Francia: NPA, ¿continuación y final?
Lénaïq Bredouz (Mediapart)
Europe-solidaire
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Traducción de Faustino Eguberri
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El NPA no aguanta más que de un hilo y sus militantes apenas pueden ocultarlo. La publicación, la semana pasada en Libération, de una primera tribuna y luego, esta vez en Mediapart, de otra, de varios cuadros llamando a votar por Mélenchon, ha cristalizado una situación ya deletérea. A un mes de las elecciones presidenciales, Philippe Poutou sigue en campaña, su predecesor Olivier Besancenot ha cogido vacaciones en su trabajo para ayudarle, sus partidarios siguen esperando que la igualdad del tiempo de palabra va a permitir al “obrero-candidato” transgredir los códigos mediáticos e imponer un discurso de ruptura. Pero a la sombra de las cámaras y de las reuniones públicas, los militantes se desagarran; el NPA está al borde de una escisión que certificaría definitivamente el fracaso de la “apuesta loca” lanzada en 2009 por la difunta Liga Comunista Revolucionaria (LCR).
La ruptura tuvo lugar hace pronto un año, tras el anuncio de la retirada voluntaria de Olivier Besancenot: en una conferencia nacional, en la que la mayoría de entonces se había roto en dos a la hora de designar a su candidato para las presidenciales. Philippe Poutou sólo fue elegido por una escasa mayoría. A partir de entonces los desacuerdos no hicieron más que profundizarse. Tras la Universidad de Verano del pasado mes de agosto, la minoría inquieta por una “desviación aislacionista” del NPA, particularmente respecto del Frente de Izquierdas, se constituyó en “fracción pública”, con su propia página web, sus portavoces, sus reuniones nacionales.
Hace diez días, la “Izquierda Anticapitalista” [Gauche Anticapitaliste, GA], como se ha denominado ella misma, ha optado por no dar consigna de voto para la primera vuelta. Algunos de sus militantes hacen campaña a favor de Poutou, otros quieren votar a Mélenchon, pero todos son muy críticos sobre la evolución del NPA. “Debemos levantar acta del hecho de que el NPA, fundado hace tres años con el objetivo de reunir a todos los anticapitalistas en un partido de masas implantado en la sociedad, toma el camino de la marginalidad”, escriben en su último texto. A la inversa, dice la “GA”, “la campaña que realiza Jean-Luc Mélenchon enuncia un amplio espectro de propuestas políticas comunes a toda la izquierda radical”.
“La Izquierda Anticapitalista está en una trayectoria de salida. La salida del NPA es una cuestión que se plantea a un plazo breve”, explica una de sus portavoces, Ingrid Hayes. Traducción: la mayoría de la GA podría abandonar el NPA de aquí al verano si la dirección actual no opera un giro estratégico. Hay ya discusiones en curso con el Frente de Izquierdas para constituir un polo “anticapitalista”, con Clémentine Autain y los Alternativos, al lado del Partido de la Izquierda de Jean-Luc Mélenchon y del PCF. Están aún lejos de concluir y podrían fracasar si el Frente de Izquierdas decide participar en un gobierno dominado por el PS.
Pero, incluso entre las figuras históricas de la LCR, varios piensan ya en la escisión o la salida. Es por ejemplo el caso de Samy Johsua, que está con la “GA”. “En cinco semanas habrá que decidir si el NPA permanece en su aislacionismo o si se alía con las fuerzas, incluso en el Frente de Izquierdas, que no irán a un gobierno PS. Es una decisión capital…. Las discusiones sobre la forma serán quizá largas pero hay que firmar el principio”, explica. Y añade: “Para mí, son 15 años de batalla. Si no se pone en práctica, no es ya mi partido”.
“Estamos en la hora de las decisiones”, dice también Myriam Martin, que ha dimitido de su portavocía al mismo tiempo que llamaba a votar por Mélenchon. Va aún más lejos: “Hoy, se debe aceptar que la dinámica está alrededor del Frente de Izquierdas. Y no en esta campaña aislacionista y sectaria (la de Poutou)… Veo con dificultades cómo se puede aún reorientar al NPA”. Luego: “Pero es un desgarro”.
Incluso en la mayoría actual se admite. “La situación es difícil. Hay que luchar para mantener a todo el mundo unido… Espero que lo lograremos”, dice François Sabado, otro dirigente histórico de la LCR. Quiere creer aún en ello, persuadido de que las divergencias son menos profundas de lo que parece, a condición de no contemplar una participación en el Frente de Izquierdas: “Tras la campaña, no se producirá un repliegue sectario. Algunos piensan que se ha cometido el error del siglo. Se ha hecho lo que se ha podido. Pero tras las presidenciales, se reunirán las condiciones para desplegar una orientación anticapitalista de reagrupamiento. El NPA tendrá una política de unidad y de diálogo con el Frente de Izquierdas si no participa en el gobierno y no apoya una mayoría parlamentaria. Pero en un polo anticapitalista independiente”.
Es también la esperanza de Sandra Demarcq, miembro del Comité Ejecutivo (CE) del NPA: “¡El hecho de haber obtenido las 500 firmas muestra que hay aún militantes en este partido! La crisis del NPA existe, pero la base cree aún en esta campaña, aunque no sea al 100%, y quiere desarrollarla hasta el final. Y si el NPA está al borde de la escisión, pelearé para decir que nuestros desacuerdos pueden coexistir en el mismo partido”. Una opinión compartida por Antoine, él también elegido para el CE sobre la base de una posición muy hostil al Frente de Izquierdas: “Nada está zanjado. Pero si los miembros de la GA que están en la dirección están prácticamente fuera, están en desfase con las preocupaciones de los militantes locales. Y los desacuerdos son a veces sobreestimados. Algunos piensan que se queremos hacer la misma política que Lutte Ouvrière, ¡pero eso es un error!”
Aún y todo: incluso si el NPA logra por milagro hacer las paces de aquí al verano, sus efectivos han caído enormemente. Eran 9.000 en el congreso de fundación en el invierno de 2009: en junio, no eran ya más que 3.100 a la hora de votar el nombre del nuevo candidato, de alrededor de 4.500 militantes estimados. Hoy son aún menos. Hace varios meses que el ambiente interno es detestable, al menos en el seno de la dirección, agravado por embrollos financieros tales que han estado a punto de ser arbitrados por un juez y que acaban de pudrir las discusiones.
Hace tres años, Olivier Besancenot gozaba de una popularidad rara en el seno de la izquierda radical, su partido acreditaba resultados de dos cifras. Es Mélenchon quien ha tomado el relevo, relegando a Poutou a un relativo anonimato. Desde este punto de vista, el NPA que se quería un partido anticapitalista de masas es un fracaso. “Era una apuesta bastante insensata. No hemos estado a la altura”, zanja Sabado.
Las razones de ello son múltiples y todas no son compartidas por las sensibilidades del NPA. Pero todos objetan en primer lugar un contexto social desfavorable. El partido anticapitalista, cuyo proyecto había sido lanzado inmediatamente después de la elección de Nicolas Sarkozy en 2007, se constituyó en plena crisis, cuando las luchas sociales encadenaban fracasos, incluso el gran movimiento contra la reforma de las jubilaciones del otoño de 2010. “Se creó el NPA cuando todo el mundo había sido vapuleado”, dice un militante. En el resto de Europa, en Alemania, en Italia o en Portugal, la izquierda radical no está mucho más en forma, se tranquiliza el NPA. “El Frente de Izquierdas es la excepción, explica Sabado. Porque hay una conjunción muy particular del PCF y del republicanismo melenchoniano que funciona en Francia”.
Se añade a esto el ritmo electoral: a penas nacido, el “partido de Olivier Besancenot” se vió inmediatamente enfrentado a su primera cita, las europeas, y a su primer debate sobre la unidad. En la izquierda radical, se vivía entonces como dominador. Dió portazo a las discusiones con el Partido de Izquierdas de Mélenchon, creado un año antes y al PCF. “Cuando acaba uno de crearse, hay una lógica en presentarse solo. Pero las europeas, fue el error fundador. Se subestimó al Frente de Izquierdas”, explica Ingrid Hayes, entonces opuesta a toda alianza. “Se dirá más tarde que se trataba de una arrogancia juvenil. Se puede sobre todo estimar que es un error de análisis sobre la capacidad tan rápida de esta parte de la izquierda de encontrar una funcionalidad”, señala también Samy Joshua.
Sandra Demarcq, de la actual dirección: “Se analizó mal la derechización del PS y del candidato Hollande que no deja ningún lugar más que al reformismo de izquierdas de Mélenchon. ¡Y se analizó mal al Frente de Izquierda porque pensábamos que éramos los reyes!” Ya en las europeas, el Frente de Izquierdas adelantó al NPA (6% contra el 5% de los votos). Luego, la distancia no ha dejado de crecer.
Otra herida de juventud: un año después de su creación, el NPA tuvo que afrontar en enero de 2010 la muerte de Daniel Bensaid, cofundador y teórico de la LCR. “Es gracias a él que se podía decir en las reuniones de la IV Internacional que el marxismo filosófico era alemán, el marxismo económico era inglés y el marxismo político era francés”, juzgaba entonces François Sabado. Dos años después, dice: “Daniel tenía una bonita fórmula. Decía que con el NPA, se iba a perder en sustancia pero para mejor ganar en superficie. En realidad, se ha perdido demasiado en sustancia. Y esto ha coincidido con su fallecimiento. Era un punto de anclaje fuerte”. Tanto más fuerte en la medida que era uno de sus intelectuales muy apegados a la vida del partido -”uno de los últimos intelectuales orgánicos”- y que establecía la ligazón entre la joven generación en el seno de la revista Contretemps o de la sociedad Louise-Michel.
Y así nos encontramos al NPA, algunos meses más tarde, confrontado a un debate que va a dividirle profundamente: el debate sobre el velo, provocado por la candidatura para las elecciones regionales de una joven militante que llevaba el velo. Desde entonces, el partido no ha logrado ponerse de acuerdo y la militante Ilham Moussaïd tomó la tangente con sus camaradas de los barrios populares de Avignon.
Algunos ven ahí el signo de otra debilidad estructural del NPA: los militantes que habían afluido en el momento de su creación eran en realidad muy heterogéneos, teniendo como principal punto de anclaje la figura mediática de Olivier Besancenot, cemento de una organización que la dirección no ha logrado jamás controlar realmente. “Con la defección de Olivier, el NPA acababa de inventar el suicidio involuntario”, escribe brutalmente Samy Johsua. Severo, pero con un ángulo diferente, Sabado lo es también para sus sucesores en la dirección: “El NPA, es ante todo una crisis de dirección. Las divergencias eran compatibles en un mismo partido. A condición de que hubiera un centro fuerte que lograra hacer vivir al partido y en el que se encontrara todo el mundo”.
Otros juzgan que estas diferencias eran en realidad insuperables desde el comienzo. Es el análisis que hace Myriam Martin, derrotada para la candidatura para las presidenciales en junio pasado y que podría ser la candidata en Toulouse en las legislativas con el Frente de Izquierdas. “Desde el congreso de fundación, el gusano estaba en la fruta, dice. Había dos proyectos antagonistas, entre un partido revolucionario y un partido anticapitalista. No se ha querido verlo suficientemente pronto”.
Su camarada de la “GA”, Ingrid Hayes, asiente: “Se habría debido batallar y no se ha hecho. Sin embargo, el debate sobre el nombre del partido en el congreso fundador habría debido alertarnos”. Entonces, el nombre de “Nuevo Partido Anticapitalista” se impuso por una muy corta mayoría al de “Partido Anticapitalista Revolucionario”. Un signo de las profundas divergencias que estructuran a la izquierda radical y sus alianzas desde …2005 y la campaña del “no” en el referéndum europeo.
Entonces, ¿se acabó el NPA? No aún, quieren creer sus militantes. “Puede haber una reacción”, dice Sandra Demarcq. Y luego, dice Samy Johsua, si “la familia está dividida, no hay que insultar jamás al futuro”. Con una sonrisa añade: “Trotsky y Lenin se insultaron durante años. Finalmente, hicieron la revolución juntos”.
04/04/12