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El legado de León Trotsky

El legado de León Trotsky
El próximo 20 de agosto se cumplirán 70 años del asesinato de Trotsky, un tiempo más que suficiente para establecer un cierto balance de un legado que…

Pepe Gutiérrez-Álvarez 

El próximo 20 de agosto se cumplirán 70 años del asesinato de Trotsky, un tiempo más que suficiente para establecer un cierto balance de un legado que no cumplió sus propias expectativas pero sí superó la que sus enemigos le otorgaban.

  El 20 de agosto de 1940, las expectativas del “trotskismo” (un concepto que Trotsky siempre escribía con comillas, consciente de la instrumentalización que el estalinismo había hecho de él, primero como un contrapunto del “verdadero leninismo”, y desde mitad de los años treinta como la manifestación más pérfida del “quintacolumnismo”), eran bastante oscuras…En aquel momento, la sección rusa de la Oposición (la “madre” de la oposición internacional), había sido exterminada; la revolución), lo que quedaba del “trotskismo” español cabía en un taxi…En los años de la II Guerra Mundial, el “trotskismo” resultó casi totalmente aniquilado en Europa: además de comunistas y judíos, fueron tratados como “apestados” por los sectores de la Resistencia ligados al estalinismo.

  El final de la guerra, los dejaba completamente desarbolados, a duras penas consiguió restablecer una cierta estructuración. Por otro lado, la hipótesis central expresada por Trotsky en El programa de Transición, estuvo lejos de confirmarse. Si bien, la II Guerra Mundial había mostrado la locura y la sinrazón del capitalismo de manera todavía más acusada que la Primera, las condiciones subjetivas habían retrocedido drásticamente. No hubo lugar para nada parecido a una reedición de la experiencia de Zimmervald:    la socialdemocracia ni el comunismo oficial no sufrieron ningún desbordamiento por la izquierda significativo.     Antes al contrario, de un lado, el capitalismo conoció una tercera revolución industrial con las fórmulas keynesianas que le permitieron una expansión y una estabilidad tal que se legó a pensar que la época de las grandes crisis sociales quedaba atrás, y de otro, el estalinismo victorioso se extendía por la Europa del Este y a finales de los años cuarenta en China.

  Los años cincuenta fueron de abierta crisis. Fuera de los grandes aparatos de la socialdemocracia y del comunismo oficial, apenas si quedaron algunos restos de las grandes tradiciones radicales, del socialismo de izquierda, el anarquismo y del “trotskismo”…no fue hasta los años sesenta que, con el empuje de la revolución anticolonialista   (India, China, Cuba, Argelia, etc), y de la crisis chino-soviética, que emergieron las diversas fracciones maoístas que sí bien respondían a tareas y exigencias inmediatas, tomaban sus referencias teóricas de algunas de las fases del estalinismo: los más izquierdistas del periodo del “socialfascismo”, los más moderados del período del Frente Popular…En los países sometidos todavía dictaduras de origen fascista (España, Grecia, Portugal), los partidos comunistas mantenían casi integra su aureola de resistencia.

  De ahí que todos los cismas derivados de la Cuarta Internacional, y que tanto desconciertan todavía a los profanos, tengan su punto de partidas en las sucesivas crisis de esta época, normalmente situadas como expresiones del gran dilema que planteaba una situación histórica tan diferente a la que vio alumbrar la revolución de Octubre, o a la que   precedió el final de la revolución española animada por anarcosindicalistas, socialistas de izquierda, comunismo democrático e incluso con un partido comunista que no había renunciado a la revolución en aras de las exigencias de la política exterior de Stalin. Ya en los años treinta, el “trotskismo” se había distinguido por la búsqueda de fórmulas tácticas renovadas, y no fue otra cosa lo que intentó en Alemania, Francia y España en unas circunstancias cada vez más adversas, y por lo tanto, cada vez con menos capacidad para incidir en los hechos. La metáfora del “planeta sin visado” era también la de una situación cada vez más marginal: la misma que hizo que la II Guerra Mundial concluyera rehuyendo toda posibilidad revolucionaria…      

  El asesinato de Trotsky tiene una enorme fuerza simbólica: refleja el final de toda una época. Ya no quedaba nadie de los tiempos de los gigantes…En los años cincuenta –seguimos con el hilo-, el “trotskismo” se dividió en base a dos tentaciones: de una lado, la “tradicionalista” (la paleotrotskista según una expresión muy extendida), que ponía el énfasis en que las grandes cuestiones de antes de la II Guerra Mundial seguían estando ahí, y que por lo tanto, El Programa de Transición seguía teniendo una estricta vigencia: solamente había que interpretarlo bien.   La otra era la que había cruz y raya con aquel periodo y trataba de buscar nuevas fórmulas en consonancia, una orientación que se ha llamado también neotrotskista, “revisionista” o “pablista” según las diversas corrientes que se dicen representar –cada una de ellas- la “verdadera” continuidad.

  Guante los sesenta, en los países industrializados comienza surgir una “nueva izquierda” diferente a la tradicional de las grandes opciones ligadas a la “guerra fría”, y sus expresión más desarrollada serán los mayos del 68 que atraviesan el mundo, y que crean una nueva situación….  

  En el tramo final de esta fase, servidor pudo publicar su primer libro, Conocer a Trotsky y su obra (Ed. Dopesa, Barcelona, 1979),   en una colección y en una editorial ligada al “Grupo Mundo”, cuyos medios fueron muy receptivos del “sesentayochismo” y del momento político del país, y no fue por asaltad que fuese uno de los últimos en aparecer (la anécdota es que n minuto después de cobrar en un banco la primera cantidad por los derechos, me llamo el cajero que me había atendido para decirme que si hubiera llegado dos minutos después, no habría podido pagarme), y de la que me permito reproducir su epílogo con la intención de comentarlo en una próxima ocasión.    

De una lado se daba la tentación de trabajar en base a todo lo que se estaba dando de nuevo (las revoluciones an  

Epílogo: El legado de León Trotsky
Resulta francamente difícil «encerrar» la vida y la obra de Trotsky en tan breve espacio. Se trata de cerca de medio siglo de intensa vida militante, que se sitúa en el centro mismo del escenario creado por la Gran Revolución Rusa, cuya trascendencia sólo es comparable con la Gran Revolución Francesa de 1789. Trotsky ocupa por derecho propio el lugar de protagonista, antes, durante y después de esta revolución y el cuadro de sus actividades se multiplica en un amplio campo de problemas de primera magnitud que van, desde la lucha por el poder y la tensión polémica y dramática constante, hasta las cuestiones «menores» como el arte y la cultura.
Cada etapa de su trayectoria vital, cada polémica, cada cuestión, han dado lugar a ríos de tintas compuestos por los más variados colores. Deutscher, un «trotskista heterodoxo» que escribió una biografía digna de él, dice:

  “Tan copiosa y espléndida fue la carrera de Trotsky, que cualquier parte o fracción de ella habría bastado para llenar la vida de una personalidad histórica sobresaliente. De haber muerto a la edad de treinta o treinta y cinco años, poco antes de 1917, Trotsky habría ocupado su lugar en un mismo nivel que pensadores y revolucionarios rusos como Bielinsky, Herzen o Bakunin, como su descendiente o su equivalente marxista.

  Si su vida hubiese terminado en 1921 o después más o menos en el mismo momento en que murió Lenin, habría sido recordado como el jefe de Octubre, como el fundador del Ejército Rojo y su caudillo en la guerra civil, y como el mentor de la Tercera Internacional que habló a los trabajadores del mundo con el vigor y la brillantez de Marx y con acentos que no se habían vuelto a escuchar desde los días del Manifiesto Comunista. (Fueron necesarias varias décadas de falsificación y de calumnia estalinista para empañar y borrar esa imagen suya en la memoria de dos generaciones.)

  Las ideas que él expuso y la obra que realizó como jefe de la Oposición entre 1923 y 1929 constituyen la suma y la sustancia del capítulo más trascendente y dramático en los anales del bolchevismo y el comunismo. Trotsky actuó como protagonista de la controversia más grande del siglo, como iniciador intelectual de la industrialización y la economía planificada, y por último como portavoz de todos aquellos que resistieron, dentro del partido bolchevique, el advenimiento del estalinismo. Aun cuando él no hubiera sobrevivido al año 1927, habría dejado tras de sí un legado de ideas que no podría ser destruido ni condenado al olvido permanente, el legado por el cual muchos de sus seguidores se enfrentaron al pelotón de fusilamiento con su nombre en los labios, un legado al que el tiempo va añadiendo pertinencia y peso y hacia el cual una nueva generación soviética va encontrando a tientas su camino”. (1 Oc., t. III, p. 460.)

  Como ya hemos explicado, es su último combate, el del tercer exilio, el más importante para él y, sin duda, el más rico en su creación intelectual. Es en esta etapa cuando escribe Historia de la revolución rusa, La lucha contra el fascismo en Alemania, La revolución traicionada, El programa de transición y En defensa del marxismo. Tenemos derecho a creer que, de no haber muerto antes que Stalin —que nació el mismo año—, hubiera seguido siendo la encarnación viviente de la revolución (22. En 1939, el embajador francés ante Hitler, Coulondre, intentaba disuadir al líder nazi de la guerra, con el argumento de que el vencedor podría ser Trotsky. Hitler compartía el mismo temor. De hecho Stalin no vio seguro su poderío hasta su asesinato) habría escrito las obras que tenía proyectadas, hubiera modificado sustancialmente el curso de la Cuarta Internacional ‘y, sin duda, la crisis del estalinismo habría tomado una amplitud mucho mayor. Está lejos de nuestra inte1ción hacer de Trotsky algo mítico, pero no podemos por menos de subrayar que incluso en la derrota y el exilio, su trascendencia personal, carece de parangón.

  No se puede, a nuestro juicio, hablar seriamente de marxismo en nuestros días sin conocer seriamente la vida y la obra de Trotsky. Para acceder a este conocimiento, el lector cuenta con la biografía que escribió Deutscher que (al margen de algunas críticas que se le puedan hacer) significa un esfuerzo gigantesco por reconstruir la verdad del comunismo del siglo XX y por situar en su justo lugar a Trotsky. Tiene al alcance de la mano lo principal de la enorme obra escrita de Trotsky, que representa un apasionante intento por enlazar la teoría —dentro de una espléndida prosa literaria— con la acción y el compromiso sin medianías: una obra que se sitúa a la altura de los más importantes clásicos del marxismo. Todavía no cuenta con un estudio sistemático sobre su pensamiento, aunque se están dando los primeros pasos en este sentido.

  Nos limitaremos aquí, a modo de conclusión, a subrayar algunas de sus aportaciones más sobresalientes:

–1. Representa un notable esfuerzo por mantener y desarrollar las adquisiciones del marxismo clásico, en una época donde las guerras, las revoluciones y las contrarrevoluciones modificaban constantemente la realidad.

–2. Intentó, sin titubeos ni medias tintas, impulsar organizadamente una corriente de pensamiento y acción opuesta a la socialdemocracia y el estalinismo.

–3• Personificó un gran esfuerzo por enriquecer cuestiones de principios marxistas como son el internacionalismo proletario, la democracia obrera y la autonomía del movimiento obrero y revolucionario en relación a los partidos burgueses cuando la mayoría del movimiento obrero estaba atada a la burguesía “democrática”, «nacional», «antifascista», etc.

–4. Finalmente, hay que destacar su esfuerzo por recomponer y fortalecer las nuevas generaciones de cuadros marxistas revolucionarios.

  Esta última tarea ha sido a veces menospreciada. Para entenderla en sus justos términos hay que comprender que, entre otras cosas, toda una generación de cuadros trotskistas fue diezmada por el estalinismo (o por el fascismo, en campos de concentración murieron Abraham Leon y Frank Jakubowski). La generación siguiente tuvo que esforzarse para resistir unas nuevas condiciones políticas en la que el predominio del estalinismo fue casi total en el movimiento comunista y el capitalismo vivió un largo período de estabilidad y reforzamiento ideológico.

  Esta resistencia estuvo encarnada en una promoción de hombres y mujeres de la talla de Isaac Deutscher, Roman Rodolsky, Ernest Mandel, George Novack, Livio Maitan, Evelyn Reed, Joseph Hansen, Pierre Frank, J. P. Cannon, Pierre Broué y otros más. Esta generación de resistentes fue la que preparó las condiciones para el «transcrecimiento» que se opera en el movimiento trotskista después del mayo del 68, que marca el surgimiento de una nueva generación de militantes que cuenta con una base de implantación mucho más sólida. Es la hora de la renovación, de los Hugo Blanco, Alain Krivine, Jacques Valier, Perry Anderson, Jacqueline Heinen, Mary Alice Waters, Peter Camejo, Daniel Bensaïd, Denise Avenas, Bernadette Devlin, Alain Brossatt, Robin Blackburn, Caroline Lund y otros y otras, entre quienes se cuentan algunos españoles.

  Al margen del acuerdo que se tenga con el trotskismo y de la valoración que nos merezca cada uno de estos personajes, reflejan un notable paso adelante por desarrollar el legado de Trotsky, por reconstruir el marxismo revolucionario en contra del estalinismo y de la socialdemocracia. Es una continuidad de la obra de Trotsky desigual y problemática pero con una presencia notable a la izquierda de los partidos tradicionales que ha de sorprender a los que, como Sartre, velan en el trotskismo una corriente estrictamente ligada a una personalidad ya enterrada. El mismo Sartre ha visto nacer y declinar otras corrientes «nuevas» y «superadoras» como lo fueron diversos socialismos de izquierdas, el «tercermundismo», el anarquismo, el maoísmo, etc.

Pepe Gutiérrez-Álvarez  Para Kaos en la Red   10-7-2010