Escribe Federico Novo Foti
El 25 de enero de 1987 falleció, a los 62 años de edad, Nahuel Moreno. Fue uno de los más destacados dirigentes del movimiento trotskista. Hoy, cuando el capitalismo hunde a millones en la miseria y destruye el planeta, los aportes de Moreno permiten recuperar el camino revolucionario para luchar por una salida de fondo, conquistar gobiernos de trabajadores y el socialismo mundial.
El trotskismo nació en la década de 1920, enfrentando al aparato burocrático conducido por José Stalin, que fue copando la conducción del estado soviético, los partidos comunistas y la Tercera Internacional, tras la muerte de Vladimir Lenin en 1924. Era una etapa marcada por el retroceso y graves derrotas sufridas por las masas populares del mundo, cuando luchas heroicas fueron aplastadas a sangre y fuego por la contrarrevolución nazi-fascista, encabezada por siniestros personajes como Benito Mussolini, Chiang Kai-shek o Aldolf Hitler.
Aquellas derrotas fueron en gran medida resultado de la traición de las viejas conducciones socialdemócratas (los partidos socialistas) y la burocracia estalinista. El abandono de la lucha por conquistar gobiernos de trabajadores y el socialismo mundial por parte de la socialdemocracia y el estalinismo, quienes en nombre del “socialismo” alentaron la conciliación con la burguesía, asestó un duro golpe a la tarea de construir una dirección revolucionaria, tal como venía sucediendo con los cuatro primeros años de la Tercera Internacional y el partido bolchevique, que desde el año 1918 pasó a llamarse Partido Comunista. Ante tamaña traición, León Trotsky, máximo dirigente de la revolución rusa junto a Lenin, bajo las difíciles condiciones impuestas por la persecución estalinista, se dio a la tarea de defender los principios del marxismo-leninismo. Antes de caer asesinado en 1940 por un agente estalinista, Trotsky escribió el programa para la revolución socialista (el Programa de Transición de 1938) y sentar las bases de una nueva organización, que al calor de un futuro ascenso de las luchas obreras habría de barrer a las direcciones traidoras para encabezar la revolución: la Cuarta Internacional.[i]