Libertad sindical: El fantasma que más preocupa a los «gordos»
Eduardo Lucita (LA ARENA)
Un nuevo fantasma preocupa a los «gordos», el fantasma de la libertad sindical. ¿Pero a qué se hace referencia concretamente? ¿Qué relaciones tiene con la democracia en los sindicatos?.
A mediados de septiembre pasado varios cientos de trabajadores de la industria privada fueron convocados por Fetia-CTA para discutir las nuevas formas de lucha y organización que se están gestando. El tema de la libertad sindical estuvo en el centro de los debates. Más recientemente la decisión de los dirigentes de Fasinpat (ex Zanón) de volver a la fábrica, a trabajar en la base algo que, salvo honrosas y escasas excepciones, no sucedía desde la época de Agustín Tosco y René Salamanca agregó un nuevo ingrediente. Por último una nueva escalada en la pugna de los trabajadores del subte por el reconocimiento de su organización sindical -respaldado por dos paros de una contundencia pocas veces vistas-, y el conflicto en Kraft Foods -que dejo totalmente descolocados al Sindicato de la Alimentación y a la propia CGT- han dado nueva actualidad al debate sobre libertad de agremiación y democracia en el ámbito sindical.
Libertad sindical
Este concepto fue ganando espacios en el país a partir de la conformación de la CTA como central alternativa y su reclamo de personería jurídica. Tomó nuevo impulso cuando la Corte Suprema de Justicia (CSJ) declaró la inconstitucionalidad del artículo 41 de la Ley de Asociaciones Profesionales, que impedía al trabajador no afiliado postularse en su lugar de trabajo. Ese fallo incide directamente en los organismos de base -comisiones internas, cuerpos de delegados, mesas de reclamos o de representantes- donde la relación capital-trabajo se expresa en forma más cristalina y transparente, donde no está mediada por las cúpulas burocráticas y su relación con el Estado y los gobiernos de turno, busca garantizar que todo trabajador, esté o no afiliado, pueda candidatearse como delegado.
Además el fallo refuerza el reclamo de la CTA y abre las puertas para que nuevas organizaciones puedan inscribirse. Pero también puede alentar la atomización del movimiento, a que las patronales impulsen sindicatos por empresa, más amarillos aún que muchos de los actuales, o su contrapartida que surjan «sindicatos rojos», que se aislen del conjunto.
Democracia sindical
En el debate actual muchas veces se confunden democracia sindical y libertad de agremiación. Puede concederse que la segunda forma parte de la primera, pero no es su valor constitutivo.
Por el contrario la democracia sindical se constituye a través de un conjunto de normas y criterios que el propio movimiento obrero se da para regir sus actividades cotidianas, y en las que nada tiene que hacer el Estado. El verdadero ejercicio y existencia de la democracia sindical se verifica en el devenir diario de las organizaciones sindicales, en sus métodos y en sus prácticas concretas.
No es una novedad que estos aspectos, constitutivos de cualquier régimen de democracia sindical que se precie de tal, están ausentes en la gran mayoría de nuestras organizaciones sindicales, por lo general verticalistas, autoritarias y burocráticas. Estos rasgos están presentes en la mayoría de las organizaciones estén inscriptas en una u otra central, aunque no se puede poner un signo igual a la CTA con la descompuesta y desprestigiada CGT.
Debates
En no pocos sectores está instalada la creencia de que nuevos sindicatos resuelven el problema democrático. Incluso la CTA pareciera restringir la democracia sindical a la libertad de agremiación y al hecho, obviamente progresivo y diferenciador, de la afiliación directa y a que sus dirigentes son elegidos por el voto directo de sus afiliados. Al mismo tiempo parece primar una concepción de paralelismo sindical, que puede ser divisionista en algunos casos y en otros puede exponer y dejar desprotegido al activismo.
Por el contrario para buena parte del activismo no burocrático la lucha por la democratización puede tomar distintos caminos. Bajo determinadas condiciones, cuando ya no quedan espacios, se puede hacer indispensable una nueva organización (caso de la AGSyP de subtes) o crear un sindicato donde no había (caso de la OSMA en la minera Barrick Gold); librar largas batallas internas, disputar y recuperar seccionales y gremios o, incluso durante mucho tiempo, acumular fuerzas en forma más o menos subterránea evitando confrontar con las direcciones.
Pero en todos los casos lo estratégico debiera ser mantener los principios de la democracia sindical. Porque nada garantiza que los «nuevos» sindicatos no puedan tener los «viejos» métodos burocráticos o las «viejas» políticas conciliadoras, que se tratan de superar. Y esto es válido para cualquiera de las centrales, también para aquellas organizaciones con influencia de la izquierda que muchas veces reproducen concepciones burocráticas al interior de las filas obreras.
El punto de partida
La organización en el lugar de trabajo es un punto de partida ineludible para avanzar en la reorganización de un sindicalismo de clase y democrático. Está en la mejor tradición de nuestro movimiento obrero, lo que un autor como Adolfo Gilly definió en un artículo como «La anomalía argentina». Esto es la permanencia a través del tiempo de comisiones internas y cuerpos de delegados elegidos por sector. Es allí donde se funde la unidad social y donde se hace fuerte la resistencia al capital.
Reconocimiento jurídico entonces no es sinónimo de democracia interna y no es la pluralidad sindical lo que define, sino la democratización efectiva de las organizaciones sindicales. La asamblea como órgano máximo de deliberación y el carácter imperativo de sus mandatos; la rotación de los dirigentes y su revocatoria; la representación proporcional y la libre expresión de las corrientes y tendencias políticas internas debieran ser algunos de los criterios rectores de de todo modelo sindical democrático.
De lo que se trata es que los trabajadores se reapropien de su derecho a ser protagonistas y elevar su nivel de comprensión política, que se logre la mayor participación posible con la menor delegación posible. Que tengan peso propio en las decisiones y los dirigentes se sometan a esas decisiones. Sean quienes sean éstos y cualquiera fuera su ideología y posición política. Que hablen por su propia vos y actúen por su propia decisión, con plena autonomía e independencia.
Es la actual ofensiva del capital la que está impulsando estos debates entre los trabajadores y se constituye en una seria preocupación para los «gordos». Ellos saben mejor que nadie que esto lleva a la unidad social y a contrarrestar la actual fragmentación lo que debilita su estructura y prepara mejor a los trabajadores para defender sus intereses como clase. Intereses que hace ya mucho tiempo dejaron de interesarles.
Foto: Argentina, Sindicatos – Hugo Moyano, Secretario General de la CGT (Confederación General del Trabajo). / Autor: CASA AMERICA
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
Argenpress 03/12/09
Argenpress 03/12/09