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La masacre del 16 de junio de 1955 es el Guernica argentino

Bombardeos sobre Plaza de Mayo: La masacre del 16 de junio de 1955 es el Guernica argentino

Juan Carlos Cena – Elena Luz González Bazán (especial para ARGENPRESS.info)

Este trabajo publicado el 16 de junio del 2005 por este medio y reproducido por una cantidad no estimada ha sido ampliado y corregido. Creemos que sigue teniendo total actualidad, cuando desde los grandes medios y desde los estamentos gubernamentales, ni desde las distintas organizaciones del P.J. no se ha rendido homenaje a tantas víctimas, ni a los posteriores fusilamientos de los Basurales de José León Suárez. Es un deber militante rescatar la memoria colectiva y derrotar el olvido. Se cumplen 55 años de aquel bombardeo siniestro y asesino sobre la población argentina. Se cumplen 45 meses de la desaparición de Jorge Julio López, testigo clave contra los responsables de la última dictadura militar. Nombre que se ha olvidado, nadie habla de él, muchos lo esconden y no parecen tener ningún tipo de preocupación por su aparición, saber dónde está, qué fue de él.

Algo parecido a este 16 de junio, bombardeado con más de dos millares de heridos y una cifra que va entre 350 y 700 muertos.
Además, en el 2008 incorporamos como primicia el acrílico de Gerardo Bavio pintor, militante de la vida…
El 16 de junio, en el mediodía de otoño del año 1955, formaciones de las aviaciones de Marina y Aeronáutica, haciendo su bautismo de fuego, sobrevolaron el centro porteño y descargaron toneladas de explosivos sobre la población civil. El bombardeo dejó, aproximadamente, 350 muertos, cifras nunca confirmadas, como en Guernica, se ocultan los efectos de la masacre, y más de 2000 heridos, entre ellos casi un centenar de lisiados para el resto de su vida. Otras fuentes reflejadas en este trabajo hablan de 700 tumbas cavadas en el cementerio porteño de la Chacarita.
En Guernica los fascistas/franquistas demolieron y masacraron a un pueblo para que tronara el escarmiento desde el aire, con total y absoluta cobardía; en Plaza de Mayo, masacraron al pueblo alevosamente con el pretexto de matar a Perón, el déspota nazi/fascista, según los ideólogos de la Unión Democrática, del mismo modo: para que tronara el escarmiento, había que matar al tirano, comenzando por el pueblo que lo apoyaba.
Fue el inicio de un proceso histórico dentro del campo social y político, comenzaba el desmontaje de una formación ideológica de carácter nacional, esta es parte de su historia.
«A mediados de junio bombardearon la Plaza de Mayo. El primer estallido. La oligarquía descargaba sin piedad sobre el pueblo todo ese odio rancio acumulado, de linaje. Toda la sociedad simiesca aplaudía las muertes, no existía en ellos aflicción cristiana, sino el gozo oligárquico de la muerte de clase. Las muertes eran de los otros: los plebeyos que resistían por permanecer en estrado de dignidad peronista perpetua., la que los incluyó en la sociedad».
Párrafo del cuento Brumas de septiembre, perteneciente al autor Juan Carlos Cena, de su libro Crónicas del Terraplén – 2001.
Para analizar la verdadera naturaleza de los procesos históricos, estos deben ser tomados en determinadas etapas para examinarlos dentro de que contexto histórico, momento en que aparecen los sucesos, como las masacres, en este caso, y la realidad posterior que se distorsiona, donde se tiñe y oculta toda la etapa señalada.
No hay hechos separados en los procesos históricos, este tipo de masacres no son aisladas, sino que estallan en un momento histórico, político, social y económico determinado. Todos los hechos represivos que generaron masacres fueron inducidos por los factores de poder que dominan el aparato del Estado
No podemos dejar de mencionar, antes de entrar en el tema, algunos antecedentes históricos sobre la historia de la masacres en nuestro País. Diríamos, desde el inicio.
«-Señor general, si la matanza es tan grande ¿Quién quedará para nuestro servicio?
-Ea. Déjame -respondió Garay-, que es la primera batalla, si en ella los humillamos tendremos quien con rendimiento acuda a nuestro servicio»,
Cierto día del invierno de 1580, un tremendo combate tuvo lugar a las orillas del río que divide, las dos veces fundada, Buenos Aires de los territorios aborígenes… Las crónicas relatan que aquel día, además de establecerse ese transparente diálogo entre Juan de Garay y alguno de sus soldados, fue decisivo en el proceso de extermino de los querandíes. Dicen los cronistas que las aguas del río enrojecieron, ya aún después de la derrota querandí, los españoles continuaron la masacre, dándole nuevo nombre al paraje, que a partir de entonces comenzó a llamarse La Matanza.
Se podría inferir que todo parte desde ese momento. Momento del traslado de lo peor que trajeron en sus bodegas los barcos de la conquista a nuestro territorio, el huevo de la serpiente, el mismo que anidó en Guernica desde los tiempos de la inquisición: los genocidios en América Latina.
Es larga la lista de estos acontecimientos aberrantes ocurridos en América Latina y, en este caso, en nuestro territorio: Las Conquistas del Desierto, que fueron tres: Martín Rodríguez en 1820, Juan Manuel de Rosas en 1833 ganando territorio a las comunidades hasta la actual Tandil, provincia de Buenos Aires y posteriormente la más sanguinaria, la llevada adelante por Julio Argentino Roca en 1879, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda.
En el siglo XX: En 1907, los propietarios, administradores de los conventillos ayudados por la policía quisieron proceder a desalojar a los que no podían pagar, eran más que elevados alquileres, las familias trabajadoras no podían hacer frente a pesar de trabajar hasta 16 horas diarias, un suceso conocido como la Huelga de los Inquilinos, re bautizada por J.C. Cena como la Rebelión de las Escobas. La Semana Roja en 1909; la violenta represión a los estibadores y portuarios en Ing. White, también, en 1909; en Macachín, provincia de La Pampa en 1910; La Semana Trágica en 1919, Los fusilamientos en La Patagonia en 1921, Las Masacres de la Forestal en el Chaco, La masacre de Jacinto Aráoz, en la provincia de La Pampa en 1921.
En abril de 1924 la Reducción Aborigen promueve y realiza la primera y única huelga agrícola indígena, su líder indiscutible fue el Cacique Toba Pedro. Los pobladores argentinos originarios de la Reducción Aborigen, llamada luego Napalpí (cementerio o lugar de los muertos en lengua Toba), a 120 kilómetros de la capital del entonces Territorio Nacional del Chaco, Resistencia, ésta tenía una población de 850 personas, aproximadamente. A raíz de ese movimiento se produce una feroz matanza.
Podríamos seguir enumerando las distintas represiones al movimiento obrero y popular, a los campesinos y al pueblo en general. La violenta represión desatada luego del golpe de Estado de 1955 fue la representación de que el odio de clase se instalaba en todo el territorio nacional contra todos los trabajadores y el pueblo. Todo fue más tarde ratificado por sucesivos gobiernos civiles y militares.
La movilización militar a ferroviarios y bancarios, al tiempo, la aplicación nacional del Plan Conintes dirigido esencialmente hacia el movimiento obrero peronista; luego, la violenta represión a los ferroviarios durante la Huelga de 1961 que se resistían contra la aplicación de este Plan devastador y de desguace que traía, por encargo del imperio, este General Larkin; todo ocurría en los espacios «democráticos» del gobierno de Arturo Frondizi. La militarización de los conflictos fue una constante antes y durante el gobierno militar de Ongania, continuando por sus sucesores.
Con el advenimiento del gobierno de Isabel Perón, la represión se recrudeció en otras formas: La Triple A, comandada por López Rega junto a su banda, fue el brazo ejecutor más importante y sanguinario, como la implementación de la Masacre de Ezeiza; luego, la represión al cordón industrial del Paraná y así con las masacres selectivas de la Triple A por todo el territorio, junto a la defenestración de gobiernos peronistas populares.
Todo un anticipo de lo que vendría, primero el golpe de estado de 1955 y la continuación más criminal con el golpe genocida de 1976. Todos estos hechos están marcados por el profundo odio de la clase dominante que tiene sobre el pueblo trabajador, obreros, estudiantes, intelectuales honestos y así con lo que se atreven a luchar por su dignidad. Es el poder brutal del Estado utilizado desde la fundación de este territorio como Nación para doblegar al pueblo por mandato del imperio colonial.
Ese odio acumulado tuvo su representación inicial en la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, sin duda alguna.
Los bombardeos protagonizados por la marina y aeronáutica de guerra no fueron productos de las contradicciones y de los errores que había incurrido el segundo gobierno de Perón. No, fue un ejercicio anticipatorio inducido por las fuerzas oligárquicas que querían recuperar el terreno y los tiempos perdidos. Operación a modo de advertencia, como un adelanto de lo que vendría. Las fuerzas del odio se reagrupaban y anunciaban que regresarían a cualquier costo.
La masacre de junio de 1955 era la anticipación de ese nuevo recomienzo. Cuestión que estallaría ese mismo año, el 16 de septiembre, con persecución y cárcel, tortura y muerte de miles de hombres y mujeres, trabajadores, delegados, militantes, activistas y todos los que se opusieron a la caída de Perón y a los luchadores populares comprometidos con el pueblo.
Se debía terminar con ese proceso populista de carácter nacional, insoportable para las clases dominantes. La distribución del ingreso, a pesar de la crisis, el gobierno peronista, es decir Perón, había decidido mantener a como de lugar el porcentaje más alto de la distribución del ingreso en forma equitativa con el pueblo, más alto de toda la historia de Latinoamérica. La participación de los trabajadores de la Argentina en el PBI rayaba en el 53 por ciento, hubo momentos del 61 por ciento. Muy mal ejemplo.
Ante tan funesto ejemplo, la oligarquía, con el visto bueno del imperio comenzó a armarse el andamiaje golpista. Los intereses norteamericanos, luego del triunfo en la Segunda Guerra Mundial y su posicionamiento definitivo como gran potencia capitalista había virado hacia Europa y Japón, el Plan Marshall fue el arma económica para levantar los territorios arrasados europeos. América Latina fue desatendida de la mirada norteamericana, pero ya en 1950, el denominado imperialismo yanqui comenzaba a ocuparse y preocuparse de los destinos que habían elegido algunos países de este continente.
En Argentina
En abril crece el enfrentamiento con la iglesia. El 14 de abril se suspendió en todas las escuelas la enseñanza obligatoria de religión y moral. El 20 de mayo se suprimió, por ley, la exención de impuestos a los templos y organizaciones religiosas y se llamó a una Constituyente para separar la iglesia del Estado.
En forma paralela, en México, se realizaban reuniones entre militares, Gainza Paz, Lanz Duret, el coronel García Valsesca, donde participaba, además, un personaje de los medios de comunicación de esos tiempos, llamado Joshua Power, comerciante, que controlaba los servicios informativos de Editor Press. El The New York Time y The Economist, donde anticipaban, en sus artículos, los días por venir.
Esta masacre hay que incluirla en el comienzo de procesos golpistas que se iniciaron en 1930 con el golpe de Uriburu contra el ex presidente Hipólito Yrigoyen, esencialmente contra su política petrolera y la decisión al frente de la misma del general Enrique Mosconi.
A partir de aquí se inicia “esa costumbre de golpear las puertas de los cuarteles” por parte de sectores civiles poseedores de un poder económico poderoso, que fueron perjudicados por el reparto equitativo en la distribución de los ingresos, levemente o fuertemente, por eso acuden a los cuarteles para que ellos, los militares, sean su brazo armado y estos militares se prestaron a destronar a gobiernos elegidos en las urnas y a reprimir a los opositores de esos intereses.
Estos, los militares, debían resolver por medio de las armas, utilizando la fuerza y sin miramientos hacia el pueblo trabajador las contradicciones que perjudicaban sus intereses, es decir, las contradicciones con los trabajadores y el campo popular. La resolución era la represión violenta. Se rechazaba con terrorismo todo veredicto, por más democrático que fuera, propuestas u hombres elegidos en las urnas que no fueran funcionales a sus ambiciones.
En esta situación se deja de lado todo proceso democrático que no conculque con ellos, por más benéfico que fuera para la Nación y se lanzan a la consumación, una y otra vez, a la concreción del golpe militar. Se utilizan a las fuerzas armadas como herramienta represiva, de opresión, persecución y masacres que han dejado una dolorosa huella en la vida nacional.
El 16 de junio
Previo a este ataque se encuentran otros intentos, como el de Benjamín Menéndez en 1951, familia de golpistas y represores.
El mes de junio no era un mes cualquiera en la etapa que vivía el proceso del segundo gobierno peronista. Las contradicciones se profundizaban y continuaron el 10 de junio con la manifestación de la iglesia católica en la procesión de Corpus Chisti, esto, hay que decirlo, excedía lo religioso. Por la noche la quema de una Bandera Argentina, que el gobierno de Perón se lo adjudica a la oposición.
El peronismo y antiperonismo eran una realidad.
La mañana del 16 de junio de 1955 fue el bautismo de fuego de los aviones de la aeronáutica contra el pueblo, aunque lo quieran negar. Operaron esos aviones los aviadores argentinos, arrojando nueve toneladas y media de explosivos, según algunas fuentes, otras, catorce toneladas sobre la población civil inerme. Fijaron sus objetivos de ataque en los puntos del centro neurálgico de la Plaza de Mayo, la casa de gobierno, donde lanzaron sus bolas de fuego y muerte contra los trolebuses repletos de pasajeros, en su mayoría trabajadores que se desplazaban hacia sus tareas, o bien transeúntes distraídos que recorrían ese lugar histórico, mientras se escondían como podían ante la sorpresiva y violenta lluvia de bombas y metrallas. Eran aviones de la Fuerza Área y de la Marina de Guerra Argentina que actuaron con los mismos objetivos y la misma saña criminal.
La espera
Aquel 16 de junio, el capitán de fragata Néstor Noriega, de 39 años de edad, esperaba que el cielo se despejara, la escuadrilla formaba escalonada hacia arriba. A las 12,40 Noriega al mando de su Beechcraft descarga una bomba de 100 kilos que cae sobre la sede presidencial; a continuación los North American al mando del capitán de corbeta Santiago Sabarots descargan bombas de 50 kilos cada uno. La Plaza de Mayo era un incendio, quienes salían de las bocas del subte se encontraron con la nube de pólvora, los aviones rasantes sobre el casco porteño, la gritería, la desesperación, la gente intentando esconderse como podía, heridos, muertos, mutilados, así comienza la masacre del 16 de junio. Noriega y Sabarots son los responsables materiales junto a los aviadores de aquel día de masacre, hay otros responsables intelectuales.
En el trabajo por recuperar históricamente aquella masacre, realizado por Gonzalo Cháves, titulado la Masacre de Plaza de Mayo, pasa revista a los nombres de muertos y heridos, lugares donde fueron alojados y la cantidad de muertos NN que aparecen en el listado.
Por otro lado, Gonzalo Cháves afirma en un reportaje concedido a un diario de Rosario: Me sorprendió descubrir entre los protagonistas de la masacre del 16 de junio de 1955 a hombres y nombres que participaron en el golpe del 24 de marzo de 1976, como los dos secretarios del ministro de Marina Olivieri, que fueron Emilio Eduardo Massera y Horacio Mayorga, dos marinos importantes en el último golpe de Estado. Ellos estuvieron al tanto de lo que iba a pasar y no detuvieron la acción militar contra los civiles. El ministro Olivieri dio parte de enfermo y sólo regresó al despacho dos días más tarde del 16 de junio. Lo mismo hicieron “Emilio Eduardo Massera y Horacio Mayorga, sus jóvenes ayudantes”.
De esa investigación se desprende que estuvieron involucrados activos participantes de la última dictadura militar como son: Carlos Suárez Mason y Osvaldo Cacciatore, intendente porteño durante la dictadura, el de las famosas autopistas, que integraba la escuadrilla de la aeronáutica que bombardeó la Plaza de Mayo. Otro de los personajes que estuvo en el bombardeo fue el hermano de Massera, Carlos Massera como piloto de la marina.
“La sublevación contó en forma activa con el respaldo de la base naval de Punta Indio que estaba al mando del capitán de marina Néstor Noriega; del BIM 4 (Batallón de Infantería de Marina), asentado en Puerto Nuevo y de parte de la oficialidad de la Aeronáutica hubo dos aviones Catalina que llegaron de la base Espora. La noche del 15 de junio copó Ezeiza, con el objetivo de reabastecerse de combustible y explosivos, porque la base de Punta Indio quedaba muy lejos. De allí los pilotos con sus aviones fueron y volvieron varias veces, entre ellos Cacciatore”, sostiene Cháves.
Hay un testigo incomparable, el camarógrafo de Sucesos Argentinos, Carlos de la Fuente, víctima del bombardeo, que a pesar de estar herido, no perdió la conciencia, llegó a contabilizar «pilas de muertos detrás de la Casa Rosada», con una etiqueta atada con un hilo en el dedo gordo del pie con los datos de cada una de las victimas. Dice lacónicamente: todo fue un pandemonium.
Siempre se trató de minimizar esta masacre, suceso aberrante y criminal si los hubo. Hoy aparecen, esto fue a partir del 2005, una serie de desvergonzados hablando y otros escribiendo sobre el bombardeo a la Plaza de Mayo hipócritamente; otros pidiendo resarcimiento económico para las víctimas, toda una burla caricaturesca, cuando, durante años ni se acordaron de ese pueblo masacrado, ni que los fusilados en León Suárez eran trabajadores y resistentes.
Cuando se asesina al pueblo, los otrora intelectuales se hunden en el silencio. Son otras muertes. Otros, falsarios presurosos y oportunistas, dicen, hablan, y del mismo modo, deletreando algunas frases para no quedar fuera.
Repetimos, siempre se trató de minimizar y ocultar por derecha este hecho monstruoso, pero no podemos callarnos y denunciar la carga de hipocresía de algunos que detentan el rótulo de progresistas y adelantados.
Por otro lado, el reconocido periodista Gregorio Selser sostiene lo siguiente: “Como culminación de la serie de actos de desagravio a la bandera, se dispone que una escuadrilla de diez aviones a retropropulsión sobrevuelen la Catedral de Buenos Aires, en Plaza de Mayo. Ignorándolo Perón, ese vuelo debe convertirse en la señal de una insurrección conjunta de las tres fuerzas armadas y comandos civiles, que debía iniciarse a las 8”.
Pero debido a una imprevista niebla, los aviones sólo pueden alzar vuelo a las 10. Durante ese lapso Perón es informado de la conjura y se traslada al Ministerio de Guerra. Al mediodía aviones navales bombardean la Casa Rosada y sus adyacencias, al tiempo que fracasan los intentos de la infantería de marina de apoderarse del sector. Las víctimas se cuentan por centenares. Los aviones que participaron de la acción se refugiaron en Uruguay”, es decir, se fugaron llenos de cobardía.
Dice Roberto Bardini, en un trabajo, que los agresores huyen hacia Uruguay, donde solicitan asilo político, eran tiempos de Battle Barres. “Al día siguiente, el diario Clarín, que no se caracteriza por sus simpatías peronistas, escribe: ‘Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos que ayer bombardearon y ametrallaron la ciudad’.
“El ataque a traición de los aviadores navales subversivos produce un terrible impacto emotivo en la población. Durante meses no se habla de otra cosa en los hogares de todo el país”. En “Dossier Secreto – El Mito de la Guerra Sucia”, el periodista norteamericano Martin Andersen cita el informe de un analista de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, quien describe este estupor generalizado en un mensaje enviado a Washington a las tres semanas del sangriento acontecimiento” continua Bardini.
La masacre de junio de 1955 costó la vida aproximadamente a 350 ciudadanos, otras fuentes más precisas sostienen 367, y a más de dos millares de heridos, sin contar las profundas secuelas de terror que se instalaron en gran parte de la población que vivió, asistió y sufrió aquellos bombardeos encabezados por los aviones de la marina y Aeronáutica, acción indudablemente repudiable.
García Acosta sostiene en una nota publicada por este medio, en el 2005 que: “En la Mesa de Entradas General de la DAOM, donde trabajaba, se llevaba el registro de todo lo que se emitía como notas, órdenes de trabajo. Cada dependencia tenía un número y una barra, al que seguía el número de la actuación. La Dirección de Construcciones tenía el número 1. A primera hora una ordenanza trajo una nota con una orden de trabajo urgente: informaba que la Dirección de Construcciones procedería a cavar 700 tumbas en el Cementerio de la Chacarita. Al asentarla en el libro tuve clara conciencia de la masacre”.
Luego continúa su relato: “Muchos años después, ya disuelta la DAOM y yo fuera de ella, por razones de investigación histórica, traté de ubicar en el Archivo Municipal ese enorme libro de Registro de la Dirección de Construcciones para volver a ver, allí registrada con mi letra, esa macabra orden de trabajo, tétrico reflejo del doloroso enfrentamiento que dividió a los argentinos y que tuvo formas de barbarie”.
Los hospitales que brindaron ayuda en el momento que se producía la caída de casi 14 toneladas de explosivos sobre la Plaza de Mayo y adyacencias fueron: la denominada y conocida Asistencia Pública, los hospitales Argerich, Rawson, Clínicas, Alemán, Policlínico del Ministerio de Hacienda, Policlínico Militar y Policlínico Rivadavia. Otras fuentes tienen la información sobre los muertos y heridos en el hospital Ramos Mejía y el Español y en el Policlínico Durand, en aquel momento; otro grupo lo conforman los Policlínicos Fernández, Álvarez y Las Heras. Lo de policlínicos es la denominación de la época. En la Morgue Judicial como en los listados de los hospitales y policlínicos se encontraba la nómina de muertos y heridos.
Las mujeres fallecidas e identificadas fueron 50, 9 las NN femeninas, los hombres no identificados fueron dos decenas. Asimismo, en la Asistencia Pública aparecen 25 cadáveres no identificados y en el Policlínico Las Heras no se suministró, en su momento, la lista de los muertos. Además, hay un detalle de enfermeras y enfermeros que prestaron ayuda a los atacados y fueron muertos en el bombardeo, sumando otros seis asesinados.
Un cable de ANSA, por otro lado, informaba sobre los sublevados que pidieron asilo en Uruguay: la terna siniestra, hay que afirmarlo, de 27 rebeldes, incluyendo a un civil. Un párrafo aparte sobre la participación de los civiles, ya que esta sublevación militar contó con comandos civiles que luego actuarían durante la denominada Revolución Libertadora.
La lista es publicada por el diario La Nación del 8 de julio de 1955, donde se incluyen las bajas o retiros entre los militares insurrectos: Aeronáutica: 26 miembros y en la Marina, 78 marinos. Estos destierros de las fuerzas fueron refrendadas por los ministros de Marina y Aeronáutica. Además el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas informaba que habían sido encuadrados en el marco de rebeldía al personal interviniente en los sucesos del 16 de junio, de acuerdo al Código de Justicia Militar.
Pero la realidad posterior ocultó la masacre del 16 de junio, se conoció más la quema de las iglesias que este momento histórico, que no sólo marcaba el comienzo del final del gobierno peronista, sino, el recomienzo e implementación, por parte del Estado, de la puesta en marcha de la maquinaria represiva.
Apareció la consigna: Cristo Vence
Se cumple más de medio siglo de este suceso aberrante, es la inauguración de un proceso histórico que brota de las entrañas de lo más rancio del poder oligárquico con violencia y represión, era la ofensiva de las fuerzas de ese poder para apoderarse del aparato del Estado: comenzaba en el campo social el desmontaje de una formación ideológica de carácter nacional.
Luego del bombardeo, parte del pueblo salió a la calle enardecido. Perón trató de contenerlos. En esa reacción, donde le solicitaron armas al Perón, se cometieron algunos desmanes como respuesta a la masacre.
Se cumplen 55 años y, sin embargo, la masacre sigue impune, como tantas otras aberraciones contra el pueblo. Por eso, debe aparecer la memoria histórica, rescatar la identidad colectiva y que estos asesinatos queden escritos en los anales de la historia, así como la nómina de los responsables ideológicos y quienes se prestaron concientemente a tal masacre contra la población civil.
El 16 de septiembre, de ese mismo año, se termina de consumar lo iniciado el 16 de junio de 1955.
Luego de la caída de Perón vendrán los asesinatos a mansalva en José León Suárez y los fusilamientos de junio de 1956.
Comenzaba la construcción de un andamiaje legal de un gobierno militar de facto, con la vigencia del Decreto 4161 que preveía cárcel para todo aquel que mostrara sus simpatías peronistas, luciera emblemas o fuera miembro de la Resistencia Peronista.
La quema de bibliotecas y libros
El odio de clase se mostró en la quema de todas las bibliotecas que tenían libros de aquellos que eran teñidos de peronistas. Los 9 tomos del sanitarista Ramón Carrillo, Teoría del Hospital, son quemados, y así todo lo que había pertenecido al gobierno peronista, como la anterior residencia presidencial que fue devorada por las llamas. La destrucción de la Fábrica Argentina de Locomotoras instalada en talleres Liniers fue desguazada y los prototipos de las locomotoras Justicialista y Argentina cortadas con sopletes, entre tantos hechos de verdadera violencia.
El gobierno militar, por presión de la oligarquía vacuna, anula la Ley del Peón Rural. Dilapida quemando y cortando todo el material que había en hospitales y escuelas que decía Fundación Eva Perón, no se cambió o tachó el nombre de la Fundación, se quemaron y destruyeron todo lo que pudiera recordar a la denominada “tercera tiranía”.
Muchos de los que participaron en el bombardeo, al mejor estilo y recuerdo de Guernica, a Plaza de Mayo, luego del derrocamiento de Perón, ocuparon altos cargos en los distintos gobiernos civiles y militares, como Zavala Ortiz de origen radical, algunos fueron premiados colocando sus nombres a algunas de nuestras calles y al nombre de una estación de subterráneos como Ing. Carranza, conspicuo comando civil durante la Libertadora.
En el caso de Francisco Manrique fue funcionario en la liberadora y luego con Lanusse; otros como Olivieri fue premiado y el cargo fue representante ante la ONU – Organismo de las Naciones Unidas; Vicchi, embajador en Estados Unidos de América; y en el caso de Toranzo Calderón, uno de los responsables fundamentales de aquella matanza, fue a la España franquista como embajador, donde mostró orgulloso el Guernica Argentino.
Una costumbre de las clases dominantes instalada en este país, con un fuerte contenido de clase, es que casi todos los genocidas en la Argentina son homenajeados de una u otra manera, con sus nombres señalan calles o plazas, como Juan de Garay o Julio A. Roca, dos ejemplares genocidas, entre otros.
Varias décadas llevó instalar el tema del Guernica Argentino, miles de muertos y desapariciones hay en esta historia, sin embargo, es bueno comenzar por donde empezó. Porque los nombres de los aviadores son los comandantes y principales figuras del 24 de marzo de 1976 y de los hechos posteriores.
Y en esa misma cadena de realidades, que se conectan, están todas las violaciones a los derechos humanos y la implementación de otras formas para dejar impune todo este largo proceso de dolor y muerte, represión y desaparición.
Comenzar por el principio
Es bueno comenzar por el principio. Aquella mañana nublada y fría de junio, era un jueves, 22 North American, 5 Beerchraft, 4 Gloster y 3 Anfibios catalina, 34 aviones en total nublaron el cielo de Buenos Aires, durante el espacio de horas de terror, y a partir de las 12,40 y con vuelos rasantes y asesinos, hasta entrada la tarde otoñal de junio, acumularon muertos, heridos y desesperación. Dos décadas después muchos de estos marinos y aviadores iniciaban el camino de la última dictadura militar.
Hoy muchos de ellos, están sindicados en las fojas enrojecidas de la represión estatal…
Como sostiene el poeta Roque Dalton: no se puede construir nada que se parezca a reconciliación con este “inmenso mar de mierda”…
* Este trabajo de investigación es la síntesis de dos trabajos realizados en forma separada, que fueron publicados en parte en otros momentos y ahora conjunta. Luego de investigar sobre nuevas fuentes, entregamos este sintético trabajo para su difusión. Publicado en Agencia Argenpress por primera vez el 16 de junio del 2005, cuando se cumplieron los 50 años del bombardeo sobre Plaza de Mayo. Lo actualizamos en el año 2008, corregido y actualizado el 15 de junio del 2010.

Imagen: Acrílico de Gerardo Bavio – Bombardeo 16 de junio de 1955 – Tucumán 2007

16/06/10