Perspectivas de la crisis económica mundial
Luis Paulino Vargas Solís (especial para ARGENPRESS.info)
Como sabemos, el establishment de los economistas no se caracteriza por ser particularmente crítico, cuando lo suyo es, más bien, ser voceros complacientes y corrongos. Resalto esto a propósito del hecho de que, no obstante lo anterior, la gran mayoría de tan distinguidos profesionales, a nivel mundial, coincide en lo siguiente: la crisis financiera desatada en 2007 así como la recesión de 2008-2009 son, con mucho, las más graves desde la gran depresión de los años treinta del siglo XX, como la recuperación que ha tenido lugar en los últimos meses, es la más débil y vacilante registrada durante ese largo período.
No es lo que dice un diagnóstico que suscite júbilo. Mucho menos a la luz de algunos datos recientes que ilustran el devenir de la economía estadounidense. Propongo una rápida enumeración:
– el ritmo trepidante de las desahucios de viviendas (930.000 expedientes de desahucio en el primer trimestre de 2010, 16% más que el primer trimestre del año anterior);
– el dinamismo declinante de las ventas al por menor en abril y mayo;
– los decepcionantes registros de nuevos empleos (tan solo 41.000) en el sector privado para el mes de mayo;
– la crisis fiscal de muchos gobiernos estatales;
– el agravamiento del problema del desempleo de largo plazo (que dura más de 27 semanas): afecta a 6,8 millones de personas; el promedio de duración de la situación de desempleo ya llega a 34,4 semanas;
– los 1,1 millones de personas que -hartas de no encontrar empleo- se “salieron” de la fuerza laboral;
– los 8,8 millones que, deseando laborar jornada completa, deben conformarse con un trabajo a tiempo parcial.
Y, entretanto, y al cabo de muchos meses, la Reserva Federal sigue manteniendo la tasa de interés interbancaria al cero por ciento, mientras el estímulo fiscal por $787 mil millones, aprobado en enero de 2009, ya ha sido gastado en un 75%. Una recuperación tan endeble con políticas expansivas de tan excepcionales proporciones es, hasta en el mejor de los casos, un síntoma harto preocupante.
Así puesto el asunto, habría que admitir que hay razones para temer una segunda vuelta de la recesión. O sea, la tan temida W. Aunque bien pensando el asunto -incluso Krugman admite esta posibilidad- hay razones para temer más bien una especie de L cuya parte horizontal se extiende muy largamente, la cual además tendría la peculiaridad de que no sería una línea recta, sino que estaría coquetamente adornada por sucesivas W’s. Como al modo de una sierra, pues.
Más o menos como el Japón de los noventas y primera mitad de este decenio. Excepto, sin embargo, porque, a diferencia de aquel momento, la actual situación económica mundial es mucho menos promisoria. Justo esto último agrega una poderosa razón adicional para la preocupación. El caso es que la marcada debilidad de la recuperación económica en Estados Unidos confluye con la pavorosa crisis de la deuda pública en Europa.
La crisis europea golpea a Estados Unidos de diversas formas. Primero, y directamente, vía la fuerte devaluación del euro, que daña a las exportaciones estadounidenses. Segundo, mediante la caída adicional que la casi segura recesión europea traerá consigo. Tercero, mediante los problemas financieros globales que provocaría -que ya está provocando- la casi inevitable moratoria de la deuda a que seguramente se verán arrastrados varios países europeos. Y conviene no descartar la posibilidad -en sí misma aterrorizante- de que esto último reedite el colapso financiero global que, en su momento, se declaró tras la quiebra del banco Lehman Brothers en septiembre de 2008.
Conviene no asumir visiones apocalípticas acerca de un presunto derrumbe generalizado del capitalismo. Este sistema es despreciable por muchas razones -su capacidad para falsear la democracia, profundizar la desigualdad o destruir el ambiente, por ejemplo- pero si merece reconocimiento por su ductilidad y capacidad de respuesta. Muchas crisis han pasado y siempre se las arregla para salir del atolladero. Probablemente esta vez no sea distinto, aunque esto no implica, ni mucho menos, que su existencia vaya a ser eterna, cuando probablemente lleva razón Wallerstein al plantear la tesis acerca de una crisis de muy largo plazo, de la cual seguramente saldrá algo distinto al capitalismo, si bien nada a priori permite afirmar que eso distinto vaya a ser necesariamente algo mejor. Esa sociedad del futuro la construiremos los seres humanos, es decir, las fuerzas sociales. Y de ello dependerá -mejor o peor- lo que vaya a emerger.
Mas, de todas maneras, debe admitirse que la situación actual es de una complejidad excepcional. Resumámoslo en dos puntos básicos:
– Una segunda vuelta de la recesión tomaría a todos los países ricos principales -incluso Estados Unidos- atascados en una situación muy limitante. La política monetaria, que ya había resultado casi completamente inútil ante la recesión de 2008-2009, simplemente no cuenta. Pero la política fiscal también enfrenta restricciones muy considerables, dada los altos niveles actuales del déficit fiscal y el crecimiento imparable de las deudas públicas. Tanto aquellas como estas muy probablemente se elevarían aún más, hasta niveles realmente brutales ¿cuántas nuevas crisis de la deuda pública -cebadas escrupulosamente por los especuladores globales- nos esperarían en los próximos años?
– El “consenso” que está siendo impuesto a nivel mundial -desregulación laboral, desmantelamiento de los sistemas de seguridad social, recorte de salarios- augura dos posibles tendencias. La una, de agudización del descontento social y la inestabilidad política. La otra de compresión adicional sobre el ingreso y el poder adquisitivo de las clases trabajadoras y los grupos medios, lo cual agravará la recesión y perpetuará el estancamiento económico por un largo período, más aún en vista de la disminuida disponibilidad de crédito, resultante de la confluencia de varios factores: por un lado, el elevado peso de la deuda privada acumulada y, a la par, las colosales exigencias de financiamiento de la deuda pública.
Tratemos de introducir una nota de optimismo e imaginemos que las llamadas economías emergentes -China, India, Brasil, Sudáfrica, Rusia- vendrán al rescate. Mas deberíamos no olvidar que, en general, el dinamismo de esas economías depende aún, en cuantía muy significativa, de sus exportaciones a Europa, Estados Unidos y Japón, de forma que si a estos les va mal, a aquellos seguramente no les irá demasiado bien. Y no descartemos que por ahí haya -particularmente en China- alguna otra burbuja especulativa en búsqueda de un próximo estallido.
En resumen, vivimos tiempos de excepcional turbulencia económica. Afortunadamente la Presidenta de Costa Rica es “Hija Predilecta de la Virgen”. Ello nos protege y nos permite seguir siendo el pueblo más feliz del mundo.
08/06/10