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A plazo fijo: Copenhague y los tres Apocalipsis del sistema
En todas las cumbres sobre «cambio climático» como las de Río, Johannesburgo, o la actual de Copenhague, sólo se habla de «impacto ambiental», de «emisiones contaminantes» que destruyen el planeta, sin profundizar en las raíces y causalidades del sistema capitalista que las produce. Esta omisión (cómplice y conciente) permite hablar de la «víctima» (el planeta y la mayoría de la humanidad) sin identificar al «criminal» (los grupos y empresas capitalistas que concentran activos y fortunas personales depredando y destruyendo irracionalmente el planeta).
Los tres Apocalipsis
Por Manuel Freytas(*)
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En el sistema capitalista (nivelado como «civilización única») la producción y comercialización de bienes y servicios (esenciales para la supervivencia humana) se encuentran en manos de corporaciones empresariales privadas que controlan desde recursos naturales (entorno medio ambiental) hasta sistemas económicos productivos (entorno social) por encima de la voluntad de gobiernos y países.
Esto implica, en primer lugar, que no son los Estados sino las empresas capitalistas (los dueños privados de los Estados) quienes deciden cuándo, cómo y en qué lugar (y sin ninguna consideración estratégica de impacto ambiental global) instalar una fábrica o una explotación industrial contaminante orientada (antes que nada) a producir riqueza privada al costo de la destrucción del planeta.
En las «cumbres» como las de Río, Johannesburgo -por citar algunas de las 14 que ya se han realizado-, o la actual de Copenhague (COP 15), sólo se habla de «impacto ambiental», de «emisiones contaminantes» que destruyen el planeta, sin profundizar en las raíces y causalidades del sistema que las produce.
Esta omisión (cómplice y conciente) permite hablar de la «víctima» (el planeta y la mayoría de la humanidad) sin identificar al criminal (los grupos y empresas capitalistas que concentran activos y fortunas personales depredando y destruyendo irracionalmente el planeta).
Sus expositores, los científicos y funcionarios que «alertan» sobre la catástrofe ambiental, no la relacionan con la propiedad privada capitalista, con la búsqueda de rentabilidad y concentración de riqueza en pocas manos, con la sociedad de consumo y con las trasnacionales y bancos que controlan los recursos naturales y los sistemas económicos productivos sin planificación, y sólo orientados a la ganancia privada en todo el planeta.
El sistema capitalista, como acción y como resultante es irracional, no planificado y (salvo la búsqueda de rentabilidad y de concentración de riqueza en pocas manos) carece de lógica estratégica para preservar y proteger racionalmente al planeta de su propia acción depredadora y destructiva.
Cuando una empresa (sea local o trasnacional) inicia un emprendimiento industrial no comienza por un estudio del impacto ambiental que produce, sino por un estudio de costo-beneficio comercial y una proyección asegurada de rentabilidad para sus accionistas.
Este accionar irracional (individualista y no planificado) del sistema dominante es matemático y tiene un emergente de acción-reacción sobre la economía, el humano y el medio ambiente que lo circunda.
La irracionalidad (la no consideración de emergentes o de efectos colaterales nocivos y/o destructivos) convierte a las empresas capitalistas en depredadoras del medio ambiente (ríos, fauna, y animales incluidos) por la sencilla razón de que no actúan siguiendo intereses sociales generales (la preservación del planeta y de las especies), sino en la búsqueda de intereses particulares (la preservación de la rentabilidad y la concentración de riqueza privada).
Y el justificativo social (crear «fuentes de trabajo») que utilizan resulta también irracional, dado que para «dar trabajo» no solamente generan pobreza masiva por explotación del hombre por el hombre, sino que además destruyen el entorno y los recursos naturales del planeta para proveer riqueza y bienestar económico sólo a los pocos que integran la exclusiva pirámide de los beneficios empresariales en alta escala.
En cuanto a la magnitud destructiva, por efecto de la irracionalidad, baste citar el ejemplo de la papelera Botnia, en Uruguay: La trasnacional, aduciendo dar «fuente de trabajo» a 300 personas, está contaminando durante las 24 horas al Río Uruguay, que divide a Uruguay de Argentina, y cuyo curso impacta en todo el sistema acuifero y medio ambiental de la región. En resumen, los capitalistas de Botnia envenenan toda una región para acrecentar las fortunas y los ingresos de los accionistas privados de la empresa.
Eso explica claramente porqué en Copenhague se habla de los efectos (la víctima) pero no de las causas (el criminal).
En consecuencia, y a partir de esa distorsión inicial, los que prometen «luchas y planes» para salvar al mundo de la catástrofe global, son los mismos Estados y empresas capitalistas que están causando (con su accionar depredador irracional) lo que ya claramente se proyecta como un Apocalipsis natural a plazo fijo.
En el actual diseño de «economía mundial trasnacionalizada» no son (en forma práctica) los gobiernos ni los países quienes deciden cuánto se produce y para quién se produce a escala mundial, sino las corporaciones y los bancos trasnacionales que tienen el dominio sobre las tres estructuras económicas básicas del sistema capitalista: La estructura de producción, la estructura de comercialización y la estructura financiera.
¿Puede el sistema capitalista (el criminal) salvar a su propia víctima (el planeta con nosotros incluidos) de una catástrofe anunciada?
Podría, pero antes tendría que renunciar a su propia naturaleza: La producción sólo orientada a la acumulación de riqueza en pocas manos. O sea, pasar de la economía irracional (con fines privados) a la economía planificada (con fines sociales) que permita una prevención y un control planetario del medio ambiente.
No sueñen: Si el sistema capitalista detiene su dinámica de rentabilidad asegurada (más del 70% de la producción está orientada sólo al consumo superfluo de los que pueden pagar), el planeta estallaría socialmente por la desocupación masiva y el caos alimentario que se generaría.
Y si este sistema no detiene su dinámica, el planeta (según las proyecciones científicas) va a estallar naturalmente por la acción del cambio climático.
El sistema capitalista está fundado sobre las matemáticas (suma y resta) y un axioma original para construir la plusvalía: Comprar barato y vender caro. Aunque para ello tenga que condenar al hambre y a la pobreza a una masa mayoritaria (y creciente) de seres humanos y destruir el planeta que los contiene.
Y los tres Apocalipsis que signan los emergentes y la decadencia (todavía controlada) del sistema dominante también llegan por acumulación matemática.
El Apocalipsis social llega por acumulación matemática de hambrientos, desocupados y pobres a escala mundial.
El Apocalipsis natural llega por acumulación matemática de destrucción medio ambiental a escala planetaria.
El Apocalipsis nuclear llega por acumulación matemática de conflictos militares (intercapitalistas) por la supervivencia del sistema.
Los científicos y funcionarios que están en la cumbre de Copenhague, solo están para la acumulación matemática de los discursos.
Y el planeta (con nosotros adentro, y en manos de la demencia nivelada del sistema capitalista) solo acumula Apocalipsis matemático implícito en su naturaleza depredadora y criminal.
Se trata de reconvertir los planos bíblicos de la Profecía: Donde dice «Dios», hay que decir «Sistema», y donde dice «Diablo», hay que decir «Capitalismo. Por todos los caminos se llega al Apocalipsis.
Tómelo, si quiere, como un escepticismo racional, pero el resultante (como el sistema capitalista) es matemático: Solo queda elegir el viaje que más le convenga.
IAR Noticias 08-Diciembre-09