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«América Latina se consolida en la izquierda»

Entrevista a Bernard Cassen, presidente honorario de ATTAC

«América Latina se consolida en la izquierda»

Vladimir de Gmeline
Marianne2
Traducido para Rebelión por Caty R.

 

Bernard Cassen, presidente honorario de ATTAC y secretario General de Mémoire des luttes, analiza las medidas progresistas tomadas por los gobiernos de América Latina que se posicionan entre la izquierda y el centro izquierda. Víctima de campañas de desinformación y difamación por parte de los grandes medios, el continente más estable del mundo según Cassen, donde «la integración pasa menos por la economía que por la política», insiste, debería ser un ejemplo para Europa.

¿Sudamérica está saliendo del liberalismo?

Esas son palabras mayores. A pesar de que el socialismo del siglo XXI se reivindica como objetivo, hay más bien una convergencia hacia un modelo de tipo socialdemócrata (el de la Europa de los años de la posguerra) que no cuestiona de forma global e inmediata el capitalismo y la economía de mercado. Lo que prima es la voluntad de eliminar la pobreza y reducir las desigualdades, aunque todavía está muy lejos de implantarse totalmente, de redistribuir las riquezas, de recuperar los recursos naturales, todo ello acompañado de un distanciamiento del libre comercio. América Latina se ubica entre la izquierda y el centro izquierda.

Desde principios de los años 2000, el objetivo prioritario de las luchas de todos los movimientos sociales latinoamericanos ha sido detener el proyecto de Zona de Libre Comercio de las Américas (ALCA), desde Alaska a la Tierra del Fuego, impulsado por Washington. Ese proyecto, efectivamente, habría permitido a Estados Unidos institucionalizar unas relaciones totalmente asimétricas y volver a colonizar el resto del hemisferio. En realidad el libre comercio es un instrumento al servicio de los fuertes en detrimento de los débiles. Finalmente el proyecto se enterró en 2005 bajo la presión conjunta de Hugo Chávez, Lula y Kirchner.

Enseguida nacieron nuevas estructuras de integración, esencialmente políticas, en las que no se invitó a participar a Estados Unidos: en 2008, la Unión de las Naciones Sudamericanas (UNASUR), dotada además de un Consejo de Defensa. Es una première desde el Tratado de Río de 1947, denominado «Tratado Americano de Asistencia Recíproca» (TIAR) que era, ni más ni menos, que un instrumento permanente de intervención de Washington. Desde el punto de vista geopolítico, se trata de reforzar el movimiento hacia una multipolaridad del mundo.

En cuanto a la Comunidad de los Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) que agrupará a todos los países de ambas zonas (incluida Cuba), se lanzará oficialmente el próximo mes de diciembre en Caracas.

Por otra parte, en diciembre de 2004, Cuba y Venezuela lanzaron una construcción interestatal radicalmente nueva: La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), a la que enseguida se incorporaron Bolivia, Nicaragua, Ecuador y tres pequeños Estados anglófonos (Dominica, Antigua y Barbuda, y San Vicente y las Granadinas. Honduras, que también era miembro, fue retirada por los golpistas que derrocaron al presidente Manuel Zelaya en junio de 2009.

¿Cuál es la originalidad del ALBA?

No es una zona de libre comercio, sino un espacio político y económico organizado, basado en la solidaridad y la complementariedad y que tiene en cuenta las asimetrías.

Su finalidad es sobre todo social: la lucha contra la pobreza, el desempleo, la exclusión, para el acceso gratuito y universal a la educación y la salud, para la preservación del medio ambiente. Favoreciendo el comercio interno de la zona, a veces bajo la forma de trueque, y reduciendo al máximo la utilización del dólar como moneda de cambio. De ahí la creación de una moneda común virtual de los países del ALBA (como fue en Europa el ECU antes del euro): el SUCRE.

¿Existe una unidad ideológica en América Latina? ¿No hay dos polos, por un lado los países del ALBA y justo al otro lado Brasil?

Por ignorancia o para intentar aislar a los gobiernos más comprometidos en la transformación social y el rechazo de la injerencia de Washington (en primer lugar Venezuela), los grandes medios de comunicación pretenden que existen «dos izquierdas» opuestas en América Latina: por un lado una izquierda radical, la de Chávez, Correa y Morales, y por otra parte una izquierda «razonable» representada por el Brasil de Lula -después Dilma Roussef-, Uruguay, el Perú de Ollanta Humala y la Argentina de Cristina Fernández, viuda de Néstor Kirchner, reelegida triunfalmente a la presidencia el 23 de octubre (si se puede calificar de esta forma el peronismo).

En realidad se comprueba una continuidad entre las izquierdas de esos países, cada uno con sus características específicas. Encajan unos en otros. Sus dirigentes se reúnen o hablan permanentemente y están impulsados por una voluntad común: la de construir la Gran Patria Latinoamericana que pensó Simón Bolívar, trabajar por la justicia social y desembarazarse de la tutela del gran vecino del Norte.

Naturalmente existen conflictos históricos, como entre Bolivia y Chile, pero a nadie se le ocurre resolverlos por las armas. De manera más prosaica se presentan las disputas económicas que se resuelven según van llegando: entre Brasil y Argentina sobre las importaciones; entre Argentina y Uruguay sobre la construcción de una fábrica de celulosa que presentaba riesgos de contaminación del río Uruguay, etc.

En el plano político se puede hablar de una auténtica convergencia. En Colombia, el nuevo presidente Juan Manuel Santos ha llevado la contraria a su predecesor Álvaro Uribe y se ha reconciliado con Venezuela. Santos se comporta como un miembro de la gran familia latinoamericana y ya no como un repetidor regional de Estados Unidos. El otro Estado pro estadounidense, Perú, también pasó al centro izquierda con la elección de Ollanta Humala. Solo hay un gobierno abiertamente de derecha, el de Chile, dirigido por el hombre de negocios Sebastián Piñera, quien anunció que quería gestionar el país como una empresa ¡Un fracaso lamentable!

¿Este éxito no es muy dependiente de un fuerte proteccionismo y de recursos energéticos y materias primas importantes?

El proteccionismo no es tan fuerte, ¡en cualquier caso no más que el de Estados Unidos! Pero efectivamente, ¡ya no hay lugar para los tratados de libre comercio! También hay que reconocer que la política de ayuda a los más desfavorecidos en Argentina está financiada por el boom de las exportaciones agrícolas, especialmente de soja, y ésta no es sostenible si dichas exportaciones no se mantienen a un nivel muy alto. En cuanto al maná petrolero de Venezuela, obviamente el país lo vive, pero al contrario de sus predecesores Chávez hace buen uso para el financiamiento de programas sociales de gran envergadura. También ha beneficiado a los países de América Central y el Caribe por medio del proyecto Petrocaribe. ¿Cuántos dirigentes dirían, como él: «el azar ha hecho que el petróleo esté aquí, pero pertenece a Sudamérica»?

Pero no hay que hacerse demasiadas ilusiones. En América Latina, y en primer lugar en Brasil, la riqueza siempre está escandalosamente mal repartida. Y sin embargo Lula dejó el poder con el 80% de aprobación. ¿Qué pasó? En su balance evocó a los 30 millones de personas que salieron de la pobreza y la emergencia de las clases medias. Pero si lo aprobaron las clases populares y medias, también lo hicieron los sectores más ricos los cuales, bajo sus dos mandatos, ¡se hicieron todavía más ricos! El fuerte crecimiento hizo engordar el pastel, pero no modificó la repartición por sectores.

¿Cómo han evolucionado las relaciones entre Estados Unidos y América Latina?

Antes de abordar su primer mandato George Bush, que chapurrea el español, declaró su interés por el subcontinente, lo que no era un buen presagio. Las circunstancias hicieron que se movilizase hacia otro lado desde el 11 de septiembre. Para desgracia de otros.

Sin embargo hay que poner en su «activo» el apoyo al golpe de Estado fallido del 11 de abril de 2002 en Venezuela, igual que en el «activo» de Obama el apoyo de hecho al golpe de Estado de junio de 2009 en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya. La política de Estados Unidos en América Latina continúa prácticamente idéntica de un presidente a otro. Pero se encuentra frente a un continente cada vez más unido para resistir. Así lo demuestran, como vimos más arriba, el fracaso del ALCA, la creación del ALBA, de UNASUR y de la CELAC.

En la actualidad la prioridad de las prioridades de Washington es desestabilizar Venezuela en la perspectiva de la elección presidencial de octubre de 2012, en la que Chávez volverá a ser candidato. Los servicios estadounidenses, financiando a los opositores del gobierno bolivariano, organizan contra él campañas de prensa, a veces grotescas, pero que encuentran ecos complacientes en los grandes medios de comunicación, más particularmente en España y en Francia.

En los próximos meses habrá que esperar una intensificación de la desinformación contra Chávez. A este efecto los Agentes de la CIA implantados en las embajadas estadounidenses están maniobrando un poco por todas partes en Europa. Uno de sus objetivos es crear un «cordón sanitario» alrededor del gobierno venezolano para aislarle no solo de la derecha, sino también de las fuerzas de la izquierda europea. También se dirigen de esta manera los movimientos de solidaridad con Venezuela y América Latina.

¿América Latina podría servir de ejemplo a Europa?

¡Por supuesto! Lo que sorprende de América Latina es que la integración pasa menos por la economía que por la política. Es la voluntad política la que prima, el ejemplo del ALBA es significativo al respecto. En la actualidad Latinoamérica es el continente más estable del mundo, ¡deberíamos interesarnos! Pero lo que resulta asombroso es el poco interés que tiene la mayoría de la izquierda europea, en parte debido al martilleo mediático hostil. A este respecto, las actuaciones de la CIA y del Departamento de Estado han dado sus frutos. El terreno es tanto más fácil de ocupar por la propaganda estadounidense debido a que son muy pocos los dirigentes de izquierda que poseen un mínimo de cultura «latina» y que hablan español o portugués.

Los que tienen un buen conocimiento de América Latina y que realmente han sacado enseñanzas son Alain Lipietz (aunque ya no tiene responsabilidades nacionales en los Verdes EE) y sobre todo Jean-Luc Mélenchon. El candidato presidencial del Frente de Izquierda ha hecho varios viajes de estudios, habla bien el español y el título de su libro Qu’ils s’en allient tous! (¡Que se vayan todos!) es un guiño al movimiento social argentino de principios de los años 2000, antes de la llegada de Néstor Kirchner al poder. En menor grado añadiría a Olivier Besancenot, que se refiere a menudo al Che Guevara y ha hecho visitas a Cuba y Venezuela.

¿Y entre los socialistas, Arnaud Monteboirg?

¡Buena pregunta! Noto que en su entorno próximo Christiane Taubira, cargo elegido de la Guayana, está muy sensibilizado con los asuntos latinoamericanos. Montebourg, por su parte, ha citado la modalidad del referéndum revocatorio previsto en la Constitución venezolana como un ejemplo a seguir por una VI República.

Dentro de la izquierda del Partido Socialista, Benoît Hamon y el alcalde del distrito 14 de París, Pascal Cherki, también están muy atentos a lo que pasa en América Latina. En cambio nunca he oído a Françoise Hollande o a Martine Aubry expresarse al respecto.

¿Por qué esa falta de interés?

Creo que América Latina produce mala conciencia a los dirigentes socialdemócratas: en esa región del mundo existen procesos de transformación social que ellos no han tenido la valentía de poner en marcha en Francia. En el mejor de los casos no quieren ver lo que pasa ahí abajo, miran a otro lado. En el peor se apuntan a las campañas de desinformación y descrédito de los grandes medios.

En la actualidad América Latina es la única región del mundo donde, ciertamente a veces de forma desordenada, los gobiernos ponen en marcha medidas realmente progresistas, creando las condiciones de la participación popular, rompiendo con los dogmas neoliberales, poniendo el proyecto político al mando e instaurando, en el caso del ALBA, formas de relaciones internacionales basadas en la solidaridad y no en la competencia.

Esas experiencias, lógicamente, merecen un estudio y un apoyo por parte de todos los movimientos de izquierda europeos. No es –o todavía- el caso. Probablemente porque constituyen un vivo reproche a todos aquellos que pretenden cambiar la sociedad únicamente con palabras.

Fuente: http://www.marianne2.fr/Bernard-Cassen-l-Amerique-latine-se-consolide-a-gauche_a211970.html