Ayotzinapa, ¿y después de las marchas?
“Las estaciones del año ya no son lo que eran pero esa es la naturaleza de las cosas: ser vistas solo una vez mientras suceden” John Ashberry Noviembre 2014 Ramón Mejia
¿Y después de la marcha que?
La semana pasada se realizó la cuarta marcha por Ayotzinapa, multitudinaria como no se habían registrado quizá desde la «marcha por el color de la tierra» en 2001 pero en aquel lejano año lo que se desbordaba era la solidaridad, era la sociedad civil organizada vía el zapatismo. Hoy lo que vemos no sólo es esa misma simpatía y apoyo en las marchas sino que también vemos y sentimos un hartazgo que comienza a desbordarse, el núcleo del movimiento alrededor de los padres comienza a ser rebasado la demanda «vivos se los llevaron, vivos los queremos» se hace acompañar cada vez más por otra la de «Fuera Peña», ¿dos demandas que parecen pedir lo imposible? Quizás en el caso de la primera que conforme pasa el tiempo hasta pareciera pecar de inocente pero no lo es, es una forma de presión, de exigir justicia, e incluso parece tomar la forma de bandera de lucha y la segunda no lo es tanto pareciera que aún está en manos del Estado esa decisión aunque hasta ahora la actuación del gobierno ha sido lenta y torpe, las explicaciones y respuestas confusas y enfadosas han servido más para aumentar la indignación que para apagar el fuego. Peña no ha asumido un compromiso personal verdadero como se la ha venido exigiendo e incluso se muestra más enfadado cuando se le cuestiona por sus bienes personales e incluso después de la marcha su único compromiso fue usar la fuerza pública en caso de ser necesario contra los manifestantes, haciéndonos recordar Atenco y los floristas.
Parece que el gobierno no le ha encontrado la cuadratura al círculo, las clásicas estrategias de negociación con los familiares porque se encontraron con padres y madres dignos, acostumbrados a una vida de resistencia¿qué más se puede perder cuando no se tiene nada? Y es que Ayotzinapa se volvió contra Peña como si fuera el escupitajo al aire que lanzó en 2006 en Atenco justo cuando había logrado unificar a la clase política a su favor y su proyecto lleno de reformas había salido casi sin raspones principalmente en el tema energético e incluso a nivel internacional era aplaudido por la prensa y los grandes capitales de pronto desde uno de sus rincones pobres el país comenzó a sacudirse.
Tanto Ayotzinapa como la sociedad civil están poniendo al desnudo el cuerpo en descomposición del Estado mexicano en dos sentidos por un lado la desaparición forzada de los 43 normalistas pone en evidencia la centralización y corrupción del poder político tradicional y su alianza con el crimen organizado, vivimos un narcogobierno y en segundo lugar muestra la falta de legitimidad, representatividad y vacío de poder que existe del gobierno pues en el escenario de que Peña renunciará ¿quién queda? ¿Chong, AMLO, Sicilia, algún panista? Seguramente no faltará quien quiera el puesto y la disputa allá arriba sería bastante reñida y con alto rating televisivo.
Quizá debamos mejor mirar abajo, a la sociedad civil que despierta, voltea y abraza a Ayotzinapa y a su normal que por muchos años ha sido víctima tanto del abandono de la educación pública y de la búsqueda de desaparición del normalismo rural como del proceso sistemático de represión de los movimientos sociales en Guerrero y este doblé proceso esta vez se cruzó con la crisis de violencia que azota al país, la saña con que se atacó a los estudiantes no es resultado de un proceso unilateral de violencia. Mirando abajo vemos a la sociedad civil manifestando su solidaridad y su hartazgo ante un cúmulo de agravios justo cuando más parecía que se había normalizado (valga el término) la violencia pues el rapto y la ejecución son cosa de todos los días en el país.
Salimos y nos encontramos a rostros conocidos pero también nuevos, a viejas y nuevas generaciones de activistas pero no solo eso, nos encontramos amas de casa, estudiantes, oficinistas, músicos, actrices, actores, oficinistas, maestras y maestros, gente no organizada que sale por primera vez a marchar así como gente de distintas ideologías y todas ellas han encontrado en Ayotzinapa una válvula de escape para crear un grito, una voz conjunta pero a diferencia de ese 2001 no es la red de redes que salía a recibir la caravana zapatista, no son organizaciones articuladas alrededor del actor político sino que son algo más cercano al concepto de multitud de Negri y Hardt, «una multiplicidad de singulares» que incluso llaman a eso a mantenerse independientes y no ideologizar ni partidizar la protesta.
A casi dos meses de los acontecimientos y de continuas protesta él movimiento parece llegar a un punto de inflexión, con una nueva convocatoria de movilización para el próximo día primero de diciembre y con los primeros presos políticos ya consignados habría que preguntarse ¿hasta dónde llegará el movimiento? Sin duda muchos soñamos con un 19 y 20 argentino de ese 2001 ¿será? El movimiento tiene quizás un primer freno muy claro que es la demanda de los padres y la FECSUM, ellos tienen su propia estrategia y negociación. La indignación de la multitud tendrá que madurar y mejorar su organización si realmente quiere un cambio. Otro reto que tiene es no convertirse en un movimiento de derecha como fueron las marchas de blanco por la seguridad hace tiempo hasta ahora aunque el control de las movilizaciones es de los estudiantes de las universidades públicas, la clase media ha presionado para mantener la moderación en la protesta. El tercer reto es quizá superar la falta de interlocutores, la propia independencia y la organización sin líderes y referentes puede ser un problema para quien aún cree en el mesianismo político pero eso es el problema menor el mayor problema de esto es que las discusiones y la toma de decisiones entre más democrática sean son más lentas y esto puede alargar y postergar las acciones y para quien que no esta acostumbrado al asambleismo y la discusión será complicado y puede afectar la participación de quien espera cambios y acciones inmediatas.
De cualquier forma estos casi dos meses de protesta han sido una gran lección para todas y todos, han devuelto la esperanza de cambio y de que la población aún es sensible a los abusos y las injusticias, de que es posible ver en la otra, en el otro un apoyo y no un enemigo, de que México aún está ahí.
Kaos 24/11/14