Afloran los límites del modelo: Un balance de los Economistas de Izquierda (Parte III – Final)
EDI
Parte 3: Interpretaciones en disputa
El cinismo de la retórica neoliberal
La oposición neoliberal no ha logrado remontar el desprestigio que arrastra por aplicación del modelo privatista de los ‘90. Pero apuesta a la desmemoria que pavimentan los medios de comunicación enfrentados al gobierno. Estos grupos enrarecen el clima político, esperando usufructuar el desgaste del oficialismo. El mensaje neoliberal repite las muletillas de siempre. Atribuye todas las desgracias de la economía al intervencionismo, que sofoca los mercados y a la corrupción que impide una gestión eficiente. No les resulta muy difícil publicitar denuncias contra funcionarios impresentables, mientras ocultan cuidadosamente los pecados de sus protegidos (como Macri).
La andanada reaccionaria incluye acusaciones de “chavismo” y gran indignación contra las medidas que “ahuyentan los capitales”, “deterioran la confianza” o “extorsionan a las empresas”. Salvaguardar los intereses de los grandes grupos económicos es el lei motiv de una campaña con fuertes ingredientes de demagogia. La defensa de los jubilados contra la rapiña de un gobierno “obsesionado por la caja” es un ítem infaltable en el discurso de varios legisladores. Que sin sonrojarse apoyaron la privatización del sistema previsional y se opusieron a la nacionalización de las AFJP.
Los economistas neoliberales se muestran indignados con el “populismo” del gobierno. Consideran que el oficialismo genera inflación y desinversión, al promover un crecimiento que no toma en cuenta las restricciones de la economía (36). Siguiendo todas las prescripciones del manual neoclásico este diagnóstico asume las limitaciones del entorno capitalista, como un dato inamovible. Sólo recuerda la flexibilidad de esos condicionamientos cuando un equipo neoliberal se aposenta en el Ministerio de Economía.
También es corriente presentar al “populismo actual” como una variante de sus modalidades tradicionales (Perón) o de versiones proclives al endeudamiento (Menen). Se supone que las tres vertientes refuerzan su manejo del poder con dádivas, clientelismo y manipulación (37). ¿Pero los restantes gobiernos de las últimas décadas no recurrieron a los mismos instrumentos? ¿Los militares fueron ajenos al endeudamiento? ¿Los radicales prescindieron del gasto público? Si se juzga a esas administraciones con el mismo parámetro de evaluación del populismo, se debería concluir que ese “mal” afectó a todas las administraciones contemporáneas. A partir de esta constatación populismo no quiere decir absolutamente nada.
Los neoliberales tampoco presentan ejemplos de experiencias correctivas. Sugieren que la enfermedad podría curarse con más preeminencia del mercado, como si el menemismo o la Alianza no hubieran existido. Algunos continúan postulando la conveniencia de imitar las políticas de aperturismo y privatización que rigen en “el resto del mundo” (38). Pero no aclaran cuáles son los ejemplos a seguir. Frente al desempleo y el empobrecimiento que golpea a las economías desarrolladas, ya no resulta tan sencillo elogiar a Estados Unidos. Luego del socorro europeo a los bancos no es fácil repetir que los argentinos somos irresponsables en el manejo de las finanzas. Ponderar el curso seguido por Brasil, Chile o Uruguay no suscita ya ningún entusiasmo.
Con una retórica más cautelosa los neoliberales promueven los ajustes de siempre. Consideran que la emisión se ha desbocado, que el atraso cambiario obliga a devaluar y que el congelamiento de tarifas es anti-natural. Postulan enfriar la economía y achicar el poder de compra (39). Se hacen eco de todas las prioridades de los banqueros: ampliar reservas, recrear el superávit fiscal y acordar con el Club de Paris. Esta política exigiría también un recorte del consumo popular, que se ha expandido demasiado para los parámetros de la derecha. Por eso despotrican contra la “fiesta de compras” de los últimos años, recordando el peligroso antecedente de otros períodos de “plata dulce” y “desborde salarial”. (40)
Esta mirada festeja el consumo suntuario de acaudalados como un dato normal de la existencia humana y se indigna con las corrientes de compras que superan el mínimo requerido por los trabajadores para subsistir. Derrochar la renta de la soja en departamentos de Puerto Madero es un juicioso acto de libertad, recuperar el nivel de consumo popular es un pecado de lesa economía.
El ajuste que pregonan apunta también a favorecer al agro-negocio. Algunos proclaman abiertamente esta intención propiciando el regreso a formas del libre-comercio, para erradicar protecciones aduaneras y limitaciones a las exportaciones (41). Esta postura expresa los viejos intereses del lobby agrario contra sectores industriales que usufructúan de las restricciones comerciales. Desde el mismo campo se lanzan las críticas contra los “empresarios prebendarios” receptores de subsidios, que los dueños de la tierra siempre consideraron propios. Estos cuestionamientos ilustran cómo los capitalistas se resisten a compartir con los recién llegados, el acceso privilegiado a la tesorería estatal.
Su predica también incluye contundentes pronósticos de colapso de la economía K, que obviamente hasta ahora no se han verificado. Como nadie recuerda los desaciertos de esos presagios, la previsión de un gran desplome continúa suscitando el mismo golpe de efecto (42). Es difícil predeterminar el desemboque de las tensiones que acumula el modelo en el marco de la actual crisis mundial pero las debilidades estructurales, los desequilibrios y las inequidades de la economía argentina la tornan peligrosamente dependiente de los vaivenes internacionales.
Para el EDI la izquierda debe desligarse de cualquier identificación involuntaria con esos mensajes neoliberales. No basta con separaciones categóricas en el programa y la conducta, hay que erradicar cualquier semejanza en las caracterizaciones y los discursos. Una crítica progresista al gobierno debe situarse en las antípodas de los planteos neoliberales para evitar la intencionada mezcla de ambos planteos que hacen los medios de comunicación hegemónicos.
Interpretaciones kirchneristas
Los defensores del modelo rechazan la teoría del “viento de cola” para explicar el crecimiento de los últimos años. Consideran que el motor de este avance fue una política oficial de estímulo a la demanda doméstica. A veces recogen estudios que contrastan lo ocurrido en Argentina con Chile y Perú, para señalar que sólo 4,1% del crecimiento del 7,1% (2003-10) obedeció a variables externas. En realidad, el ciclo ascendente ha obedecido a tres procesos convergentes: un inédito aumento de los precios de las exportaciones, la política económica expansiva y la recuperación de la tasa de ganancia que siguió al brutal ajuste del 2001-02 (desvalorización general de salarios y capitales). En pocos países se presentó esta combinación de circunstancias.
Es indudablemente válido cuestionar la simplificación neoliberal, que atribuye la recuperación sólo a condiciones externas favorables. También es correcto polemizar con los diagnósticos inconsistentes del establishment, que un día describe las oportunidades históricas que rodean a la Argentina y al otro diagnostica la explosión de la economía nacional. Pero la versión oficialista retrata un milagro de políticas activas, totalmente abstraído del contexto global y de la rentabilidad objetiva que recuperó el capital. Supone que el modelo es virtuoso por sí mismo y que auto-genera crecimiento, recaudación fiscal y demanda. (43)
El carácter sesgado de esta evaluación ha salido a flote en el último período. La visión pro-gubernamental ignora estos límites, al suponer que la economía K se regenera con impulsos virtuosos de la demanda. Consideran que este empuje del consumo garantiza la continuidad del buen sendero (44). Pero este supuesto simplemente olvida la naturaleza capitalista de la economía argentina y su consiguiente dependencia de los patrones de lucro que impone la acumulación. Si el sistema pudiera auto-propulsarse mediante simples mejoras del poder adquisitivo, resultarían innecesarios los eslabones que vinculan a esa demanda con la rentabilidad y la inversión. La ingenuidad keynesiana suele omitir esos nexos.
Los capitalistas no son agentes pasivos que reaccionan ante estímulos de la demanda. Exigen un nivel de ganancia determinado por la competencia y los costos. El escenario pos-crisis (2003-07) de una economía empujada por las ventas ha quedado atrás y los incentivos que exigen los dueños del poder, explican la política pro-empresarial del gobierno. Este giro desorienta al progresismo, que identifica el empuje del modelo con una redistribución del ingreso difícil de corroborar. Resaltan incrementos del salario formal, ignorando lo ocurrido con la productividad, los precios y los costos laborales. Suponen que el sueño socialdemócrata de un empresariado benevolente ha comenzado a realizarse, sin notar que el repunte del consumo se ha situado por detrás del engrosamiento de las ganancias. Algunos enfoques más acotados atribuyen el ciclo ascendente de la última década al des-endeudamiento. Pero este desahogo de la economía por alivios financieros no fue gratuito, ni solventado por acreedores. Derivó de un brutal proceso de confiscación de ahorros, que en gran medida consumaron los mismos grupos económicos que lideran la recuperación. Algunos entusiastas del curso actual contrastan la realidad argentina con el desplome europeo y convocan al aprendizaje internacional de nuestros logros. Destacan especialmente el papel de la presidenta en las reuniones del G 20 y sus recomendaciones de políticas anti- ajuste. (45)
Pero olvidan que los políticos de la clase dominante argentina implementaban en los ‘90, los mismos atropellos que se llevan a cabo en el viejo Continente. La identidad que se verifica actualmente entre social-demócratas y conservadores europeos, es muy semejante al parecido que tenían los radicales con los justicialistas, hace una década. Los gestores del capitalismo deben hacer lo que el sistema exige en cada período, frecuentemente los mismos personajes lideran ajustes y encabezan reactivaciones.
En lugar de registrar esta complementariedad, los economistas K resaltan la oposición ficticia que ha puesto en boga la presidenta, al contrastar el modelo argentino de “capitalismo serio” con el esquema neoliberal de “anarco-capitalismo”. Ciertos analistas interpretan que esa diferencia distingue un proyecto de país igualitario de un sistema gobernado por la primacía del mercado. (46)
¿Pero cuál es el modelo de país que esperan desenvolver los progresistas K? Hasta hace poco tiempo ese norte estaba representado por el modelo social alemán. Actualmente resulta difícil sostener esa reivindicación, a la luz del atropello que están consumando los banqueros germanos en Grecia y la sobreexplotación del trabajo en Alemania. Encontrar un sustituto es aún más complicado, puesto que los modelos asiáticos de explotación de la fuerza de trabajo son incompatibles con cualquier ideal de justicia social. La dificultad para presentar un modelo capitalista a emular radica que en que todas las variantes de este sistema se basan en la competencia, el beneficio y la explotación, es decir en tres rasgos antagónicos con la igualdad. El capitalismo “serio” como el “anárquico” son dos modalidades de la inequidad vigente.
La resignación de los economistas K.
Un problema no menor del modelo en su fracaso en el intento de crear una burguesía nacional desde el Estado. El esquema de subsidios, contratos privilegiados y favores mutuos con Cirigiliano, Eskenazi, Cristóbal López o Eurnekian, dio lugar al “capitalismo de amigos” incompatible con el objetivo de un sistema competitivo arbitrado por el Estado.
Esa relación con socios privilegiados es traumática y ha generado situaciones de “capitalismo de ex amigos”. Pero los enojos sólo modifican el lugar de los grupos preferidos y en la mayoría de los casos abren un paréntesis hasta nuevas reconciliaciones.
La relación de los funcionarios con Technit es un ejemplo del rumbo que adoptan estas asociaciones. Al principio prevalecieron estrechas relaciones con la empresa, reforzadas con la intermediación presidencial en la indemnización de SIDOR (Venezuela). Luego aparecieron los conflictos por corrupción y la queja oficial ante la predilección de la firma por invertir en el exterior. Sobrevinieron también tensiones por la presión de los representantes estatales en el directorio, pero ahora se vislumbra un nuevo reencuentro. En esta secuencia de reproches nunca se revisa el oscuro enriquecimiento de la empresa desde los años ‘70 mediante incontables favores oficiales. (47)
El trasfondo del problema radica en las dificultades que enfrenta el equipo K para erigir un capitalismo nacional, sin la vieja burguesía nacional que priorizaba el mercado interno. Este sector perdió relevancia y actualmente predominan los grupos transnacionalizados. Cuando se satura el área en que operan estos sectores, tienden a buscar salidas en el exterior. Esta conducta es coherente con el comportamiento habitual de toda la burguesía local que realiza pocas inversiones, renueva su rentabilidad remarcando precios y fuga capital ante cualquier inconveniente. Como reconoce un conocido promotor del industrialismo: “Piedra libre para quien encuentre a la burguesía nacional”. (48)
Muchos simpatizantes del curso actual han ingresado al gobierno en los últimos meses, con cargos de gran relevancia en el área económica. Han pasado del sostén externo a la gestión directa desde los ministerios y las secretarías. Ya no se agrupan en centros de estudio sino que actúan como funcionarios, asumiendo la defensa integral del modelo. Con este cambio ha desaparecido el sentido limitadamente crítico que mantenían desde el llano. Existe una significativa diferencia entre acompañar con reparos el proyecto oficial y asumir la instrumentación directa de un esquema capitalista, que perpetúa la dominación de los privilegiados.
Desde el poder se percibe como mayor nitidez la inexistencia de la burguesía nacional, que Kirchner imaginaba como sujeto transformador de la economía. Ciertos analistas todavía confían en la aparición de este segmento y en su papel conductor de un “desarrollo con inclusión social” (49). Pero salta a la vista la ausencia de ese agente y la consiguiente preeminencia de los mismos grupos dominantes que manejan el poder económico desde hace décadas. No hay otro capitalismo diferente al que impera en país. Esta configuración no se ha modificado bajo la gestión de Alfonsín, Menen, De la Rúa, Duhalde o los Kirchner.
Frente a esta evidencia muchos economistas K tienden a resignarse o a esperar cambios de menor alcance. Mantienen la expectativa de disciplinar a los grupos económicos, a través de presiones asentadas en la “articulación de las mayorías populares”. Suponen que por este camino la política tendrá preeminencia sobre la economía (50). Pero como esta esperanza choca una y otra vez con el mismo muro, el paso del tiempo afianza la convalidación del status quo. En los hechos ningún sector burgués de importancia se somete al dictado oficial. Mantienen la cortesía y prometen cumplir con las exhortaciones gubernamentales, pero en la práctica hacen negocios contrarios al interés general. No han modificado su vieja costumbre de aumentar precios, fugar capitales y desinvertir.
Frente a esta constatación hay quienes han comenzado a reconsiderar estrategias de crecimiento más basadas en la asociación con el capital extranjero, que en la promoción de los capitalistas locales. Esta opción es evaluada con la esperanza de repetir el camino asiático o la concertación con las empresas transnacionales, que se implementó en Singapur o Irlanda. Un test en esta dirección ha sido el generalizado aval al negocio minero.
Este viraje hacia la convalidación de la asociación multinacional tiende a reforzarse, a medida que avanza la integración con el principal socio de la región. La corriente unidireccional de adquisiciones argentinas por parte de firmas brasileñas ha comenzado a compensarse con ciertos movimientos inversos. Ya no sólo ingresan al país Petrobras, Camargo Correa, Am Bev, Fibroi o Banco do Brasil, sino que Techint, Eurnekian, Pescarmona, Grobo y Arcor colocan capitales en el principal mercado de Sudamérica. El resultado de este empalme es la creciente transnacionalización de las compañías involucradas, en desmedro de objetivos de desarrollo establecidos a escala nacional. La incidencia de cualquier exhortación gubernamental decrece, en proporción a la envergadura internacional que alcanza su interlocutor empresario.
La historia económica argentina está signada por los infructuosos intentos que realizaron los gobiernos peronistas para apuntalar desde el Estado el fortalecimiento de una burguesía industrial competitiva. El fracaso de este propósito siempre condujo a virajes conservadores (Perón en 1953-54 y Perón-Isabel en1974-75). La gran incógnita a develar en la próxima etapa es si estamos frente la repetición de esa secuencia. (51)
Cuadro de situación y proyecto
Hay un nuevo cuadro de situación en el país y con el año 2012 debuta una experiencia política distinta a lo vivido en la última década. Las nuevas demandas que tienden a ganar relevancia son en gran medida instaladas por movimientos sociales, organizaciones gremiales y asambleas ciudadanas, pero también por una realidad que muestra el estallido de contradicciones y problemas estructurales del modelo.
Por primera vez el gobierno es desafiado por la realidad y emergen propuestas de izquierda, que erosionan la estrategia oficial de presentar cualquier conflicto, como una disputa entre el pasado neoliberal y el presente progresista. Sustraerse a esa falsa disyuntiva es el gran desafío que enfrenta el movimiento popular.
Los trabajadores, los estudiantes y los jóvenes que reclaman lo suyo pueden así avanzar en la construcción de una alternativa propia para conquistar esos reclamos. Las prioridades inmediatas ya han salido a la superficie: salarios ajustados por inflación; paritarias sin topes; agricultura diversificada; minería limitada con procesamiento de productos; re-nacionalización de los hidrocarburos; estatización de los ferrocarriles bajo control de trabajadores y los usuarios, reindustrialización con empleo productivo y reforma impositiva integral. Salida del CIADI, nueva ley de inversiones extranjeras y revisión de todos los convenios bilaterales sobre las mismas, suspensión de los pagos de la deuda externa y nacionalización de la banca y el comercio exterior.
Un punto central a tomar por los distintos colectivos es la derogación de la Llamada Ley Antiterrorista. Por medio de la sanción de la Ley 26.734, se incorporó al Código Penal una agravante genérica, y una reformulación al tipo penal de financiamiento del terrorismo dentro del Capítulo de los “Delitos contra el orden económico y financiero”. El origen de esta ley ha sido cumplir con una exigencia del GAFI (Grupo de Acción financiera Internacional) para combatir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo en nuestro país pero la indefiniciones en su articulado hacen que esta ley pueda ser aplicada a las protestas sociales.
En las batallas por estas demandas se puede ir más allá de una sociedad gobernada por el lucro, regida por la explotación y signada por la desigualdad. Se puede construir otra economía, distanciada del capitalismo liberal o regulado, y más próxima a los ideales de igualdad anticapitalistas. Reivindicar abiertamente esas metas pos-capitalistas es un aliciente para luchar todos los días por un futuro de genuina justicia.
Los Economistas de Izquierda afirmamos que los problemas de largo alcance, así como algunos que se manifiestan en la coyuntura, tienen un origen estructural, propios de un capitalismo dependiente como el nuestro. Abordar estos problemas con la convicción de superarlos requiere enfocarlos desde una orientación anticapitalista y en ese marco discutir las prioridades de una agenda transformadora que llevará a enfrentar a las corporaciones y el imperialismo.
Ver también:
Economistas de Izquierda: Claudio Katz, Eduardo Lucita, Jorge Marchini, Guillermo Gigliani, Jose Castillo, Alberto Teszkiewicz, Julio Gambina, Mariano Féliz, Jorge Orovitz Sanmartino, Martín Ogando, Sergio García, Hugo Azcurra, Guillermo Almeyra, Martín Kalos, Ariel Slipak, Facundo Lastra.
Notas:
36) Rozenwurcel Guillermo, “El populismo económico siempre es auto-destructivo”, Clarín 8-2-2012.
37) Zaffore Carlos,“Cristina tiene nostalgias de Menen” Clarín 8-2-2012.
38) Llach Lucas, “Cuando se jodió la economía K”, La Nación, 5-2-2011.
39) Llach, Juan: “Todavía se está a tiempo de enmendar los errores”, La Nación, 8-11-2011, Kohan, Guillermo: “Bienvenidos al estatismo”, La Nación, 19-7-2010.
40) Llach, Juan: “Hipotecando el futuro”, La Nación, 22-3-2011.
41) Gerchunoff, Pablo: “La economía kirchnerista ha terminado”, La Nación, 15-1-2012.
42) Por ejemplo Pagni, Carlos: “Señales de que el modelo ha muerto” La Nación, 7-3-2011
43) Scaletta, Claudio: “La eficacia del modelo” Pagina 12, 24-4-2011.
44) Navarro, Roberto: “Es difícil frenar una locomotora” Pagina 12, 25-2-2012.
45) Informes del programa de TV 6, 7, 8. Palomino, Héctor: “Percepción del establishment”. Página 21-2-2011
46) Peralta Ramos, Mónica: “Sintonía fina, el comienzo de una nueva etapa”, Pagina 12, 23-1-2012.
47) Ver “La resurrección de un viejo conflicto” Página 12, 26-4-2011.
48) Muchnik, Daniel: “Nuestra burguesía nacional”, La Nación, 13-9-2011.
49) Bernal, Federico: “Conflicto con grupos económicos y desarrollo nacional”, Página 12, 22-5-2011.
50) Wierzba, Guillermo: “Neo-progresistas del establishment” Página 12, 22-1-2012. Romero, Ricardo: “Respuesta” Página 12, 15-1-2011.
51) Ver antecedentes Ámbito Financiero, 16-2-2012.
09/04/12
Ver: https://debatespolitica.com/22320
https://debatespolitica.com/22363