, lo constituyen los regímenes democráticos republicanos con división de poderes, parlamento, partidos políticos y elecciones periódicas. En algunos de estos, el presidente ejerce directamente el gobierno -con mayor o menor control del parlamento- como Estados Unidos y las repúblicas latinoamericanas. En otros el peso del parlamento es decisivo y aunque el presidente surge de elecciones, quien gobierna es un primer ministro -designado por el presidente con acuerdo del parlamento-, como en Francia, Alemania e Italia, entre otros. Un segundo tipo son los regímenes dictatoriales, sin parlamento, partidos ni elecciones libres en el que gobiernan directamente las fuerzas armadas como fue el caso de las dictaduras genocidas del Cono Sur de América de los ’70 o mediatizadas por el partido único como en China donde ejerce una feroz dictadura capitalista el partido comunista. En estos regímenes muchas veces coexisten instituciones parlamentarias electivas, pero de escaso o nulo poder.

El tercer tipo de régimen es el de las monarquías parlamentarias como España, Reino Unido, Holanda, Bélgica y otros países imperialistas europeos. Es una combinación de la monarquía, institución remanente de la época feudal, con otras que son propias de la democracia burguesa capitalista como el parlamento, los partidos políticos y las elecciones. La monarquía ya no es feudal; cambió su contenido de clase y es una institución política burguesa. Estas tres son variantes básicas, esquemáticas, que no siempre se dan en forma pura. Por el contrario, admiten un sinfín de combinaciones entre sí.

Con referencia a la monarquía parlamentaria, Nahuel Moreno decía: “No se trata para nada de un poder compartido entre nobles feudales y políticos burgueses. El rey contemporáneo ya es parte de la burguesía, un gran burgués. Un buen ejemplo es la familia real inglesa. El Reino Unido es una monarquía parlamentaria desde fines del siglo XVII, su régimen político ya lleva más de tres siglos. El gobierno inglés es como el de cualquier otro país imperialista…”. Al primer ministro lo elige el Parlamento, no el rey; el Parlamento, -quien vota las leyes-, es a su vez producto de elecciones donde compiten partidos políticos, todas instituciones de la democracia burguesa. Pareciera, cómo se dice popularmente, que “el rey reina, pero no gobierna”.

“Aparentemente [los reyes] no cumplirían ninguna función” sigue Moreno, “Pero no es así: son muy útiles para mantener y consolidar el dominio burgués. En primer lugar, envenenan más que cualquier gobierno republicano, las creencias populares. El pueblo los homenajea, y encima, financia con los impuestos sus gastos suntuosísimos. Cuando hay crisis políticas o situaciones revolucionarias, esos reyes actúan y prueban su peligrosidad”. En efecto, en estos regímenes el rey sigue siendo el comandante en jefe de todas las fuerzas armadas y, en muchos de ellos, tiene la potestad de disolver el parlamento y convocar a nuevas elecciones.

La misma monarquía británica ofrece un ejemplo de esta peligrosidad. En los años ´30 del siglo pasado, Eduardo VIII, tío abuelo del actual soberano, intentó ejecutar un golpe de estado respondiendo a las intenciones de un ala fascista de la burguesía británica que quería alinear al país con Hitler. Como pretexto del golpe y para engañar a las masas, se presentó al rey como víctima de las tradiciones y el parlamento que le impedían casarse con una plebeya estadounidense y divorciada. El plan consistía en que el soberano, con la excusa de poder cumplir su sueño de amor -lo que despertaría la simpatía popular-, utilizara el derecho real de disolver el parlamento y designara un nuevo gobierno pro fascista. Una ingeniosa maniobra política que fracasó porque el Partido Laborista -y también gran parte del Conservador-, los sindicatos y toda la burguesía anti fascista, se opusieron y obligaron al rey a abdicar la corona.

Concluye Moreno: “Es decir, llegado el momento, la monarquía puede volverse muy peligrosa porque es una institución que sirve siempre a la burguesía. No se nota en las épocas tranquilas, sino cuando las papas queman; como en la Inglaterra de esa época, de huelgas y una gran desocupación” (Nahuel Moreno, “Sobre el marxismo” nahuelmoreno.org).

Un régimen profundamente reaccionario