Hiroshima 6 de agosto de 1945. Campanadas de duelo 65 años después
La gran pasión humana de la guerra sige vigente en pos del dominio, la riqueza. Las guerras llenan sus arcas los países poderosos, así crece la riqueza a favor de unos pocos. Digamos No con firmeza
Mañana 6 de agosto de 2010, 65 años después de aquella fecha de funestos recuerdos, deberían tañer todas las campanas del mundo en recuerdo a los que la bomba atómica segó sus vidas, arruinó su futuro, acabó con sus esperanzas de dignidad humana.
Serán solo meras palabras a manera de recuerdo, aquellas que el viento se lleva sin dejar rastro.
Sigue prevaleciendo la norma de la fuerza, arma que se esgrime para alcanzar logros, pero no de paz y concordia, ni para procurar que a nadie le falte el sustento o el trabajo. O para que nadie se sienta solo y abandonado, para que encontremos aquella mano que nos aúpa cuando la soledad nos invade.
Contrariamente, siguen las luchas fratricidas, las amenazas de armas nucleares –Corea tiene demasiados puntos de encaje-, las guerras indiscriminadas entre pueblos hermanos. Quienes deberían hablar y conciliar se callan o añaden leña al fuego de pasiones posesivas, única esperanza que tristemente tienen los poderosos del mundo, dominar y avasallar al precio que sea, no importa quién ni donde.
Eran poco más de las ocho de la mañana cuando la bomba Enola Gay, se proyecta sobre Hiroshima y revienta en forma de luz, a manera de hongo desafiante, causando terror y muerte en una población indefensa. Era la primera bomba atómica que unos seres humanos (???) americanos lanzan contra sus hermanos japoneses. La suerte está echada.
La orden proviene del Presidente de EEUU Harry Truman que pretende, con aquella magna destrucción, desafiar y aniquilar a su enemigo Japón para acabar con sus pretensiones de dominio, que considera suyo, americano.
Pero no les bastó con una, el día 9, tres días después, lanan otra bomba pareja sobre Nagasaki.
El pánico insta a la rendición el 15 de agosto. El 2 de septiembre el Imperio japonés firma la rendición, que pone fin a la guerra del Pacífico y también la 2ª Guerra mundial.
¿Coste? En vidas humanas 140 mil muertes en Hiroshima las del momento fatídico y las que supusieron las secuelas posteriores: leucemias, quemaduras, cáncer. En Nagasaki se calculan en 80 mil los fallecidos.
Las consecuencias siguen aún hoy pasados 65 años, con el deterioro físico psíquico de quienes vivieron aquellos aciagos minutos, segundos que marcaron su futuro y el de los suyos. EEUU nunca pidió perdón.
Que suenen campanadas de duelo, el que todos los bien nacidos sentimos en nuestros corazones. Nunca más una bomba atómica, nuestro sí a la vida, no a la muerte.