13 de julio de 1973: hace 40 años renunciaba Cámpora
La caída del «presidente que no fue»
El título de la obra de Miguel Bonasso es una buena definición del fugaz período camporista que precedió a la presidencia del propio Perón. Fue un capítulo más de los acuerdos tejidos desde 1971 entre Perón, el dictador Lanusse y el radical Balbín, que buscaban poner freno a las luchas de los trabajadores.
En 1955, el golpe proimperialista de los militares, los gorilas y la iglesia católica derribó al presidente Perón, quien contaba con la ferviente adhesión de la amplia mayoría de la clase obrera argentina.
Desde entonces, las distintas oleadas de ascenso obrero tuvieron como un importante componente la lucha contra la proscripción al peronismo y el retorno del líder exiliado.
En mayo de 1969, la semiinsurrección del Cordobazo conmovió al país. La dictadura militar, así como la patronal y sus dos grandes partidos tradicionales, peronistas y radicales, acusaron el impacto del cambio en la situación. A fines de 1970 se formó La Hora del Pueblo, con Balbín a la cabeza. Perón, desde Madrid, mientras alentaba por “izquierda” a las “formaciones especiales” (los distintos grupos guerrilleros) y coqueteaba con el “socialismo nacional”, negociaba con Lanusse y el propio Balbín lo que se llamó el Gran Acuerdo Nacional: una convocatoria a elecciones que incluyera el peronismo. Su objetivo era canalizar electoralmente y disciplinar a través de la burocracia sindical el gran ascenso revolucionario iniciado con el Cordobazo.
18 años después los trabajadores trajeron a Perón
El 11 de marzo de 1973 se realizaron las elecciones generales. El peronismo se presentó con el Frejuli (Frente Justicialista de Liberación), que incluía a los frondicistas y otras fuerzas patronales menores. Por una cuestión de trámite domiciliario, la fórmula presidencial no la encabezó Perón, sino su delegado de confianza, el doctor Héctor Cámpora (1909-1980), quien lo acompañó desde 1946 en funciones de gobierno. El candidato a vice fue Vicente Solano Lima, un conservador. El PST (Partido Socialista de los Trabajadores, que encabezaba Nahuel Moreno) denunció que Cámpora-Lima era “una fórmula contra los obreros peronistas” (Avanzada Socialista Nº 44) y llamó a votar por Coral-Ciaponi. Los Montoneros, que eran para entonces hegemónicos entre las “formaciones especiales”, y su Juventud Peronista-JP (regionales), la que más movilizaba de las agrupaciones justicialistas, aceptaron la fórmula y lanzaron una consigna: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. El Frejuli la adoptó como propia.
Cámpora sacó el 49,59% (5.907.464 de votos), seguido por la UCR con 21,30% (2.537.605). El candidato Balbín rápidamente aceptó a los triunfadores, sin pretender una segunda vuelta. El “candidato del comisario” Lanusse, Ezequiel Martínez, fue un fiasco, sacó menos de 350.000 votos.
Después de 18 años de proscripciones, exilios y luchas de todo tipo, los trabajadores peronistas conquistaban el anhelado “retorno” y volvía el peronismo al gobierno. Según Perón, sin embargo, esto se lograba gracias a los militares: dos días después del aplastante triunfo del Frejuli, declaró que confiaba en las FF.AA. “más de lo que muchos creen, ya que son las Fuerzas Armadas, en su mayoría, las que obligaron a celebrar estas elecciones” (Avanzada Socialista N° 52, 15/3/1973). Así, cumplía celosamente con su papel en el Gran Acuerdo Nacional.
Los 49 días
El 25 de mayo de 1973 fue un “día peronista”. Una incalculable muchedumbre ocupó toda la Avenida de Mayo, entre el Congreso y la Casa Rosada. Se gritó contra los militares “se van, se van y nunca volverán”. Estuvieron los presidentes Salvador Allende de Chile y Osvaldo Dorticós de Cuba. Al enviado de Richard Nixon, el secretario de Estado William Rogers, la multitud no lo dejó avanzar en su coche y se tuvo que volver a la embajada yanqui. Se destacaban las enormes banderas negras de los Montoneros y las FAR en la Plaza de Mayo, así como las rojinegras de la JP. Los “servicios de orden” fueron quedando en manos de militantes de la JP y se produjeron numerosos choques entre grupos sindicales que gritaban por la Patria Peronista y jóvenes de la Patria Socialista.
A la noche, una columna de la JP se dirigió a la cárcel de Villa Devoto a exigir la liberación inmediata de los presos políticos y de la guerrilla. En poco tiempo llegó el indulto presidencial y las libertades, aunque hubo serios disturbios y algunos muertos.
El nuevo gobierno, pese al respaldo de más de 5 millones de votos, mostraba una gran debilidad. Cámpora se propuso mantener el juego de equilibrios que venía haciendo Perón, entre “izquierda” y derecha. Por ejemplo, en el Ministerio de Bienestar Social nombró al excomisario y siniestro personaje fascista José López Rega, y en Interior a Esteban Righi, afín a la JP. El ascenso de masas que se vivía, que incluía un vuelco de la clase media, tradicionalmente gorila, hacia el peronismo, en el contexto de radicalización latinoamericana, presionaba a ese frágil gobierno a adoptar algunas medidas democráticas, como la amnistía y la disolución de la DIPA (Departamento para la Informacion Antidemocrática), o antiimperialistas, como una nueva ley de inversiones extranjeras que nunca se llegó a aplicar. La Universidad de Buenos Aires, reflejando a la clase media y los intelectuales, con el ex comunista Rodolfo Puigross como decano, se transformó en una baluarte de los Montoneros.
Sin embargo, los rasgos fundamentales del nuevo gobierno eran el Pacto Social contra los trabajadores firmado por Gelbard y Rucci, el desalojo de las ocupaciones de fábricas iniciadas en los primeros días y la masacre de Ezeiza.
El 20 de junio Perón volvía al país en un avión charter que era esperado en Ezeiza. Cerca de un millón de personas marchó a recibirlo al aeropuerto. La creciente tensión entre derecha e izquierda -que ya venía- estalló ese día. El control del palco y la seguridad estaba en manos del aparato de derecha que encabezaba el coronel Osinde y sus bandas fascistas. Se produjo un enfrentamiento contra los grupos de la JP, que según su conducción les significó más de cien muertos. Perón bajó en la base áerea militar de Morón. La frustración opacó el júbilo de la multitud en esa jornada sangrienta.
Perón lo echó a Cámpora
Perón se instaló en su casa de Gaspar Campos junto a su tercera esposa, Isabel Martínez, y comenzó a desarrollar una intensa actividad. En pocos días orquestó una serie de hechos que el PST definía que configuraban “un golpe de estado sin combates en las calles: las fuerzas armadas, la burocracia sindical y los intermediarios de inversiones extranjeras, se unieron, bajo la batuta de Perón, para posibilitar su acceso al poder.” (AS Nº 68, 18/7/73).
La burocracia sindical con el vicegobernador de Buenos Aires, Calabró, a la cabeza, junto con Rucci y Lorenzo Miguel, llamaron directamente a la renuncia de Cámpora y “Perón presidente”. En Córdoba, asaltaron el local de la CGT local y exigieron la renuncia del gobernador Bidegain.
Las cúpulas militares hacían febriles reuniones con los políticos patronales. El general Carcagno le dijo personalmente a Perón que las Fuerzas Armadas apoyaban que se presentara como candidato y asumiera la presidencia.
Así, después de 49 días, Cámpora y Solano Lima, en total soledad, presentaron sus renuncias. Sólo la JP intentó defenderlos ocupando la universidad de Buenos Aires y acusando a la CIA (ver recuadro). Asumió provisoriamente el presidente de la cámara de diputados, Raúl Lastiri, personaje de mínimo protagonismo casado con la hija de López Rega, quien convocó a elecciones presidenciales para el 23 de septiembre.
Se iniciaba un nuevo capítulo del GAN pergeñado por Perón, Balbín y Lanusse. En los primeros días circuló la versión de que la fórmula sería Perón-Balbín. El propio Perón declaró a los periodistas “es muy linda fórmula. Yo con Balbín voy a cualquier lado porque es muy buen compañero” (AS ya citado). Finalmente, lo acompañó su mujer, Isabel Martínez. Asumió “el gobierno y el poder” el 12 de octubre de 1973, luego de obtener más de 7 millones 300 mil votos (el 61,85%).
Pero salvo la adhesión de la mayoría de los trabajadores, ya nada sería ni parecido a la primera presidencia. Perón protagonizaría un giro cada vez más palpable hacia posiciones ultrareaccionarias y propimperialistas. El PJ comenzaba a ejercitar su sumisión a las multinacionales y los grandes empresarios, que lo llevarían a las privatizaciones, a los personajes como Menem, Duhalde y luego al kirchnerismo.
El Socialista 10/07/13